Vuelto a Venezuela en 1893, fue secretario del presidente Crespo, a cuya caída volvió a emigrar. Nueva York, París, Barcelona, Madrid, Roma y Venecia fueron las ciudades donde residió en diversas etapas de su vida; representó como cónsul al Ecuador en Roma (1894) y a Nicaragua en Madrid (1904), pero en 1923, en plena y discutida gloria, recorrió diversos países de América dando conferencias.
No destacó en su poesía (Pasiosarias) y escribió veintitantas novelas, algunas de las cuales fueron muy leídas, como Aura o las violetas (1887), Flor de fango (1895),Ibis (1900), Las rosas de la tarde (1900) y El cisne blanco, novela psicológica(1917), pero que difícilmente resistirían una crítica seria desde diversos ángulos, pese a las discutibles calidades de su estilo.
Más estimable es su sinceridad demoledora, en busca de una mayor libertad y una mejor justicia, aunque siempre con las infecundas características del francotirador, en sus ensayos, como Césares en la decadencia y La muerte del cóndor, a los que podemos añadir Los providenciales (1892), recogidos después en Los divinos y los humanos (1904), Ante los bárbaros (1902) y Laureles rojos (1906). Dejó también, entre otros muchos escritos, un trabajo sobre Rubén Darío (1917); una Memoriainédita y algunos cuentos en Mis mejores cuentos, que publicó en 1922.
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