Juan Manuel de Prada: Morir bajo tu cielo

La más ambiciosa novela de Juan Manuel de Prada nos sumerge en el heroico episodio de los últimos de Filipinas.


“Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo. / ¡Salud!, te grita el alma que pronto va a partir. / ¡Salud! ¡Ah, que es hermoso caer por darte vuelo, / Morir por darte vida, morir bajo tu cielo, / Y en tu encantada tierra la eternidad dormir!”. Estos versos, tomados del poema “Mi último adiós”, José Rizal (Calambá, 1861- Manila, 1896), encabezan y dan título a la última y más ambiciosa novela de Juan Manuel de Prada. El autor de Las máscaras del héroe nos brinda un monumental relato épico que conmociona por su fuerza y grandeza.

En primer lugar debe resaltarse que De Prada ha tenido el acierto de recuperar uno de los episodios más heroicos y conmovedores de la historia española, conocido como “los últimos de Filipinas”, que dio origen a una popular película dirigida por Antonio Román en 1945.



El episodio nos sitúa en 1898, el momento en el que España pierde sus últimas colonias de ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas a favor de Estados Unidos, tras una guerra calamitosa. La pérdida de esas postreras colonias supone el fin del imperio español -el primer imperio global-, y fue el detonante de la aparición de la Generación de 1898, con nombres señeros de nuestra literatura, como Unamuno, Azorín o Baroja, que pretende que España tome clara y cabal conciencia del desastre.

En Filipinas, entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899 un destacamento español se atrincheró en la iglesia del pueblo de Baler en la isla de Luzón y mantuvo una resistencia numantina frente al sitio de las fuerzas independentistas filipinas. Una resistencia que no se dio por vencida ni incluso cuando el país asiático ya había dejado de estar bajo la soberanía española. Los sitiados desconfiaron repetidamente de los emisarios que les comunicaban la noticia, pues pensaban que era una treta de los insurrectos filipinos para conseguir su rendición. Finalmente, el azar hizo que depusieran su actitud heroica y quijotesca: uno de los enviados por el propio Gobierno español, el teniente coronel Aguilar, para decirles que Filipinas ya no era española se dejó unos periódicos en la iglesia. En ellos, los atrincherados leyeron la noticia que aceptaron como verdadera.

En la historia de los últimos de Filipinas nos sumerge Juan Manuel de Prada a través de una rica trama que puebla con una galería de personajes en la que conviven los reales y los ficticios. Entre los primeros y por el lado español, se encuentran Enrique de las Moreras y Fossi, capitán que estaba al frente de Baler, y Saturnino Martín Cerezo, líder de la resistencia en el templo y autor del libro de recuerdos El sitio de Baler. Por la parte filipina, Emilio Aguinaldo Famy, cabecilla del movimiento independentista que llegó a ser el primer presidente de Filipinas, el también líder insurrecto Teodorico Novicio -personaje con el que se abre la novela-, y el propio José Rizal, médico y escritor, fundador de la Liga Filipina, nombre capital, cuya peripecia fue clave en el desarrollo de los acontecimientos. Fiel a España, nacionalista pero no independentista, consideraba que no era suficientemente valorado, lo que avivó su rencor. Su fusilamiento, acusado de instigar la rebelión, resultó un error que activó la lucha de los filipinos contra la metrópoli. Entre los personajes ficticios, destacan fray Cándido Minaya, que condensa a los tres frailes que permanecieron en la iglesia de Baler durante el asedio. Y, sobre todo, la figura de sor Lucía, que desempeña un cierto papel de intermediaria entre los dos bandos, y que se desgarra entre el amor divino y el humano.

Según explica el propio autor en el apartado “Advertencias y agradecimientos” del final de la novela, para escribirla ha consultado multitud de libros y publicaciones de la época, muy especialmente las obras de José Rizal, junto a monografías que tratan del asunto. Sin embargo, aclara: “Morir bajo tu cielo es una obra de ficción, inspirada ciertamente en hechos que ocurrieron, pero nada más que inspirada. Incluso los personajes históricos que en ella aparecen están tratados de manera ficticia; y son muchos los personajes imaginarios que con ellos se codean en alegre promiscuidad, como conviene a una fabulación”.




Esta matización no es superflua ni baladí. De Prada consigue recrear el ambiente y trasladarnos a él, pero no ha sido su primera meta, ni mucho menos la única, la reconstrucción arqueológica del episodio. Le interesa, y logra, insuflar la vida de la ficción a la historia haciendo que llegue hasta el lector de manera harto atractiva y mediante un poderoso lenguaje. Con razón, ha señalado Pere Gimferer que estamos ante “una novela admirable que aúna el espíritu de aventura de Josep Conrad y la emoción de John Ford”.


Y también otorgar a lo allí sucedido un oportuno sentido metafórico y simbólico en unos tiempos no precisamente sobrados, sino todo lo contrario, de valores que impregnan la gesta de los últimos de Filipinas y que no deberían esconderse en el fondo del baúl de los recuerdos Por eso, sor Lucía proclama: “Esos soldados no quedan olvidados, señores, porque no están muertos -dijo con júbilo, aunque al fondo de su voz anidase una recatada tristeza-. Siempre hay alguien que guarda su memoria. Seguimos escuchando su voz, seguimos viendo sus rostros, seguimos hablando con ellos en nuestras oraciones. Mientras nos quede una gota de vida, seguirán presentes entre nosotros. Y, cuando nosotros hayamos muerto, otros más jóvenes nos tomarán el testigo”.

Por Adrián Sanmartín