El escritor reúne en «Dinero, demogresca y otros demonios» una selección de sus mejores artículos
(Baracaldo, 1970) se considera un «patriota español». Esa definición se desprende de la lectura de sus columnas en ABC y XL Semanal. El escritor ha reunido una selección de esos artículos en «Dinero, demogresca y otros demonios» (Temas de Hoy), libro que disecciona en esta entrevista.
- Su tesis es que el buen periodismo resiste al paso del tiempo.
- Sin duda. Es cierto que a la prensa escrita, en un afán por mimetizarse con otros medios de comunicación, concretamente con la televisión e internet, le ha invadido el síndrome del apunte sobre la más estricta actualidad, que al día siguiente se pierde. Pero la misión que tiene el periódico, y que va a tener en el futuro, es la de tratar de comprender la realidad a partir de una mirada panorámica sobre lo que nos está sucediendo. Eso no se va a perder nunca, y es vigente. Por otra parte, yo leo mucho a los clásicos de ABC, a José María Pemán, a Agustín de Foxá, y es impresionante; los lees 50 años después y sus artículos están plenamente vigentes. Eso es lo que debe buscar el periodismo.
- En ese sentido, afirma que se le antoja más actual un ABC de 1950 que todos los periódicos que ha leído en los últimos años.
- Sí, sin duda. Esto fue una cosa que me ocurrió muy graciosa: en un contenedor de escombros de una obra que estaban haciendo en mi casa había un ABC de 1950; lo cogí y era admirable cómo estaba concebido el periódico en ese momento, porque estaba lleno de reportajes que 50 años después podías leer exactamente igual. Ese es el periodismo al que hay que volver. No nos tenemos que obnubilar, porque cada medio de comunicación tiene su naturaleza propia y tratar de competir con Twitter es una gilipollez, porque Twitter es una gilipollez, y si te pones a imitar una gilipollez, es una cosa patética. Yo creo que el periódico puede tener una vida larga, pero tiene que ofrecer a los lectores algo distinto a lo que ofrecen otros medios.
- Metidos en materia, estructura el libro en once apartados. ¿Cómo hizo la selección?
- Tenía una idea, que es recurrente en lo que voy escribiendo, del proceso de descomposición que están sufriendo las democracias occidentales. Por razones muy diversas: primero, por la adulteración del principio de representación política; luego porque, como predijo Pío XI, los Estados, en vez de ser árbitros del dinero, se han convertido en lacayos del dinero. También quería hablar del proceso de abolición del hombre, de destrucción de lo humano a través de una serie de engañifas que se le dan a la gente. Con todo lo que había escrito sobre estas cuestiones, quería ofrecer una visión unitaria de lo que para mí era este proceso de crisis, de decadencia, pero sobre todo de fin de una civilización. El libro es un libro político, de pensamiento político, con una filiación muy evidente, que es el pensamiento tradicional español, y es una llamada a recuperar una serie de cuestiones fundamentales, que los españoles hemos dejado en la cuneta.