Hace apenas unos días os hablaba de El intendente Sansho, un libro de relatos de Ogai Mori, y os comentaba que acababa de leer un libro de relatos de un autor japonés. El libro en cuestión no es otro que El santo del monte Koya y otros relatos de Izumi Kyoka, que me llamó la atención por ser un libro de relatos, que ya sabéis cuanto me gustan, y porque Izumi Kyoka es considerado el padre de la novela gótica japonesa. Vamos, que era imposible resistirme…
En este libro nos encontramos con cuatro relatos y un amplio estudio introductorio de Carlos Rubio, que ya sabéis que yo siempre lo leo al final, aunque en este caso tienen la delicadeza de avisar de los spoilers de los relatos. Amor, muerte y todo un mundo onírico y fantasmal es lo que rodea a estos cuatro relatos, donde las fronteras entre lo real y lo irreal son difusas y se diluyen a cada línea que leemos.
Comenzamos el libro con El quirófano, una historia de amor imposible donde una condesa se niega a que la seden justo antes de tener que realizarle una operación. ¿La razón? Tiene miedo de desvelar su secreto más inconfesable mientras está sedada. Después conocemos a El santo del monte Koya donde un viajero conoce a un monje que le contará una aventura singular que vivió cuando era joven, cuando enfrentó sus deseos a una misteriosa mujer.
Continuamos con Un día de primavera, un relato largo dividido en dos partes, donde a través de un juego entre ensoñación y realidad asistimos a una historia de amor irrealizable a la que ni siquiera la muerte puede poner límites. Cierra el libro La mujer carmesí, con tintes autobiográficos, donde un hombre se reencuentra con un amor de la adolescencia y que nos brinda un final inesperado. Cuatro relatos hermosos, cuatro historias que nos trasladan a un Japón onírico y romántico.
El estilo de Izumi es romántico en el mejor sentido de la palabra. Sus historias están plagadas de mujeres bellísimas y misteriosas, apariciones fantasmales y sentimientos imposibles. Las mujeres de estos cuatro relatos son hermosas, fuertes y a la vez delicadas. Viven una vida impuesta, pero tienen sueños y sentimientos encontrados. Son valerosas, como la condesa de ‘El quirófano’ o diabólicas, como la misteriosa mujer de ‘El santo del monte Koya’, y son capaces de sacrificarse por amor como nuestras protagonistas de ‘Un día de primavera’ y ‘La mujer carmesí’.
Heredero de la mejor tradición fantasmal japonesa, Izumi subraya la belleza femenina en un mundo envuelto en un sutil halo sobrenatural. Sueños extraños, anhelos reprimidos y el amor como guía son los denominadores comunes en estos relatos. La delicadeza de su lenguaje, las imágenes poderosas, la fantasía como parte de la vida cotidiana nos dan las pistas para entender por qué se le conoce como el Edgar Allan Poe japonés.
Izumi Kyoka nació en 1873 en el seno de una familia de artesanos con una economía algo precaria. Recibió la educación primaria en una escuela dirigida por misioneros presbiterianos, lo que sin duda influyó en su visión de la religiosidad y el misticismo. Tras un intento fallido de entrar en la universidad se trasladaría a Tokio, donde tuvo que unirse a una cuadrilla de trabajadores para evitar el vagabundeo, en una situación parecida a la que podemos leer en ‘La mujer carmesí’. Tras mucha insistencia será admitido como pupilo por el célebre autor Ozaki Koyo. Tras la publicación de ‘El quirófano’ y La patrulla nocturna conseguirá el apoyo del público a pesar de que el género de moda eran los dramas costumbristas. Moriría en 1939, siendo considerado uno de los mejores autores japoneses. Cuiosamente, en Japón goza de mucha popularidad como autor pero sin embargo apenas es leído, conservando ese aura de autor sólo para entendidos.
‘El santo del monte Koya y otros relatos’ consigue transportarnos a un Japón terriblemente bello, donde la belleza y el terror van de la mano. Con un lenguaje poético vemos cómo se van levantando uno a uno los velos que separan la realidad má anodina del mundo sobrenatural que se esconde en cada esquina. Una lectura inquietante por momentos pero siempre hermosa. Un placer para la mente y otro punto más a favor de los autores japoneses, que poco a poco me van ganando el corazoncito.