Gonzalo Fernández de la Mora: Coherencia política y agitación intelectual

 

Gonzalo Fernández de la Mora

G.F.M. había nacido, en 1924, en la ciudad de Barcelona, donde su padre, Gonzalo Fernández de la Mora y Azcué, Coronel del Cuerpo Jurídico del Ejercito y gentilhombre de Cámara de Alfonso XIII, se hallaba destinado como auditor de división. No obstante, y pese a esa circunstancia, puede afirmarse que G.F.M. forma ya parte de esa pléyade de gallegos universales que han dejado su huella en la historia y en la cultura de nuestra Patria. Su madre Maria de las Mercedes Mon y Landa era oriunda de la provincia de Pontevedra, y era precisamente a esas tierras a donde Don Gonzalo solía escaparse a encontrar el remanso de paz y serenidad necesarios después de duras jornadas de trabajo. Fuimos muchos los que, en más de una ocasión, pudimos disfrutar de su generosa hospitalidad en el pazo que poseía en San Juan de Poyo, frente a la ría y junto a ese majestuoso monasterio de piedra del siglo VII que allí se levanta. Se da además la circunstancia de que fue precisamente en Galicia donde G.F.M. terminó sus estudios de Bachillerato, obteniendo premio extraordinario en el Examen de Estado, en unos momentos en los que España se debatía en una terrible guerra fraticida que, paradójicamente, muchos se obstinan en recordar día tras día.



Una vez en Madrid cursó estudios de Derecho y Filosofía pura; tras sólo tres años obtuvo la Licenciatura en ambas carreras, con sendos premios extraordinarios. Allí pudo disfrutar de las enseñanzas de grandes maestros, como Javier Conde o Federico de Castro, en el campo del Derecho, y Leopoldo Eulogio Palacios o Manuel García Morente en el de la filosofía (hay que recordar, aunque sólo sea como dato anecdótico, que también cursó, durante este período, un año de medicina y varias asignaturas de Ciencias Exactas). Una vez terminados los estudios superiores, su primera intención fue dedicarse a enseñanza, por lo que comenzó los cursos doctorado, pero, finalmente, optó por presentarse a unas oposiciones al Cuerpo Diplomático. Preparó los temas por su cuenta y, sin ayuda alguna, inglés y francés: A las oposiciones concurrieron 140 candidatos y G.F.M. obtuvo el primer número en las pruebas de ingreso.

Por aquellos años también comenzaron sus actividades políticas, siempre en el campo monárquico; de la monarquía tradicional, hereditaria, hispánica, descentralizada y antiparlamentaria (entendiendo este último termino como una crítica la concepto del número, al mito de la igualdad y a la mitificación del individualismo, postulados todos defendidos por el liberalismo). Al parecer había contactado con la Juventud Monárquica durante sus años de estudiante universitario y había colaborado activamente con dicha organización semiclandestina. Esta colaboración le llevaría a ser detenido en 1945 tras repartir unas hojas volantes en la Gran Vía madrileña, permaneciendo 72 horas en la Dirección General de Seguridad -muchos otros no se cansarán, en el futuro, de presumir de haber pasado por esas mismas dependencias policiales en un intento de mostrarse, en la gran mayoría de los casos, como víctimas inocentes del régimen franquista- y multado con 25.000 pesetas. En aquellas mismas fechas contrae matrimonio con la que hoy es su viuda, Isabel Varela, y marcha a ocupar sus primeros destinos, en Alemania: Cónsul en Francfort y Encargado de Negocios en Bonn ante la Alta Comisaría Aliada. Allí vera los desastres de la guerra, aprenderá alemán y se relacionará con Carl Schmitt, una vez que éste hubiese pasado por las cárceles como presunto criminal de guerra. También se interesa por el estudio del filosofo Martín Heidegger, pero, sobre todo -y a ello dedica sus estudios más sistemáticos- por Kant, a quien lee y relee en la edición de Cassirer (edición que logró localizar y adquirir, cuidándola como si de un tesoro se tratara (II); no hay que olvidar que G.F.M. fue un amante de los libros, un gran bibliófilo y bibliógrafo, que llegó a reunir varias decenas de miles de volúmenes cuya gran mayoría ha sido donada a la Academia de Ciencias Políticas y Morales).

A la altura de 1948 G.F.M. conoce a Rafael Calvo Serer, quien le invita a colaborar en la revista Arbor, publicación dependiente del Consejo de Investigaciones Científicas. En 1952, ya de regreso de su misión diplomática en Alemania, G.F.M. se incorpora al citado Consejo, que era presidido por José Ibáñez Martín, ocupando el cargo de vicedirector del Departamento de Culturas Modernas, cuyo director era el propio Calvo Serer. Se daba la circunstancia que desde el Consejo se trataba reestablecer los postulados de Acción Española, la revista de pensamiento tradicional y católico que, durante los azarosos años de la II Republica, dirigiera Ramiro de Maeztu, el insigne intelectual asesinado en Aravaca el 29 de octubre de 1936, tras una de las famosas sacas de la Cárcel Modelo de Madrid .

En el C.S.I.C. se habían dado cita muchos hombres próximos a esta tendencia y se contaba con la inestimable ayuda de Luis Valls-Taberner, que era ni más ni menos que el jefe de publicaciones. Dado las limitaciones académicas del Consejo, que no podía desarrollar una actividad abiertamente política, se pusieron en marcha una serie de iniciativas. Así, por ejemplo, por indicación de Florentino Embid G.F.M. se va hacer cargo de los cursos de conferencias de intelectuales extranjeros en el Ateneo de Madrid, algunas de las cuales verán la luz en la colección "O crece o muere". Esta serie abriría sus publicaciones con un a conferencia de Carl Schmitt, La unidad del mundo. En ella G.F.M. publicaría un pequeño opúsculo titulado La quiebra de la razón de Estado. También se le propone la publicación de una revista de pensamiento, Ateneo, cuyo primer número ve la luz el 2 de febrero de 1952 (dándose la circunstancia que, en el mes anterior, se había presentado la publicación falangista Alcalá, dirigida por Jaime Suárez, y, un mes después, la liberalizante Revista, animada ésta última por el empresario Alberto Puig y colaborada por un ya desilusionado Dionisio Ridruejo y por gran parte del antiguo grupo Escorial). En el proyecto monárquico participan, entre otros, Florentino Pérez Embid, Jorge Vigón, Rafael Calvo Serer, Rafael Gambra, Antonio Millán-Puelles, Eduardo Comín Colomer o Santiago Galindo; éste último le sustituiría, al frente de la revista, en el mes de septiembre, cuando Torcuato Luca de Tena solicita a G.F.M. su incorporación al ABC.

De esa época es la creación de la Editorial Rialp en la que Rafael Calvo Serer publica su España sin problema, como respuesta a las dudas de Pedro Laín Entralgo en su España como problema; y en la que Florentino Pérez Embid y otros socios traducen el pensamiento conservador europeo y se declaran seguidores de Menéndez y Pelayo. En este proyecto G.F.M. se va hacer cargo de la colección Biblioteca de Pensamiento Actual; en ella también se publicaría un trabajo de Carl Schmitt sobre Donoso Cortes; por su parte G.F.M. se encarga de realizar una selección de artículos de Ramiro de Maeztu durante la II República, obra que llevaría un amplio estudio introductorio del propio G.F.M.; el citado estudio sería publicado posteriormente como libro independiente, llevando el título de Maeztu y la teoría de la revolución. Junto a esta actividad, y dadas sus vinculaciones con sus compañeros del CSIC, casi todos ellos vinculados al Opus Dei, organización de la que él nunca formó parte, se debe hacer mención del lanzamiento de una nueva publicación, editada por RIALP, se trata de la revista Atlántida, en la que G.F.M. colaborará ocasionalmente.

A principios de los años cincuenta también se va a constituir, bajo la presidencia de Otto de Habsburgo, el Centro Europeo de Documentación e Información. En el CEDI se daban cita, además de G.F.M., personalidades tales como el recordado y siempre polémico Alfredo Sánchez Bella, el Ministro Alberto Martín Artajo, Manuel Fraga Iribarne (de procedencia falangista), o Joaquín Ruiz Jiménez. El objetivo del CEDI, marcado por Sánchez Bella durante el desarrollo de un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en el verano de 1952, fue desarrollar un encuentro permanente con personalidades del catolicismo europeo sobre el panorama político que se cernía sobre las naciones de este continente. José Ignacio Escobar, Marqués de Valdeiglesias, manifestaba al respecto: " El CEDI es la única asociación internacional de carácter político al servicio de lo que se ha llamado el orden tradicional. Hay internacionales políticas de ideología marxista. Otras que están animadas por el libre pensamiento o la francmasonería; una hay que coordina más o menos a las fuerzas europeas de la democracia cristiana. El CEDI agrupa núcleos nacionales de pensadores y hombres de Estado que comulgan en los principios tradicionales del derecho público cristiano, siempre con la vista fija, por supuesto, en las realidades del presente, en el conocimiento de que el pasado es pasado que nunca retorna con sus mismas características" (III). En sus memorias, el propio G.F.M. nos recuerda como el CEDI celebraba una reunión anual en el monasterio de El Escorial, a las que asistían personalidades tales como Marcelo Caetano, Antoine Pinay, Michel Debré o el controvertido príncipe Enrique Starhemberg.

En el año 1956 G.F.M. fue nombrado miembro del Consejo Privado del Conde de Barcelona, Consejo que muchos han tratado de presentar como un reducto de oposición liberal al régimen franquista, olvidando -tal vez intencionadamente- que fue el propio Don Juan quien aceptó ser el rey de una buena parte del pueblo carlista (IV). En 1968, cuando José María de Areilza asume la secretaría del citado Consejo Privado y se comienza una aproximación a los sectores de oposición republicana, Don Gonzalo se distancia de Don Juan, y el 6 de marzo le escribe a Areilza: "Para mí la monarquía no es una forma de oposición, sino de continuidad". Un gran número de estos monárquicos, como de Rafael Calvo Serer, reconvertidos ahora en acérrimos liberales -y no al revés, como se pretende hacer creer en relación con G.F.M- pactan la unidad de acción con el Partido Socialista Popular de Tierno Galván, el Partido Comunista y una fracción del carlismo liderada por Carlos Hugo y que ahora se decía defensor del socialismo y la autogestión.

En 1956 el nombre de Gonzalo Fernández de la Mora comienza a sonar como ministrable; la ocasión parecía haber llegado cuando Franco cesa a Ruiz Jiménez y a Raimundo Fernández Cuesta. Pero nuestro personaje aun tendría que esperar a 1970, cuando, en el primer gabinete del Almirante Carrero Blanco (que ocupa la vicepresidencia), se le nombre ministro de Obras Publicas, en sustitución de Federico Silva Muñoz. Con anterioridad había colaborado con los ministros Alberto Ullastres y Fernando Castiella ocupando los cargos de Subsecretario de Comercio, Subdiretor General de Relaciones Culturales, Director de Cooperación Cultural y Subsecretario de Política Exterior; por otro lado, cabría recordar en esta relación de cargos administrativos que el 1 de noviembre de 1969 había sido nombrado Subsecretario del Ministerio de Exteriores con Gregorio López Bravo. En su discurso de presentación como nuevo Ministro manifestaba: "Entiendo que el nuestro es el Estado más eficaz que ha tenido nunca nuestro pueblo y esto quiere decir que es seguramente el mejor. El poderse incorporara a él, sobre todo en una hora decisiva como ésta, en la que nuestro país va a lograr esa meta de la europeización que fue retórica durante un siglo y que hoy se convierte en verdadera, cuando se cruza la línea del desarrollo, creo que es algo más que una honra personal: un excepcional privilegio histórico" (V). En esta colaboración con los gobiernos de Francisco Franco no puede pasarse por alto su participación en la elaboración de la Ley Orgánica del Estado, colaboración que fue solicitada por López Rodo.

Tras la muerte de Francisco Franco, G.F.M. se alza como uno de los defensores de lo que se ha dado en llamar "franquismo", pero ello no le impide votar afirmativamente la Ley para la Reforma Política. En los primeros años de la transición funda la Unión Nacional Española, grupo de se uniría a otros de similares características en lo que fue la Federación de Partidos de Alianza Popular, siendo elegido diputado en 1977 por la provincia de Pontevedra. Asimismo, ocupó el cargo de consejero en la Junta preautonómica de Galicia. Pero en 1978 abandona su cargo en la Junta preautonómica y se desmarca de la postura oficial de la Federación de Alianza Popular en relación con el proceso constituyente. En noviembre de ese año, a la hora de emitir su voto en el Congreso de Diputados en relación con la aprobación del texto constitucional, G.F.M. defiende ardorosamente el no, en lo que sería respaldado por a Federico Silva Muñoz, Alberto Jarabo Payá, José Martínez Emperador y Pedro Mendizábal Uriarte.

En 1979, junto a los escindidos de Alianza Popular y miembros de otras fuerzas afines, impulsa la creación de una nueva formación política, Derecha Democrática. El principal objetivo de dicha formación era la unidad de todas las fuerzas de derecha que estuvieran comprometidas en la defensa de determinados valores, tales como la unidad de las tierras de España, la concepción cristiana de la vida o el respeto y la garantía derechos individuales, amenazados por el despotismo democrático y la tiranía del terrorismo. Tras el fracaso en sus aspiraciones DDE se disuelve; esta sería la ultima acción de política activa en la que G.F.M. participaría de forma activa.

Pero no cabía el desaliento en G.F.M.: un año después de la victoria socialista sale a la luz el primer número de una revista de pensamiento en la que muchos fuimos llamados a colaborar en algún momento, como es el caso del que esto suscribe y el de otros muchos jóvenes que encontramos en las paginas de Razón Española un portal en donde defender aquello en lo que creemos, pese a que dichas ideas puedan merecer los descalificativos de la España oficial.

Pero no es solamente por la actividad política desarrollada por Don Gonzalo por lo que debe ser recordado; esta breve biografía estaría incompleta sin hacer referencia, con un mayor énfasis si cabe, a su amplia y dilatada actividad intelectual, la cual ya deslumbró a aquellos que le pudieron escuchar cuando, con apenas 19 años, pronunció una conferencia en la casa de Ignacio Satrústegui, bajo el título de La Unidad europea y la quiebra de la razón de Estado. A la conferencia asistieron Vegas Latapié, Pabón, García-Valdecasas, Gamero del Castillo, Luca de Tena, Eugenio Montes, el Marqués de Valdeiglesias, el General Vigón, el doctor López-Ibor, Yanguas, M. Almagro, Julio Palacios y otros destacados intelectuales de la época. Todos los presentes -nos cuenta Joaquín Bardavio- sintieron estar asistiendo al nacimiento de una garantía de pervivencia de aquellas ideas que desde las paginas de Acción Española fueron defendidas por muchos de los asistentes al acto. Aquel joven universitario se les revelaba como síntesis de solidez intelectual, expresión brillante y agresividad política, un digno continuador de Menéndez Pelayo, que conocía la obra de Maeztu y que ya había leído a Maurras y Renán (VI).

Su primer libro data de 1944, cuando apenas había cumplido 20 años, y su título es Paradoja. Valentín García Yebra, en el libro de homenaje que con ocasión de su septuagenario cumpleaños le dedicamos algunos conocidos y amigos, describe esta opera prima como "una novela juvenil, casi adolescente, [en la que] describe caracteres reales como si fuesen imaginarios, narra lances fantásticos que descubren situaciones reales. El lector interesado por la verdad oculta puede aproximarse a ella si descubre algunas claves. La principal es la descripción de Javier, el protagonista. Con leves retoques, coincide con la del autor" (VII). Años más tarde, en una de las cenas anuales que la Fundación Balmes convocaba en la Gran Peña, G.F.M. obsequió a los asistentes con otra de breve novela titulada Laina, la cual lleva una pequeña evocación de Torcuato Luca de Tena.

G.F.M. va a transmitir gran parte de su obra a través de la prensa escrita. En este sentido, habría que resaltar su colaboración con el diario ABC, colaboración que comienza el 8 de octubre de 1946, cuando ve publicado su primer artículo en el citado diario monárquico bajo el título "La sentencia de Nuremberg". G.F.M., desde una visión iusnaturalista del derecho, estimaba como evidente las atrocidades de las que se acusaba a los dirigentes del III Reich y, del mismo modo, consideraba que estos deberían ser castigados por el delito de "crimen de guerra", pero ponía de manifiesto que el Tribunal de Nurembreg no era el medio más indicado para alcanzar este ideal de justicia, ya que al constituirse en "juez y parte" no reunía las condiciones formales necesarias para dictar una sentencia justa: "no sólo es preciso valorar la justicia de los principios jurídicos en que el proceso se asienta, sino que además es preciso comprobar la honestidad y justeza procesal con la que ha sido dictada la sentencia". No sería esta la única vez que se dedicase al estudio del tema; posteriormente verían la luz dos publicaciones más: el opúsculo titulado El tribunal de Nuremberg y la Iglesia (Ediciones de la Universidad de Santiago de Compostela, 1954) y el artículo "La aporías de Nuremberg" (Arbor, nº . 64, abril de 1951, Pp. 537-562) .

Dentro de esta faceta periodística hay que resaltar especialmente que, en 1952, se incorpora al diario ABC como editorialista. Años más tarde, en 1963, Torcuato Luca de Tena le encarga la dirección de las páginas de critica literaria del diario, críticas que serían recogidas en una serie de libros -siete volúmenes- que llevan por título Pensamiento Español. Por esta labor recibiría en 1970 el Premio Nacional de Critica. Estos volúmenes se han convertido en una pieza fundamental para todo aquel que quiera conocer y estudiar el mundo de la cultura española en el siglo XX. Por sus páginas se revisa la obra de cerca de 2000 autores, realizándose críticas que no se limitaban a dar noticia de la aparición de alguna nueva obra o la reedición de algún que otro libro o la simple descripción de un autor novel; por el contrario, las criticas de G.F.M. constituían pequeños ensayos en los que se analizaba al autor del libro y su contenido, y se enmarcaba a ambos en alguna corriente filosófica. Emilia de Zulueta define esta faceta de G.F.M. como aquella que se ajusta a un esquema que permite captar, perfectamente deslindados, tanto la fisonomía de la obra criticada como el juicio crítico (VIII). En este sentido García-Valdecasas diría "el crítico de las ideas es un operario del conocimiento científico, un pensador y por ello la crítica conceptual exige rigor, esfuerzo, el critico necesita además un pensamiento consecuente, sistemático, informado del estado de la cuestión, ascético y depurado" , y esas cualidades la reunía sin duda nuestro personaje.

La obra de GFM también se plasma en la publicación de más de dos decenas de libros, pudiéndose dividir su obra como escritor y ensayista en dos grandes apartados: el que hace referencia a su faceta de politólogo, y el que nos descubre su faceta como filosofo.

Como politólogo deberíamos referirnos en primer lugar a la que tal vez sea su a obra más conocida -también cabría apuntar que la más polémica, no tanto por su contenido sino por las falsas acusaciones de plagio vertidas por parte de sus detractores- que, evidentemente, es El crepúsculo de las ideologías, reeditada hace algunos años por Espasa Calpe con una amplia introducción de Vicente Palacio Atard. La primera vez que esta obra vio la luz fue en 1965, en la Editorial Rialp, y rápidamente tuvo un amplio eco fuera de nuestras fronteras (de hecho, la segunda edición de esta obra apareció en Santiago de Chile, en pleno gobierno de Eduardo Frei Montalva, cuando la democracia cristiana de aquel país se acercaba a pasos agigantados a unos postulados más propios del marxismo que de una fuerza política de raíz socialcristiana). El libro ha sido traducido a varios idiomas, entre ellos el griego y el portugués.

A mediados de los setenta vería la luz otra de sus obras, La partitocracia. En ella analiza y desmenuza, uno por uno, los principios en los cuales se sostiene la llamada democracia de corte liberal. Curiosamente en España se publicaría la segunda edición, dado que la primera (Editorial Gabriela Mistral, 1976) aparecería en Santiago de Chile. En ese mismo año se publicaría en España El Estado de obras, donde nuestro inestimable amigo planteaba la distinción entre los Estados fuertemente ideológizados, victimas de sus dogmatismos, y los Estados eficaces, que optaban por el alejamiento de las politiquerías al uso y buscaban aquellas políticas que tendieran a un real desarrollo y la prosperidad de sus gentes y de sus tierras. No es de extrañar por ello que fuera precisamente en Chile donde G.F.M. tuviera un mayor eco, ya que, ese mismo principio fue el ideal que animó al presidente Jorge Alessandri cuando optó por formar un gobierno de técnicos y alejó del poder a los hombres de partido.

En este aspecto, se podría recordar la conversación que G.F.M. mantuvo con La Nueva España, con motivo de su asistencia a uno de los cursos celebrados en La Granda, donde trazaba un perfil de su actuar y de su pensamiento político: "He tratado de ser un gobernante racionalista. No ideológico. He escrito 21 libros y he argumentado todo eso. Mi tesis es la siguiente: hay dos maneras de valorar el Estado; un señor, Marx o Rousseau o Jovellanos, elabora un sistema político y la gente dice: ¿Este Estado se parece al de Marx? Sí: matrícula de honor. No, no se parece: cero. Un procedimiento demencial, la verdad. Creo, sin embargo, que el Estado se justifica por sus obras, no por su parecido con un esquema ideal. Por eso yo hablo del Estado de obras o del Estado de razón. Desde un planteamiento filosófico se llega a una solución pragmática. Así es como valora la historia" (IX).

En la década de los ochenta aparecerían nuevos libros Los teóricos izquierdistas de la democracia orgánica ( 1985) y Los errores del cambio (1986). El primero de ellos trata de demostrar -como afirma en la introducción del mismo- cómo la teoría orgánica y corporativa de la sociedad y del Estado no tiene una genealogía totalitaria, fascista ni nada que se le parezca, sino que, por el contrario, el organicismo hunde sus raíces en pensadores como Karl C. Friedrich Krause y Enrique Ahrens, autores que en España tuvieron gran influencia (piénsese en pensadores como Sanz del Río, Salmeron, Adolfo Posada, Salvador de Madariaga o Julián Besteiro). El libro es en realidad una ampliación de algunos artículos dispersos en diversas publicaciones, tales como la Revista de Estudios Políticos o Razón Española, y que ahora habían sido reunidos y ampliados por el autor.

La segunda de las obras anteriormente citadas, Los errores del cambio, pese a la posible confusión a la que pueda inducir el título, constituye la más lucida y demoledora crítica a eso que se ha venido llamando "la transición española". En ella se habla de cómo este proceso político no vino precedido de ninguna clamorosa petición popular, sino de una simple y llana decisión del poder; de cómo la derecha fue paulatinamente arrinconada, despreciada e ignorada; de cómo prohombres de ese sector inventan un centrismo amorfo y carente de contenido; de cómo se procede a la construcción de una España autonómica sin limite alguno; de cómo se construyen las continuas y equivocadas políticas antiterroristas -que, indudablemente, están unidas al problema anterior-; de cómo aparecen el endeudamiento, el equivocado régimen fiscal, la falta de libertad en los medios de comunicación publica, la falsificación histórica, etc....

Sobre su faceta de politólogo podríamos recordar lo que G.F.M. manifestaba sobre su obra: "En realidad, todos mis trabajos de ciencia política se fundan en la idea de que el Estado no se legitima por su parecido con uno de los muchos modelos supuestamente ideales que han ido construyendo utopistas, doctrinarios y juristas, sino por su efectiva capacidad para mantener un orden progresivamente equitativo y próspero al nivel de las circunstancias históricas. En suma, el complejo y coactivo instrumento estatal no se justifica por su fe al modo luterano, sino por sus obras al modo romano. Este principio conduce ...a la desideologización de la cosa pública" (X).

En esta faceta de filosofo habría que comenzar por resaltar que una de sus primeras obras en este campo, Ortega y el 98, merece el Premio Nacional de Literatura de 1961. Habría que recordar que Ortega y Gasset se presentaba como un maestro para los hombres de la generación de G.F.M. -la generación de 1955, como la ha bautizado Mariano Sánchez Barba- . No obstante conviene precisar que Ortega supuso en cierta medida una gran desilusión para nuestro personaje. Torcuato Luca de Tena nos cuenta que al parecer alguien había informado a Ortega y Gasset de la existencia de un joven licenciado en filosofía a quien debía conocer, dada su valía y talento. Ortega y Gasset mandó llamar al joven estudiante, al que quería aleccionar -nos dice Luca de Tena-, al modo, un poco protector, con que Rainer Maria Rilke escribió sus Cartas a un joven poeta, pero Gonzalo no le servía bien, porque quería demostrarle en todo momento su valía; varias veces se interrumpieron y muchas más discutieron. Y es que se daba la circunstancia de que Ortega era un buen conversador, pero un mal auditor, y, por su parte, Fernández de la Mora era un excelente polemista, pero, a veces, un muy poco discreto interlocutor, por lo que Ortega, en cierta ocasión, torciendo el ceño le señaló la puerta y Gonzalo, con un gesto entre amargo y de desdén, optó por levantarse y abandonar la casa del maestro (XI). El libro trata, en un primer lugar, de contraponer a Ortega con la llamada generación del 98, caracterizada por su pesimismo, salvo en lo qua a la estética se refiere. Después pasa a analizar a Ortega como hombre, como estilista, como político y como pensador. Conviene no obstante apuntar que no sería Ortega, sino Zubiri, a quien G.F.M. tomaría como uno de sus grandes maestros; en Zubiri encontraría la relectura empírica y racionalista de un cierto aristotelismo que le serviría de base para la elaboración de unos trabajos filosóficos que le hacen preferir la sociología al doctrinarismo y la cosmología a la metafísica (XII).

Habría que esperar a 1984, cuando aparece una nueva publicación en este campo, La envidia igualitaria, obra que en tan sólo tres años sería traducida al ingles y al alemán. Vintila Horia en su comentario para Razón Española ( nº. 8, 1984, pág. 504) calificaría a esta obra como "un auténtico alarde de erudición, talento estilo claridad, mordacidad y perspicacia filosófica y política". En el libro G.F.M., después de repasar las diversas teorías que sobre el concepto de la igualdad se han desarrollado desde los campos de la filosofía, la moral o la política; viene a concluir que potencialmente sólo podrían existir tres tipos diferentes de igualdad: la igualdad religiosa, la igualdad política, la igualdad económica. El igualitarismo religiosos sólo se podría entender dentro del cristianismo, dado que sólo implica la igualdad de oportunidades de las almas ante Dios. Por el contrario arremete con todas las armas que el intelecto le concedió contra el pretendido igualitarismo político y económico, que desde el liberalismo y el socialismo se pretenden defender. Concluye que "el igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada [ sino que por el contrario] es una pesadilla imposible" G.F.M une ese mito de la igualdad con el mal de la envidia, y afirmaría que "satisfacer transitoria y localmente la envidia igualitaria" implicaría "la involución cultural y económica...cuanto más caiga una sociedad en la incitación envidiosa, más se frenara su marcha".

Justo tres años después de la aparición de ésta obra, y cuando aparecen en el mercado las traducciones de la misma al ingles y al alemán , G.F.M nos regala una nueva obra, Filósofos españoles del siglo XX. Este nuevo libro, del cual realice una breve y torpe recensión para la revistan de animación cultural Punto y Coma ( nº 8, 1987), constituye un autentico manual de filosofía, en el cual se repasa y analiza la obra de Amor Rubial, Eugenio D´Ors, Ortega y Gasset, García Morente y Zubiri. La obra concluía con un breve estudio sobre Millán-Puelles y el realismo fenomenológico.

Diez años más tarde se publica la que tal vez sea la más grande de sus obras en este campo, El hombre en desazón. Esta obra es un profundo ensayo de antropología filosófica, en el que el autor trata de buscar aquello que subyace en el interior de la naturaleza humana; si bien, se nos aclara de antemano que el intento de comprender al hombre en su plenitud es una tarea ardua e imposible, dado que su interioridad es un permanente misterio.

Finalmente, pocos meses antes de su inesperado fallecimiento, aparecía la que por el momento, y a la espera de revisar muchos de sus papeles y carpetas, es su última obra. Sobre la felicidad es -tal y como se anuncia- una erudita y ordenada meditación sobre la gran cuestión de la existencia humana. G.F.M. considera que el hombre es un ser propenso a la infelicidad; para evitarlo el autodominio racional es el más enérgico alivio de tal flaqueza. La conclusión final del libro es que la felicidad no en un don, sino que por el contrario es una laboriosa conquista del logos.

En relación con sus múltiples distinciones se encontraba el hecho de ser miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, cuya incorporación data del 29 de febrero de 1972. El discurso de ingreso llevaba por título, como no podría ser de otra manera, Del Estado ideal al Estado razón. La contestación al mismo -como ya se ha apuntado con anterioridad- corrió a cargo de Alfonso García Valdecasas. Sustituía a José Ibáñez Martín, y se daba, además, la circunstancia de que dos de sus ancestros, Alejandro Mon ( 1801-1882) y Alejandro Pidal Mon (1846-1913) habían sido miembros de la citada institución, destacándose además como políticos e intelectuales de primer orden. En la Academia Don Gonzalo se encargó de la Biblioteca, y, gracias a sus gestiones, gran parte de biblioteca de Elías de Tejada -más de treinta mil volúmenes- fue donada a ese organismo. También fue miembro de la Hispanic Society of America, de la Academia de las Bellas Letras de Sevilla, del Centro Cultural Valenciano, y miembro de honor del Colegio de Doctores de Barcelona.

Como periodista habría que hacer mención a los diferentes galardones logrados: en 1952 obtuvo el Premio Luca de Tena por su artículo "La enseñanza y la formación", (ABC, 3 de octubre de 1952); en 1960 con el Mariano de Cavia, premiándose su necrológica de Agustín de Foxa publicada bajo el título "Escritor y Diplomático" y con el subtítulo de "Era en verdad un lujo de España" (ABC, 1 de julio de 1959); y, finalmente, en 1980, obtiene el premio Julio Camba por su artículo "El prosista puro" (ABC, 28 de julio de 1980). Como escritor, aparte de los ya mencionados, no podía faltar el hacer referencia al Premio Espejo de España, otorgado por la Editorial Planeta, por su obra Memorias españolas, que presentó, en la edición de 1995, bajo el seudónimo de Adán, y que sería otorgado tras una descabellada polémica por parte de algún miembro del jurado. La obra sería publicada bajo el título de Río arriba. En relación con estos premios y su pluma podemos recordar una descripción de G.F.M., que le definía como "un escritor sugerente, tan seguido como discutido, ecuánime y hondo a la vez que claro y perspicaz" (XIII).

José Díaz Nieva.

Notas

I) G.F.M. era un autentico políglota que hablaba a la perfección varios idiomas, entre ellos el francés, el inglés y el alemán; pero también el italiano y el portugués. Ni que decir tiene que conocía las lenguas clásicas, el latín y el griego. El dominio de este último le sería de gran utilidad en su estancia como diplomático en Grecia en 1962. Finalmente se podría hacer referencia a sus conocimientos de gallego, catalán y en menor medida del vasco.

II) Discurso de Contestación de Alfonso García - Valdecasas al pronunciado por G.F.M. en el acto de recepción de éste último en la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales.

III) ABC, Madrid, 9 de diciembre de 1957.

IV) Tal proclamación se efectúa en un acto en Estoril el 20 de diciembre de 1957.

V) Equipo Mundo, Los 90 ministros de Franco, DOPESA, Barcelona, 1971, págs. 336-337.

VI) Joaquín Bardavía, Políticos para una crisis, Sedmay Ediciones, Barcelona, 1975. ( ver fascículo n´º 7, dedicado a Gonzalo Fernández de la Mora). También necrológica del diario El Mundo, Madrid, 11 de febrero del 2001.

VII) Valentín Carcía Yebra, "Juventud", en Razonalismo, Fundación Balmes, Madrid, 1995, págs.30-33.

VIII) Emilia de Zuleta, "El crítico literario ", en Razonalismo, op.cit, págs. 451-452.

IX) La Nueva España, Oviedo, 11 de febrero del 2002.

X) G.F.M., Rio arriba , Memoria, Ed. Planeta, Barcelona, 1995, pág.286.

XI) La monarquía del futuro, amigos de Maeztu, Madrid, 1960, pág.7. Este folleto recoge los discursos de Torcuato Luca de Tena, José María Pemán y del propio Gonzalo Fernández de la Mora, en el homenaje que a este último le tributaron sus amigos en los salones del Hotel Fénix, el 17 de mayo de 1960, con ocasión de haber ganado el premio de periodismo Mariano de Cavia.

XII) Discurso de Contestación de Alfonso García -Valdecasas al pronunciado por G.F.M. en el acto de recepción de éste último en la Real Academia de Ciencias Políticas y Morales.

XIII) Equipo Mundo, op.cit.

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