Fernando Iwasaki: "La ignorancia se va a consolidar"

Desafiando la obsesión periodística por la actualidad, el escritor Fernando Iwasaki entrega religiosamente al suplemento literario del diario chileno “El Mercurio” ensayos breves sobre libros escritos por autores olvidados, de rocambolesca historia y biografías increíbles. El venezolano Rafael Bolívar Coronado, el arequipeño Alberto Hidalgo, el español César González-Ruano. También ofrece gozoso testimonio de lecturas urgentes: Vargas Llosa, Juan Villoro, Alonso Cueto, Javier Marías. Así, olvidados y vigentes comparten espacio en“Desleídos y efervescentes”, libro que Iwasaki trae bajo el brazo al regresar a Lima, invitado a la Bienal del Premio Mario Vargas Llosa.
 En “Desleídos y efervescentes” demuestras que un análisis literario no puede separar la anécdota vital del autor con lo escrito en sus páginas.
Cada vez me convenzo más de que hay que mezclar ambos aspectos. Y no solo la vida del autor, sino su obra anterior. Cuando escribo sobre alguien que acaba de publicar un libro, me interesa decir qué lugar ocupa esa novedad en el  conjunto su obra. Para mí, mis maestros personales de la crítica serían el Borges que escribía reseñas en la revista argentina “El Hogar” y el Nabokov que ofrece su curso de literatura europea o sus clases sobre El Quijote. Ellos te demuestran que es inseparable el análisis de la vida del escritor y su entorno, con la ficción que ha construido.


Nunca había encontrado una definición de la palabra huachafería como la que acuñas en tu libro al hablar de “Travesuras de la niña mala” de MVLL: La síntesis entre amor e identidad. ¿Cómo así?

Podría hacerse con otras combinaciones,  pero creo que la huachafería es muy identitaria, muy hispánica. Todos los países de habla hispana tenemos una palabra para definir lo huachafo: En Argentina es mersa, en Chile siútico, en Ecuador ‘cholo’, en Colombia lo ‘lobo’, en España lo hortera. Y, sin embargo, en Italiano no existe el término. ¡Y mira que hay huachafos en Italia! Tampoco existe en alemán ni en japonés. No hay nada equivalente a huachafo.   

En las conferencias de la Bienal MVLl, se ha reflexionado como tema urgente el futuro de la literatura. ¿Cómo ves el futuro inmediato del oficio de escribir?

No va a desaparecer. Van a abundar más los “negros” literarios o “escritores fantasma”. ¡A mí me ha ocurrido que me han pedido en España que le lleve el Twitter a una persona conocida! Ese tipo de oficios se va a generalizar. Cada vez más personas, desde la empresa, la política, el deporte o la moda, necesitan de alguien que le dé voz o ponga por escrito sus ideas. Por otro lado, la ignorancia se va a consolidar.  Estoy convencido de que dentro de unos años, las personas con lecturas, formación, conocimiento y buena sintaxis, van a tener ocupaciones que ahora no nos podemos imaginar, porque  va a escasear el individuo capaz de expresarse. ¡Incluso oralmente! Ese escenario está a la vuelta de la esquina. Por otro lado, no le tengo miedo a los nuevos soportes, ni  creo que el papel desaparezca. Cierta literatura reclama el papel como el vino reclama servirse en una copa de cristal.  

La literatura no desaparecerá entonces. ¿Pero desaparecerán los lectores?
Los libros han desaparecido de la formación de la mayoría de políticos y hombres de empresa. ¡Es muy difícil hoy encontrar a un político con lecturas! Así, en un mundo donde las personas que crean opinión no leen, me parece natural que los lectores y los escritores no sean visibles. Sin embargo, eso no quiere decir que no existan.  Muchos suplementos literarios de los periódicos desaparecen, las noticias sobre libros y escritores son reemplazadas por noticias sobre chefs, cantantes o actores. ¡Es el signo de los tiempos!

ENRIQUE PLANAS