Biografía de Heine

Biografía de Heine

Christian Johann Heinrich Heine  (Düsseldorf, 13 de diciembre de 1797 + París, 17 de febrero de 1856) . Uno de los más destacados poetas y ensayistas alemanes del siglo XIX. Heine es considerado el último poeta del romanticismo y al mismo tiempo su enterrador. Heine conjura el mundo romántico –y todas las figuras e imágenes de su repertorio– para destruirlo. Tras el enorme éxito cosechado por su temprano Libro de Canciones (1827), que conoció doce ediciones en vida del autor, da por agotada "la lírica sentimental y arcaizante, y se abre paso a un lenguaje más preciso y sencillo, más realista".

A Heinrich Heine se le ha llamado “el último romántico”, porque al romanticismo estuvo afiliado en su juventud; pero con sus sarcasmos contribuyó a su final. Su figura es una de las que mayores odios y entusiasmos han suscitado en su país y fuera de él, porque es el mayor cúmulo que se ha visto de cualidades contradictorias.
Ein neves Lied, ein besseres Lied!: “¡Una nueva canción, una canción mejor!”, escribía Heinrich Heine en 1844. Y esa canción nueva no tardaría en llegar a la poesía española para otorgarle una atmósfera menos cargada, menos abigarrada y tempestuosa. Hacia mediados del siglo XIX el Romanticismo estaba consumado, la corriente antirromántica llevaba cada vez más caudal, había arrasado la ampulosidad del lenguaje: era ya más llano y directo. La expectativa del Romanticismo no había alcanzado lo que, desalentado, Alcalá esperaba : “Sin duda alguna, esta renovación (la romántica) de la poesía y de la crítica era sobremanera saludable; pero pecó entre nosotros cabalmente por lo que habían pecado en su aplicación y hasta en su teórica”. Poetas como Barrantes, Arnao, Viedma, Trueba y Selgas trataban de adaptar la balada germánica; el gusto por lo popular se renovaba. La estancia en Alemania de Florentino Sanz le permitió familiarizarse con la obra poética de Heine, de quien presentó traducciones en 1857, de tan decisivo influjo en la poesía de sus sucesores. Dacarrete, Ferrán y Llorente, entre otros continuaron su ejemplo. Añoranza y pesimismo, sentidos desde el mundo poético creado por el autor de Düsseldorf, anduvieron unidos en ese cambio de orientación formalmente hablando, que dejaba atrás una etapa sugestiva aunque limitada en hallazgos literarios; pero lo que no quedó soterrado fue el espíritu romántico que, agitado, continuaba perviviendo en la generación becqueriana.


Lo mismo que nuestros mejores románticos recuerdan a Heine, el poeta alemán escribía: “Goethe recuerda de continuo a Cervantes, y se le parece hasta en las particularidades del estilo, en esa prosa fácil, coloreada con la ironía más dulce e inocente. Cervantes y Goethe se parecen hasta en sus defectos”. Y añadía: “Cervantes, Shakespeare y Goethe forman el triunvirato poético que bajo las tres formas de la poesía épica, dramática y lírica ha llegado a más sublime altura”. 

Heinrich Heine nació en Dülsseldorf el 13 de diciembre de 1797. Perteneciente a una familia judía, recibió una sólida formación gracias a un tío acaudalado de Hamburgo. Poco hábil para los negocios, estudia Derecho en Bonn, Gotinga y Berlín, pero se dedica con más entusiasmo a las letras. Aprendió las doctrinas del romanticismo de August Wilhelm von Schlegel en la Universidad de Bonn, y asistió al salón de Rahel Varnahagen von Ense en Berlín, donde recibió la influencia de Hegel. En 1821 publicó su primera obra poética Poemas, y en 1823 Intermezzo lírico, donde mezcló el romanticismo tradicional con la ironía volteriana que marcó su obra posterior. Este volumen incluyó dos tragedias, Almanzor y Ratcliff, que fueron sus únicos ensayos dramáticos. Siguieron a esta obra una novela en verso, El regreso (1823-1824), y dos libros de poemas, El mar del Norte (1825-1826) y Libro de canciones (1827). Con este último libro, fruto de la atracción amorosa hacia sus primas, se convirtió en el mayor representante de la crisis posromántica que vivió Alemania después de los logros de Goethe, Schiller y los románticos. 
 

La fama le llegó con la publicación de los cuatro volúmenes de Cuadros de viaje (1826-1830), una colección de impresiones anotadas durante sus viajes a las montañas del Harz en 1824, a Inglaterra en 1827 y a Italia en 1828. Además de exaltar apasionadamente la naturaleza, en los volúmenes de esta obra el autor realizó un viaje interior por la memoria de su infancia y contó sus desengaños amorosos y sus indagaciones literarias y políticas. Atraído por la revolución de 1830 se dirigió a París en 1831, donde estableció su residencia y convivió como poeta con la élite financiera y los exiliados alemanes, como Humboldt, Lasalle, Wagner, también trabó amistad con Hugo, Musset y Sand. Francia le recibió con los brazos abiertos, y él correspondió a la admiración de que era objeto, no sólo con su cariño, que duró ya hasta la muerte, sino escribiendo en impecable prosa francesa y dando en ella a su segunda patria una edición de sus obras completas, que no ha contribuido poco, por cierto, a su gloria universal de poeta y de satírico. Entre 1832 y 1843 publicó varios ensayos sobre la política de Francia y Alemania. Al final de 1843 inició una amistad con Karl Marx. Aunque no apoyó el ideal comunista, las obras de este período, como Nuevas Poesías (1844) y, sobre todo, su sátira en verso Alemania, cuento de invierno (1844), reflejan la influencia de Marx. En esta época también escribió un poema largo, Atta Troll, en el que criticó la pomposidad y torpeza de los versos políticos de la era.

Fue censurado en Alemania por Metternich desde 1835. En 1840 se exilió y, tras fallecer su tío, tuvo que luchar por su parte de la herencia frente a las autoridades alemanas. A partir de 1848, a causa de una enfermedad venérea, vivió paralizado y parcialmente ciego en lo que llamó su colchón-tumba; sin embargo, los poemas que escribió entonces, Romancero (1851), están llenos de profundas lamentaciones y reflexiones oscuras sobre la condición humana, y fueron considerados entre sus mejores poemas. Entre sus libros en prosa figura una curiosa Memorias del señor Schanabeleswospki (1834), que inspira a Wagner su ópera El judío errante. El compositor alemán Robert Franz escribió un importante número de lieder para canto y piano sobre textos de Heine y el compositor austríaco Hugo Wolf adaptó numerosos poemas del poeta alemán. Heinrich Heine murió en París el 17 de febrero de 1856, y fue enterrado en el cementerio de Montmartre. 


Heine fue, por encima de todo, un gran poeta lírico, el mayor de la literatura alemana después de Goethe, y uno de los pocos fundadores de la poesía moderna, que supo hallar en el estudio de la canción popular alemana. Sin sus agrios toques satíricos, con frecuencia magistrales y cáusticos como pocos, Heine no sería el Heine que todos conocen; pero seguiría siendo un gran maestro de la lírica, que además, quiso ser filósofo y representante de revolucionarias ideas, como otros poetas han pretendido serlo. Su Libro de Canciones, está muy en la línea de la sencillez de la canción popular. En conjunto, la poesía de Heine es una autobiografía de sus estados de ánimo, hecha de llantos, gritos, alegrías y nostalgias. Junto a las características generales del romanticismo intimista está el tono sarcástico, es decir, delicada sensibilidad e inteligencia irónica. 

Y como dijo el poeta alemán: “Tú me amaste de niña / como un recreo, / luego de adolescente / como un muñeco, / y ya mujer, he sido / tu pasatiempo”. 


Francisco Arias Solís
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