Rodolfo Braceli: un libro que va tras el ADN argentino

Con Células de identidad, el escritor argentino Rodolfo Braceli vuelve a poner en jaque aquello que tanto lo mueve, hablar de nosotros, y lo hace a través de casi una veintena de entrevistas a personajes icónicos de la cultura nacional como Sandro, Maradona, Spinetta o la “Coca” Sarli en un sagaz y divertido rastrillaje que va en busca de la composición del ADN argentino 

“Para un mapa de la condición argentina 18 personajes y uno más” es la bajada que completa el título de este libro (Octubre), en el que Braceli -mendocino, poeta, narrador, dramaturgo, periodista y unas cuantas cosas más- recopila reportajes que él mismo realizó a lo largo de cincuenta años de profesión y que reunió en una selección que responde a lo coral y a cierto azar, según explica.

“El mapa lo hicimos entre los personajes y yo” dice el autor sobre estos protagonistas que se unen en “un hilo que concurre al tejido del homo argentino”, tal como escribe en las primeras páginas. “Me pregunté qué personajes tenían singularidad, densidad, como para ser presentados como célula de identidad en un intento de armar una especie de mapa de la condición argentina”.

Son 18 personajes y uno más, “18 famosos, varios entre ellos ídolos y uno ignoto, representante de los primordiales desconocidos de siempre. Los 19 son muy diferentes entre sí pero tienen una constante: son obsesivos, apasionados, perseverantes, tenaces en sus obsesiones. Cada uno tiene un rasgo que es llevado hasta las últimas consecuencias y más allá”, dice.

En este mapeo de la genética argentina, Braceli ejemplifica la elección de Leonardo Favio “por su implacable ternura. Ya sabemos que la ternura carece de prestigio en el terreno intelectual y artístico y Favio, con sus canciones y con sus películas, vadeó ese prejuicio y logró ser aceptado y reverenciado por los intelectuales e intelectualudos”.

También Isabel Sarli “por su paradoja, siendo la más desnudada se convirtió en un símbolo sexual que afiebró a generaciones; sin embargo, puertas adentro es de un candor sorprendente”, se explaya Braceli acerca de estos representantes que congregó y entre los que figuran Diego Maradona y Charly García por “la desmesura y la genialidad” o Luis Spinetta, “un incesante desnucador de límites”.

Roberto Sánchez encarna esa “especie de porfiado obrero tallando cada día su idolatría”; Juan Gelman, “un destripador de sustantivos mutándolos en verbo”; Alberto Olmedo personifica “un jugador en la cornisa” y en Ulises Dumont, comenta, “encontré a un argentino sin la menor impostación; alguien mucho más que políticamente incorrecto”.

Para el mendocino esos personajes simbolizan las células de identidad que componen la naturaleza cultural argentina. Incluso aparece Amalia Fortabat porque a “los personajes no los elegí por más malos o más buenos, los elegí por el significado que encarnan. La señora Fortabat era alguien que se comportaba como una reina o algo así”, argumenta.
No todos son masivos, populares o de estampilla, cada uno aporta lo suyo a ese todo rioplatense del último medio siglo, como Alicia Moreau de Justo, a quien Braceli entrevistó a sus 100 años. “Hablamos de todo, de los desnudos, de concebir sin pecado, de una huelga de úteros como alegato antibélico, de los abortos que ella hizo como médica, hasta de la felicidad de su primera menstruación”, cuenta. Pero es cierto que Células de identidad no sólo son entrevistas. El libro arranca con un ensayo en el que reflexiona, justamente, sobre la condición local. Emerge allí “el fútbol como herramienta para conocernos, las oscilaciones entre euforias y depresiones, el complejo de superioridad y el escondido de inferioridad o las antinomias como combustible y necesidad nacional”.

Ese cóctel de géneros,- “que los géneros hagan su vida y que me dejen hacer la mía”, los desafía Braceli- se completa con cuentos o poemas salpicados y hay también “una ficción que reúne un cruce entre un Perón sin manos y un Borges sin ojos, dos mitades del país, que se aborrecen pero se necesitan porque el sin manos tiene ojos y el sin ojos tiene manos”, adelanta.

En su ocurrente tono, Braceli va tras la composición de ese ácido desoxirribonucleico y se encuentra con ideas como que somos los más inexplicables, pero principalmente, dice, con dos cosas que “nos fascinan marcadamente: hablar de nosotros mismos y que hablen de nosotros. Yo caigo en la primera tentación y me zambullo a un interrogante inagotable ¿qué significa ser argentino?”. “En ese espiral advierto que por generaciones fuimos sembrados para convencernos que éramos `los mejores del mundo`. Las calamidades económicas y la histeria del obsceno dólar nos volteó del caballo”, sostiene el autor nacido en Luján de Cuyo que desde 1970 vive en Buenos Aires, biógrafo de Mercedes Sosa y Julio Bocca. “Ya antes, -continúa- en los años 1976 y siguientes sucedimos la violación de las vidas y la violación de las muertes, con la atroz yapa del afano de criaturas desde la placenta. Allí pasamos a sentirnos `los peores del mundo`. Entrando al siglo 21 encontramos consuelo diciendo que somos “los más inexplicables del mundo.