Durante su corta estadía en el Perú, el escritor español Santiago Posteguillo dialogó con LaRepublica.pe sobre su última obra, ‘La sangre de los libros’, que repasa historias y anécdotas de obras maestras y autores de culto. Además, abordó temas como el presente de la novela histórica y la enseñanza de la escritura creativa en las universidades.
Martin Calderón
¿Cómo nació el intrigante título de su obra?
Buscaba un punto de conexión entre los relatos y me di cuenta que en la mayor parte de ellos hay mucha sangre literaria, sangre de los escritores. En muchos casos hablo de asesinatos, suicidios, muertes no explicadas, de duelo a espada. Me pareció que la sangre era un punto que hilvanaba todos los relatos.
¿El libro es para un lector frecuente o un uno que recién ingresa al mundo de la lectura?
Está pensado para dos niveles diferentes, de tal forma que el neófito pueda disfrutar del nivel de entretenimiento que espero haber conseguido con los relatos. Deseo que los relatos le sirvan de puente para saltar a las obras clásicas que menciono en el libro. Pensando también que los lectores expertos se van a acercar al libro, no menciono desde un principio de quién estoy hablando en los relatos, de tal forma que piense en una trivia de literatura.
En uno de los relatos usted habla de la “piel de los libros” y el enfrentamiento entre editoriales y escritores por las portadas de las obras. ¿Cómo ha sido su experiencia en este punto?
He tenido debates con las tapas en varias ocasiones y con distintas editoriales. He tenido algunas discusiones por errores históricos en algunas portadas, y me decían: “¿Pero quién se va a dar cuenta de eso?” Y no se trata de quién se dará cuenta, se trata de hacerlos bien. Creo que se pueden hacer las tapas bien si perder espectacularidad visual.
Permítame cambiarle de tema. Me interesa saber a qué lectores latinoamericanos suele seguir.
Siempre me han interesado los consagrados: Gabriel García Márquez, Borges y Cortázar, que me gusta mucho sobre todo en sus relatos cortos. Cuando doy clases de literatura creativa, los relatos cortos de Cortázar me son muy útiles. En el mundo hispanoamericano, me gustan Ángeles Mastretta y Julia de Burgos.
¿Y cómo ve la realidad de la literatura latinoamericana?
El nivel de creatividad en Latinoamericana siempre ha sido muy elevado. Hubo una época tan gloriosa que dificulta ver o distinguir bien qué autores son los que van a perdurar de los que están escribiendo ahora. No tengo duda de que hay autores de mucho nivel.
¿Y en el género de la novela histórica, que autores perdurarán? ¿Quizá Javier Sierra?
Javier Sierra es uno de los mejores narradores del misterio y es un gran comunicador. Más allá de eso, nos falta perspectiva y me cuesta decir nombres, aunque Sebastián Roa puede estar llamado a ser uno de los grandes, y ahora está escribiendo una serie de novelas sobre la España musulmana y cristiana.
Usted mencionó que enseñaba literatura creativa. Hasta donde sé, esa especialización no existe en el Perú. ¿Cómo marcha ese tema en España?
Ese es un asunto muy sensible que siempre me ha interesado. A mí me pareció triste haber tenido que irme a Estados Unidos a que me ensañaron cómo escribir. Por lo menos en España, el compositor tiene los conservatorios de música, el pintor o el escultor tienen la facultad de las bellas artes, el arquitecto tiene la facultad de arquitectura. Es decir, hay para todos menos para escritores. Pero eso lo tienen muy bien corregido en el mundo anglosajón, porque sí que hay muchos cursos y máster de literatura creativa. Me hace feliz que, por fin, en España cada vez hay más estudios reglados sobre literatura creativa en las universidades
Pero aún las universidades de Estados Unidos están varios pasos más adelante…
Si hasta convencieron a Cortázar para que dé clases en los años 80, pese a que él no quería. Luego recogieron las clases en un libro. Esas clases fueron muy peculiares e interesantes. Estados Unidos está donde está porque siempre ha sabido absorber el talento internacional. Lo hace con los literatos, con los químicos, los físicos, los matemáticos. Saben aprovechar el talento al máximo, y si eres bueno, te apoyan hasta el final.