Guillén de Castro
(Valencia, 4 de noviembre de 1569 + Madrid, 28 de julio de 1631) Dramaturgo español. De familia ilustre, en 1606 marchó a Italia como gobernador de Scigliano, y regresó hacia 1609 a Valencia, para instalarse poco después en Madrid, a las órdenes del primogénito del duque de Osuna. Compuso gran variedad de obras teatrales, siempre bajo la estela de Lope de Vega, a quien conoció y admiró. Su drama más célebre es Las mocedades del Cid, que más tarde adaptaría Corneille. Entre el resto de su producción destacan también dramas históricos como El más impropio verdugo y Las hazañas del Cid, obras de capa y espada, como Los mal casados de Valencia, y piezas mitológicas, como Progne y Filomena y Los amores de Dido y Eneas. De entre sus comedias cabe destacar El perfecto caballero.
Los escasos datos biográficos que se tienen sobre su infancia y juventud contrastan con una información más abundante a partir de la década de 1590, cuando, además de aparecer en diversas fiestas públicas, ingresó en la célebre Academia de los Nocturnos, de la que será uno de sus mejores valedores a partir de su primera lectura poética en 1592. Sirvió como capitán de caballería de la costa y, en 1595, contrajo matrimonio con la Marquesa Girón de Rebolledo, con quien tendrá una hija, muerta en edad temprana, y de la que enviudaría poco tiempo después, antes de finalizado el siglo.
En 1601 ya era procurador general del duque de Gandía, Carlos de Borja, aunque esta actividad no le impidió participar en algunas justas poéticas, como la dedicada a San Raimundo de Peñafort en 1602. Cinco años después viajó a Italia, donde fue nombrado gobernador de Scigliano al servicio del virrey de Nápoles, el conde de Benavente. En 1608 fueron publicados dos de sus dramas (El caballero bobo y El amor constante) en una antología de autores valencianos.
De regreso a Valencia en 1609, prosiguió la redacción de su obra teatral y fundó (hacia 1616) una nueva academia con el nombre de Los montañeses del Parnaso, de la que será presidente. A principios de 1619 se instaló en Madrid, bajo la protección del duque de Osuna, época en la que se consolidarán tanto su fama de dramaturgo y poeta como sus apuros económicos, que sólo conocerán una estabilidad temporal tras su boda con Ángela Salgado, dama de la duquesa de Osuna, celebrada en 1626. Falleció sumido en la pobreza, según atestiguan algunos documentos.
La trayectoria literaria de Guillen de Castro debe ser analizada, en primer lugar, en el contexto del teatro valenciano, ya que esta ciudad fue uno de los centros teatrales más fecundos de aquel momento histórico, como lógica consecuencia de su poderío social y comercial. Además, y en segundo lugar, la obra de Castro ejemplifica de modo especial el punto de unión entre la herencia renacentista y el nuevo estilo impulsado por Lope de Vega. Parece indudable que la amistad entre ambos autores, asentada tras las dos estancias de Lope en Valencia, no se limitó a simples elogios mutuos (Lope compuso el soneto “Dido y Eneas” en su honor y le dedicó Las almenas de Toro; Guillen de Castro dedicó a Marcela, hija de Lope, laPrimera parte de sus comedias).
Sin embargo, la producción de Castro no se basó exclusivamente en el caudal lopesco, sino que será ya en pleno desarrollo cuando adopte algunas de sus características y logros más populares, siendo tal vez ésta la razón que provocó la admiración en numerosos autores, como Cervantes (quien le elogió en el prólogo a sus Comedias y en el Viaje del Parnaso) y Baltasar Gracián (en el Arte del ingenio).
La producción teatral de Guillen de Castro aún no ha podido ser fijada cronológicamente por completo (aunque las impresiones de las dos partes de sus comedias, en 1618 y 1625, han facilitado aspectos textuales). La crítica también se encuentra dividida en su clasificación, pues junto a los que prefieren una evolución temporal en tres etapas (la localista, la de primeras influencias lopescas y la de consolidación), hay otros que optan por el análisis temático, y clasifican sus obras en piezas costumbristas (como Los malcasados de Valencia), políticas (El amor constante), cervantinas (Don Quijote de la Mancha), históricas (Las mocedades del Cid), legendarias (El conde Alarcos), clásicas (Dido y Eneas) o mitológicas (Progne y Filomena), hasta alcanzar así una treintena de títulos.
En líneas generales el teatro de Guillén de Castro se caracteriza por su técnica sobria y una hábil versificación, al servicio siempre de unos temas presididos por el dramatismo psicológico y la complejidad emotiva. Las principales características de esta producción, además de la variedad temática y la frecuencia de ciertas situaciones (el rey tirano, el matrimonio adverso, la peculiaridad del “gracioso” y del “lindo” o la fuerza del honor y la amistad), convierten a Guillen de Castro en una de las figuras más relevantes del Siglo de Oro, aunque la difusión y perfección de alguna obra (en especial de Las mocedades del Cid, inspiradora de Le Cid de Pierre Corneille) haya eclipsado el resto de su teatro.
Las dos obras que Guillén de Castro dedicó a la figura del Cid, Las mocedades del Cid y Las hazañas del Cid (1618), están inspiradas directamente en el romancero. En conjunto resultan un tanto abigarradas y confusas, pero la primera, especialmente, está considerada una de las piezas más vigorosas del teatro épico español. En Las mocedades del Cid, en tres actos y en verso, Rodrigo, amado por la princesa doña Urraca y por Jimena, todavía muchacha, es armado caballero por el rey, pero la suerte le permite emplear muy pronto su espada. El conde Lozano ofende gravemente al padre de Rodrigo, Diego Laínez, y el joven Rodrigo, aunque ama a Jimena, hija del conde, le desafía y mata.
Jimena, obedeciendo al amor filial, va a pedir justicia al rey contra el "adorado enemigo". El rey no se decide y Rodrigo, para cortar por lo sano, se lanza con quinientos vasallos al campo en busca de empresas guerreras. La fortuna y el valor le asisten: cuatro reyes moros vencidos se declaran vasallos suyos y toda España empieza a saludarle con el epíteto de Cid. El rey, para poner a prueba a Jimena, le anuncia la muerte de Rodrigo; la muchacha se desmaya; luego, a punto de traicionarse, promete su mano a quien le lleve la cabeza del Cid. Un campeón se presenta, pero es vencido y muerto por Rodrigo, que se convierte al fin en esposo de la mujer cuyo padre se vio obligado a matar.
En el segundo drama, Las hazañas del Cid, el héroe tiene un papel secundario. El núcleo dramático está constituido por las luchas entre el rey don Sancho y sus hermanos, don Alfonso y doña Urraca, rodeado cada uno de ellos por la lealtad paradójica de sus respectivos vasallos. Don Sancho, después de haber arrebatado el reino a don García y a don Alfonso, quiere quitar a su hermana Urraca la ciudad de Zamora. La ciudad es defendida por el leal Arias Gonzalo y por sus cinco intrépidos hijos. Se une con los defensores el traidor Bellido Dolfos, que mata a traición a don Sancho, con gran indignación de sus compañeros.
Un vasallo del rey muerto, Diego Ordóñez de Lara, se presenta entonces bajo las murallas de Zamora donde se ha refugiado el asesino y pronuncia el famoso desafío-anatema que Castro formula palabra por palabra según uno de los más célebres romances. Y Zamora debe, según la tradición, responder enviando cinco campeones contra el ultrajador. Arias Gonzalo, aunque haya reprobado el hecho de Bellido Dolfos, envía a sus cinco hijos; Diego Ordóñez de Lara mata al primero y al segundo, pero al herir de muerte al tercero infringe las normas técnicas de la lucha y es declarado vencido por el muerto. El Cid es el juez de campo de la pelea, que queda resuelta con la llegada de don Alfonso, a quien todos reconocen como rey, después que el Cid le ha obligado a jurar que nada tenía que ver en absoluto con la muerte de su hermano. También aquí el autor sigue fielmente el Romancero (e intercala en la obra romances enteros), pero la acción es inorgánica, el drama no se traduce en concretas oposiciones de sentimiento, y falta la atmósfera de fatalidad que en la obra precedente envuelve a ambos protagonistas.