Hermes en Barcelona
Cuenta el mito que Hermes y Heracles fundaron la ciudad. Pero ningún
otro dios está tan presente en sus plazas y calles como él. Y los
'cazadores de Hermes' lo descubren en un libro.
Según la mitología, la diosa Atenea fundó Atenas. Y mucho
antes de Rómulo y Remo, el héroe troyano Eneas estableció los cimientos
de lo que sería Roma. La leyenda cuenta que Heracles (el Hércules
romano) fundó las ciudades de Sevilla y Cádiz, pero antes llegó a
Barcelona con su hermanastro Hermes, el dios alado. Así como Atenea es la fiel protectora de Atenas, Barcelona permanece bajo el influjo de Hermes, dios
del comercio, de los viajes, de las artes, de la astronomía... Cientos
de estatuas y representaciones herméticas decoran las calles, plazas y
casas de la ciudad desde los tiempos de la Barcino romana.
Hermes
llegó a Barcelona con Heracles después de que su barco se extraviara,
en plena expedición argonáutica para buscar el vellocino de oro junto a
Jason. Su barco apareció ante la montaña de Montjuïc y el lugar gustó
tanto al dios y a Heracles que decidieron fundar una ciudad llamada Barca nona, en referencia a la novena barca extraviada en
la que ellos viajaban. Tal es el origen mitológico de la ciudad (al
menos, una de sus versiones). Y queda recogido en el libro La Barcelona d'Hermes (Albertí Editors), publicado por los Cazadores de Hermes, un grupo de fans del dios que lleva años documentando sus trazas.
«Hermes es omnipresente en la ciudad,
aunque la mayoría de veces pasa desapercibido... El libro no pretende
ser un catálogo exhaustivo, está pensado para hacer una ruta por
diferentes barrios guiados por Hermes y descubrir curiosidades de
Barcelona, apuntes históricos y anécdotas de vida cotidiana», explica
uno de sus once autores, Enrique Camós, profesor de Matemáticas.
Todo empezó en los blogs. Y un 25 de marzo de 2012 unos
cuantos blogueros se reunieron para hacer una ruta hermética que
empezaba en Rambla de Catalunya y seguía por toda la Via Laietana, con
parada especial en plaza Catalunya (donde hay más de 40 representaciones
de Hermes). Las quedadas se fueron multiplicando. Y los autodenominados
Cazadores de Hermes ya han hecho dos exposiciones (una en la galería
Setba de la plaza Reial y otra en el bar Moraima del Raval), un ciclo de
conferencias y varias rutas abiertas a cualquier interesado.
La Barcelona d'Hermes empieza como si el dios atracara en la ciudad y «paseara por el frente marítimo,
como si acabara de bajar de la barca perdida», explica la argentina
Mariana Oviedo, que escribe ese primer capítulo acompañada por el mítico
dibujante Max y Mireia Valls, directora del Centre d'Estudis de
Simbologia y autora del libro Hermes i Barcelona. En cada capítulo, un
historiador, periodista o experto viaja con los cazadores como un
Cicerone que aporta datos curiosos y prácticamente desconocidos (como
los agujeros de bala de la Guerra Civil que aún se pueden observar en
plaza de Catalunya, ocultos tras la vegetación). «Hermes se asocia a la burguesía, que lo adoptó como emblema
del comercio y los intercambios.Pero también es el protector de los
ladrones, de los viajeros y de los amantes clandestinos», explica
Oviedo, que también rescata anécdotas ya olvidadas como el día de 1968
en que dos turistas se quedaron encerrados en lo alto de la Torre de
Colón, olvidados por los empleados, y gracias a llevar boli y libreta
lanzaron mensajes a la calle por una ventana y fueron rescatados.
Una de las representaciones más bellas de Hermes, en la pequeña plaza de la Verònica,
también ha sufrido su propia historia de vandalismo. La escultura
neoclásica de Rossend Nobas que decora la fachada de la antigua escuela
Llotja (aunque a finales del XIX fuera la sede del Casino Mercantil y de
la Bolsa de Valores) ha sido un blanco habitual de pintadas. Pero en
2003 fue el wonder boy del street art quien dejó su firma: Banksy. A
diferencia de sus estéticos murales, en esta ocasión Banksy llenó la escultura de sprays fluorescentes y le pintó un grotesco miembro.
«Así
como existe una escultura pública de Hércules en el paseo Sant Joan,
echamos de menos una de Hermes, o al menos una plaza dedicada al
dios...», lamenta Camós. Mientras no llega esa plaza hermética, los
cazadores continuarán buscando al dios.