Oswald Spengler
(Blankenburg, 29 de mayo de 1880 + Múnich, 8 de mayo de 1936) fue un filósofo e historiador alemán, conocido principalmente por su obra La decadencia de Occidente.
Hijo de Bernhard Spengler y de Pauline Grantzow, fue el mayor de cuatro hermanos y pasó una infancia marcada por las cefaleas y las crisis de ansiedad.
En 1891, la familia dejó Blankenburg para instalarse en Halle, donde Spengler frecuentó las clases de latín de la Fundación Francke.
Como consideraba la educación normal anquilosante procuró formarse como un autodidacta y se examinó de bachillerato en 1899.
Descartado del servicio militar por insuficiencia cardiaca, estudió matemáticas, ciencias naturales y filosofía en las universidades de Halle, Múnich y Berlín. Se doctoró en filosofía con la tesis Fundamentos metafísicos de la filosofía de Heráclito (Die metaphysische Grundgedanke der Heraklitischen Philosophie) bajo la dirección de Alois Riegl en Halle el 6 de abril de 1904.
Ese mismo año empezó a trabajar como profesor de ciencias en un instituto por concurso. En su disertación para este puesto, El desarrollo de los órganos de la vista entre las principales especies animales (Die Entwicklung des Sehorgans bei den Hauptstufen des Tierreiches), anuncia una constante de su pensamiento, expresa en sus obras El hombre y la técnica (Der Mensch und die Technik, 1931) y en sus Cuestiones sobre los orígenes (Urfragen) póstumas.
Fundamentalmente su imaginario está marcado, al margen de por el pietismo de la Fundación Francke y de su formación científica, por el Darwinismo de Ernst Haeckel, el Ficcionalismo de Hans Vaihinger (Filosofía del "como si...") y, sobre todo, por la crítica de la cultura ejercida por Friedrich Nietzsche, reducida a las claves «decadencia» y «voluntad de poder» (por no mencionar su veneración por la obra de Goethe, que colocará durante toda su vida en la cumbre de la cultura occidental).
Tras un año de seminario profesional, ejerció como profesor interino antes de obtener en 1908 una plaza de profesor titular en Hamburgo. Pero la enseñanza no le convencía: «La simple visión de los muros del instituto provocaba en mí una depresión nerviosa».
Una pequeña herencia a la muerte de su madre permitió a Spengler retirarse de la enseñanza y establecerse a partir de 1911 en Múnich como escritor a tiempo completo. Allí colaboró en diversos periódicos mientras trabajaba en la redacción del ensayo La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, por el que es generalmente recordado. Apareció en dos volúmenes, (1918 y 1922) y le valió una celebridad inmediata desencadenando debates y polémicas sin fin tanto en medios científicos como literarios. Entre las fuentes de inspiración de este libro el propio autor menciona la crisis de Agadir (primero de julio de 1911), en el curso de la cual la cañonera Pantera fue enviada por el estado mayor alemán al puerto de Agadir en Marruecos; las bravuconadas de los militares se saldaron al final con un fiasco diplomático para Alemania. Spengler vio en este hecho la señal de que el mundo marchaba hacia una guerra mundial y una señal de crisis para Alemania.
La filosofía política de Spengler está enteramente poseída por la idea de que Occidente se encuentra abocado a una lucha sin piedad por el dominio del mundo. Entre 1914 y 1917, Spengler escribió dos cartas abiertas no fechadas de las que no quedan sino fragmentos. Una a Guillermo II, otra a la nobleza alemana. Al emperador Guillermo II le aboga por una reconciliación entre conservadores y socialistas, entre los cuales él puede "cerrar el istmo" para mayor beneficio del «Imperium Germanicum»: en esto se muestra favorable al régimen parlamentario. En cuanto a la nobleza, la invita a seleccionar a sus mejores naturalezas para la educación y la disciplina.
Con la caída de Alemania en 1918, Spengler se vuelve un adversario declarado de la Democracia y expone estas convicciones en sus manifiestos Prusianismo y socialismo (1919) o La regeneración del Imperio Alemán (1924). Spengler llama a la dictadura a que ponga fin a la República de Weimar y afronte con éxito los grandes problemas de la política interior y exterior, en especial en la era de la guerra de aniquilación. (cf. Decadencia de Occidente, III, tabla «correspondencias de épocas políticas»). Sus ideas tuvieron gran influencia en el Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania. Desde este punto de vista, Hitler no le parece reunir las cualidades requeridas: la actitud de Spengler hacia los nazis fluctuará largamente, antes de que rechace todo acuerdo con la República de Weimar. Cuenta entre sus amigos con los industriales Paul Reusch y Albert Vögler, que le ayudan financieramente, así como del poeta Adolf Weigel (que usaba el seudónimo de Droem Ernst), con el que visitó Praga.
En 1891, la familia dejó Blankenburg para instalarse en Halle, donde Spengler frecuentó las clases de latín de la Fundación Francke.
Como consideraba la educación normal anquilosante procuró formarse como un autodidacta y se examinó de bachillerato en 1899.
Descartado del servicio militar por insuficiencia cardiaca, estudió matemáticas, ciencias naturales y filosofía en las universidades de Halle, Múnich y Berlín. Se doctoró en filosofía con la tesis Fundamentos metafísicos de la filosofía de Heráclito (Die metaphysische Grundgedanke der Heraklitischen Philosophie) bajo la dirección de Alois Riegl en Halle el 6 de abril de 1904.
Ese mismo año empezó a trabajar como profesor de ciencias en un instituto por concurso. En su disertación para este puesto, El desarrollo de los órganos de la vista entre las principales especies animales (Die Entwicklung des Sehorgans bei den Hauptstufen des Tierreiches), anuncia una constante de su pensamiento, expresa en sus obras El hombre y la técnica (Der Mensch und die Technik, 1931) y en sus Cuestiones sobre los orígenes (Urfragen) póstumas.
Fundamentalmente su imaginario está marcado, al margen de por el pietismo de la Fundación Francke y de su formación científica, por el Darwinismo de Ernst Haeckel, el Ficcionalismo de Hans Vaihinger (Filosofía del "como si...") y, sobre todo, por la crítica de la cultura ejercida por Friedrich Nietzsche, reducida a las claves «decadencia» y «voluntad de poder» (por no mencionar su veneración por la obra de Goethe, que colocará durante toda su vida en la cumbre de la cultura occidental).
Tras un año de seminario profesional, ejerció como profesor interino antes de obtener en 1908 una plaza de profesor titular en Hamburgo. Pero la enseñanza no le convencía: «La simple visión de los muros del instituto provocaba en mí una depresión nerviosa».
Una pequeña herencia a la muerte de su madre permitió a Spengler retirarse de la enseñanza y establecerse a partir de 1911 en Múnich como escritor a tiempo completo. Allí colaboró en diversos periódicos mientras trabajaba en la redacción del ensayo La decadencia de Occidente. Bosquejo de una morfología de la historia universal, por el que es generalmente recordado. Apareció en dos volúmenes, (1918 y 1922) y le valió una celebridad inmediata desencadenando debates y polémicas sin fin tanto en medios científicos como literarios. Entre las fuentes de inspiración de este libro el propio autor menciona la crisis de Agadir (primero de julio de 1911), en el curso de la cual la cañonera Pantera fue enviada por el estado mayor alemán al puerto de Agadir en Marruecos; las bravuconadas de los militares se saldaron al final con un fiasco diplomático para Alemania. Spengler vio en este hecho la señal de que el mundo marchaba hacia una guerra mundial y una señal de crisis para Alemania.
La filosofía política de Spengler está enteramente poseída por la idea de que Occidente se encuentra abocado a una lucha sin piedad por el dominio del mundo. Entre 1914 y 1917, Spengler escribió dos cartas abiertas no fechadas de las que no quedan sino fragmentos. Una a Guillermo II, otra a la nobleza alemana. Al emperador Guillermo II le aboga por una reconciliación entre conservadores y socialistas, entre los cuales él puede "cerrar el istmo" para mayor beneficio del «Imperium Germanicum»: en esto se muestra favorable al régimen parlamentario. En cuanto a la nobleza, la invita a seleccionar a sus mejores naturalezas para la educación y la disciplina.
Con la caída de Alemania en 1918, Spengler se vuelve un adversario declarado de la Democracia y expone estas convicciones en sus manifiestos Prusianismo y socialismo (1919) o La regeneración del Imperio Alemán (1924). Spengler llama a la dictadura a que ponga fin a la República de Weimar y afronte con éxito los grandes problemas de la política interior y exterior, en especial en la era de la guerra de aniquilación. (cf. Decadencia de Occidente, III, tabla «correspondencias de épocas políticas»). Sus ideas tuvieron gran influencia en el Movimiento Revolucionario Conservador de Alemania. Desde este punto de vista, Hitler no le parece reunir las cualidades requeridas: la actitud de Spengler hacia los nazis fluctuará largamente, antes de que rechace todo acuerdo con la República de Weimar. Cuenta entre sus amigos con los industriales Paul Reusch y Albert Vögler, que le ayudan financieramente, así como del poeta Adolf Weigel (que usaba el seudónimo de Droem Ernst), con el que visitó Praga.
Su obra principal, La decadencia de Occidente (dos vols., 1918,
1922), tuvo muy pronto un enorme éxito entre el público. Durante algún
tiempo el nazismo le mereció un juicio positivo (Los años decisivos, 1933), aunque más tarde ironizaría ferozmente contra Hitler, los nazis y su escasa inteligencia. En 1931 publicó El hombre y la técnica. Contribución a una filosofía de la vida.
Spengler es conocido como representante del historicismo y por su teoría de la Kultur expuesta en La decadencia de Occidente.
En el centro de su doctrina se encuentra la idea de la pluralidad
cultural de la humanidad. La civilización, en singular, no existe. La
historia, como manifestación que es de la vida, se nos ofrece con los
requisitos de toda realidad viviente, esto es, articulada e
interrelacionada como están las partes activas de un organismo. La
historia es lo mismo que un proceso biológico, y, como tal, pasa por
etapas necesarias de gestación, nacimiento, desarrollo y consumación. De
lo cual se sigue que una determinada concreción histórica, es decir,
una cultura, ha tenido unos antecedentes, nace, se manifiesta en un
desarrollo propio y se extingue al final de ese proceso natural (son lo
que Spengler llama las cuatro edades de la cultura).
Con este esquema fijo se acerca Spengler al
estudio de las diversas culturas: la Oriental, la Antigua, la del mundo
árabe y la de Occidente. Según él, la gestación de una cultura se
concreta primeramente en la asimilación de elementos mítico-místicos;
sigue a ello la rebeldía contra la tradición, a la vez que se elabora un
esqueleto científico. Una tercera etapa supone la hegemonía de la razón
y el ejercicio de los valores democráticos. Por último, la cuarta
etapa, o de decadencia, supone un momento de enfriamiento racionalista,
con la inevitable aparición del escepticismo, el materialismo y el
paganismo.
Aplicado a la civilización occidental, este esquema
muestra que se ha agotado su milenario impulso. Así, a la religión sigue
el socialismo como irreligión, la economía ya no es dirigida por la
política, mientras que el dinero se ha convertido en el punto de
referencia de toda realización, y la vida se concentra en unas pocas
metrópolis. La sublevación de las masas y de los "pueblos de color"
(expresión que en Spengler denota a los pueblos de Europa oriental y
meridional) transforma la técnica en una tosca instrumentalidad
desprovista de aristocracia. Pero antes de la barbarie, ha de venir la
época del cesarismo.
Ante todo esto, al
hombre sólo le queda aceptar el destino que le es impuesto por la
necesidad histórica. La obra mayor de Spengler termina con la expresión:
Ducunt fata volentem, nolentem trahunt (El destino conduce al que se somete y arrastra al que se resiste, tomado de Séneca).
La doctrina de Spengler se puede caracterizar diciendo que es la expresión más perfecta de una época en que el hombre ha perdido la fe en su capacidad de realizar ideas nuevas y de influir en el curso de los acontecimientos. Al éxito de su doctrina contribuyó no poco su fascinante estilo literario, que ejerció una verdadera fuerza cautivadora.
La doctrina de Spengler se puede caracterizar diciendo que es la expresión más perfecta de una época en que el hombre ha perdido la fe en su capacidad de realizar ideas nuevas y de influir en el curso de los acontecimientos. Al éxito de su doctrina contribuyó no poco su fascinante estilo literario, que ejerció una verdadera fuerza cautivadora.