San Isidoro de Sevilla y la recuperación de la cultura clásica


San Isidoro de Sevilla fue teólogo e historiador, erudito hispanorromano del reino Hispano-visigodo, reconocido como el hombre más sabio de su época que transcurrió entre finales del siglo VI y principios del VII. Su prodigalidad como escritor y su inmensa erudición le convirtieron en el principal promotor de la recuperación de la cultura clásica que se estaba perdiendo en Europa, fomentando el desarrollo de las artes liberales, del derecho y de las ciencias.
 
Sus Etimologías
son la mejor recopilación de los conocimientos de la época en todos los ámbitos, convirtiéndose en la gran enciclopedia del Medievo.




Durante la caída de Imperio romano, una serie de luchas y de invasiones germánicas se sucedieron. La repercusión de la creciente influencia de las culturas consideradas bárbaras sobre la antigua cultura grecorromana no pudo ser más desastrosa. Muchos de los escritos y documentos de la cultura antigua se perdieron o quedaron olvidados. Las escuelas dejaron de funcionar. La única institución que pudo salvarse fue la Iglesia católica; a través de un singular esfuerzo de cristianización y de civilización logró que no se perdiesen totalmente los restos de la cultura romana, y una pequeña parte de la griega. La supervivencia de la cultura estuvo entrañablemente unida durante aquellos siglos a los conventos, los monasterios y la vida eclesiástica.

San Isidoro de Sevilla fue la figura más importante de la España visigoda y de la Europa cristiana de los primeros siglos de la Alta Edad Media, principal promotor de la recuperación de la cultura clásica romana y griega que se estaba perdiendo.

Nacido en Cartagena el año 556, fue el menor de cuatro hermanos: sus dos hermanos, Leandro fue obispo de Sevilla, Fulgencio lo fue de Écija, ambos llegaron a ser santos, su hermana Florentina fue abadesa de varios conventos. Su padre llamado Severiano, nacido en Cartagena, probablemente era de una familia romana y católica, pero estaba emparentado con la estirpe del rey visigodo Leovigildo.

Su hermano Leandro que era mucho mayor que él, se encargó de su educación porque quedaron huérfanos siendo Isidoro un niño. Isidoro se formó con lecturas de San Agustín y San Gregorio Magno y estudió en la escuela catedralicia de Sevilla donde aprendió latín, griego y hebreo. Leandro fue un hombre influyente en los sucesores de Recaredo, fue obispo de la sede episcopal de Sevilla, y presidió el III Concilio de Toledo. A este decisivo evento asistió Isidoro, tenía 33 años y no era aún obispo. Pero probablemente Isidoro ayudó a Leandro a gobernar la diócesis.

A la muerte de Leandro en el año 600, Isidoro le sucedió en la sede episcopal de Sevilla. Su episcopado duró treinta y siete años, bajo el reinado de seis reyes. Su principal preocupación como obispo fue la de lograr una madurez cultural y moral del clero español y la de completar la obra comenzada por Leandro, que fue la de convertir a los visigodos del arrianismo al catolicismo. Fundó un colegio eclesiástico, prototipo de los futuros seminarios, dedicándose personalmente a la instrucción de los candidatos al sacerdocio. Como su hermano, fue el obispo más popular y autorizado de su tiempo.

Continuó la costumbre de su hermano de arreglar las cuestiones de disciplina eclesiástica en los sínodos, cuya organización se debió en gran parte a ambos hermanos, Leandro e Isidoro.

Isidoro fue arzobispo y doctor de la Iglesia, teólogo e historiador, llegó a ser uno de los hombres más sabios de su época, aunque al mismo tiempo era un hombre de profunda humildad y caridad. La teología, el derecho, la historia, la literatura o la astronomía formaban parte de sus saberes. Fue un escritor muy leído y ensalzado universalmente como sabio de la humanidad, se lo llamó el Maestro de la Edad Media o de la Europa Medieval y primer organizador de la cultura cristiana. Considerado como un puente entre la Edad Antigua que terminaba y la Edad Media que comenzaba, su influencia fue muy grande en Europa, especialmente en España y muy leído durante la Edad Media y Renacimiento, ya que al menos diez ediciones de sus Etimologías fueron impresas entre 1470 y 1530.

Su aportación política y cultural no sólo abarcó el siglo VII, sino también los tiempos posteriores, ya que su influencia sobre Beda de Gran Bretaña y sobre aquellas generaciones de discípulos que cubrieron el Renacimiento carlovingio resultó esencial en dos aspectos de la sociedad europea: la organización de la Monarquía y la transmisión del saber. Hasta el siglo XVI, sus escritos influyeron en los orígenes de las actuales naciones de Europa y ahondaron en las esencias de la cultura cristiana.

Su saber era inmenso, y tuvo la habilidad de transmitirlo, ya que fue un escritor muy fecundo: entre sus primeras obras está un diccionario de sinónimos, un tratado de astronomía y geografía, un resumen de la historia desde la creación, biografías de hombres ilustres, un libro sobre los valores del Antiguo y del Nuevo Testamento, un código de reglas monacales, varios tratados teológicos y eclesiásticos y la historia de los visigodos, que es lo más valioso en nuestros días, ya que es la única fuente de información sobre los godos. También escribió historia de los vándalos y de los suevos.

Todas estas obras formaron su biblioteca, que fue el conjunto bibliográfico más importante de su época. Sólo en sus Etimologías cita a casi 160 autores y trata todas las materias del saber. En Institutionum disciplinae expone su doctrina para la educación de la juventud; De natura rerum (Sobre la naturaleza de las cosas) un libro de astronomía e historia natural dedicado al rey visigodo Sisebuto; Libri tres sententiarum y De summo bono son dogmáticas y teológicas; Regula monachorum ascética; Judaes y Liber de variis quaestiomibus son de apologética bíblica; De ecclesisticis officiis litúrgica, De ortu et obitu Patrum, De numeris qui in Sacrea Scriptura occurrunt, De Veteri et Novo Testamento quaestiones y Mysticorum expositiones sacramentirum son escriturarias; Cronicon (616) e Historia de regibus gothorum, vandalorum et suevorum son históricas; De ordine creaturarum; De differentiis verborum es más que un libro de sinónimos sino un breve tratado teológico sobre la doctrina de la Trinidad, la naturaleza de Cristo, el Paraíso, los ángeles y los hombres.

En los tres primeros libros, como en los demás libros sobre las distintas ciencias y artes, Isidoro demostró que tan sólo en una cultura abierta y plural, se pueden crear naciones que mantengan vivas sus identidades políticas y religiosas, y aquellas naciones que rechazan esta ley universal se condenan al caos y a la barbarie.

La principal contribución de Isidoro para la recuperación de la cultura clásica fue su Originum sive Etymologiarum libri viginti, escrita hacia el año 634, más comúnmente llamada Etymologiae (vocablo latino de origen griego compuesto por étymos “verdadero” y logos “palabra”). Sus Etimologías son la mejor recopilación de todas las ciencias y materias desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII, siendo uno de los textos clásicos hasta mediados del siglo XVI.

Se trata de un inmenso depósito de en el que es almacenado, sistematizada y condensados todos los conocimientos hasta la época. Durante toda la Edad Media fue el texto más utilizado por las instituciones educativas, llegando incluso a sustituir la obra originaria de los escritores clásico. Estudió a 154 autores griegos y latinos, tanto cristianos como paganos, a los que había leído de su texto original o de compilaciones al uso.

Gracias a esta obra, se hizo posible la conservación de gran parte de la cultura greco-romana y su transmisión a la España visigoda. Ni siquiera el Renacimiento pudo disminuir su influencia, ya que llegó a reimprimirse diez veces desde 1470 hasta 1529, y durante mucho tiempo su fama fue comparable a la Biblia, dando origen a numerosas imitaciones inferiores.

La pretensión universal de sus Etimologías las convierte en la gran enciclopedia de la época y el gran precedente cristiano y medieval de la anticristiana y moderna enciclopedia que surgió en la Ilustración. Los enciclopedistas de la Europa de la Ilustración se inspiraron en ésta.

Esta obra está compuesta de 448 capítulos reunidos en 20 libros en los que empleó mil manuscritos ordenados y escritos en un lenguaje claro y conciso:

El libro cuarto trata de la medicina y las bibliotecas;
El libro quinto, del derecho y la cronología;
El sexto libro, de los libros eclesiásticos y los oficios;
El séptimo libro, de Dios y de las jerarquías celestes y terrestres;
El octavo libro, de la Iglesia y de las sectas;
El libro noveno habla del lenguaje, los pueblos, los reinos y los títulos oficiales;
El libro décimo de las etimologías;
El libro once, del hombre;
El libro doce, de las bestias y los pájaros;
El libro trece, del mundo y sus partes;
El libro catorce de la geografía física;
El libro quince, de los edificios públicos y de las avenidas;
El libro dieciséis, de las piedras y los metales;
El libro diecisiete, de la agricultura;
El libro dieciocho, de la terminología de la guerra, la jurisprudencia, y los juegos públicos;
El libro diecinueve, de los buques, las casas y los vestidos;
El libro veinte, de las provisiones, los utensilios domésticos y agrícolas y los mobiliarios.

En las Etimologías explicó que, según la Tabla de Triadas, la cultura clásica dividía la ciencia filosófica en tres partes, y estas a su vez en otras tres:

División Física: Geometría, Aritmética y Música
División Lógica: Gramática, Retórica y Dialéctica
División Ética: Justicia, Prudencia y Fortaleza/Templanza

Esta división se podía reunir en las Siete Artes liberales: el Trivium (gramática, retórica y dialéctica), y el Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música).

También se ocupó de otras disciplinas como medicina, derecho, lingüística, geografía, agricultura, tradiciones, etc. 

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