Iván Turguénev
En la inmensidad de la geografía literaria de Rusia el nombre de Iván Turguénev forma parte de una resplandeciente constelación de novelistas, cuyas obras son espejo para el pensamiento que tiende a convertirse en palabras y comunicarse.
Turguénev, como escritor, asimiló y recreó en un lenguaje admirable el fluir de su época; en sus novelas y relatos hay todo un universo sorprendente: las costumbres y paisajes de la antigua Rusia, las ilusiones y cambios de las clases sociales, los problemas políticos, la visión de las ciudades y los reflejos de la historia y, sobre todo, la diversidad y autenticidad psicológica de sus personajes.
Ya sean éstos los humildes campesinos de su región natal o los propietarios rurales y la nobleza, sus caracteres, sus pasiones, sus sentimientos, en la convivencia o en la soledad, están trazados con genial maestría. Son minuciosos estudios de tal profundización en las complejidades anímicas que únicamente pudo lograrlas quien, como Turguénev, fue un perspicaz y sensible observador de los seres humanos. Y sólo llegó a esta penetración del alma ajena por haber contemplado y conocido la suya propia e interiorizar reflexivamente los desafíos y demandas de su entorno. Así, temperamento y mente le fueron conformados en una dialéctica creadora, tanto de sufrir adversidades afectivas como de ser feliz ante el ideal de la belleza artística.
Ya sean éstos los humildes campesinos de su región natal o los propietarios rurales y la nobleza, sus caracteres, sus pasiones, sus sentimientos, en la convivencia o en la soledad, están trazados con genial maestría. Son minuciosos estudios de tal profundización en las complejidades anímicas que únicamente pudo lograrlas quien, como Turguénev, fue un perspicaz y sensible observador de los seres humanos. Y sólo llegó a esta penetración del alma ajena por haber contemplado y conocido la suya propia e interiorizar reflexivamente los desafíos y demandas de su entorno. Así, temperamento y mente le fueron conformados en una dialéctica creadora, tanto de sufrir adversidades afectivas como de ser feliz ante el ideal de la belleza artística.
Una larga vida tuvo para Iván Turguénev una infinidad de dádivas tanto como hirientes sufrimientos. En la incertidumbre infantil, en las frustraciones juveniles pretendió alcanzar el afecto primorial y le fue negado, pero sí gozó de numerosas y fieles amistades; fue autor respetado y su obra admirada, pero ante él se desvanece la posibilidad de amor, perseguido y siempre esquivo; una situación privilegiada de desahogo económico estuvo perturbada por problemas de administración, y los estimulantes viajes que enriquecieron su talento eran acompañados de enfermedades verdaderas o imaginarias. Todo este intenso transcurrir de los años, con sus cientos de episodios, de relaciones, de observaciones, sirvió para dar a sus obras la calidad que hoy hace de Turguénev un escritor contemporáneo nuestro.
Algunas de tales experiencias debieron tener una especial modulación íntima y persistente huella en la memoria, y a partir de 1877, casi al final de su vida, tomó la decisión de transformarlas en breves relatos como una forma de dejarlas tras él, darles perennidad y testimonio biográfico. Estos fragmentos de sus recuerdos son los Poemas en prosa.
En ellos -traducidos cuidadosa y fielmente en estas páginas por la Profesora María Sánchez Puig-, está una materia literaria que se podría calificar como clave de un itinerario vital, pues así suele ser la obra poética. Porque la gran poesía no es sino la transposición al lenguaje del doloroso y sabio madurar del poeta, y esta evolución está latente en los Poemas. Son las respuestas cruciales de Turguénev a los hechos del mundo, a los sentimientos e ideas que suscitaron, a las fricciones originadas por el torrente de la existencia.
Los Poemas en prosa, en número de 51, fueron los que Turguénev quiso publicar en vida, y así aparecieron bajo el título de Senilia en la revista Vestnik Evropy, de San Petersburgo, en 1882. Pero Turguénev retuvo otros 32 poemas y en su archivo se conservaron después de su muerte (1883), hasta que el eslavista francés André Mazon, cuarenta años más tarde, los encontró y los hizo publicar. Se puede considerar que estos inéditos eran en los que Turguénev liberaba contenidos más íntimos, acaso más dolorosos.
Aunque fechados todos por él de 1877 a 1882, son recuerdos pertenecientes a lejanas y diversas épocas suyas, que quiso redactar en aquellos años postreros cuando el pensamiento gusta de evocar, con nostalgia, los caminos recorridos.
Si sugestivos son los primeros publicados, no lo son menos los inéditos. Predomina en ambas series el carácter de documento privado, con una hermosa revelación de su íntima y secreta personalidad ante momentos para él transcendentales.
Varios de estos Poemas hacen referencia a episodios de la actividad profesional del escritor, las rivalidades, la relación difícil con los críticos, y opiniones motivadas por el comportamiento humano. Otros expresan su inalterable amor al país natal, a esa Rusia de la que se alejó, pero que siempre tuvo ante sí como ámbito de una lengua maravillosamente expresiva, como espacio social idealizado de cuya suerte fluctuante él participaba.
Su imagen del mundo y, en él, de la condición humana forman otros pensamientos de sabiduría superior al enjuiciar lo efímero de la existencia en una naturaleza indiferente que no concede al hombre mayor importancia que a un insecto. Esta conciencia de humilde insignificancia, de quien se identificó con los que nada son, se extiende a la comprensión del desamparo de los animales en cuyos ojos ve una mirada temerosa idéntica a la suya. Son poemas con una significación filosófica que revelan su cosmovisión de pensador realista contrario a prejuicios, movido por la tolerancia, por la piedad ante el dolor, enemigo de las armas, de la envidia, de la ingratitud.
En bastantes poemas se conduele de la llegada de la vejez con sus monótonas dolencias y su vacío de ilusiones, mas esta actitud desalentada no se puede atribuir a la fecha en que fueron escritos, pues a Turguénev le acompañó siempre el terror a las enfermedades y la sensación de la senectud, incluso siendo joven, como si percibiera en su ser la acumulación del vivir de sus antepasados, de generaciones que le precedieron. Y, a la par, el constante presentimiento de la muerte, el cual le engrandece por la serena objetivación de esa fatalidad ineludible. Y es revelador de estas obsesiones que en varios de los Poemas en prosa relatan sus sueños; éstos son sueños de muerte o amenaza de destrucción no sólo personal, sino de su mundo, de su sociedad. Y tan emotivos, por su contenido subconsciente, debieron de ser, que no dudó en insertar algunos, como pasajes misteriosos, en sus novelas. Y misterioso parecerá el motivo de algunos poemas, y así debe de ser porque proceden de hondos estratos de la conciencia, inasequibles a la fácil comprensión, y porque toda gran creación artística conlleva aspectos enigmáticos.
Pero los Poemas más espontáneos y emocionados son, sin duda, aquellos en los que Turguénev descubre –discretamente- la tensión amorosa, ya sea en la frustración o en la exaltación de sentir su ímpetu poderoso. Como en su biografía de hombre fue, en sus escritos es el amor la más bella sugerencia de felicidad; como un supremo anhelo, llenó los años del escritor de promesas y búsquedas, no por infructuosas menos apasionadas. Si no se realizó en la consecución habitual, y no siempre halló correspondencia a las solicitudes de su alma poética, sentimental, romántica, ya el solo propósito de amor fue una dinámica vivificadora que transmitió a sus obras como delicada melancolía o ilusionada esperanza.
Juan Eduardo Zúñiga
http://www.fronterad.com/
Algunas de tales experiencias debieron tener una especial modulación íntima y persistente huella en la memoria, y a partir de 1877, casi al final de su vida, tomó la decisión de transformarlas en breves relatos como una forma de dejarlas tras él, darles perennidad y testimonio biográfico. Estos fragmentos de sus recuerdos son los Poemas en prosa.
En ellos -traducidos cuidadosa y fielmente en estas páginas por la Profesora María Sánchez Puig-, está una materia literaria que se podría calificar como clave de un itinerario vital, pues así suele ser la obra poética. Porque la gran poesía no es sino la transposición al lenguaje del doloroso y sabio madurar del poeta, y esta evolución está latente en los Poemas. Son las respuestas cruciales de Turguénev a los hechos del mundo, a los sentimientos e ideas que suscitaron, a las fricciones originadas por el torrente de la existencia.
Los Poemas en prosa, en número de 51, fueron los que Turguénev quiso publicar en vida, y así aparecieron bajo el título de Senilia en la revista Vestnik Evropy, de San Petersburgo, en 1882. Pero Turguénev retuvo otros 32 poemas y en su archivo se conservaron después de su muerte (1883), hasta que el eslavista francés André Mazon, cuarenta años más tarde, los encontró y los hizo publicar. Se puede considerar que estos inéditos eran en los que Turguénev liberaba contenidos más íntimos, acaso más dolorosos.
Aunque fechados todos por él de 1877 a 1882, son recuerdos pertenecientes a lejanas y diversas épocas suyas, que quiso redactar en aquellos años postreros cuando el pensamiento gusta de evocar, con nostalgia, los caminos recorridos.
Si sugestivos son los primeros publicados, no lo son menos los inéditos. Predomina en ambas series el carácter de documento privado, con una hermosa revelación de su íntima y secreta personalidad ante momentos para él transcendentales.
Varios de estos Poemas hacen referencia a episodios de la actividad profesional del escritor, las rivalidades, la relación difícil con los críticos, y opiniones motivadas por el comportamiento humano. Otros expresan su inalterable amor al país natal, a esa Rusia de la que se alejó, pero que siempre tuvo ante sí como ámbito de una lengua maravillosamente expresiva, como espacio social idealizado de cuya suerte fluctuante él participaba.
Su imagen del mundo y, en él, de la condición humana forman otros pensamientos de sabiduría superior al enjuiciar lo efímero de la existencia en una naturaleza indiferente que no concede al hombre mayor importancia que a un insecto. Esta conciencia de humilde insignificancia, de quien se identificó con los que nada son, se extiende a la comprensión del desamparo de los animales en cuyos ojos ve una mirada temerosa idéntica a la suya. Son poemas con una significación filosófica que revelan su cosmovisión de pensador realista contrario a prejuicios, movido por la tolerancia, por la piedad ante el dolor, enemigo de las armas, de la envidia, de la ingratitud.
En bastantes poemas se conduele de la llegada de la vejez con sus monótonas dolencias y su vacío de ilusiones, mas esta actitud desalentada no se puede atribuir a la fecha en que fueron escritos, pues a Turguénev le acompañó siempre el terror a las enfermedades y la sensación de la senectud, incluso siendo joven, como si percibiera en su ser la acumulación del vivir de sus antepasados, de generaciones que le precedieron. Y, a la par, el constante presentimiento de la muerte, el cual le engrandece por la serena objetivación de esa fatalidad ineludible. Y es revelador de estas obsesiones que en varios de los Poemas en prosa relatan sus sueños; éstos son sueños de muerte o amenaza de destrucción no sólo personal, sino de su mundo, de su sociedad. Y tan emotivos, por su contenido subconsciente, debieron de ser, que no dudó en insertar algunos, como pasajes misteriosos, en sus novelas. Y misterioso parecerá el motivo de algunos poemas, y así debe de ser porque proceden de hondos estratos de la conciencia, inasequibles a la fácil comprensión, y porque toda gran creación artística conlleva aspectos enigmáticos.
Pero los Poemas más espontáneos y emocionados son, sin duda, aquellos en los que Turguénev descubre –discretamente- la tensión amorosa, ya sea en la frustración o en la exaltación de sentir su ímpetu poderoso. Como en su biografía de hombre fue, en sus escritos es el amor la más bella sugerencia de felicidad; como un supremo anhelo, llenó los años del escritor de promesas y búsquedas, no por infructuosas menos apasionadas. Si no se realizó en la consecución habitual, y no siempre halló correspondencia a las solicitudes de su alma poética, sentimental, romántica, ya el solo propósito de amor fue una dinámica vivificadora que transmitió a sus obras como delicada melancolía o ilusionada esperanza.
Admira en estos Poemas en prosa el hálito imaginativo en el desarrollo de sus temas; y quien conozca la lengua rusa apreciará también en esta edición la armonía y la sutil musicalidad de la frase de Turguénev. Quien lea solamente en castellano los Poemas en prosa podrá decir que ha leído un fragmento emotivo e importante de la herencia literaria de un escritor genial, ruso, europeo, del mundo entero.
Juan Eduardo Zúñiga
http://www.fronterad.com/