Rasputin
De Rasputín a Stalin, los escritores rusos vieron indicios de lo oculto y lo esotérico por doquier. James Womack codirector de la editorial especializada en literatura rusa, Nevsky Prospects.
La literatura rusa siempre ha estado preocupada con lo oculto y lo esotérico. Incluso los trabajos de los más importantes escritores realistas del siglo XIX se encuentran repletos de momentos en los que las tramas se tuercen del camino marcado para considerar el Más Allá: los personajes de dos de las más importantes novelas realistas, Oblomov (de la novela del mismo nombre) y Raskolnikov (Crimen y castigo), tienen sueños fantásticos; Nabókov ha escrito extensivamente sobre la estructura mítica y artística de Ana Karenina , una novela en la que abundan los presagios sobre el destino de su heroína.
Pero antes de finales del siglo XIX lo oculto no solía ser un tema que concerniese a los autores rusos, y aquellos que evocan ideas místicas sobre el mundo –Senkovski, Odoievski– fueron considerados únicamente como miembros marginales del canon. Sin embargo, durante el cambio de siglo lo oculto emergió de entre las sombras para convertirse en una influencia importante y reconocida en la literatura y la cultura rusas. Por distintas razones –la incertidumbre económica y política, la influencia de la filosofía alemana–en 1900 existían, solo en Moscú y San Petersburgo, unos 1.600 grupos espiritualistas, sin contar con los masones, los teósofos, o los conocidos como filósofos herméticos. Personas de todos los niveles de la sociedad se interesaban por estos temas: una de las causas principales por las cuales Rasputín logró su influencia sobre la corte del zar fue debido a la predisposición del conjunto de la cultura rusa de aquella época al misticismo.
Esta explosión de interés en lo oculto fue especialmente importante gracias a la influencia que tuvo sobre los escritores rusos de la llamada Edad de Plata, tales como Andrei Bieli o Alexander Blok, quienes se inspiraron en la teorías ocultas, y en particular las obras del místico Vladimir Soloviov. Utilizando la idea de Sofía –el principio universal femenino del amor y la armonía– tanto Blok como Bieli produjeron colecciones de poesía que utilizan historias de amor individuales para desarrollar la imagen de la mujer como una figura mística y trascendente. Desafortunadamente, Bieli identificó su Sofía en la persona de la mujer de Blok, pero esa es otra historia.
En cuanto el interés por lo oculto apareció públicamente en la literatura rusa, continuó influyendo y organizando la escritura a lo largo del siglo XX. De hecho, la presencia de lo oculto a menudo resulta ser la tabla de salvación para escritores que buscan un antídoto a la rígida ortodoxia de cualquiera que sea el régimen literario que han sufrido a lo largo de la historia de Rusia: las grotescas fantasías de la primera poesía de Maiakovski utilizan temas esotéricos como método deliberado de provocación al censor zarista; Bulgakov se sirve de su ocurrencia de traer al demonio a Moscú en El maestro y Margarita para enfrentar las fuerzas de la anarquía contra la rígida sociedad soviética. Sin embargo, incluso la literatura soviética oficialmente aceptada tenía espacio para investigaciones ocultistas: los escritores de ciencia ficción, tales como Alexei Tolstoi, Alexander Beliaiev o Alexander Bogdanov, se sirvieron de la mezcla de lógica y fantasía del género para incluir varias ideas esotéricas en sus obras. Y desde la caída de la Unión Soviética hace 20 años, el esoterismo se ha convertido en el principal tropo literario, como demuestran las obras de Alexander Duguin y Alexander Projanov, escritores nacionalistas que encuentran una dimensión oculta incluso en las acciones más cínicamente políticas del Kremlin.
JAMES WOMACK