Los cuentos de Canterbury o The Canterbury Tales que todos conocemos constituyen la obra más
destacada de Geoffrey Chaucer, el gran poeta inglés
del Medioevo. Se trata de una serie de cuentos narrados por diversos personajes
que se dirigen en peregrinación al Santuario de Canterbury. Siguiendo la estela
del Decamerón de Bocaccio,
la peregrinación resulta un procedimiento literario mediante el que Chaucer encadena las diferentes narraciones para constituir
un todo.
La popularidad de estos cuentos ha perdurado a lo largo de los siglos
y fruto de ello ha sido que la expresión “Canterbury tales” haya trascendido la
obra original a la que da título para referirse a otros textos de ficción. Así,
durante el siglo XVI hacían referencia a “fictions
that were worthless even perilous, distractions from the serious business of
pious life” (OED, 1989: n.p.), y ya en el siglo XVIII podían significar “a long tedious story” (OED, 1989: n.p.), como
se pone de manifiesto en el conocido
periódico inglés de principios de siglo Tatler, cuando su editor Richard Steele señala que: “One [Story] of a
Quarter of an Hour long… gathers Circumstances every Time he tells it, till it
grows into a long Canterbury Tale of two Hours” (OED, 1989: n.p.).
Así, en el siglo XVIII se publicaron unos Cuentos de Canterbury que reúnen una serie de narraciones que no tienen relación con los cuentos originales de Chaucer más que en el título y en cierto modo, la nueva acepción que los relatos del poeta inglés habían adquirido en estos momentos. Estos nuevos Cuentos de Canterbury comienzan con una cita tomada del Acto III de la tragedia de Shakespeare Macbeth: “A Woman’s story at a winter’s fire, authoriz’d by her grandam”. En ella se hace mención al papel tradicionalmente asignado a las mujeres como narradoras de historias, una tradición en la que se inscriben las hermanas Lee, Sophia (1750-1824) y Harriet (1757-1851), con la creación de estos cuentos. La obra completa la comprenden 12 cuentos y una introducción que fueron apareciendo en cinco volúmenes entre 1797 y 1805. Años más tarde, en 1832, se publicó una nueva edición en dos volúmenes con un prólogo de Harriet Lee, en el que, además de homenajear a su hermana y coautora de los cuentos ya fallecida, indica que titularon su colección como The Canterbury Tales, en honor a los escritos en el siglo XIV por Chaucer, aunque no se basaron en ellos, sino que este epígrafe representaba más el apelativo con el que ellas se referían familiarmente y en un tono divertido al tipo de relatos que reunían en esta obra (Lee, 1832: I, viii). Sin embargo, aunque la vinculación de sus textos con los cuentos de Chaucer, según Harriet, se limita primordialmente al título, en la introducción compuesta por Sophia, se aprecian ciertas similitudes con aquellos en el nivel estructural pues aparece un narrador, que retenido por las inclemencias meteorológicas en una posada cerca de Canterbury, propone al resto de viajeros allí reunidos que relaten un cuento para pasar así el tiempo que allí deberán permanecer (Lee, 1832: I, xvii). El caso es que cada uno de los personajes, siete en total, contará su historia; sin embargo, tras estos siete relatos, Harriet Lee, en un breve “Author’s Address to the Reader”, indicará que a través de la imaginación se puede viajar sin abandonar el fuego del hogar y que por lo tanto los lectores podrán disfrutar de nuevos cuentos, cinco en total, sin necesidad de inscribirlos en un marco narrativo que los unifique (Lee, 1832: II, 133).
Sophia y Harriet
Lee escribieron sus cuentos al mismo tiempo que trabajaban en el internado para
señoritas que habían abierto y regentaban en la ciudad inglesa de Bath. Ambas,
junto a otras dos de sus hermanas, también solteras y sin muchos recursos,
tuvieron que ganarse así la vida y lo hicieron con considerable éxito. Su
carrera literaria también contribuyó de manera notable a que pudieran llevar
una existencia más desahogada en sus circunstancias. De hecho, los ingresos que
obtuvo Sophia Lee con su exitosa comedia The Chapter of Accidents (1780) le sirvieron para financiar la
apertura del internado (Alliston, 2000: xviii-xix).
Además de esta pieza teatral, entre las obras escritas por Sophia
sobresale su novela The Recess, or, A Tale of Other Times,
publicada en 1783-5, que gozó de enorme popularidad, no sólo en Inglaterra sino
también en toda Europa, y que entre otros idiomas se tradujo también al
castellano como El subterráneo o la
Matilde en 1795 y El subterráneo o
Las dos hermanas Matilde y Leonor en 1817. Por lo que se refiere a la
carrera literaria de Harriet Lee, su obra más
destacada es la que aquí estudiamos, The Canterbury Tales,
a quien se debe la idea original y 10 de los cuentos, mientras que Sophia contribuyó con dos cuentos y la introducción.
The Canterbury Tales obtuvieron un notable
éxito, un hecho al que alude la propia Harriet Lee al
señalar en una carta a su editor que “The Cant[er]b[ur]y Tales were […] popular enough to pass through
four editions of a thousand copies each with no great interval”
(Garside, n.a.: n.p.). También se hace eco de ello en el prólogo con el que
encabeza la edición de 1832 y lo dice con orgullo. Estas palabras iniciales de
la autora ponen de manifiesto no sólo que ésta ya no teme la reacción de los
lectores o críticos, sino que la situación y consideración de las escritoras
también ha cambiado de forma apreciable con respecto a la fecha en que los
cuentos se publicaron por primera vez (Gilbert, 1989: vii). Lo que había
ocurrido durante estas más de tres décadas es que las mujeres se aventuraban
con menos prevenciones a desarrollar una carrera literaria y que los géneros
narrativos se habían convertido indudablemente en los favoritos del público. A
pesar de todo, el prólogo de Harriet no deja de
manifestar la ideología del momento y trata de dar una visión de la mujer como
“ángel del hogar”, por ello se recomienda que las mujeres se dediquen a la
escritura únicamente en aquellos momentos en que sus labores y ocupaciones
domésticas se lo permitan (Lee, 1832: I, vi-vii). De manera que como cabía
esperar, la crítica fue en general benévola con los cuentos, al menos en lo que
se refiere a la enseñanza moral de los mismos, y que era precisamente lo
esperable de una escritora (Lasa Álvarez, 2010). En este sentido se puede mencionar
una reseña de The Monthly Review de 1798 sobre The Young Lady’s Tale, or
The Two Emilys,
uno de los cuentos escritos por Sophia para esta
colección, en la que, tras criticar la falta de probabilidad y verosimilitud
del texto, se dice que “in justice to the fair writer, we must observe that no objection can be made to the moral tendency of her
work; that the prevailing sentiments are virtuous and pious; and that Emily Arden
and her husband, the Marquis of Lenox, are bright examples of excellence in domestic life” (la
cursiva es mía).[2]
En cuanto a la naturaleza de estos textos, se trata de
relatos más largos que las narraciones breves o cuentos, tal y como los
entendemos hoy en día, pero mucho más reducidos que las novelas al uso de la época
que comprendían en la mayoría de los casos más de tres volúmenes. Lo cual
constituía una innovación, un hecho que Harriet Lee
subraya en el prólogo al que se ha hecho referencia anteriormente: “a work bearing distinctly
the title of ‘Tales’ […] was a novelty in the fictions of the day” (Lee, 1832: I, viii).
Sin embargo, en estos momentos se publicaban numerosos textos narrativos en
Inglaterra con la denominación genérica de tale,
como por ejemplo la propia Sophia Lee en The Recess, or, A Tale of Other Times, cuando en realidad nada tienen que ver con
lo que actualmente se entiende por tale
o narración breve, pues constan de varios tomos y reproducen una trama
compleja. Lo que sucede es que en un contexto en que la novela se asociaba a la
novela de costumbres, desprestigiada por su comercialización en las circulating libraries, se
prefirió el término de tale, que
resultaba más aceptable, especialmente cuando se trataba de relacionarlo con
lectoras y escritoras (Kelly, 1990: 224-5). En todo caso y a pesar de la
confusión existente, el término tale
se va consolidando como un género narrativo diferente de la novela hacia
finales de siglo y culminaría a principios del XIX con la aparición de la
antología Classic Tales (1806-1807) de Leight-Hunt (Skinner, 2001: 38).
2. BIBLIOTHEQUE BRITANNIQUE (1796-1805)
Tres de los relatos de las hermanas Lee se tradujeron al francés y se publicaron en la Bibliothèque britannique ou recueil extrait des ouvrages
anglais périodiques et autres; des Mémoires et Transactions des Sociétés et
Académies de la Grande
Bretagne, d'Asie, d'Afrique et d'Amérique, en deux séries
intitulées: Littérature et Sciences et arts, rédigé à Genève, par une société
de gens de lettres, publicada entre 1796 y 1805
en Ginebra por los hermanos Marc-Auguste y Charles Pictet y su amigo Frédéric Guillome Maurice, y que como su título indica abarca
extractos de obras inglesas de diversa índole. Los
títulos de los tres relatos originales y sus traducciones al francés son los
siguientes: The Poet’s Tale. Arundel, de Harriet Lee, que
se publicó en francés como Arundel en 1799 en el volumen 12 de la biblioteca; The Officer’s Tale.
Cavendish, también de Harriet, como William Cavendish en 1800 en el volumen
13; y The Young Lady’s
Tale. The Two Emilys, como Les deux Emilies, también en
1800, pero en este caso en el volumen 15.
Esta biblioteca o colección de libros se dividía en dos
tipos de textos que aparecían en diferentes volúmenes y se sucedían
alternativamente. Por un lado, tenemos los dedicados a “Sciences
et Arts” y “Agriculture”,
y, por otro, la sección dedicada a “Littérature”, en
la que verán la luz los tres relatos de las hermanas Lee. En esta última, como
indica David Bickerton, el concepto de literatura es
concebido de una manera mucho más amplia que en la actualidad (1986: 490). Así,
los propios editores de la revista ginebrina mencionan en el prólogo del
volumen 13 dedicado a “Littérature” que en esta
sección se incluirán textos sobre educación, economía política, viajes, bellas
artes, biografías y obras de imaginación (1800: 4, 11), y aunque sean estas
últimas las que más espacio ocupen, les siguen muy de cerca los textos sobre
viajes (Bickerton, 1986: 513), lo que pone de
manifiesto la gran popularidad de la literatura de viajes en esta época. En
cuanto a los porcentajes concretos de los temas tratados en los volúmenes del
subgrupo “Littérature”, Maggetti,
señala los siguientes: teología, moral y política, 15%; ciencias sociales
(economía política y pedagogía), 20%; historia y biografías, 15%; relatos de
viajes, 25%; y literatura, 25% (1998: 20).
Gran parte de los textos que se incluyeron entre las obras
de imaginación en la Bibliothèque britannique
son de carácter moral y seleccionados con los lectores jóvenes como
destinatarios en mente (Bickerton, 1986: 535), y así
lo especifican los editores en el prólogo al primer número de la sección
dedicada a literatura. Si bien, los textos narrativos que formaban parte de la Bibliothèque britannique
eran el necesario “pasaporte” que los editores utilizaban para que sus lectores
se interesaran por otros temas, especialmente la ciencia, y no dejan de
subrayarlo en dicho prólogo: “Il falloit
qu’il y eût dans chacun de nos cahiers quelques morceaux d’un intérêt
assez général pour servir en quelque sorte, de passe-port à la science et de véhicule à l’instruction” (1800: 22, 5). La consideración de la
literatura por parte de los editores de la biblioteca ginebrina no era pues muy
positiva, pero resultaba inevitable su inclusión si deseaban tener éxito,
especialmente entre las mujeres, o al menos así lo creían ellos, dado que
cuando pusieron fin a la publicación de la Bibliothèque britannique para dar comienzo a otra
colección, con fines más cosmopolitas, la Bibliothèque universelle, en el primer volumen de
esta última se especificaba nuevamente a través de un prólogo de los editores
que en esta colección “nous avons
toujours respecté les convenances
morales, toujours pensé à cette
jeunesse avide de la lecture des romans, que l’on peut instruire
par l’attrait du plaisir lorsqu’on réussit à l’intéresser, et nous avons destiné nos traductions á
devenir une lecture choisie
que les mères
et les filles peuvent
faire en commun” (cit. en Cossy,
1995: 77; Cossy, 1999: 110-1; la cursiva es mía). Tal
vez por esta razón, o tal vez por la participación de varias mujeres de la
familia Pictet en la corrección y traducción de los
textos de la parte literaria de la colección (Pictet,
1892: 63), la cuestión es que gran parte de las obras que se reproducen en la Bibliothèque britannique
era de escritoras inglesas, entre las que podemos destacar a Frances Burney, Charlotte Smith,
Clara Reeve, Mary Wollstonecraft,
Helen Maria Williams, Mary Hays,
Elizabeth Inchbald, Ann Radcliffe,
Maria Edgeworth o Jane Austen. Entre ellas estarían las hermanas Lee, quienes como
profesionales de la educación que eran ya habrían creado los cuentos con el fin
de utilizarlos en su colegio como textos didácticos para sus alumnas, lo cual
se ajustaba más que convenientemente a los fines que perseguían los editores
ginebrinos con su biblioteca.
Por lo que se refiere a la traducción, como se ha mencionado
más arriba, eran las mujeres de la familia Pictet las
que en mayor medida se hacían cargo de esta labor, en concreto, se menciona a
la esposa e hijas de Charles y a las hijas de Marc-Auguste Pictet
(Pictet, 1892: 63), una mano de obra, por tanto,
cómoda y barata, e imaginamos que por ello muy ventajosa para los editores.
Como la Bibliothèque britannique
era una colección que se basaba en la traducción de textos, los propios
editores de la obra darán cuenta de los principales presupuestos en los que
basarán el método traductológico empleado. Así, en el primer volumen de la sección
“Littérature” afirman lo siguiente:
La partie la plus
difficile de notre entreprise, et l’écueil que nous redoutons le plus, est la
traduction ou l’analyse des ouvrages d’imagination; le génie de la langue et
l’esprit de la nation Anglaise sont tellement essentiels au caractère de ces
écrits, que ni la traduction servile, ni l’imitation libre, ne peuvent
atteindre la plénitude d’effet des originaux (1800 : 1, 8-9).
Queda patente pues que su manera de entender la traducción
sigue siendo la predominante durante el siglo XVIII, es decir, que admiran lo
que de inglés tiene el texto, especialmente la novedad y la fuerza, sin
embargo, hay aspectos que no pueden aceptar y que no se adaptarían al gusto de
sus lectores todavía dominado por las reglas clasicistas francesas, como la
falta de orden, las digresiones y gran atención al detalle, algunos personajes
y expresiones excesivamente vulgares, etc. (West, 1932; Graeber,
1996; Asfour, 2001).
3. MINERVA O EL REVISOR GENERAL (1808)
Los tres cuentos de Sophia y Harriet Lee que se publicaron en la Bibliothèque britannique aparecerán traducidos al
castellano en la Colección de varias novelas inglesas comprendidas en la Colección
periódica de la Minerva
o Revisor general, que fue publicada en 1808 por Pedro María de Olive
(1768-1843), abogado, escritor y periodista murciano. Aprovechando la oportunidad
que le ofrecía la prensa de dar a la luz de forma periódica textos como estos,
que eran poco conocidos o inéditos (Urzainqui, 1995:
163), los publicó en un primer momento por entregas en el periódico Minerva o el Revisor general, y
posteriormente, en volúmenes separados. Se tradujeron al castellano con los
siguientes títulos: Las dos Emilias, o los efectos del odio y de la venganza, Arundel o Los dos hermanos, el bueno y el malo,
y William Cavendish, o Los malos efectos
del divorcio y el juego. Este sería el orden en el que fueron publicados
los cuentos, tal y como lo apunta María José Alonso Seoane
a través de la información que se desprende de los anuncios que sobre ellos
ofreció la Gaceta de
Madrid (2002: 58-60)[3].
Podemos recoger aquí alguno de estos anuncios, así, William Cavendish se anunció del modo siguiente en la Gaceta de Madrid del 31 de mayo de 1808:
Esta historia, con la
anterior de Arundel, compone parte de la colección de las mejores novelas o
cuentos ingleses, que se va formando en dicho periódico para recreo e
instrucción de los lectores. En el siguiente cuento se pinta con los más vivos
colores, y por medio de lances muy bien imaginados, los daños que acarrea a una
mujer el lujo y la disipación, causa general del divorcio; y a los jóvenes el
dejarse llevar de la ociosidad, que les conduce insensiblemente al juego y demás desórdenes (Alonso Seoane, 2002: 60).
Las tres versiones castellanas se publicaron sin nombre de autor,
algo habitual en la época (Rodríguez Gutiérrez, 2004: 115), aunque sí se
menciona que proceden de Los cuentos de
Canterbury de la Biblioteca británica. Junto a estos, vio la luz
también otro cuento titulado El veterano
ó las pruebas del amor conyugal, que, si bien por el título y la temática
que se deja entrever parece estar estrechamente relacionado con los anteriores,
su origen sería otro. La denominación genérica con la que se publicaron los
cuentos en la colección de Olive es doble, de una parte, Las dos Emilias y William Cavendish aparecen etiquetados como “historia inglesa”,
mientras que Arundel
se identifica como “cuento”, lo que resulta un tanto insólito si tenemos en
cuenta que la colección comprendía, según rezaba en su título, “varias novelas
inglesas”. Es por ello evidente que no estaba clara la delimitación entre los
diferentes géneros narrativos y que se podían utilizar diferentes fórmulas para
denominar los relatos breves durante la primera mitad del siglo XIX, variando
incluso en el curso del tiempo o de un autor a otro (Rodríguez Gutiérrez, 2008:
20-1).
Como ocurría con la práctica totalidad de textos ingleses
que se traducían al castellano en estos momentos, los tres cuentos de Harriet y Sophia Lee se
tradujeron, como acabamos de ver, de versiones intermedias en francés, y así
sucedía no sólo con el inglés, sino también con los procedentes de otras
lenguas como el alemán (Montesinos, 1980: 16; Ferraz, 1997: 606; Ruiz Casanova,
2000: 400). Normalmente la educación de los individuos de las clases altas o
medias-altas incluía el estudio del francés, por lo que muchos de ellos leían
las novedades europeas en esta lengua; sin embargo, al democratizarse la
lectura y alcanzar la educación a grupos sociales que anteriormente no habían podido acceder a ella, se hizo necesario traducir
estos textos al castellano. De modo que lo habitual era que aquellos que se
dedicaban a traducir lo hicieran desde el francés. En el caso de Pedro de
Olive, se reúnen varios factores por los que se le puede considerar bien
capacitado para ello, pues, además de haber estado en Francia durante su
juventud, su abuelo paterno y su esposa eran franceses (Cavaillon
Giomi, 2009: n.p.). Lo
cierto es que si se traducía del francés, los textos más trasladados al
castellano eran obviamente los franceses; con todo, se puede hablar ya en los
últimos años del setecientos de “una incipiente anglomanía, que se irá
robusteciendo con los años, favorecida por razones de tipo político y militar
en las primeras décadas del siglo XIX” (Lafarga,
2004: 210), una tendencia en la que se inscribe Olive, como buen patriota y antifrancés que era (Cavaillon Giomi, 2009: n.p.). En este
sentido, es de destacar el hecho de que la propia Bibliothèque britannique, por su origen en Ginebra y
la tradicional vinculación de esta ciudad con la cultura anglófona,
constituyera uno de los primeros focos en el avance de esta cultura en el
continente frente a la hegemonía de la francesa (Bickerton,
1999: 19), aunque paradójicamente la lengua utilizada para ello fuera la
francesa.
La colección de la Minerva
o El Revisor general, como se indica a través de un prospecto al final de
uno de los cuentos, salía en Madrid los martes y viernes, y contenía “cada uno de
sus números un pliego de marca grande, buen papel y correcta impresión, que se
vende á real” (Lee, 1808: n.p.). Además de una parte
dedicada a literatura nacional, presentaba una segunda consagrada a la
literatura extranjera con “extractos extendidos de las mejores obras publicadas
en toda Europa, desde principios del siglo, pertenecientes a las buenas letras,
geografía, filosofía, antigüedades, ciencias naturales, política y ficciones
agradables” (Lee, 1808: n.p.), en la que se
inscribirían estos tres cuentos.
No era esta la primera vez que Olive daba a la imprenta una
obra de este tipo, sino que ya había publicado con anterioridad colecciones
similares, sumándose así a la moda del momento de sacar colecciones de relatos
(Álvarez Barrientos, 1991: 221-2). En 1796 había publicado una colección
titulada Las noches de invierno, ó Biblioteca escogida de historias,
anécdotas, novelas, cuentos, chistes, agudezas, fabulas, ficciones mitológicas,
aventuras de hadas y encantadoras, relaciones de viages,
descripciones de paises y costumbres singulares y
raras, maravillas y particularidades admirables de la naturaleza y del arte.
Obra en la qual se ha procurado reunir quanto puede servir de instrucción y diversión en la
lectura, en la que presentaba al público español un compendio del más
selecto material publicado en el extranjero (Barjau Condomines, 1990: 417), que, como dice en el prólogo, le
había llevado un gran trabajo realizar: “Me ha sido preciso pasar años enteros
recorriendo grandes y voluminosas Bibliotecas, desenterrando del polvo y la
obscuridad infinitos libros, revolviendo muchos, fastidiosos, pesados e
indigestos tomazos, haciendo innumerables extractos y apuntaciones” (Olive,
1796: xiv), unas palabras en las que se deja entrever su inclinación hacia los
relatos breves frente a los textos narrativos en varios volúmenes que se
publicaban en la época. Ya en el siglo XIX, presentó un proyecto para publicar
una colección bajo el título de Biblioteca
de literatura que no llegó a término al coincidir con la promulgación de
una orden real mediante la que se prohibía la publicación de nuevos periódicos
(Cavaillon Giomi, 2009: n.p.). En 1807, Olive presentó otra colección, que en esta
ocasión sí que vio la luz, la Biblioteca
Británica, o colección extractada de las obras inglesas, de los periódicos, de
las memorias y transacciones de las sociedades y academias de la Gran Bretaña,
de Asia, de África y de América; comprendiendo principalmente la historia, la
geografía, los viajes, las obras de educación, las novelas y ficciones
agradables, y un año más tarde, la colección de la que damos cuenta en este
trabajo. En estas dos últimas compilaciones, el trabajo de Olive no fue tan
arduo pues el resumen o síntesis de los textos ya le venía dado en la Bibliothèque britannique,
de donde él los tomaba y traducía.
Si bien la primera intención de Olive al publicar este tipo
de colección es económica, se trata de un autor que valora los géneros
narrativos dado que considera que divierten a la vez que enseñan (Ferreras,
1973: 178), una circunstancia que queda acentuada por el hecho de que años más
tarde publicará él mismo una novela original. Es el mismo Olive quien,
haciéndose eco de parte del prólogo incluido en el primer volumen de la Bibliothèque britannique,
manifiesta que su colección “podrá ser muy util á los
padres y madres de familia y a los maestros, para que los empleen en la
instrucción de la juventud, pues hallarán formada una especie de enciclopedia
periódica” (1807: 4), pero junto a la utilidad ocupa un lugar reseñable el
entretenimiento, o como en este caso se especifica, “entre todos los motivos
que hay de leer, no sea uno de los más fuertes el de la curiosidad” (Olive,
1807: 5). No sólo esto sino que este tipo de colecciones de novelas cortas o
compendiadas constituye un incentivo para el público
lector dado que se abarcaba un espectro más amplio dentro de la escala social y
además se podía leer y comentar en el transcurso de una tertulia. Por otra
parte, este modelo narrativo resultaba útil a los editores pues les permitía
despojar el texto de lo que no se acomodaba a los gustos de los lectores
españoles y de lo que resultaba demasiado prolijo (Álvarez Barrientos, 1996:
259).
Conviene destacar que cuando los tres cuentos llegan a
España, se da una insistencia incluso mayor por parte de su traductor y editor
en recalcar la utilidad moral de los mismos, y se lleva a cabo mediante los
nuevos títulos con los que Olive presenta sus traducciones. Este incorpora unos
subtítulos en los que se pone de relieve la enseñanza moral que se obtendrá con
los mismos: “los dos hermanos, el bueno y el malo”, “los efectos del odio y de
la venganza” y “los malos efectos del divorcio y el juego”. Esta manera de
construir los títulos podría ser consecuencia de la influencia del también escritor
inglés Samuel Richardson, y así lo ve Eterio Pajares en Pablo de Olavide, quien había creado unos títulos en que, como en
este caso, tras la referencia al personaje central de la novela, se daba cabida
al “corolario moral, en el cual se exalta la virtud o la idea ejemplar o se
denigra el vicio, o se restablece el nivel ético” (Pajares, 1989-1990: 387). Al
brindar a sus lectores estos cuentos de intencionalidad moral tan notoria,
Olive no hacía más que seguir las tendencias de la época, si tenemos en cuenta
la clasificación que realiza Borja Rodríguez Gutiérrez para la cuentística de
esta época en dos grandes grupos, los cuentos de intención moral y los que
prescinden de ella, aunque serán los primeros los que predominen. A decir
verdad, el cuento o narración breve resultaba muy útil para aquellos autores
que pretendían combinar instrucción y entretenimiento, no en vano había sido
utilizado como vehículo de enseñanza desde la Edad Media (Rodríguez Gutiérrez,
2004: 42).
4. ESTUDIO DE LAS
TRADUCCIONES DE LA MINERVA O EL REVISOR GENERAL
Pedro María de Olive no se pronuncia sobre el método
utilizado en sus traducciones; ahora bien, si tenemos en cuenta las
manifestaciones realizadas por otros traductores españoles de la época, podemos
suponer que se alinearía junto a los editores de la Bibliothèque britannique en esa idea de tratar de
encontrar un punto medio entre la traducción fiel, considerada servil, y la
libre (García Garrosa y Lafarga, 2004: 7). Olive sí
mencionará otros aspectos relacionados con este tema en el prólogo de Las noches de invierno cuando dice que:
“Parece habernos empeñado en agotar el inmenso tesoro de los extranjeros. Cada
día se anuncian nuevas traducciones. Entre la muchedumbre de novelas que ni merecian ser traducidas ni impresas, se hallan no obstante
las mejores y mas excelentes, principalmente Inglesas” (Olive, 1796: v-vi). Es
decir, manifiesta una idea recurrente en esta época de entresiglos
acerca de la sobreabundancia de traducciones, y que efectivamente parece cierta
para la época romántica al menos (Pegenaute, 2004:
322). De otra parte, en el primer volumen de la Biblioteca británica, colección también publicada por Olive,
encontramos un texto titulado “De la dificultad y mérito de las traducciones;
sacado de Looker-on”, que a su vez es traducción de
un texto del volumen sexto de la sección “Littérature”
de la Bibliothèque britannique,
cuyas ideas suponemos que suscribían tanto los editores ginebrinos como el
español al incluirlo entre los textos seleccionados para su colección. El
título resulta ya una clara declaración de principios, que se desarrolla a lo
largo del texto y que podría resumirse en el siguiente párrafo: “Para traducir
bien se necesita talento; pero que le sujete el juicio: es menester
circunspección y cierta medida; pero al mismo tiempo movimiento y viveza: se
necesita ambición; pero que no se muestre: libertad y reserva; en fin haberse
formado un hábito de reprimirse y contenerse” (Olive, 1807: I, 395).
Por lo que se refiere a las traducciones, se va a tener en
cuenta el texto meta español con respecto del original inglés, aunque señalando
si los cambios observados se encuentran en la versión francesa o no. Ahora
bien, se prestará atención a aquellas modificaciones específicas de la
traducción española y en particular, las debidas a motivaciones culturales,
ideológicas o religiosas. No se trata de ofrecer una detallada lista con los
cambios observados, sino más bien una aproximación general en la que se reseñen
aquellos aspectos más significativos y curiosos, y que dan una idea bastante
aproximada de cómo se entendía la labor traductológica
en aquellos momentos y cómo se llevaba a cabo. En general, en la traducción
española se sigue con bastante fidelidad el texto en francés procedente de la Bibliothèque britannique,
como ocurre normalmente en este tipo de traducciones y en este periodo
histórico (Lasa Álvarez, 2004 y Lorenzo Modia y Lasa
Álvarez, 2007), y esto es precisamente lo que ocurre en el relato titulado Las dos Emilias.
Sin embargo, en Arundel
y William Cavendish, como veremos más
adelante, hay ciertas alteraciones que a nuestro entender vienen dadas por el
condicionamiento de la censura, aunque también habría que hablar de la especial
idiosincrasia española fuertemente mediatizada por la Iglesia católica. No
debemos olvidar que tan sólo unos años antes, en concreto en 1799, se prohíbe
la impresión de novelas y que como consecuencia, los escritores “casi tenían
que pedir perdón, o por lo menos pretender que el gusto sacado de su lectura
sólo servía para dar, más eficazmente, una lección moral al pueblo lector” (Domergue, 1985: 486). En cualquier caso, como consta en
expedientes del Archivo Histórico Nacional, Pedro María de Olive obtuvo en
octubre de 1808 licencia del Juez de Imprentas para continuar imprimiendo el
periódico La Minerva o El Revisor general,
publicación para la que ya había obtenido permiso en 1805, y se le insta a que
continúe en los mismos términos en los que venía haciéndolo (AHN, Consejos
5568, leg. 44-33), de lo cual se desprende que esta
publicación de Olive no se consideraba peligrosa o contraria a la legalidad por
lo que respecta a la normativa sobre censura de la época. Pero, además de la
censura gubernativa, la eclesiástica o de la Inquisición constituyó si cabe un
impedimento más temible, de ahí que los propios autores, tras la labor ardua
que suponía llevar a cabo una traducción, trataran de dar a la luz un texto que
se acomodara a lo que se esperaba de ellos despojándolo de todo aquello que
podía no ser adecuado para sus lectores (Pajares, 2010: 71). Como veremos a
continuación, las traducciones de la
Minerva o El Revisor general constituyen claros ejemplos de estos aspectos traductológicos de la época que Eterio Pajares ha
denominado “traducción tutelada”.
Comparando las tres versiones de los textos, la original
inglesa, la traducción francesa y la española, en primer lugar señalaremos que
el resumen o compendio se realiza en el primero de los pasos, en la traducción
francesa, pues se puede afirmar que salvo alguna excepción de la que hablaremos
más adelante, la española sigue muy de cerca la traducción francesa. Por otra
parte, también se observa una gradación en el nivel de síntesis y de supresión
u omisión de frases y párrafos, dado que es superior en el cuento de Las dos Emilias,
al tratarse del más extenso de los tres, mientras que en el más breve, Arundel, no hay
resúmenes y apenas si hallamos omisiones. En general, se puede afirmar que el
principio que rige la eliminación de párrafos o pasajes de los cuentos con el
fin de extractarlos o resumirlos es prescindir de todo aquello que no se
refiera al argumento central y a los personajes principales.
Este hecho supone en algunos casos la desaparición de
aspectos ideológicos o sociológicos muy interesantes que contenían los cuentos
originales ingleses. Destaca el titulado William
Cavendish, con varias muestras de ello. Uno de los personajes del cuento,
Montague, es capturado cuando está en América por nativos de aquellas tierras y
será su cautivo durante un tiempo. Al referirse a estos últimos el narrador
sostiene que los indios carecen de curiosidad e interés por las cosas más
porque ignoran lo más básico de aquello que ven y oyen, que por un defecto en
su naturaleza (Lee, 1832: I, 395), sin embargo, tanto en el texto en francés como
en el castellano, la explicación se abrevia y los indios son simplemente
ignorantes. También desaparece un pasaje significativo para entender la nueva
perspectiva que empezaba a vislumbrarse sobre las relaciones entre hombres y
mujeres en el matrimonio, dado que Montague y Wissekaw,
el nativo con el que traba amistad durante su cautividad, ponen voz a dos
maneras muy diversas de entender el matrimonio. Mientras el indio únicamente
quiere una esposa para librarse de las tareas más pesadas que debe realizar,
Montague le explica en qué consiste el matrimonio en sociedades “más
civilizadas”, donde el sentimiento amoroso juega un papel decisivo y los
hombres se muestran felices y satisfechos de poder aconsejar y proteger a las
mujeres, pues resultan encantadoras por ser dependientes e interesantes por ser
más débiles (Lee, 1832: I, 396). La pérdida de detalles también puede
transformar algunos pasajes de la traducción, aunque no de forma decisiva, sí
sustancialmente, como ocurre en la descripción de la casa que una de las
protagonistas de William Cavendish
posee en España, en concreto en San Roque, Cádiz. Mientras que en el texto
original inglés se habla del estilo español, morisco, de la decoración, con
elementos como sofás o cojines (Lee, 1832: I, 432), y se califica en dos
ocasiones a todo el conjunto como romántico (Lee, 1832: I, 431 y 433), la
traducción francesa y, consiguientemente, la española, se ven desprovistas de
gran parte del ambiente sugerente y exótico del original.
Se aprecia asimismo la omisión de muchos pasajes satíricos y
de cierta ironía del original inglés en las sucesivas traducciones. Es una
circunstancia que también ha observado Valérie Cossy en las dos traducciones que ha analizado de novelas
inglesas en la Bibliothèque britannique,
tanto en Nature and Art de Elizabeth Inchbald (1995: 83-4) como en Pride and Prejudice de Jane Austen (1999: 117-8). Se dejan así los cuentos reducidos a
textos didácticos y moralizantes con un toque de sentimentalismo, que era lo
que los editores ginebrinos querían proporcionar a sus lectores, pero en particular
a sus lectoras. Ejemplo de lo expuesto sería un caso en el que el fragmento
original ingles de Arundel
“But this was a manoeuvre, which though apparently
satisfactory to three of the company,
was but little
agreeable to the fourth: and the eyes of the
young peasant incessantly reproached his mistress for
those glances, which the person,
the manner-and, above all, the
flattery of Lindsey, united to draw
from her” (Lee, 1832: I,
27), se traduce al francés como: “Cette manoeuvre ne parut
pas plaire à Lubin, & ses regards reprochoient à Annette
les sourisses & les coups-d’oeils
que les flatteries de Lindsay lui valoient”
(1800: Littérature
12, 378); y en castellano como: “No agradó esto mucho al aldeano, y con sus
miradas daba a entender los zelos que tenía de que se
riyese y alegrase con los requiebros que Lindsey la echaba” (Arundel 12). La lectura sucesiva de los tres pasajes resulta
más que evidente para comprobar la pérdida total del tono satírico del texto
inglés en los dos restantes.
Esto por lo que se refiere a la cantidad de texto, si nos
detenemos en cambio en el estilo de las tres versiones, se aprecia, a mi
entender, un estilo más descuidado en las traducciones, probablemente por la
prisa con la que debían realizarlas, hasta llegar en la traducción castellana a
la presencia de bastantes coloquialismos, como “ir volando” (Arundel 25),
“guapetón” (Arundel
33), o mencionar que uno de los personajes es un “gorrón” (Arundel 35), cuando en francés e
inglés se decía que era un “parásito”. Una mujer coqueta se dice que es “alegre
de cascos” (Arundel
30), y se traduce “oficialito” (William
Cavendish 13) para officer of Gardes y
“cortada” (William Cavendish 37) para
embarrassed.
A través del análisis de diversas frases se comprueba también el estilo
descuidado al que nos estamos refiriendo, como vemos en el caso siguiente: “With the tears
of his father had evaporated the terrors of William” (Lee,
1832: I, 385-6), será en francés “Les terreurs de
William s’étoient dissipées
avec les larmes de son pere” (1800: 13, 110), y en castellano “William viendo
llorar a su padre perdió todo el temor” (William
Cavendish 9). Lo mismo se puede apreciar incluso en párrafos, pues el
inglés
But though Lord
Lindsey perceived not the alteration in himself, the World was not so
complaisant. His friends found out that he was weak; his enemies, that he was
unprincipled; the old thought him too young; and the young discovered daily
that he was too old. In two points were they all agreed; that he was an
imperious husband, and a foolishly fond father (Lee, 1832: I, 21);
es en francés
Milord Lindsey n’étoit pas jugé avec autant d’indulgence par les autres que
par lui-même. Ses amis décovrirent qu’il baissoit. Ses ennemies l’accusoient
d’immoralité. Les gens agés le trouvoient
trop jeune, & les jeunes gens trop vieux. Mais il y avoit
deux points sur lesquels tout le monde étoit
d’accord; savoir, qu’il étoit mari très impérieux,
& pere très foible
(1800: 12,371);
y en castellano “Las demas gentes
no pensaban tan favorablemente de Milord Lindsey,
pues sus amigos veían bien que estaba muy cascado. Sus enemigos decían que era
un loco, los viejos que era muy amuchachado y los mozos que era viejo; pero
todos convenían en que era un marido muy imperioso y un padre muy débil” (Arundel 6-7).
Finalmente, y en cuanto a cambios apreciables únicamente en
la traducción castellana, destacamos varios muy significativos al poner de
manifiesto las diferencias culturales entre los pueblos implicados. En el
cuento Arundel
el protagonista visita un convento para entregar una carta a una joven novicia
de la que cae rendidamente enamorado durante una pequeña entrevista que
mantiene con ella y otra joven monja (Lee, 1832: I, 32-3). A lo largo del cuento,
el protagonista masculino, Arundel, se reencuentra
con la joven de la que se había enamorado y que ya ha abandonado el convento,
para descubrir que en modo alguno es tan inocente como aparentaba y que lleva
una vida un tanto licenciosa. Es evidente que por motivos culturales, pero
especialmente religiosos, resultaba totalmente inapropiado e incluso indecoroso
para los lectores españoles el hecho de que un joven pudiera enamorarse de una
monja, o que las jóvenes pudieran abandonar sin más el convento y en algunos
casos comportarse de forma disipada. Por no mencionar los problemas que este
tipo de situaciones podrían acarrear con la censura. De manera que Olive lo
soluciona convirtiendo el convento en un colegio (Arundel 16-7). Al final del
cuento Arundel encuentra casualmente a la otra
novicia que había conocido también en el convento y que ya ha dejado, al igual
que su compañera, los hábitos y la reconoce por la voz (Lee, 1832: I, 62),
puesto que de otro modo no hubiera podido identificarla al llevar en el
convento el rostro cubierto por un velo. En este caso Olive no podía hacer
mención al velo al haber situado la acción en un colegio, de manera que la
solución que el traductor español adopta es señalar que Arundel
no había podido ver con claridad a la joven por la falta de luz existente en el
lugar (Arundel
42).
El cuento William
Cavendish resultaba problemático, al menos en la sociedad española de
aquella época, por el tema del divorcio, puesto que a lo largo del cuento se
descubre que la madre del protagonista no había muerto, como a él le habían
hecho creer, sino que se había divorciado y vuelto a casar. En este caso el
traductor español no recurre a soluciones tan creativas como las llevadas a
cabo en el cuento anterior, sino que utiliza el divorcio para criticarlo ya
desde el título del cuento como indeseable y plantear así la moralidad del
relato mediante los vicios que se deben de evitar. A esto se une una nota en la
que el traductor advierte a los lectores de lo siguiente: “Aunque las leyes inglesas,
como se ve aquí, permitan el divorcio, no deja por eso de ser mirada con
desagrado y aun odio en la sociedad, la persona que de este modo rompe un lazo
que por las leyes divinas es indisoluble, y que por las humanas muy rara vez y
solo por gravísimas debía romperse” (William
Cavendish 58), convirtiendo así un tema espinoso como este en otro
ingrediente más de la enseñanza moral que se pretendía ofrecer a través de los
cuentos.
5. CONCLUSIÓN
Como se indica en el título de este trabajo, a finales del siglo
XVIII y principios del XIX se realizó una relectura de los célebres Cuentos de Canterbury de Chaucer por parte de las hermanas Sophia
y Harriet Lee, dando lugar a unos relatos que
redimensionaron la narrativa breve en Gran Bretaña. Estos textos por su
carácter moral y didáctico se adaptaron perfectamente a los objetivos que
perseguían los creadores de la Bibliothèque britannique ginebrina, por lo que tres de ellos se
publicaron en francés en esta colección que conoció un gran éxito en todo el
continente europeo. Así llegaron a España, de la mano de Pedro María de Olive. Éste aprovechó las
posibilidades que le brindaba el fuerte crecimiento de la prensa periódica, así
como la buena acogida que tenían las colecciones y misceláneas para publicar
sus obras, contribuyendo con ello al desarrollo de un género, la narración
breve o cuento, en plena expansión en estos momentos. Los textos que Olive tomó
de la biblioteca ginebrina encajaban oportunamente con los propósitos que
pretendía lograr en sus colecciones, tanto por su extensión como por su
temática y contenido. Sin embargo, como se ha podido observar, al traducirlos
tuvo que adaptar ciertos aspectos de los mismos que no resultaban aceptables
para la sociedad española de la época, incluyendo a lectores y censores.
Finalmente, queremos poner de relieve que gracias a las publicaciones de Olive,
los españoles pudieron acceder a un reducido pero curioso panorama de la
cultura y literatura inglesa de finales del siglo XVIII, si bien pasado por el
tamiz de la versión intermedia suiza utilizada. En particular, resultan
interesantes por la presencia de varias escritoras inglesas como las hermanas
Lee, poco conocidas en España.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
ALONSO SEOANE, M. J. (2002). Narrativa de ficción y público en España: los anuncios en la Gaceta y el Diario de Madrid (1808-1819). Madrid: Editorial Universitas.
ÁLVAREZ
BARRIENTOS, J. (1991). La novela del siglo XVIII. Madríd: Júcar.
---. (1996). “Novela”. En Historia literaria de España en el siglo
XVIII, AGUILAR PIÑAL, F. (ed.).
Madrid:
Ed. Trotta CSIC, 235-283.
ALLISTON, A. (2000). “Introduction”.
En The Recess, or A Tale of Other Times,
de S. LEE, ALLISTON, A. (ed). Lexington (KY): The University Press of
Kentucky, xxviii-xxix.
ASFOUR, L.
(2001). “Theories of Translation and the
English Novel in France, 1740-1790.”.
En La
diffusion de Locke en France. Traduction au XVIIIe siècle. Lectures de
Rousseau, SVEC
2001.4. Oxford: Voltaire Foundation, 269-278
BARJAU CONDOMINES, T. (1990). La
novela en España en el siglo XVIII.
Teoría y evolución
de un género. Tesis doctoral. Barcelona: Universidad
de Barcelona.
BICKERTON, D. M. (1986). Marc-Auguste
and Charles Pictet, the Bibliothèque
britannique
(1796-1815) and the Dissemination of British
Literature and Science on the Continent. Ginebra: Slatkine Reprints.
---.
(1999). “Introduction”. En The Transmission of Culture in Western Europe, 1750-1850. Papers
Celebrating the Bicentenary of the Foundation of the Bibliothèque
britannique
(1796-1815) in Geneva, BICKERTON
D.
y J. PROUD, J. (eds.). Berna, Berlín, Bruselas,
Frankfurt, Nueva York, Viena: Peter Lang, 11-20.
CAVAILLON GIOMI, J. (2009). “Pedro María Olive (1768-1843), employé de
l’État, homme de Lettres et journaliste”. El Argonauta Español
6, s.p.
(Último acceso 28/11/2009). http://argonauta.imageson.org/document131.html.
COSSY. V.
(1995). “Nature & Art d’Elizabeth
Inchbald dans la Bibliothèque
britannique et dans l’oeuvre d’Isabelle de Charrière (1796-1797)”. Annales Benjamin Constant 18-19, 73-89.
---. (1999).
“Pride and Prejudice in the Bibliothèque britannique
(1813)”. En The
Transmission of Culture in Western
Europe, 1750-1850. Papers Celebrating the Bicentenary of the Foundation of the Bibliothèque britannique (1796-1815)
in Geneva, BICKERTON, D. y PROUD,
J. (eds.). Berna, Berlín, Bruselas, Frankfurt, Nueva York, Viena: Peter
Lang, 105-128.
DOMERGUE, L. (1985). “Ilustración y novela en
la España de Carlos IV”. En Homenaje a
José Antonio Maravall. Eds. M. C. IGLESIAS, M.C., MOYA, C. y RODRÍGUEZ
ZÚÑIGA, L. (eds.), Vol. I. Madrid: Centro de Investigaciones
Sociológicas, 483-498.
FERRAZ, A. (1997). “Traducciones de textos
narrativos durante el Romanticismo”. En Historia
de la literatura española. Siglo XIX (I), CARNERO,
G. (coord.). Madrid: Espasa Calpe, 603-660.
FERRERAS,
J. I. (1973). Los orígenes de la novela decimonónica 1800-1830. Madrid: Taurus.
GARCÍA GARROSA, M. J. y LAFARGA, F. (2004). El discurso sobre la traducción en la España
del siglo XVIII. Estudio
y antología. Kassel:
Edition Reichenberger.
GARSIDE, P. (dir.). British Fiction, 1800-1829: Publishing Papers. (Último acceso 23/01/2009).
http://www.british-fiction.cf.ac.uk/publishing/cant01-42.html.
GILBERT, H. (1989). “Introduction”.
En
The Canterbury Tales, de H. y S. LEE, GILBERT,
H. (ed.). Londres, Boston,
Sydney, Wellington: Pandora.
GRAEBER, W.
(1996). “Le charme des fruits défendus: Les traductions de l’anglais et la
dissolution de l’idéal classique”. En La
traduction en France à l’âge classique, BALLARD, M. y D’HULST,
L. (eds.).
Lille: Presses universitaires
du Septentrion, 305-319.
KELLY, G. (1990). “Unbecoming a Heroine: Novel
Reading, Romanticism, and Barrett’s The
Heroine”. Nineteenth
-Century
Literature 45.2, 220-241.
LAFARGA, F. (2004). “El siglo XVIII, de la Ilustración al
Romanticismo”. En Historia de la
traducción en España, LAFARGA, F.
y PEGENAUTE, L. (eds.). Salamanca:
Ed. Ambos Mundos, 209-319.
LASA ÁLVAREZ, B. (2004). “A Simple Story de Elizabeth Inchbald
en español: ¿una novela o sólo parte de ella?”. En Insights into Translation (Vol. VI), SOTO VÁZQUEZ, A.L. (ed.). A Coruña: Universidade
da Coruña, 141-153.
---. (2010). “Reviewing Women in the Long Eighteenth-Century: A Question of Inequality”. En Diferencias, (des)igualdad y justicia. Differences, (In)equality,
and Justice. Estudios de Mujeres. Volumen VII, ANTÓN-PACHECO, A., DURÁN, I., MÉNDEZ, C., NEFF,
J. y RODRÍGUEZ, A.L. (eds.).
Madrid: Ed. Fundamentos, Univ. Complutense, 191-200.
LEE, H. (1799). Arundel. En Bibliothèque Britannique. Vol. 12, PICTET, M.-A., PICTET, Ch. y MAURICE, F.G. (eds.). Ginebra:
Impr. de la Bibliothèque britannique.
---.
(1800). William
Cavendish. En Bibliothèque Britannique.
Vol.
13, PICTET, M.-A., PICTET
,
Ch. y MAURICE, F.G. (eds.). Ginebra:
Impr. de la Bibliothèque britannique.
---. (1808). Arundel, ó los dos hermanos, el bueno y el malo.
Cuento. Madrid: Impr. de Vega y compañía.
---. (1808). William Cavendish, ó los malos efectos del divorcio y del juego.
Madrid: Impr. de Vega y compañía.
LEE, S. y H. (1832). The Canterbury Tales. Londres:
Henry Colburn y Richard Bentley; Edimburgo: Bell
& Bradfute; Dublín:
Cumming; París: Galignani.
LEE, S. (1795). El subterráneo o la Matilde. Compuesta
en inglés por Mistriss Lee; traducida al castellano.
Madrid: En la imprenta de la viuda e hijo de Marín.
---. (1800). Les deux Emilies.
Bibliothèque Britannique. Vol. 15, PICTET, M.-A., PICTET
,
Ch. y MAURICE, F.G. (eds.). Ginebra:
Impr. de la Bibliothèque britannique.
---. (1817). El subterráneo o Las dos hermanas Matilde y Leonor. Novela compuesta en inglés por Mistriss Lee; traducida al castellano y corregida
perfectamente en esta edición. Madrid: Imprenta de Villalpando.
---. (1808). Las dos Emilias, ó
los efectos del odio y de la venganza. Madrid: Impr. de
Vega y compañía.
---. (2000). The Recess, or, A Tale of Other
Times,
ALLISTON, A. (ed.). Lexington
(KY): The University Press of Kentucky.
LORENZO MODIA,
M. J. y LASA ÁLVAREZ, B. (2007). “From Britain to Spain via France: Amelia Opie’s The Father and Daughter”. En
Translators, Interpreters,
Mediators: Women Writers 1700-1900, DOW, G. (ed.). Oxford, Berna: Peter Lang AG,
129-141.
MAGGETTI, D. (1998). “La Bibliothèque
britannique (1796-1815)”. En La
“Bibliothèque universelle” (1815-1924). Miroir de la sensibilité romande au
XIXe siècle, BRIDEL,
Y. y FRANCILLON, R. (eds.). Lausana: Éditions Payot, 13-21.
MONTESINOS, J. F. (1980). Introducción a una historia de la novela en España en el siglo XIX.
Seguida de un esbozo de una bibliografía española de traducciones de novelas
(1800-1850), 4ª ed. Madrid: Castalia.
OLIVE, P. M. de. (1796). Las noches de invierno, ó Biblioteca escogida de historias,
anécdotas, novelas, cuentos, chistes, agudezas, fabulas, ficciones mitológicas,
aventuras de hadas y encantadoras, relaciones de viages,
descripciones de paises y costumbres singulares y
raras, maravillas y particularidades admirables de la naturaleza y del arte.
Obra en la qual se ha procurado reunir quanto puede servir de instrucción y diversión en la
lectura. Por D.P.M.O. Madrid: Por don Antonio Espinosa.
---. (1807). Biblioteca Británica, o colección extractada de las obras inglesas, de
los periódicos, de las memorias y transacciones de las sociedades y academias
de la Gran Bretaña,
de Asia, de África y de América; comprendiendo principalmente la historia, la
geografía, los viajes, las obras de educación, las novelas y ficciones
agradables, contenida en la colección periódica de la Minerva. Madrid:
Imprenta de Vega y Cia.
OED.
Oxford English Dictionary.
(1989). “Canterbury, adj. and n.”.2ª ed; versión
online marzo 2011. (Último acceso 13/03/2011. http://www.oed.com:80/Entry/27241.
PAJARES
INFANTE, E. (1989-1990).
“Influencia de la narrativa lacrimosa europea en las novelas cortas de Olavide”. Archivum XXXIX-XL, 385-394.
---. (2006). La novela inglesa en traducción al español durante los siglos XVIII y
XIX: Aproximación bibliográfica. Barcelona: PPU.
---. (2010). La traducción de la novela inglesa del siglo XVIII. GALVÁN, F. (ed.). Vitoria: Portal Editions.
PEGENAUTE, L. (2004) “La época romántica”. En Historia de la traducción en España, LAFARGA, F. y PEGENAUTE, L. (eds.). Salamanca: Ed. Ambos Mundos, 321-396.
PICTET, M.-A., PICTET, Ch., MAURICE,
F. G. (1800).
Bibliothèque britannique ou recueil
extrait des ouvrages anglais périodiques et autres; des Mémoires et
Transactions des Sociétés et Académies de la Grande Bretagne,
d'Asie, d'Afrique et d'Amérique, en deux séries intitulées: Littérature et
Sciences et arts, rédigé à Genève, par une société de gens de lettres. “Littérature”,
vol. 13. Ginebra: Impr. de
la Bibliothèque britannique, 4-11.
PICTET, E.
(1892). Biographie, travaux et
correspondance diplomatique de C. Pictet de Rochemont.
Député de Genève auprès du Congrès de Vienne, 1814, envoyé extraordinaire et ministre
plénipotentiaire de la Suisse à Paris et à Turin, 1815 et 1816. 1755-1824- Avec
un portrait e une carte. Ginebra:
H. Georg.
RODRÍGUEZ
GUTIÉRREZ, B. (2004). Historia del cuento español (1764-1850).
Madrid: Iberoamericana, Vervuert.
---. (2008). El cuento romántico español: estudio y antología. Santander: Real
Sociedad Menéndez Pelayo.
RUIZ CASANOVA, J. F. (2000). Aproximación a una historia de la traducción en España. Madrid:
Cátedra.
SKINNER, J. (2001). An Introduction to Eighteenth-Century Fiction. Raising the Novel. Hampshire y
Nueva York: Palgrave.
URZAINQUI, I. (1995). “Un nuevo instrumento cultural: la
prensa periódica”. En La República de las
Letras en la España del siglo XVIII. Madrid: CSIC, 125-216.
WEST, C.
W. (1932). “La théorie de la traduction au XVIIIe siècle par rapport surtout
aux traductions françaises d’ouvrages anglais”. Revue de littérature comparée XII, 330-355.
Title: The
Canterbury Tales revisited:
Versions and Translations at the End of the Eighteenth and Beginning of the Nineteenth
Century.