Ernest Hemingway, Jack Kerouac, JR Tolkien y Haruki Murakami
Durante años hemos asistido a la
dicotomía entre deportistas e intelectuales. Los segundos tendían a
despreciar a los primeros por su falta de compromiso con el estudio y la
lectura. Mientras, los que practicaban y veían deporte directamente
ignoraban a los otros. Como si no existieran. Lo hemos visto en
numerosas películas y tv movies de institutos y universidades
nortemericanas. En sus tramas se ve una división clara entre los guapos y musculados deportistas y los ‘nerds’ empollones ratones de biblioteca.
Aunque es un análisis posiblemente
exagerado sí que es cierto que este enfrentamiento ha sido más o menos
evidente, si bien es verdad que en los últimos años algunos escritores y
filósofos han salido del armario y han reconocido su amor por el
fútbol.
Pero una cosa es ser intelectual y ver de vez en cuando un partido de fútbol de soslayo y otra muy distinta es ser un verdadero practicante de deportes.
Aunque, posiblemente hay muchos, algunos
más reconocidos que otros, hemos elegido a cuatro clásicos que, aparte
de escribir soberbia literatura, tenían tiempo de entrenar cuerpo y
mente gracias a los deportes. O, quizá, el hecho de practicar deporte incentivó su creatividad y por eso eran grandes escritores.
Omitimos aquí aquellos que fueron
deportistas profesionales y luego les dio por escribir libros
autobiográficos o sobre deportes.
Los cuatro elegidos son: Ernest Hemingway, Jack Kerouac, JR Tolkien y Haruki Murakami.
Ernest Hemingway, el boxeador pendenciero
Ya en la escuela, el mítico escritor de ‘El viejo y el mar’ practicó deportes como boxeo, atletismo, waterpolo y fútbol americano.
Pero, a lo largo de su vida y, sobre todo, durante sus estancias en
Cuba y en España, el escritor nortemericano alternó su obra literaria
con la práctica de diferentes deportes.
Fue, entre otros, boxeador, tirador deportivo, pescador y fanático del jai-alai o pelota vasca. En Cuba, por ejemplo trabó amistad con personalidades como los púgiles Kid Tunero (Evelio Mustelier), su propio masajista Kid Agustín (Mario Sánchez Cruz) y el entrenador Zahonet Deulofeu, entre otros. En España, además de los deportes mencionados, es famosa su afición al toreo.
Es discutible si la fiesta nacional es o no un deporte, aparte de la
valoración ética que se pueda hacer de ella, pero lo cierto es que sí
aparece en algunos periódicos en las páginas deportivas.
De hecho, una de sus famosas frases fue: “Sólo existen tres deportes: el toreo, las carreras de coches y el montañismo. El resto son simples juegos”.
Pese a que no incluyó en esa cita el boxeo como deporte, en otra ocasión dijo: “mi escritura no es nada, mi boxeo es todo”.
Era un gran practicante: disfrutaba de lanzar golpes, de mantener
peleas callejeras o de al menos hacer sparring con algún famoso boxeador
del momento.
Y no se conformaba sólo con eso, sino que incluso retaba a escritores de su época. Se batió, entre otros, con John Dos Passos, Joan Miró o Moerly Callaghan.
Es decir, todo en él era pelea, batalla, su estilo de escritura se
llenaba de golpes violentos, como los que daba en aquellos rings
improvisados. No en vano, en su obra él escribía de la vida. Y la vida, de lo que va, es de caerse y volverse a levantar para impedir que nos quedemos KO.
De entre su magna obra literaria os destacamos dos libros por estar vinculados a los temas que aquí hemos tratado: ‘Fiesta’ (toreo) y ‘París era una fiesta’ (boxeo).
Jack Kerouac, el jugador de fútbol americano
Miembro destacado de la generación Beat y autor de ‘En el camino’, iba para deportista, pero una lesión lo encaminó a la literatura.
Kerouac era un excelente jugador de fútbol americano y rechazó ofertas del Boston College y de la Universidad de Notre Dame,
para aceptar la beca que le daba la Universidad de Columbia, ya que
estaba en Nueva York y consideraba que en la Gran Manzana era más fácil
llegar a ser escritor. Inmediatamente tras su graduación se partió una
tibia y abandonó el fútbol para concentrarse en su faceta de literato.
Pese a que sus dotes deportivas estaban
en el fútbol americano, también era un gran aficionado al béisbol. De
hecho, cuando era pequeño, creó un juego relacionado con este deporte.
Escribía reportajes y crónicas de partidos no existentes y terminó
elaborando una liga completa, usando para ello un archivador de tarjetas
y cuadernos de colores para organizar todos los datos. El nivel de
detalle de cada jugador, equipo y partido era alucinante. Se trataba de
algo parecido a los que hoy es el FIFA. Durante toda su vida siguió escribiendo crónicas de esos partidos imaginarios.
Su obra más destacada, aparte de la citada ‘En el camino’, fue ‘Los Vagabundos del Dharma’. Ambos fueron libros míticos e inspiradores para toda una generación hippy.
JR Tolkien, el tenista
Pocos saben que el autor que ideó y escribió ‘El Hobbit’ y ‘El Señor de los Anillos’ solía jugar al tenis con asiduidad. Lo estuvo haciendo hasta pasados los 40 años, cuando, en un partido contra Augus McKintosh, que tenía 22 años menos que él, se lesionó un tobillo.
Quizá gracias a aquel infortunio, que
apartó a Tolkien de las canchas de tenis, el escritor se concentró en
sus libros y por eso pudo escribir las dos obras antes mencionadas.
El tenis también sedujo a escritores como Vladimir Nabokov, Jorge Guillén o Bioy Casares.
Haruki Murakami, el corredor de fondo
De Murakami ya hemos hablando en los mejores libros sobre running.
Era un escritor fantástico pero le dio por la estética y decidió
intentar perder peso. Para ello, empezó a correr y todavía sigue
haciéndolo cual Forrest Gump. Es el claro ejemplo de que el deporte y la literatura se retroalimentan. Mientras corre piensa qué va a escribir y mientras escribe las endorfinas le piden volver a correr. No hay más en su vida: correr, escribir, escribir, correr.
Lo que para él significa correr lo ha reflejado en ‘De qué hablo cuando hablo de correr’.
En él cuentas sus sensaciones, la soledad del corredor de fondo, cómo
el running le ha llevado a conocer gente, a hacer numerosos amigos. De
hecho, el libro se lo dedicó a lo que él llama sus triatmigos. Porque sí, empezó de atleta y acabó de triatleta.
Pero de Murakami no recomendamos sólo su
libro relacionado con correr. Si te gustan las novelas, prejuicios
aparte con los modernos, deberías leer ‘Tokio blues’, ‘Sputnik, mi amor’ y ‘1Q84’.
Hacer deporte y escribir fantásticas
novelas es posible. Tragarse infumables partidos de beisbol y ser un
escritor referente no es una quimera. Pasar a la historia de la
literatura y dar puñetazos a todo lo que se mueve se ha podido
conseguir. No te cierres a leer libros ni a escribirlos, ni, por
supuesto, al deporte.