Hace unos días Gabriel Pérez Alcalá dijo que una "ciudad del conocimiento" solo es aquella que genera ideas útiles. Aunque habría que definir qué entiende por útil, creo que todos los que estábamos allí lo entendimos, mas viniendo de una persona con su perfil profesional. Desde tan certera y supongo oportuna opinión en una ciudad como Córdoba, tan necesitada de cosas útiles, me voy a permitir aunque sea brevemente hacer un elogio de lo inútil.
No es extraño que los informes de evaluación de los escolares españoles estén siempre en las últimas posiciones de la Unión Europea. Hace algunos años escuché decir a una directora general responsable educativa en Andalucía que eso de aprender humanidades, latín, griego o filosofía era una tontería y una pérdida de tiempo que lo que había que hacer era aprender informática e inglés. No es que tal directora fuera una profeta o una precursora sino simplemente, en mi opinión, una ignorante. También una responsable ministerial del partido contrario opinaba que las habilidades prácticas de los alumnos eran escasas porque se dedicaban a memorizar. Siendo falso este último aserto ¿cómo piensa esta señora que se pueda aprender algo sin memorizar nada? Dos responsables políticos de dos partidos diferentes que coinciden como dos gotas de agua. Algunos deberían conocer la opinión de Bataille: "Los gobernantes que solo consideran la utilidad se hunden". O la de Italo Calvino para quien leer los clásicos es entender quiénes somos y a dónde hemos llegado; además el autor italiano nos previene sobre que leer a los clásicos sirva para algo y por eso se han de leer.
El dinero y el mercado es sin duda, y casi siempre, una manera eficaz pero injusta de asignar recursos económicos. Pero aún lo es más de asignar cultura y educación. Por ello interviene el Estado. Pero, claro, si el objetivo del Estado es anular todo lo que no sea útil, de utilidad fáctica y económica inmediata, mal proveerá de esos recursos. Un ejemplo es la Universidad. Si los recursos escasean y las becas también, la investigación fenecerá por sí misma y acabaremos dependiendo de los demás países, tanto en patentes como en innovación, como ya ocurre en la actualidad. Es decir que además no se enteran que también significa un beneficio económico a parte del "inútil" de la sabiduría y la ciencia. No se entiende que la humanidad y la ciencia encadenan su avance no con la utilidad sino con el deseo de conocer. O incluso de hacer poesía, algo tan inútil pero tan esencial, como lo es el soñar, el imaginar ideas, el inventar nuevos mundos. A mí me pasa como a Gautier, quien preferiría tener un zapato descosido que un poema mal rimado (quizás por ello no tenga ninguno bueno).
Pensaba Eugéne Ionesco que si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Nucio Ordine en su libro manifiesto La utilidad de lo inútil afirma: "El hecho de ser inmune a toda aspiración al beneficio podría constituir, por sí mismo, una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil" porque "la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo". Ya Aristóteles afirmaba que buscar la filosofía sin intención de utilidad es la única ciencia libre porque se hace para sí misma. Y para Ovidio "no habrá nada más útil que estas artes, que no tienen ninguna utilidad".
No se aprende latín, griego, literatura o filosofía para entrar en el mercado de trabajo sino para conocer nuestras raíces, nuestro origen, el pasado, sin el que no existiría el presente ni el futuro. Ni se hubiera escrito la Divina Comedia si solo buscáramos lo útil. Y de hecho, como dice de nuevo Ordine, "los descubrimientos fundamentales que han revolucionado la historia de la humanidad son fruto, en gran parte, de investigaciones alejadas de cualquier objetivo utilitarista", por ejemplo la investigación básica y "la posesión y el beneficio matan, mientras que la búsqueda, desligada de cualquier utilitarismo, puede hacer a la humanidad más libre, más tolerante, más humana".
Si para Nietzsche el arte justifica la vida, al parecer para muchos es el dinero y la utilidad, aunque el final para todos será el mismo. Ya lo dijo Montaigne: "Es el gozar, no el poseer, lo que nos hace felices". Lo más importante es alcanzar la sabiduría y la belleza, ¿no es bastante? ¿Qué más se puede ofrecer a los intolerantes, talibanes o yihadistas que el arte, la escritura, la sabiduría, aunque sean inútiles? No hay nada más útil que la inutilidad de investigar, aprender, escribir, esculpir o pintar sin un fin inmediato pues como dice Tolstói: "Lo útil es solo lo que puede mejorar al hombre". ¡Aprendamos latín! aunque no sirva de nada, lo cual ya es mucho.
ANTONIO Varo (Médico y poeta)