Mostrando entradas con la etiqueta periodista. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta periodista. Mostrar todas las entradas

Christian Friedrich Daniel Schubart 

Christian Friedrich Daniel Schubart (nacido el 24 de marzo de 1739 en Obersontheim , † el 10 de octubre de 1791 en Stuttgart ) fue un poeta , organista , compositor y periodista alemán

Adquirió importancia histórica, en particular, a través de sus escritos de crítica social agudamente formulados , con los que denunció públicamente el régimen absolutista y su decadencia en el entonces ducado de Württemberg 

Juan Manuel de Prada: «La mitad de los españoles no tiene a nadie que la represente»

El escritor reúne en «Dinero, demogresca y otros demonios» una selección de sus mejores artículos

 (Baracaldo, 1970) se considera un «patriota español». Esa definición se desprende de la lectura de sus columnas en ABC y XL Semanal. El escritor ha reunido una selección de esos artículos en «Dinero, demogresca y otros demonios» (Temas de Hoy), libro que disecciona en esta entrevista.
- Su tesis es que el buen periodismo resiste al paso del tiempo.
- Sin duda. Es cierto que a la prensa escrita, en un afán por mimetizarse con otros medios de comunicación, concretamente con la televisión e internet, le ha invadido el síndrome del apunte sobre la más estricta actualidad, que al día siguiente se pierde. Pero la misión que tiene el periódico, y que va a tener en el futuro, es la de tratar de comprender la realidad a partir de una mirada panorámica sobre lo que nos está sucediendo. Eso no se va a perder nunca, y es vigente. Por otra parte, yo leo mucho a los clásicos de ABC, a José María Pemán, a Agustín de Foxá, y es impresionante; los lees 50 años después y sus artículos están plenamente vigentes. Eso es lo que debe buscar el periodismo.
- En ese sentido, afirma que se le antoja más actual un ABC de 1950 que todos los periódicos que ha leído en los últimos años.
- Sí, sin duda. Esto fue una cosa que me ocurrió muy graciosa: en un contenedor de escombros de una obra que estaban haciendo en mi casa había un ABC de 1950; lo cogí y era admirable cómo estaba concebido el periódico en ese momento, porque estaba lleno de reportajes que 50 años después podías leer exactamente igual. Ese es el periodismo al que hay que volver. No nos tenemos que obnubilar, porque cada medio de comunicación tiene su naturaleza propia y tratar de competir con Twitter es una gilipollez, porque Twitter es una gilipollez, y si te pones a imitar una gilipollez, es una cosa patética. Yo creo que el periódico puede tener una vida larga, pero tiene que ofrecer a los lectores algo distinto a lo que ofrecen otros medios.
- Metidos en materia, estructura el libro en once apartados. ¿Cómo hizo la selección?
- Tenía una idea, que es recurrente en lo que voy escribiendo, del proceso de descomposición que están sufriendo las democracias occidentales. Por razones muy diversas: primero, por la adulteración del principio de representación política; luego porque, como predijo Pío XI, los Estados, en vez de ser árbitros del dinero, se han convertido en lacayos del dinero. También quería hablar del proceso de abolición del hombre, de destrucción de lo humano a través de una serie de engañifas que se le dan a la gente. Con todo lo que había escrito sobre estas cuestiones, quería ofrecer una visión unitaria de lo que para mí era este proceso de crisis, de decadencia, pero sobre todo de fin de una civilización. El libro es un libro político, de pensamiento político, con una filiación muy evidente, que es el pensamiento tradicional español, y es una llamada a recuperar una serie de cuestiones fundamentales, que los españoles hemos dejado en la cuneta.

¿Y qué es un clásico?

“Fuera de los clásicos no hay salvación”, decía don Tomás Carrasquilla. Y es cierto. No es necesario tener un olfato muy fino para descubrir detrás de un escritor su contacto y su experiencia con la literatura clásica. Una experiencia que es básica, ineludible. Pero que no debe ser una disciplina impuesta, académica, sino una necesidad interior, espontánea, natural. No se es escritor por el simple hecho de haber leído los clásicos, pero cuando alguien siente la vocación de escritor, esa ebullición interior que lo lanza a crear literariamente, tarde o temprano tiene que sumergirse en la lectura y estudio de los escritores clásicos. No para aprender, no para usufructuar, sino como vivencia espiritual, estética. Como fuente de inspiración.
Hay que volver a los clásicos. Y el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, que se celebra el próximo 28 de marzo, nos proporciona la ocasión para leer o releer sus obras. Hay un inmenso placer en la relectura. Es una pausa enriquecedora en la que logra uno liberarse del dominio esclavizante de los libros nuevos, que no dan tiempo ni espacio para leer los viejos. Es una lectura sin presiones publicitarias ni de otra índole, un simple y espontáneo movimiento del alma. El regreso a un paisaje interior. Con ese dejo de inmortalidad que tiene la melancolía.
Pero, ¿qué es un clásico? Ortega y Gasset decía que “clásico es cualquier pretérito tan bravo que, como el Cid, después de muerto, nos presente batallas, nos plantee problemas, discuta y se defienda de nosotros”. Definición que, sea dicho de paso, se acopla perfectamente a la santa carmelita española.
Lo clásico no es una simple categoría temporal. Es una permanencia pugnaz, inquietante. Eso es lo que le da su redondez, su perfección. Lo que parece desmañado, adquiere fuerza por la intensidad creadora que lo originó. Clásica, insistimos, es Teresa de Jesús, pero su estilo es desbordado, desaliñado, coloquial, espontáneo, incorrecto en algún momento. Escritor clásico no es el que se somete a la gramática, a la retórica, sino el que la crea, la hace, la impone por su fuerza interior. Volver a los clásico, entonces, no es de ninguna manera imitar a los clásicos.
A este respecto comenta Azorín: “Imitad a los clásicos -Se dice a los jóvenes-. No intentéis innovar. Y esto es contradictorio. La buena imitación de los clásicos consiste en apartar los ojos de sus obras y ponerlos en el porvenir, ellos lo hicieron así. No imitaban a sus antecesores, innovaban. De los que fueron fieles a la tradición, ¿quién se acuerda? Su obra es vulgar y anodina; es una repetición del arquetipo ya creado”.
Los quinientos años del nacimiento de santa Teresa, escritora clásica española por antonomasia, nos da pie para esta invitación de volver a los clásicos. Y no hay sino un camino: leer (o releer) sus obras.

http://www.elcolombiano.com/

Aprender a leer y escribir cambia nuestra forma de pensar

¿SABÍAS QUÉ LEER Y ESCRIBIR LITERALMENTE TRANSFORMA NUESTRA MENTE, CUERPO Y ENTORNO (NUESTRA REALIDAD)?

La escritura, como medio de comunicación, es un fenómeno cultural relativamente reciente. Se estima que el lenguaje tiene alrededor de 200 mil años, mientras que los sistemas de escritura tienen alrededor de 6 mil años. A diferencia de la adquisición  natural del lenguaje que es espontánea, autoorganizada y con poca supervisión, las habilidades de lectoescritura se adquieren a través de un proceso extensivo de aprendizaje y práctica supervisada en ambientes escolares. Sólo en las últimas décadas las campañas de alfabetización han vuelto la lectura y la escritura una habilidad generalizada en el ser humano.
Sin duda, la escritura como innovación tecnológica ha contribuido al despegue cultural de la humanidad. El antropólogo social John Goody considera que la aparición del alfabeto fue fundamental para el desarrollo de la filosofía y la ciencia en la antigua Grecia. Por su parte, el filósofo e historiador Walter J. Ong propone que la primera transformación en el pensamiento humano ocurre cuando se pasa de la oralidad a la literalidad, es decir, cuando la cultura ya no sólo se transmite de forma oral sino también de forma escrita. El controversial psicólogo Julian Jaynes elaboró una teoría a partir de la lateralización del lenguaje en el cerebro. Es bien sabido que para la mayoría de las personas las áreas de lenguaje se encuentran primordialmente en el hemisferio izquierdo, en el algunos casos en el hemisferio derecho, pero nunca distribuidas igualmente en ambos hemisferios. De ahí, Jaynes propone que antiguamente existía una mente bicamaral donde un hemisferio parecía que le hablaba al otro y lo comandaba, en una experiencia similar a las alucinaciones auditivas que sufren los esquizofrénicos. Posteriormente esta mente bicamaral colapsó, dando pie a una experiencia unitaria de conciencia. Jaynes cita a la escritura como uno de los agentes precipitadores de ese colapso, ya que liberó parcialmente a la mente de la memorización de las narrativas culturales orales, dando libertad para echar a volar nuestros pensamientos y volvernos más introspectivos y conscientes. A este respecto, en un artículo recientemente publicado, se preguntaron si podían rastrear la historia cultural de la introspección de forma cuantitativa; para ello analizaron diversos textos antiguos y calcularon la distancia semántica entre el concepto “introspección” y todas las palabras en el texto. Sus resultados muestran que la similitud de los textos con el concepto de introspección aumenta monotónicamente a través del tiempo, como en el caso deltreebrainAntiguo al Nuevo Testamento.
Más allá de las especulaciones de las propuestas teóricas que presenté, es bien cierto que la escritura es diferente del habla: esta requiere un entendimiento adicional del contenido lingüístico. ¿Cuántas veces no hemos entendido algo que podríamos explicar de forma oral pero que nos resulta mucho más complicado escribir en un texto? O, ¿cuántas veces no hemos sentido la necesidad de escribir algo para clarificar nuestros pensamientos? El lenguaje escrito es de facto un sistema metalingüístico que codifica y objetiviza el habla. Inclusive se ha argumentado que puede extender nuestra cognición. ¿Qué significa esto? La propuesta de la mente extendida nos dice que la cognición no sólo se localiza dentro del cerebro sino que se extiende al cuerpo y al mundo que nos rodea. El uso de la escritura como tecnología representa una especie de memoria externa que nos permite almacenar, indexar, clasificar y resumir información. Al hacerlo, no sólo se representa y se interactúa con la información de forma diferente, también se facilitan nuevas formas de resolver problemas. Para leer más a fondo al respecto de esta discusión filosófica, les recomiendo este número de la revista AVANT.
La escritura sólo tiene sentido de existir si la lectura es posible. ¿Cuáles son las consecuencias de aprender a leer? Primeramente, logramos acceder al lenguaje a través de una nueva modalidad que es la visión. Siendo esta innovación tecnológica sólo recientemente generalizada, no podemos esperar que la evolución pudiese haber tenido tiempo de asimilar adaptaciones específicas para facilitar las habilidades de lectoescritura, a diferencia, por ejemplo, de la adquisición del lenguaje hablado. El neurocientífico Stanislas Dehaene propone que inventos culturales como la lectoescritura sólo son

José María Carrascal presenta en Nueva York su última obra


El colaborador de ABC analizó en el Instituto Cervantes su libro «El mundo visto a los 80 años»


En el Instituto Cervantes de Nueva York se presentó ayer el último libro de nuestro colaborador José María Carrascal«El mundo visto a los 80 años», ante un público curioso por conocer la visión del periodista y escritor sobre el alborotado mundo de nuestros días. Hizo la presentación el profesor de la Universidad de Nueva York Ángel Alcalá, que destacó la claridad expositiva, la variedad de los temas abordados y que el libro pueda leerse por cualquier parte que se abra, debido a sus cortos capítulos independientes entre sí, pero trabados por la rabiosa actualidad de todos ellos y un último sentido filosófico. No estuvo de acuerdo, en cambio, el profesor Alcalá en haberse llamado al libro «testamento» del autor, quien, según él, «tiene todavía cuerda para rato».
Al tomar la palabra, Carrascal no confirmó ni desdijo a su presentador «ya que estamos en la era de la incertidumbre y los vaticinios valen tan poco como las encuestas». Pero señaló que el libro abordaba temas tratados como corresponsal, «ya sin las prisas de la crónica, con mucha más perspectiva por tanto». Dada la aceleración que han tomado los acontecimientos, algunos de ellos pueden parecer prehistóricos, «pero sin la prehistoria no se conoce la historia, y es historia, no periodismo, lo que he intentado ayudar a hacer».