No hace mucho destacábamos la valentía de Julien Gracq al criticar a editores, escritores y todo cuanto rodeaba el mundo de la literatura de su época --si no han leído ‘La literatura como bluff’ (Nortesur), por favor, háganlo--. Su objetivo no era otro que pelear por erradicar el mal gusto y las artimañas para banalizar la literatura. Gracq, y como él mucho otros, se dieron cuenta de la extraña tendencia por trasmutar lo cualitativo en cuantitativo. A día de hoy existen sellos como Impedimenta, al frente de la cual se sitúa Enrique Redel, que realmente apuestan por el talento. A finales del mes de marzo, participarán en el Encuentro Nacional de Editoriales Independientes que se celebrará en Castellón.
--En un relato de Sergio Chejfec leí: “Un escritor es alguien abierto al mundo”. ¿Qué sería, por tanto, un editor?
-Un editor es un recomendador con buen oído, y alguien con capacidad de convencer a sus semejantes, los lectores, de que esa recomendación suya es jugosa. No conozco muchos oficios que sean menos egoístas. Hay personas que guardan para sí aquello que aman, a los que les cuesta compartir sus gustos. Editar es hacer público tu criterio, y disfrutar con la idea de que los demás disfruten con él.
--Resulta casi imposible evitar las etiquetas. Necesitamos diferenciarlo todo. En este sentido, el término “independiente” juega un papel importante, más en el actual panorama editorial español. Existe una lucha entre David y Goliat, entre dos modelos de negocio. ¿Cómo afrontar esa contienda?
-El David que representa la edición independiente cuenta con la ventaja de su honestidad. Aun así, la independencia no tiene que ver con el tamaño. Hay grandísimas editoriales que son independientes. Lo que diferencia a un editor independiente de uno que podríamos calificar (aunque la identificación sería muy simplista) como comercial, es que el primero persigue poner en el mercado títulos que nos expliquen como lectores, como ciudadanos. Títulos que aporten, que digan algo más sobre nosotros. Mientras que los editores comerciales buscan simplemente un producto que les proporcione un rédito económico. Hacen libros igual que podrían hacer armarios de contrachapado, o negociar con pisos, solo que hacer libros tiene la ventaja de que “da caché”. Asimismo, el editor independiente arriesga constantemente, es su modo de vida. Donde el editor “comercial” responde a los gustos del lector, se acomoda a ellos, el editor independiente propone, intenta malear la mente del lector de modo que ese descubrimiento mutuo sea fecundo. En este sentido, la edición independiente es de ida y vuelta, frente a la comercial, más unívoca al buscar solo dar respuesta comercial a un interés previo.
--Sellos como Impedimenta han optado, creo yo, por una vuelta al origen. ¿La clave de todo está en mimar el producto (a través del diseño, de las traducciones, la relación con los medios y, más importante aún, con los libreros)?
-Los editores que estamos tras sellos como el de Impedimenta partimos de un amor previo al libro, de una admiración por una serie de oficios asociados al libro, que nosotros intentamos reinterpretar, homenajear. Yo no concibo un libro feo, o un libro que sea un mero vehículo de entretenimiento y que no importe tirar. Creo que el libro es un artefacto cargado de significado, una muestra de nuestro gusto estético personal, un hito en nuestra vida. Por eso el libro hay que cuidarlo en toda su dimensión: con una buena traducción, con una buena factura, con una buena corrección, con una selección adecuada del título… Creo que también se trata de una cuestión de respeto: al lector, que si gasta su dinero ha de ser por algo bueno; al autor, que merece una edición cuidada de su obra; al librero, que apuesta, entre todos los libros del mercado por el tuyo…
--Confeccionar un catálogo coherente no debe resultar fácil. Impedimenta “aspira a recuperar y redescubrir aquellas obras literarias esenciales”. En un mundo tan competitivo, con tantos sellos como hay, ¿cómo se logra hacer eso manteniendo una identidad propia?
-La coherencia del catálogo lo marca el propio gusto del editor. A veces me sorprendo revisando viejos papeles, de hace siete, nueve, diez años, y descubriendo que ya entonces había subrayado títulos interesantes que luego había acabado editando, sin recordar que ya me habían llamado la atención antes. O se te cruza un libro que de repente te dice algo, y un día te das cuenta de que ya te había llamado la atención antes. Eso me pasa constantemente. El gusto del editor es el que es, y eso marca el espíritu de la apuesta editorial. A la fuerza ese catálogo tiene hilos invisibles que tienen que ver con las querencias del “seleccionador” de cada título que conforma ese catálogo. No conozco ningún catálogo respetable que no derive de esos gustos personales.
--Entre los autores que habéis publicado desde 2007, Stella Gibbons, Penelope Fitzgerald, Eudora Welty, Stanislaw Lem o MirceaCartarescu, incluso Natsume Soseki, son algunos de los que os han brindado mayores elogios. ¿Qué supone para Enrique Redel ser el artífice de ese “rescate literario” o exploración?
-Creo que la labor de un buen editor es justamente esa: poner sobre la mesa nuevos nombres, constantemente. No abonarse a lo ya conocido, sin apostar todo el rato, e intentar convencer a los lectores de que esa apuesta es fiable. Cuando veo un título que me interesa y compruebo que ya ha estado editado hace años, o que se trata de un autor ya muy fatigado por ediciones y más ediciones de sus obras, se me quitan las ganas de volver a ponerlo en las librerías, por muy rentable que me pueda parecer que sea la decisión de reeditarlo. Eso no me interesa en absoluto. Y además, me parece que no es honesto del todo. Jamás editaré un libro porque sepa que van a hacer una adaptación de él al cine, o porque se conmemore una efeméride de autor, o porque crea que es lo más fácil.
--El desarrollo del libro ilustrado en el mercado actual evoluciona a buen ritmo. En Impedimenta contáis con la colección ‘El Chico Amarillo’, donde uno puede encontrar trabajos de exquisita factura como ‘Piscina Molitor. La vida swing de Boris Vian’, ‘El viaje de Shackleton’ o más recientemente ‘La enciclopedia de la edad temprana’. Parece que se ha abierto una nueva vía para seguir “captando” la atención del público lector, ¿no?
-La decisión de inaugurar la colección ‘El Chico Amarillo’ deriva de mi gusto personal por el cómic desde hace muchísimos años. Era una espinita que tenía clavada. Me parecía un paso lógico dentro de la evolución de nuestra filosofía editorial. Jamás me hubiera lanzado a una colección así sin tener antes la seguridad de que lo hacía como aficionado al género antes que nada. De hecho, no entiendo que nadie abra una colección de cómic sin ser él mismo, no ya un experto, que yo no lo soy, sino un amante de ese tipo de narrativa. Dicho esto, creo que es un momento dulce para este tipo de libros, que se venden en las librerías en condiciones de igualdad con libros de otros géneros, como la novela o el ensayo. En este sentido, el papel de las librerías “generalistas” apostando por un género que hasta hace nada estaba encerrado en un gueto, es admirable.
--A finales del próximo mes de marzo se reunirán en Castellón diversas editoriales independientes para acortar distancias entre los escritores, los editores y los lectores. Impedimenta será una de las participantes. ¿Qué valor le confieres a este tipo de encuentros?
-Fundamental. La sintonía que existe entre las editoriales independientes españolas, en especial entre las nacidas en los últimos cinco o diez años es tremenda. Intercambiamos información, consejos, nos interesamos por las peripecias de otros editores amigos… En este sentido es reseñable la experiencia del Grupo Contexto, al que pertenece Impedimenta, y que agrupa a cinco editoriales independientes interesantísimas, admiradísimas, y que se ayudan entre ellas en proyectos comunes. Algunas de ellas, la práctica mayoría si no todas, estaremos en Castellón en marzo. H