
Severo Sarduy cursó estudios de medicina, arte y
literatura en Cuba. En 1956 se trasladó a La Habana, donde colaboró con
la revista Ciclón. Tras el triunfo de la Revolución escribió en el Diario libre, del que fue director de la página literaria, y en Lunes de la Revolución
como crítico literario y de arte. En 1960, gracias a una beca del
gobierno cubano, se trasladó a París, donde estudió Historia del Arte en
la École du Louvre. En París se vinculó al grupo de escritores
estructuralistas, colaboró en la revista Tel Quel y trabajó para Editions du Sueil y como guionista de la radiotelevisión francesa; nunca regresó a Cuba.
Pese a su singularidad, la obra de Sarduy se incluye en la herencia que dejó el maestro José Lezama Lima,
y en ese sentido puede considerarse la cumbre del neobarroquismo
cubano, principal aporte de la isla a la profunda puesta al día y
proyección internacional de la literatura de habla hispana en las
décadas de los años 60 y 70, cuyo máximo exponente fue el denominado boom de la narrativa latinoamericana.
El origen cubano de Severo Sarduy, junto con sus
viajes a India, confirieron a sus escritos un aire de erotismo tropical
y oriental. Vinculado a las tendencias experimentales de las últimas
narrativas hispanoamericanas, Sarduy recibió la influencia, entre otros,
del "nouvelle roman" de autores como A. Robbe-Grilet. El autor se
caracteriza por una narrativa experimental y de una gran complejidad
lingüística, con un lenguaje literario lujoso y metafórico, y por su
predilección por los argumentos fragmentarios y los personajes sin
apenas caracterización psicológica, mostrados como un objeto más.
Su primera novela, Gestos (1963), anunció
ya la ruptura que iba a significar su propuesta, a través de una
protagonista de jocunda y ambigua pluralidad: lavandera de día, cantante
y actriz de noche, y revolucionaria clandestina en sus ratos libres.
Pero la consagración del autor llegó con la admirable De donde son los cantantes
(1967), una composición polifónica sobre las tres culturas cubanas (la
española, la africana y la china) que dinamitó las convenciones
narrativas.
Con Cobra (1972) consolidó su prestigio y abordó la búsqueda religiosa o mística, que continuó en su obra más significativa, Maytreya
(1978), en la que ofrece una inédita valoración del budismo como
posible vía de reunión de las ideologías. Más tarde publicó aún Colibrí (1984) y Cocuyo (1990), dos títulos que ahondaron en la vertiente experimental de su particular estilo. En Cocuyo
noveló la pérdida de la inocencia del personaje que da título a la
narración, un niño feo y miserable que desde muy pequeño siente la
hostilidad de los adultos, y decide envenenarlos con matarratas. Con un
lenguaje barroco, lleno de claroscuros, vital y sarcástico en ocasiones,
el relato está poblado de personajes siniestros.
Además de sus novelas, Sarduy dio a conocer dos colecciones de poemas, Big Bang (1974) y Daiquiri (1980), y una de relatos, Para la voz (1977). Entre sus ensayos cabe destacar además Escrito sobre un cuerpo (1969), Barroco (1976) y Nueva estabilidad (1988).