Una familia se ve obligada a abandonar su casa, desahuciada por el banco, y viaja a otro lugar en busca de una vida mejor
 
Empédocles
 (493 a.C.-433 a.C) le confiere al amor un lugar central en su sistema 
filosófico. El amor siempre presente, en mayor o menor grado, es una 
fuerza motriz en continua  lucha contra el odio. Para Empédocles, el 
amor une en un círculo armonioso los cuatro elementos: el agua, el 
fuego, la tierra y el viento. El odio, potencia presente en esta unidad,
 ejerce la labor de una cuña, y se empuja vertiginosamente entre los 
elementos para separarlos. El movimiento que se crea es un vaivén entre 
amor y odio, entre armonía y desorden, entre calma y tormenta. La 
realidad de la que habla el filósofo griego es cíclica. Después de una 
lucha tormentosa el amor vuelve a predominar, vence el odio y funde de 
nuevo los elementos en una sola unidad. El desplazamiento no lleva a la 
creación de nueva materia, sólo ocurre un cambio en las combinaciones. 
Este concepto del amor que tiene Empédocles es quizás menos conocido que el platónico, a pesar de que históricamente fue pensado antes. Probablemente, porque Empédocles, materialista por excelencia, habla del amor como concepto universal, mientras que Platón con el mito del andrógino explica el origen fantástico del amor palpable entre hombre y mujer, lo reduce a una esfera más íntima, más individual y personal.
El amor, así como lo veía Empédocles, es interesante si se comprende 
dentro de un contexto y como tal se escogió a modo de ejemplo en este 
trabajo la novela Las uvas de la ira publicada en original en 
1939 por John Steinbeck. El escritor norteamericano narra la historia de
 la familia Joad, campesinos de Oklahoma, que se ven afectados por la 
gran depresión que derrumbó en los años 30 la economía de los Estados 
Unidos. Los bancos se apoderaron de la granja, y la familia en la ruina 
total, sigue el lema que tantos años ha predominado en el territorio 
norteamericano “Young man , go west”, y se une al éxodo que miles de 
granjeros emprendieron hacia la tierra prometida, que en aquellos años 
eran los valles fértiles de California. 
De todas las posibles interpretaciones que ofrece la novela polivalente
 de Steinbeck, este trabajo se enfocará en la visión que el autor tiene 
del amor y la transformación que éste sufre. En la novela de Steinbeck 
existen dos círculos concéntricos de amor: el primero lo forma el 
arraigamiento profundo a la tierra que alimenta al hombre y cuya 
labranza le da sentido a su vida; y el segundo círculo, que abraza al 
primero, es el amor por la familia. En el espacio de estas dos figuras 
geométricas, el amor a la tierra y a la familia se engarzan y forman 
casi una sola unidad porque realmente no pueden existir el uno sin el 
otro. La familia Joad que por generaciones enteras le ha sacado la savia
 a la tierra, la necesita para su sostén y para mantenerse unida. Un 
suceso drástico causa un desequilibrio en su rutina diaria, en el 
transcurrir de su vida ancestral que le ha dado estabilidad y certeza. 
Varios años de sequía orillan a la familia a contraer una deuda con el 
banco, la situación económica empeora cada vez más por las condiciones 
climáticas que no son propicias para el cultivo, y por fin llega el día 
en el que el banco cobra la hipoteca. La familia se ve despojada de sus 
tierras y es obligada a emigrar, a buscar nuevas oportunidades para 
mantenerse unida y sólida en su estructura. Se quedan sin tierra, pero 
del amor a ella surge esta fuerza obstinada, esta resistencia que los 
hace seguir adelante por el camino sinuoso que los lleva a un futuro 
incierto, pero en el que siempre se vislumbra el deseo invencible de 
comprar otras tierras para echar nuevas raíces. Las condiciones sociales
 adversas erosionan sin embargo también el monolito familiar, se filtran
 hasta el centro de su estructura  y la merman hasta resquebrajarla.  
La
 tierra y la familia, los elementos, pues, que conforman los dos 
círculos concéntricos de amor, se encuentran de pronto en un estado 
desarticulado. La tierra se pierde y la familia se divide. Sin embargo, 
en ningún momento se puede decir que las agresiones del medio social 
aniquilan el amor. Siempre está presente en la gran figura de la madre, 
quien lleva una lucha continua por mantener unida a su familia y por 
guardar la fe en un futuro en el que se establezca de nuevo la armonía. 
El amor, fuerza permanente y vigilante de los elementos que conforman 
los dos círculos, se demuestra flexible y vulnerable. Madre aprieta y 
suelta las riendas siempre firme en la lucha de supervivencia de la 
familia, pero las adversidades del medio social son fuerzas implacables 
también que retan continuamente las constantes del amor. Se desata una 
lucha tenaz entre estas dos fuerzas y al final de la novela 
descubriremos la visión positiva y esperanzada del autor, quien no 
permitirá el aniquilamiento del amor. A lo largo de la novela se nos 
mostrará el camino que el amor recorre en su transformación: de ser amor
 por la tierra y amor por la familia se convertirá en amor al prójimo 
alcanzando con su humanitarismo dimensiones universales. Los dos 
círculos concéntricos se transformarán en uno solo, en el que el amor 
como fuerza motriz volverá a reestablecer la armonía y la esperanza, 
como decía Empédocles con su visión cíclica de la supremacía del amor. 
Veamos pues,  con referencias al texto de Las uvas de la ira como logra Steinbeck esta transformación del amor. 
Harriet Quint
Profesora investigadora
Departamento de Estudios Literarios
Universidad de Guadalajara
México
Profesora investigadora
Departamento de Estudios Literarios
Universidad de Guadalajara
México
© Harriet Quint 2003
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/steinbe.html
