Sexto Propercio : Canto A Roma

A Roma

Todo esto que ves, extranjero,
donde está la esplendorosa Roma,
antes del frigio Eneas fue colina y pastizales;
y donde se elevan los santuarios palatinos
en honor de Febo por la victoria naval,
allí reposaron las fugitivas vacas de Evandro.
Para dioses de arcilla se elevaron
estos dorados santuarios y no se avergonzaron
de que se les levantara una choza sin arte.

Júpiter Tarpeyo tronaba desde la desnuda roca
y el Tíber era poco conocido para nuestros bueyes.
Donde se erige sobre gradas esa casa de Remo,
en otro tiempo una sola morada eran
los grandiosos reinos de los dos hermanos.


La Curia, que hoy resplandece sublime
por las togas de los senadores, albergaba
a padres vestidos de piel, corazones sencillos.
La trompa convocaba a la asamblea
a los primitivos romanos: el senado
a menudo eran unos cien en la pradera.


Del hueco teatro no colgaban pabellones sinuosos
ni las tribunas olían a solemnes azafranes.
Nadie se preocupaba por buscar
dioses extranjeros, porque la multitud
se estremecía temblorosa con el patrio rito y,
quemando heno, celebraba las anuales Palilias,
así como ahora se renuevan los sacrificios
mutilando un caballo.

Soy etrusco y desciendo de etruscos
y no me arrepiento de haber abandonado
durante los combates mi hogar de Bolsena.
Me agrada esta multitud mía
y no me regocijo con un templo ebúrneo:
me es suficiente poder ver el foro romano.

Otrora por aquí el Tíber hacía su camino,
y dicen que se escuchaban los sonidos de los remos
a lo largo de los vados golpeados, pero después
que aquél tanto concedió a sus criaturas,
soy llamado dios Vertumno a causa del río
que desvió su curso. O bien porque recojo
los primeros frutos del año, el vulgo creyó
que estaban consagrados a Vertumno.

Para mí, la uva temprana se presenta
en pálidos racimos, y la cabeza de la espiga
se hincha en lechoso fruto.
Aquí ves dulces cerezas, aquí otoñales ciruelas,
y la mora enrojece con el día estival.
El que injerta cumple aquí sus votos
con una corona de manzanas,
cuando el peral dio manzanas,
sin que su tronco lo quisiera.

[Traducción al español de Hugo Francisco Bauzá tomada del libro de Propercio: Elegías completas, Madrid, Alianza Editorial, 1987, (colección "El libro de bolsillo", nº 1.223), 1ª edición, pp. 197]

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