Edgar Allan Poe
Intentó
hacer del arte de escribir su forma de ganarse la vida, lo que le
provocó no pocas penurias a lo largo de su corta existencia. Debido a su
trabajo se vio obligado a vivir en distintas ciudades: Baltimore,
Filadelfia y Nueva York. Fue precisamente en Baltimore, en 1836, a la
edad de 27 años, donde contrajo matrimonio con su prima, Virginia Clemm,
cuando ésta contaba con tan sólo 13 años de edad. En esta época trabajó
como redactor en el periódico Southern Baltimore Messenger, donde su función consistía fundamentalmente en reseñar libros, escribiendo un significativo número de críticas. Después trabajó en varias revistas en Filadelfia y Nueva York.
La
larga enfermedad de su esposa convirtió su matrimonio en una amarga
experiencia. Su muerte de tuberculosis en el año 1847 agravó su
tendencia al alcoholismo y al consumo de drogas.
Murió en la ciudad de Baltimore el 7 de octubre de 1849,
a la pronta edad de 40 años, sin poder cumplir su gran sueño: editar su
propio periódico. Se desconoce la causa exacta de su muerte aunque fue
atribuida por muchos al excesivo consumo de drogas y alcohol.
Fue
periodista, crítico, poeta y escritor. Inició su carrera literaria en
el año 1827 con la publicación anónima del libro de poemas: Tamerlane and Other Poems .
Según
Poe, la máxima expresión literaria era la poesía, y a ella dedicó sus
mayores esfuerzos, pero la necesidad económica pronto le obligó a
dirigir sus pasos a la prosa, mucho más beneficiosa en aquel entonces.
En 1845 publicó su poema más célebre El cuervo (The Raven),
en el que el autor se siente abrumado por la melancolía, y donde la
sonoridad y el ritmo consiguen su punto más álgido. En este género,
además, destacan otros títulos como por ejemplo Las campanas (1849), El durmiente (1831), Lenore (1831), y Annabel Lee (1849), estas dos últimas, elegías a la muerte de una hermosa joven.
Algunos le atribuyen también el ser el percusor de la novela policíaca. En este género sobresalen, entre otras, El Escarabajo de oro de 1843, cuya trama se basa en la búsqueda de un tesoro enterrado, y Los crímenes de la calle Morgue de 1841.
Pero
por lo que es especialmente recordado, tanto por su genialidad como por
su originalidad, es por sus cuentos, y en especial los de terror y
misterio. Fue todo un maestro del relato corto. Según el propio Poe
decía, los cuentos son la segunda forma literaria, después de la poesía,
al permitir su lectura sin interrupciones y conseguir un efecto de
unidad que no se consigue con la novela.
Su
obra también ha sido traslada a la cultura popular, entre otras, a
través del cine, como por ejemplo, con la gran cantidad de adaptaciones
de sus relatos que el director estadounidense Roger Corman realizó.
También a través de la televisión, recordemos, sin salir fuera de
nuestro país, las adaptaciones para la serie Historias para no dormir.
El poeta nicaragüense, Rubén Darío, le dedico un ensayo en su libro Los raros.
Por
último, quiero dejar constancia de algunas geniales frases que el poeta
escribió y que han pasado a la posteridad, quizá por su originalidad,
quizá por su contundencia, o sencillamente, porque son únicas:
- Todas las obras de arte deben empezar por el final.
- Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error.
- Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.
- Todo lo que vemos desfilar ante nuestros ojos, todo lo que imaginamos, no es sino un sueño dentro de otro sueño.
- El hombre es un animal que estafa, y no hay otro animal que estafe fuera del hombre.