"CENTINELA CONTRA FRANCESES" / "GRITOS DE MADRID CAUTIVO A LOS PUEBLOS DE ESPAÑA"

Antonio Capmany en el Parque de Drassanes de Barcelona

El catalán Antonio Capmany escribió en 1808 esta soflama de insurrección contra el invasor napoleónico dirigida al pueblo español.

La lectura de "Centinela contra franceses" y "Gritos de Madrid cautivo a los pueblos de España" inserta al lector en el instante que llevó a los españoles a tomar las armas contra el mejor ejército del mundo. 


Ni la fama de invencible que lo precedía, ni su presencia aplastante atemorizaron a los madrileños. El alzamiento contra los franceses fue el gesto espontáneo de un pueblo que estaba vivo, que cumplió con su deber hasta el heroísmo.

Cierto es que al calor de "los nuevos tiempos" hubo algunos que creyeron escoger la mejor opción, la de los irresistibles vencedores, una especie de destino manifiesto ante el que no cabía más elección que adapatarse o rendirse. No es extraño que parte del aparato de funcionarios de la administración borbónica y sus familias buscaran acomodarse ante las nuevas circunstancias que consideraban irreversibles.

Los afrancesados es el nombre de aquel grupo de españoles que decidió tomar partido por el bando invasor, dando a España por perdida. Contra ellos llamaba Capmany a "limpiar el sagrado territorio español de desleales, hipócritas y desafectos a la causa común".

Fue una suerte para la victoria de la insurrección que Napoleón mantuviese aislada a la familia real española en el palacio de Valençay y que apenas se tuviesen noticias de lo que realmente hacía, dado que Fernando VII habría de cometer actos de ínfima indignidad que no se conocerían hasta que los franceses hubieren sido expulsados.

Mientras que los españoles derramaban su sangre para expulsar a Pepe Botella, hermano de Napoleón al que éste llamaba José I, Fernando VII le escribía una carta a su substituto en la que le comunicaba que pasaba a formar parte de su familia tras haber pedido la mano de su sobrina Lolotte. Incluso después del fracaso de este matrimonio hizo un nuevo intento de emparentar con Napoleón llegando a pedir en matrimonio a Zenaida Bonaparte, hija del rey intruso. En el colmo de la felonía, el 22 de junio de 1808, con las calles de Madrid todavía manchadas de sangre de los fusilados por los franceses, escribía una carta al mismo Napoleón en los siguientes términos: “Doy muy sinceramente en mi nombre, de mi hermano y tío, a V.M.I. la enhorabuena de ver instalado a su querido hermano en el trono de España...  No podemos ver a la cabeza de ella un monarca más digno y más propio por sus virtudes.”

Capmany advierte que no basta con oponerse al invasor con las armas, sino que es necesario mantener la propia identidad.

-"Hoy, que es moda, gala y buena crianza celebrar todo lo que viene del otro lado de los Pirineos y olvidar afectadamente todo lo que huele a nuestro suelo, hasta despreciar lo que la naturaleza nos ha dispensado tan generosamente".

-"La nación que vive enamorada de otra está ya medio vencida, dejando poco que hacer, en una invasión, a la fuerza de las armas". 

-"Si la opinión está enferma, deberá curarse por los medios opuestos a los que la pusieron decadente".
Capmany se encuentra en un punto histórico en que los antiguos reinos peninsulares de la corona española mantenían unos fueros particulares. Por eso su discurso parte de esa sociedad que lo vio nacer, pero sobreponiendo a todos la nación española en un proceso de unidad que partía de siglos atrás. Estas peculiaridades históricas son la excusa en que se apoyaron los nacionalismos separatistas que habrían de surgir durante ese siglo XIX, los cuales creen estar hoy a las puertas de la culminación de su objetivo.

En "Gritos de Madrid cautivo a los pueblos de España" se puede leer textualmente el decreto de José I que regía la vida en el Madrid bonapartiano. Si alguien está interesado en conocer los orígenes del control social moderno, la intromisión en la vida privada por el poder político, debe de tenerlo como referente.

Durante la invasión francesa el pueblo cumplió con su deber, con la parte que le corresponde en una situación como aquélla: ser soldado de la patria. Es preciso recordar el protagonismo que las mujeres españolas tomaron en el alzamiento en armas, espoleando a los varones y tomándolas ellas mismas para expulsar al invasor. Nada que ver con la penitencia feminista que padecemos, cuyas principales protagonistas están en las antípodas de Agustina de Aragón o de Manuela Malasaña, personajes incómodos a los ojos del pensamiento políticamente correcto, cuyo heroismo intenta ser oscurecido por la historiografía actual.

La desgracia de España fue que la monarquía borbónica llegó a la más baja indignidad y la clase política fue incapaz de estar a la altura de las circunstancias. Sin ningún horizonte histórico, se enfrentaba entre si, unos por un retorno a un estamentalismo que la incipiente industrialización habría de convertir en obsoleta, otros penetrados por logias foráneas, según Alcalá Galiano (1): “La Constitución había sido restablecida en 1820 por sociedades secretas y por las tropas. Fue, pues, costumbre llevar sus cosas adelante por medios ocultos o por la violencia. Las elecciones eran mera fórmula, se resolvía todo en conciliábulos y, al tiempo de obrar y pesar las razones casi siempre se echaba la espada en la balanza”. 

La historia se repite, la soberanía ha sido entregada tras haber tragado el engaño inicial de la Unión Europea, que en la práctica se traduce en el control total de ésta por parte de la banca y el favoritismo hacia ciertos estados y hacia determinadas zonas "rentables" dentro de éstos, como es el caso de España, cuyas zonas más ricas quedarían en manos de las oligarquías regionales por un insultante egoísmo, curiosamente potenciado por quienes ahora llegan a la política con ínfulas de honradez y radicalismo social.

España no tiene que mirar ni hacia alemanes, ni hacia italianos, ni hacia franceses, ni hacia ningún otro pueblo para saber cuál es su deber, cuál ha de ser su hoja de ruta ante la encrucijada histórica actual. España corre peligro de desaparición además por causa de una clase política nacional que todo lo fía a una entidad exterior, que antes o después tragaría el hecho consumado de la fragmentación de España. 
La desaparición de España como sujeto histórico sería para sus viejas potencias enemigas la gran satisfacción que incluso haría disfrutar en sus tumbas a los reyes y a los heresiarcas que pusieron todo su empeño en la desaparición de nuestra patria durante aquellos siglos de oro español.

Yerran quienes creen que estamos ante la revisión del resultado de la guerra civil de 1936-1939, pese a que éste sea el reclamo para una gran parte de la población que cree que la unidad de España es una imposición de Franco, cuyo legado ha de ser sometido a una completa revisión, incluida la monarquía.

Ésta es la excusa para la movilización de media España contra la otra media y poner en marcha el plan de eliminación de España como sujeto histórico.

Por eso hay que leer a Capmany para contextualizar en un arco de tiempo más amplio los días actuales, de una España que ha perdido el olvido de sí misma y la autoestima.

En "Centinela" nos dice: "Donde no hay nación, no hay patria, porque la palabra país no es más que tierra que sustenta personas y bestias a un mismo tiempo. Buen ejemplo son de ello la Italia y la Alemania (2) en esta ocasión. Si los italianos y los alemanes, divididos y destrozados en tantos estados de intereses, costumbres y gobiernos diferentes, hubiesen formado un solo pueblo, no hubieran sido invadidos ni desmembrados."

Pues España hoy lleva camino de viajar en dirección contraria a lo que ha sido desde remotos tiempos su perpetuo objetivo hasta hoy mismo, aunque no tenga conciencia de ello: recuperar "la España perdida", que era una.

España corre peligro de dar un salto no "progresista", como pretenden algunos, sino de regresión a las taifas, a la aldea celta de Asterix y Obelix en el noroeste, a las tribus pre romanas en el norte cantábrico o de ser el patio trasero de Fancia en el nordeste, que controlaría el arco mediterráneo español desde Barcelona, quedando dentro del hinterland galo.

Por eso es muy conveniente y actual leer estas dos obras de Capmany hoy editadas en un solo libro.
"Centinela contra franceses" / "Gritos de Madrid cautivo a los pueblos de España"
Notas: 

(1) Antonio Alcalá Galiano. Ministro de Marina en 1836 y de Fomento en abril de 1865. Militó en la sociedad secreta Confederación de Caballeros Comuneros, siendo iniciado posteriormente en la Francmasonería. Los datos son contrastables en cualquier biografía.

(2) Italia y Alemania carecían en aquella época de estado nacional.

Foto: Antonio Capmany, por Frederic Marès, Parque de Drassanes (Barcelona)