Ambientado en la II Guerra Mundial, recoge la historia de dos niños ingleses obligados a alistarse y participar en la contienda en Alemania
Siempre fue precoz en materia literaria. Ya con seis añitos sorprendía a sus padres escribiendo notas y elaborando pequeños relatos que hoy se conservan en media docena de libretas. No sabe ni cuántos habrán pasado de su cabeza al papel Claudia Morales Prado, una niña gijonesa de 14 años que estudia segundo de la ESO en Laude Palacio de Granda y que acaba de publicar su primera novela, 'Un gran engaño', que el viernes (19 horas) será presentada en la librería La Buena Letra de Gijón.
Son cientos las historias que fueron llenando las libretas, también repletas de dibujos -otra de sus aficiones es crear cómics- hasta que un buen día esta lectora empedernida y sorprendente -ahora mismo lee a Luis Rojas Marcos y ya conoce la literatura de Miguel Delibes y Carlos Luis Zafón- decidió dar un salto más allá y emprender la redacción de su primera novela. «Al principio, no nos lo tomamos en serio, no pensamos que iba a llegar a terminarla», dice Noelia, la madre de Claudia.
Tenía entonces once años y la ilusión se mantuvo firme hasta los trece. Ella solita, sin ayudas externas, con mucha constancia y paciencia, tirando de libros, enciclopedias, de diccionarios y de google para documentarse y no errar con la ortografía ha ido componiento el relato que sus padres acaban de autoeditar.
'Un gran engaño', que así se titula la novela de 102 páginas, se adentra nada menos que en la II Guerra Mundial para dar una visión diferente al conflicto bélico, la de unos niños, John y Jerry, obligados a abandonar su aldea al sur de Inglaterra para tomar rumbo a
Alemania y ser partícipes de todos los horrores de la última gran contienda sufrida en Europa.
Alemania y ser partícipes de todos los horrores de la última gran contienda sufrida en Europa.
Explica Claudia que siempre le ha gustado la Historia, de modo que en su libro ha unido dos de sus pasiones en aras de construir un relato que no es otra cosa que un alegato antibelicista. «Disfruté y sufrí, las dos cosas», afirma Claudia a la hora de explicar cómo fue hilando la narración, que fue creciendo sola a medida que avanzaba el tiempo. Sabía Claudia el principio y los personajes fueron adquiriendo vida propia para dibujar el final.
En ese camino, un ejercicio de pura constancia. «No escribía todos los días, dependía, porque yo no quería estar cinco minutos solo, quería hacerlo bien». Y cada página le llevaba su tiempo: una hora, cuarenta minutos. Más el largo proceso de corrección. Sus padres están orgullosos y sorprendidos de que finalmente aquel proyecto llegara a buen puerto. Ya es realidad su primera novela, pero Claudia no para ni de escribir ni de leer ni tampoco de crear música, porque también toca la guitarra y compone canciones.
Devora no solo literatura sino todo tipo de artículos, y en estos momentos demuestra un gran interés por la psicología, la medicina y la psiquiatría. Aún es pronto para saber hacia dónde mirará en el futuro, pero confiesa que le interesa de manera especial conocer el trasfondo de la mente humana.
La suya tiene el privilegio de crear. Se cuece ya en su cabeza una nueva historia. Una periodista que vive en Madrid se traslada a vivir a Nueva York y se lleva con ella a su madre y a su hija, que viven juntas en Tazones. Ese contraste entre el mundo rural y la gran ciudad es el que busca hueco en su joven literatura.