Lope de Vega
El profesor Luis Gómez Canseco es el responsable de la edición del «Quijote» de Avellaneda que ha publicado la Real Academia
Corren nuevos tiempos, aunque no dejen de ser clásicos en la Real Academia. Los trajes están más holgados, los académicos se le antojan a uno menos tensos y en la RAE no sólo se aprende, sino que últimamente se ríe con ganas. Como este miércoles, cuando se presentaron los tres libros que inaugura los Anejos de la Biblioteca Clásica de la institución, financiados por la Fundación Aquae. Los libros, tres joyas, son el Quijote de Avellaneda, Diálogo sobre la vida feliz y Epístola exhortatoria a las letras, de Juan de Lucena, escritor judeoconverso, del siglo XV, y la Historia de los indios de la Nueva España, que fray Toribio de Benavente, que fuera primer etnógrafo del mundo azteca, comenzó a escribir hacia 1536.
El Qujote de Avellaneda es un caso curioso de nuestra literatura. Sin ser un libro excelente (aunque se lee mejor que bien) sí es un llibro excepcional pues sin que hubiera existido, Cervantes no se «sentido picado» y no se habría puesto a escribir la segunda parte de su obra magna. El profesor Luis Gómez Canseco, responsable de su edición en estos Anexos, cree que don Miguel, con 67 años, uno antes de morir, en 1616, se sintió entonces «libre de ataduras para redactar su segunda parte, más transgresora y libre, y alcanzó una altura como narrador que hasta ese momento nadie había logrado».