Biografía de Próspero Mérimée

 Próspero Mérimée 

Prosper Mérimée (París, 28 de septiembre de 1803 – Cannes, 23 de septiembre de 1870) nació en París, en el seno de una familia burguesa, el 28 de septiembre de 1803, fue abogado, dramaturgo, novelista, historiador, arqueólogo, prestigioso hispanista y eslavista.

Fue el hijo único del profesor de dibujo de la École Polytechnique y más tarde Secretario perpetuo de la École des Beaux-Arts, Jean François Léonor Mérimée (1757-1836) nacido en Normandia y de Anne Moreau (1775-1852) también profesora de dibujo y retratista, nacida en Normandía.                                             



Obtuvo el título de músico en Roma, donde recibió el primer premio internacional de piano y además recibió también el tercer premio de canto, coral y dirección de coro, en París. Desde 1811 realizó los estudios secundarios en el Licée Napoleón de París, poniéndolo en contacto con los hijos de la élite parisina y conociendo a Adrien de Jussieu, Charles Lenormant y Jean-Jacques Ampère. Aunque deseó dedicarse a la pintura, su padre lo disuadió y lo orientó a la jurisprudencia, por lo que inició estudios de Derecho en 1819 siguiendo los pasos de su abuelo François Mérimée, eminente abogado del Parlamento de Rouen e Intendente del Mariscal de Broglie. Debutó en 1822 como dramaturgo con la publicación de la obra teatral "Cromwell" que según algunas fuentes permaneció inédita al ser más tarde destruida por su propio autor. Estudió griego, árabe, inglés, ruso y español. Cuando todavía seguía los cursos universitarios, se sintió atraído por la literatura y trabó amistad con Sthendal, veinte años mayor que él. Sus amigos lo presentaron en sociedad y frecuentó los salones literarios de la época. Obtuvo la licenciatura de abogado en París, en 1823. Este mismo año fue declarado exento del servicio militar por su débil constitución, aunque en 1830 se incorporó a la Guardia Nacional.


Prosper Mérimée con 5 años, en un retrato pintado por su madre.


En 1825 publicó su novela “El teatro de Clara Gazul” (“Le théâtre de Clara Gazul”) que comprende diez sainetes brillantes, de tono violento y apasionado, de estilo vigoroso, que serían melodramáticos si Mérimée no les hubiera dado un sello de ironía que los sitúa en la última instancia de la imitación. Esta pieza, que Mérimée no destinó a la escena, fue un fracaso comercial, en cambio la crítica se entusiasmó con esta original creación sobre la comedianta española Clara Gazul. Fue una obra apócrifa atribuida al escritor imaginario  Joseph Lestrange, escrita bajo la influencia de las literaturas española y británica que él tan bien conoció. Fue muy aficionado a España, aun antes de haber estado en ella. Este mismo año publicó también sus novelas “Los españoles de Dinamarca” (“Les espagnols au Danemark”) y “Una mujer es un diablo” (“Une femme est un diable”).
Prosper Mérimée publicó en 1827 la novela “La Guzla”, anagrama de Gazul, una obra apócrifa también, atribuida al escritor imaginario Hyacinthe Maglanovitch. Es una recopilación de baladas supuestamente de las provincias llíricas, acompañadas por una pompa crítica muy sabia. En 1828 estrenó sus obras dramáticas “La Jacquerie, escenas feudales” (“La Jacquerie, scènes féodales” y “La familia Carvajal” (“La famille de Carvajal”) y publicó el relato “Vida y obra de Miguel de Cervantes” (“Notice sur la vie et les ouvrages de Michel Cervantes”). Sus escritos empezaron entonces a tratar sobre arqueología e historia, como en la novela histórica “La crónica del reinado de Carlos XI” (“Vision de Charles XI”) publicada en 1829 e inspirada en Walter Scott, pero desmarcándose de él mediante una negativa a la descripción inútil y una preocupación por la veracidad en la reconstitución del pasado. Trató, ni más ni menos, de dar un compendio de los acontecimientos históricos del año 1572, más que de encontrar las costumbres y los carácteres de la época. A través de las aventuras del hugonote Bernard de Mergy y de su hermano, George, converso pero fundamentalmente indiferente a toda creencia, Mérimée procuró encontrar las constantes afectivas de la humanidad -amor, odio, intolerancia,...- mucho más que desmontar el mecanismo que había conducido a las matanzas de la Noche de San Bartolomé. La Historia, pues, deja paso a lo novelesco, lo mismo que los personajes históricos se borran detrás de los héroes de ficción, los acontecimientos y los hechos permiten crear la ilusión de la verdad: todo es manipulado así por un narrador omnipresente que interviene para dialogar con su lector y finalmente dejarle la última pirueta que confirma que Mérimée es ante todo un hacedor de cuentos.

Prosper Mérimée publicó también en 1829 “El bando de Croacia” (“Le ban de Croatie”),   “Heydouque moribundo” (“Le Heydouque mourant”), “La perla de Toledo” (“La perle de Tolède“) y “Federigo”. Este mismo año publicó también la novela sobre la reconstitución histórica “La toma del reducto” (“L'enlèvement de la redoute”) y estrenó el sainete “La carroza del Santo Sacramento” (“Le carrosse du Saint-Sacrement”)  llevada al cine por Jean Renoir en 1953, con el título de “Le carrosse d'or” y publicó también la comedia “La ocasión” (“L'occasion”). También en 1829 publicó la narración “Mateo Falcone”, llevada a la ópera por el ruso César Cui en 1906, un cuento breve corso y cruel que prefiguró a su posterior obra “Colomba” y donde narró la tremenda historia de un padre inflexible con su hijo traidor.Un país dominado por el código de honor, la pertenencia al clan familiar, el desprecio a las leyes impuestas y a sus brazos ejecutores, el desprecio todavía mayor a los colaboracionistas, la importancia de la descendencia masculina, la sumisión absoluta de la mujer, el prestigio del bandidaje y que el máximo delito sea la delación. Mateo Falcone es un personaje más grande que la vida: excelente tirador, con un sentido del honor inexpugnable, que ha reforzado el clan del que es cabeza con alianzas con otras familias, buen amigo y mal enemigo, y de una independencia feroz. Un día que su hijo primogénito, Fortunato, se ha quedado solo en casa llega a ésta un fugitivo que huye de los tiradores corsos, la milicia policial local. Tras un tira y afloja, acepta ocultarle. Los tiradores registran la casa sin hallar rastro del huido, pero el sargento, que se huele la jugada, tienta a Fortunato con un reloj de plata que el joven ha mirado con codicia. Consumada la delación, llega Mateo Falcone a la casa. Lívido y pese a las súplicas de la madre y de Fortunato, que saben a la perfección lo que le espera a quien ha traído el deshonor a la familia, lleva a Fortunato a la maleza y lo mata. Todo muy tremendo, muy trabajado sobre arquetipos que casi son estereotipos, convirtiendo el hecho en una tragedia de proporciones homéricas.                                

Su escritura se caracteriza por la rapidez y la ausencia de desarrollos que crean una narración eficaz y un realismo funcional adaptados al género de la novela, pero este estilo descalificó a veces las obras de Mérimée por las cuales fue criticado. Su conocimiento sobre España derivó de sus 7 viajes por la Península realizados preferentemente entre 1830 y 1864. En 1830 se entrevistó en España con María Manuela Kirkpatrick, condesa de Montijo, con la que entabló una gran amistad. Era la madre de Eugenia, que 20 años más tarde se casó con Napoleón III y se convirtió en la Emperatriz de todos los franceses. Tras un encuentro fortuito con el que sería años después Conde de Montijo, Mérimée se convirtió en amigo íntimo de la familia. Este mismo año de 1830 publicó “Historia de Rondino” (“Histoire de Rondino”), “El vaso etrusco” (“Le vase étrusque”), “La partida de las tablas reales” (“La partie de trictrac”) y “El museo de Madrid” (“Le musée de Madrid “) en la que expresó que al museo del Louvre iba mucha gente a refugiarse del tiempo exterior y que metían en el museo tanto polvo que llevaban en los zapatos y en la ropa, que parecía que se estaba en la calle. En la obra hace una defensa de Velázquez absolutamente daliniana. En 1830 Mérimée fue nombrado Secretario del gabinete del Conde de Argout, y en 1831  entró en las oficinas ministeriales de Comercio y Marina. Ya en 1832 publicó “Cartas de España” (“Lettres d’Espagne”) que las conforman un conjunto de cuatro textos, fechados en Madrid y Valencia, en el año 1830 con anotaciones posteriores, que parecen esbozar en cuatro pinceladas la España más negra y profunda: “Las corridas de toros” (“Les combats de taureaux”), “Una ejecución” (“Une exécution”), “Los ladrones” (“Les voleurs”) y “Las brujas españolas” (“Les sorcières espagnoles”). No se recreó en detalles sórdidos, nada más contrario al espíritu de Mérimée. No son ciertamente goyescas estas amables estampas literarias, llenas de colorido y aderezadas con la amenidad de sus mejores textos narrativos. “Las corridas de toros” (“Les combats de taureaux”) es una interesantísima y amena crónica de la fiesta, vista por un extranjero culto, al que no se le escapa la crueldad del espectáculo (mayor incluso que el de hoy en día, con sus cuatro o cinco caballos muertos por toro, o con las banderillas ardientes), pero que se confiesa incapaz de cerrar los ojos una vez comenzada la faena. Una parte no desdeñable del encanto de esta carta estriba en la manera de presentar a los lectores franceses algunos detalles de la fiesta. Así, las plazas de toros son circos; las manolas que se sientan en las gradas, grisettes; los alguaciles, crispines; y los toreros aparecen vestidos con un traje que es poco más o menos el de Fígaro en “El barbero de Sevilla“. Pero esto no debe hacernos suponer que la mirada de Mérimée sea superficial ni desatenta, ni deja desprovisto al texto de un interés documental indudable. El texto es muy actual, porque se plantea el asunto de toros sí o no. Merimée da unos argumentos buenísimos, que hoy nadie da. Dice que es un espectáculo horrible, sangriento, cruel, pero que en cuanto asistes a una corrida, ya no quieres perderte la siguiente. Este tipo de argumentos ilógicos, pero profundamente humanos, hoy no los esgrime nadie. Y quizá son los únicos que valen. Cuenta que a San Agustín le horrorizaban los combates de gladiadores. Que nunca había visto uno y que un día fue con un amigo, con la intención de tener tapados los ojos durante todo el espectáculo. Y así lo hizo, hasta que los gritos de la multitud al ser herido uno de los gladiadores más famosos del momento le hicieron apartar las manos, y ya no volvió a taparse los ojos. Hasta su conversión al cristianismo, fue uno de los aficionados más furiosos a los combates de gladiadores. En “Una ejecución” (“Une exécution”) Mérimée es testigo del ahorcamiento de un joven homicida valenciano. La procesión de franciscanos y laicos acompañantes, el confesor y su sermón final, el notario y los alguaciles, la escolta de soldados, la actuación del verdugo, la actitud del público… Toda esta parafernalia religiosa y civil que acompaña al ajusticiamiento cumple -según Mérimée- la caritativa función de aturdir al condenado en sus momentos finales. El autor, que asegura no creer en las ceremonias católicas, las estima en este caso particular, comparándolas con ventaja al “cortejo mezquino e innoble que acompaña en Francia las ejecuciones”. Esta visión tan positiva del escritor -seguramente idealizada- se extiende también a los presidios españoles, donde, a diferencia de lo que ocurre en el país vecino, los reclusos no pierden por completo su humanidad. El pueblo nunca los rechaza, pues los vaivenes políticos han hecho entrar en prisión a muchos hombres honrados, y “aunque el número de esas víctimas políticas sea muy pequeño, basta para cambiar la opinión sobre todos los penados”. A diferencia de las anteriores, la carta titulada “>Los ladrones” (“Les voleurs”) ofrece principalmente información de segunda mano. No sin cierta ironía asegura Mérimée haber recorrido Andalucía, de arriba a abajo y durante meses, sin lograr darse de bruces con ningún asaltante, no obstante los espantables relatos de postillones y venteros. Resulta cómico, a este respecto, su encuentro con los ocho honrados granjeros que vienen de la feria de Écija, armados hasta los dientes, y que confunde en un primer momento con una cuadrilla de maleantes. Tanto en sus posteriores obras “Carmen”, como en “Colomba” o “Mateo Falcone” de 1829, Mérimée mostró a las claras su inclinación por el tipo de bandolero, al que no le duele reconocer todos los valores que el Romanticismo obsequió a los outsiders. En el caso de los bandoleros andaluces, no podía ser menos, y a las muestras de valentía, caballerosidad con las mujeres y generosidad hacia los pobres, añadiendo razones que justifican su necesidad de echarse al monte. Una profesión que tiene su noviciado como contrabandista, y que aboca inevitablemente en el bandolerismo con tan solo perder la montura o tener un sangriento encontronazo con los aduaneros. Finaliza la carta con una serie de curiosas anécdotas referidas al famoso bandolero José Heredia, “el Tempranillo”, al que pinta como un verdadero héroe popular. Finalmente, en “Las brujas españolas“ (“Les sorcières espagnoles”), Mérimée se burla tanto de la extendida credulidad en las brujas, como de la fanática adoración popular a las vírgenes locales. La inconsecuencia de la superstición es puesta cómicamente de manifiesto en el personaje de Vicente, guía y acompañante del escritor en su viaje a Murviedro, que es capaz de creerse las mayores patrañas y, a la par, considerar imposible que las brujas monten en una escoba. El relato de las viejas hechiceras que navegan todas las noches de Peñíscola hasta América pone un divertido punto final a la carta. En esta carta salen tres leyendas urbanas de la época, o sea historias que alguien cuenta como ocurridas a un conocido suyo, pero que claramente son leyendas. Una, por ejemplo, es de un tipo que se esconde en su propio barco cuando ve que se lo llevan las brujas, que navegan muy velozmente y atracan en una playa, en la que están un tiempo bailando. El hombre no sabe dónde está y arranca unos juncos de la orilla. A la vuelta alguien le dirá que son propios y exclusivos de América. Para dar más verosimilitud a la historia, el campesino que cuenta la historia, cuando Merimée dice que en Francia las brujas viajan en escoba, se echa a reír, no se lo cree. Prosper Mérimée vio todo lo español con simpatía y en la comparación con lo francés casi siempre salimos ganando. Dice, por ejemplo: "el pueblo no rechaza a los presos, como hace en Francia. Porque en Francia, todo hombre que ha estado en galeras es porque ha robado o ha hecho una cosa peor; en España, por el contrario, personas honradísimas han sido condenadas en diferentes épocas a pasar allí su vida por no haber tenido iguales opiniones que sus gobernantes". Elogia al pueblo llano: “es de carácter singular e inteligente, con gracia, lleno de imaginación y las clases más altas me parecen por debajo de los clientes de los cafetines (...) Me parece que un zapatero español puede servir para las funciones más elevadas mientras un grande puede como mucho ser un buen torero”.

Prosper Mérimée publicó en 1833  la recopilación de sus cuentos o relatos bajo el nombre de “Mosaico” (“Mosaïque”): “Mateo Falcone”, “La crónica del reinado de Carlos XI” (“Vision de Charles XI”), “La toma del reducto” (“L'enlèvement de la redoute”), “Tamango” una espléndida novelita de aventuras sobre el tráfico de esclavos, “El fusil encantado (“Le fusil enchanté”), “Federigo”, “Baladas” (“Ballades”), “La parte de las tablas reales” (“La partie de trictrac”), “El vaso etrusco” (“Le vase étrusque”) y el proberbio dramático “Los descontentos” (“Les mécontens”). La mayoría de los relatos habían sido ya publicados previamente en la Revue de Paris en 1829 y 1830. También en 1833 publicó la novela corta “El error doble” (“La double méprise”), un cuento desconocido, de una gran riqueza sin embargo que, concebido para referirse a George Sand, no es menos sutil en el estudio de los sentimientos  mundanos.

En 1834 publicó “Las alamas del purgatorio” (“Les âmes du purgatoire”) relato sobre el libertino Don Juan Maraña. Este mismo año, Mérimée sucedió a Ludovic Vitet en las funciones de Inspector General de Monumentos Históricos durante la República, donde su padre ocupaba la función de Secretario; lo cual le permitió perseguir con toda libertad los trabajos literarios que le interesaban. Ocupó este cargo hasta 1860, y gracias a su labor se conserva buena parte del patrimonio artístico francés. Enseguida se puso en contacto con sus amigos de infancia, el arquitecto  Eugène Viollet-le-Duc para efectuar una de sus primeras restauraciones de edificios en Francia, como la basílica de Vézelay en 1840, la Catedral de Notre-Dame de París en 1843 o la ciudad de Carcasona, a partir de 1853. Este trabajo le dio además la ocasión de efectuar viajes de inspección por el Mediodía, el Oeste y el Centro de Francia, y Córcega, publicando sus “Notas de viaje” entre 1836 y 1841. Su acción permitió la clasificación, el 26 de febrero de 1850, de la cripta de Saint-Laurent de Grenoble como monumento histórico. En aquella época, se escribió con numerosos anticuarios y eruditos locales, como Chergé, Presidente de la Sociedad de los anticuarios del Oeste en Poitiers, ciudad de la que salvó numerosos vestigios, en particular el baptisterio de Saint-Jean amenazado en 1850 de demolición. Este mismo año, descubrió, en la catedral de Puy-en-Velay, una pintura mural de artes liberales, una obra superior del arte francés de finales de la Edad Media. En el departamento vecino de Deux-Sèvres, le confió al arquitecto Pierre-Théophile Segretain  la restauración de varias iglesias. Cumplió en su cargo con un celo y una competencia admirables, pero le alejó de la escena literaria, abasteciéndose de primera materia para sus diversas obras de erudición.

Prosper Mérimée publicó en 1835 las “Notas de un viaje por el Mediodia de Francia” (“Notes d'un voyage dans le Midi de la France”) a las que le siguieron “Notas de un viaje por el Oeste de Francia” (“Notes d'un voyage dans l'Ouest de la France”) en 1836, “Notas de un viaje por Auvergne” (“Notes d'un voyage en Auvergne”) en 1838 y “Notas de viajes entre 1835 y 1840” (“Notes de voyages 1835–1840”) una descripción de sus viajes por Grecia, España, Turquía y Francia. Merimée en 1837 publicó el relato breve “La Venus de Ille” (“La Vénus d'Ille”) sobre la violencia y la crueldad humanas. Es reconocida por el escritor mismo, como su obra maestra, después fue saludada por la crítica como una de las cumbres del cuento fantástico. Es verdad que todo es dicho allí sin ser afirmado jamás: de un extremo a otro del texto, los signos se corresponden, los misterios lingüísticos se encadenan -la inscripción del zócalo, el juramento del anillo- y conducen ellos todos a Vénus sin que por eso puedan ser puestos por interrogaciones no formuladas porque son indecibles: ¿cómo, en efecto, hablar de la estatua de otro modo que en términos estéticos a menos que hacerlo a un ser objetivamente sobrenatural?

Mérimée recorrió toda Francia y diversos países del extranjero, como España, Italia y Grecia. Nunca se casó, pero mantuvo varias relaciones amorosas, entre ellas con Emilie Lacoste y Madame Delessert. En 1840 publicó una de sus mejores novelas cortas o cuentos, una de las más célebres, “Colomba”, que continúa siendo portadora de gérmenes románticos en su paso hacia el Realismo. Con el fin de que no se diluyera en un color local gratuito o anecdótico, Mérimée se centró no sobre la realización de la venganza sino sobre los cruces que se revelan entre los personajes. La señorita Nevil es menos el portavoz de lo novelesco, que el prosélito de la civilización moderna en que sería glorioso convertir a Córcega. Los años que median entre 1840 y 1846 señalan el apogeo de su carrera como escritor, con la publicación de sus dos mejores novelas cortas “Colomba” y “Carmen”.

                            

En 1841 publicó “Notas de un viaje por Córcega” (“Notes d'un voyage en Corse”) y el “Ensayo sobre la guerra social” (“Essai sur la guerre sociale”). En 1844 Mérimée fue nombrado miembro de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres y también en el mismo año fue elegido miembro de l'Académie Française con el sillón número 25, reemplazando a Charles Nodier. Este mismo año publicó sus relatos “Arsène Guillot” y “El abad Aubain” (“L'abbé Aubain”).

Prosper Mérimée volvió a viajar a España en 1845 y publicó el ensayo/estudio histórico “Estudios sobre la historia romana” (“Études sur l’histoire romaine”). En aquellos años ya era un novelista y dramaturgo de estilo romántico, además de historiador, que destacó especialmente por sus relatos cortos. En este mismo año de 1845, publicó con excelente éxito en la Revue des Deux Mondes, como antes lo había hecho con otros relatos en la Revue de París, su novela corta o cuento “Carmen”, su obra más original que inspiró múltiples películas y el libreto de la ópera homónima de Georges Bizet, estrenada en 1875. Muy pronto demostró un enamorado interés por España y su cultura que se reflejó en esta novela, la más destacada de toda su obra. Su prosa es más que limpia, diáfana, sin retórica, muy moderna.“Carmen” está ambientada en una España exótica y romántica. Como buen romántico, Mérimée utilizó extensamente el exotismo en sus obras; claro que era un exotismo ciertamente extraño, buscado en lugares no muy alejados, algo que los españoles tenemos buena muestra en ciertas leyendas por las cuales hemos sufrido hasta tiempos muy recientes (por ejemplo, la mitificación del torero, o la de que todas las españolas llevaban una navaja en la liga). Consecuente con esta postura, casi colonialista, de contraponer la visión del francés ilustrado y moderno a la realidad de lo salvaje y basal, Mérimée también buscó esto último en su propia casa, y lo halló en ese territorio considerado hasta hoy como agreste, machista, violento y francés-pero-ajeno como es Córcega, con el agravante de que Mérimée no la había visitado todavía. Según una carta de Mérimée a María Manuela Kirkpatrick, Condesa de Montijo, se inspiró en una historia que le relató la propia condesa durante una visita del escritor a España en 1830. En esta carta, escribe Mérimée: Trata sobre aquel valentón de Málaga que había matado a su querida, que se debía exclusivamente a su público. Como yo había estudiado a los gitanos durante un tiempo, he convertido a mi heroína en gitana. Prosper Mérimée, fingió haber conocido al héroe, el bandido Don José, y a la gitana Carmen, su amante. Don José, en prisión después de haber sido arrestado, le habría contado cómo Carmen labró su desgracia, como ella le predijera, arrastrándolo al mal con una autoridad diabólica. Siendo soldado, desertó por ella y se hizo contrabandista, asaltante de caminos y finalmente asesino. Mató por celos. Una de las fuentes más importantes que Mérimée manejó sobre el pueblo gitano fue el libro de George Borrow “The Zincali” de 1841. El argumento de “Carmen” es el siguiente: durante un viaje por el sur de España, el narrador (un arqueólogo francés) conoce a Don José Lizarrabengoa, un exmilitar de origen navarro (de Elizondo, en Baztán). Don José le cuenta una historia terrible: sus amores con Carmen (de Echalar), una gitana sensual que se cruzó por su camino, le apartó del Ejército y le arrastró hacia el delito, convirtiéndole en un bandido. Don José, ciego de amor por Carmen, tolera que estuviera casada con un bandolero llamado “El Tuerto”, a cuya banda Don José se une y con quien colabora en emboscadas y crímenes hasta que por celos lo desafia y mata en una pelea con cuchillos. Posteriormente Carmen se une a un torero llamado Lucas. Don José no puede soportar el desdén de Carmen y la acuchilla y mata. Tiempo después, preso del remordimiento, Don José se entrega y es condenado a muerte. La novela está dividida en tres partes, en la primera el arqueólogo cuenta cómo conoció a Don José. En la segunda, Don José relata sus experiencias y en la tercera el narrador hace un ensayo sobre la cultura y el lenguaje de los gitanos. A diferencia de la ópera, aquí no se menciona nada sobre Micaela o la familia de Don José y el papel del torero no es tan importante como el de Escamillo en la ópera. Esta novela corta presenta una estructura compleja donde se mezclan las voces narrativas, entre el encuentro del doble narrador con el bandolero José María y con la bohemia Carmen de una parte, y la digresión final sobre la historia, las costumbres, el carácter y la lengua de los bohemios del otro. Nace así un efecto estereoscópico en la presentación de los personajes: a la visión externa del narrador, que ve en Carmen "una belleza extraña y salvaje", responde la mirada de Don José, que, cogiendo "este diablo de chica" del interior, descubre en ella "a un demonio", mientras que el último capítulo permite comprender lo que en casa de la heroína vuelva a sus orígenes. Pero, más allá de los dos carácteres y de la intriga amorosa, una nueva variación sobre el tema melodramático del decaimiento por el amor, “Carmen” es ante todo una tragedia nacida de la tensión entre dos universos mentales. Tanto como el hechizo del cabo por la bohemia, la novela cuenta la fascinación de Don José por la libertad, la fascinación por lo imposible  -porque no se convierte en bohemio- y quien fuerza al héroe a un vagabundeo al cabo del cual encontrará el lugar más cerrado del orden social: la prisión. Historia de una ilusión y de su fracaso, “Carmen” puede aparecer, de un cierto modo, como la condena de un romanticismo que gusta de exaltar la rotura con el orden y la marginalidad. En ambos casos, la fuerza de esta novela corta, valora mucho la concentración permitida por el género de la novela, del que Mérimée aparece como uno de sus abanderados más importantes. Podemos sin embargo preguntarnos si realmente tomó en serio este género al cual vino de hecho, un poco por casualidad: pues no se afirma que "Carmen” habría permanecido inédita si el autor no hubiera sido obligado a comprarse pantalones"?... Este desprecio puede parecer tanto más singular como tal forma de expresión, por sus mismos límites, es indiscutiblemente el terreno que permitía a Mérimée valorar mejor su talento; se explica en cambio fácilmente por el desdén de la crítica a su relatos cortos que consideraban como un género menor.  Ciertos críticos consideraron a Mérimée como un "clásico extraviado en edad llena y romántica”. Como todos los grandes autores de novelas cortas, Mérimée no deja nada al azar. Su cuento está situado bajo la influencia del rigor y de la concisión. Se inscribe en una tradición cierta y francesa que se renueva, privilegiando un despego continuo e irónico, tanto con respecto a los personajes como a las situaciones dramáticas en las cuales se encuentran sumergidos contra su agrado, y que piden prestado de los narradores del Renacimiento, como del Romanticismo, desencadenamientos pasionales, crueldades sentimentales y crímenes de sangre. Despego también con respecto a las reglas del cuento, por desarreglo de los marcos narrativos, el gusto sistemático de la suspensión, de la elipse, el riesgo deseado de la oscuridad y las manipulaciones lingüísticas que reivindican el carácter profundamente enigmático. Tras las guerras napoleónicas, los viajeros románticos “redescubrieron” España, ofreciéndo una visión misteriosa, primitiva y exótica del país, sobre todo de Andalucía. Mérimée contribuyó decisivamente a fijar esa visión de España con la creación de “Carmen”, la cigarrera gitana, mitad ángel, mitad demonio, poseedora de una belleza tan ideal como lasciva. En la medida en que todo mito o arquetipo es susceptible de diferentes lecturas a lo largo del tiempo, la criatura que el misógino Mérimée consideró “mujer fatal” puede hoy interpretarse, como símbolo de libertad y como encarnación de la mujer dueña de sí misma y de su propio destino. “Carmen” es una historia de amor y de sangre que transcurre en España.
En 1915 Margarita Xirgu representó en escena por primera vez "Carmen" de Prosper Mérimée, según arreglos libres de Joaquín Montaner y Salvador Vilaregut. En 1921 la volvió a representar,  el 26 de abril de 1922 la representó en la ciudad de México con Alfonso Muñoz, en el Teatro Arbeu, en octubre de 1924 la Compañía Dramática de Margarita Xirgu la representó en los teatros Cervantes i Circo de Albacete, con los actores: José Ruste, Rafael Sánchez París, Miquel Ortín i Alfonso Muñoz como primer actor y las actrices: Amelia Muñoz, Julia Pachelo y Ana de Siria,... entre otras varias ocasiones.

                           
En 1846 publicó la novela “El callejon de madame Lucrezia” (“Il vicolo di madame Lucrezia”) que algunos consideran como un arquetipo del género. En 1847 publicó el ensayo/estudio histórico “Historia de Don Pedro I, rey de Castilla” (“Histoire de Don Pèdre Ier, roi de Castille”). En 1848 Mérimée recibió del gobierno, el encargo de catalogar los objetos de arte de las Tullerias y mientras proseguió sus trabajos de arqueología, se esforzó en dar a conocer la literatura rusa, publicando en 1849 su primera traducción del ruso al francés “La dama de picas” (“La dame de pique”), de Pushkin, a la que siguió la traducción de “Los bohemios” (“Les bohémiens”), muy influenciado por la crueldad y los dramas psicológicos de Alexandre Pushkin. Las historias que cuenta son a menudo llenas de misterios y transcurren en el extranjero, siendo España y Rusia fuentes frecuentes de inspiración. En 1850 publicó el ensayo/estudio histórico “Henry Beyle” de su gran amigo Stendhal y el relato “Las dos herencias” (“Les deux héritages”). Mérimée, amigo de la Condesa de Montijo, a la que conoció en España en 1830, le envió el 25 de mayo de 1850 un boceto: según un retrato de mujer realizado por Vélasquez, de 55x40 cm, comprado por ocho francos, que al parecer había sido cortado de una tela más grande, y reconocido como original por todos los conocedores a quienes se lo mostré. Ya en 1851 publicó el ensayo/estudio histórico “La literatura en Rusia, Nickolái Gogol” (“La littérature en Russie, Nicolas Gogol”) y en 1852 habiéndose encargado de la defensa de su amigo el Conde Libri, Mérimée es condenado a quince días de prisión y a mil francos de multa, siendo encarcelado el 4 de julio de 1852 en la Conserjería. Este mismo año publicó el artículo de crítica literaria “Nikolái Gógol”, la traducción del ruso al francés de “El húsar” (“Le hussard”) de Pushkin y el ensayo/estudio histórico “Episodio de la Historia de Rusia, Los falsos Démétrius” (“Épisode de l'Histoire de Russie, Les faux Démétrius”).

Mérimée en 1853 publicó su traducción del ruso al francés “El inspector general” (“L'inspecteur général”) de Gogol, el relato “Inicios de un aventurero” (“Débuts d’un aventurier”) y los ensayos/estudios históricos “Los monumentos de Francia” (“Des monuments de France”) y “Los mormones” (“Les mormons”). Todos estos textos, están llenos de movimiento, de interés y de original invención, les gustaban sobre todo a los lectores delicados, por la forma sobria y elegante que Mérimée había hecho suya de manera  definitiva. En 1853 fue nombrada Emperatriz, Eugenia la hija de la Condesa de Montijo, María Manuela Kirkpatrick, al casarse con Napoleón III y a la que conocía desde niña, nombrándole a continuación -por su gran amistad- Senador y Gran Oficial de la Legión de Honor. No fueron las leyes ni las tareas gubernamentales las que le permitieron a quien fuera amigo de la Condesa de Montijo, dejar huella en la escala internacional, sino la literatura, un arte al que enriqueció con varios relatos cortos, textos de historia, obras de teatro y novelas. Con el advenimiento del Imperio, Merimée, que en España había tratado íntimamente a la familia granadina de los Montijo, pasó a convertirse en un personaje que frecuentó asiduamente la corte de las Tullerias


En 1855 publicó el ensayo sobre cuentos de la Grecia moderna “Introducción a los cuentos y poemas de Marino Vreto” (“Introduction aux contes et poèmes de Marino Vreto”) y en 1856 la traducción del ruso al francés “El balazo” (“Le coup de pistolet”) de Pushkin y su primera colección de correspondencia “Cartas a Panizzi” (“Lettres à Panizzi”). Ya en 1857 escribió y dicto su célebre dictado, para distraer a la corte de la Emperatriz y de Napoleón III. En 1861 publicó el ensayo/estudio histórico “La revuelta de Stanka Razine” (“La révolte de Stanka Razine”), en 1863 se publicó su correspondencia inédita que abarcó desde octubre de 1854 hasta febrero de 1863, publicada por primera vez en La Revue des Deux Mondes, en 1865 publicó su ensayo/estudio histórico “Los cosacos de Ucrania y sus últimos bicentenarios” (“Les cosaques de l'Ukraine et leurs derniers atamans”) y en 1866 publicó el relato “La habitación azul” (“La chambre bleue”) y la traducción del ruso al francés “Apariciones” (“Apparitions”) de Ivan Turguéniev.
Mérimée publicó en 1868 los estudios/ensayos históricos “Ivan Tourguéniev”  y “Alexander Pushkin“. En 1869 publicó su última novela “Los manuscritos del profesor Wittenbach” en La Revue des Deux Mondes y publicó las traducciones del ruso al francés “El judio” (“Le juif”),  “Pétouchkof” y “El perro” (“Le chien”) de Tourguéniev. Este mismo año también publicó la novela “Lokis” considerada como un arquetipo del género, una historia vampírica sobre un hombre oso. De hecho, la frialdad de la mirada y la minucia con las cuales el Inspector General de los Monumentos Históricos relata los acontecimientos más inverosímiles, son propicias de producir la duda fantástica, ya que el narrador es un científico objetivo y digno de fe.
En 1870 publicó su novela “Djoûmane” considerada como un arquetipo del género y el ensayo “Extraña historia de Tourguéniev” (“Étrange histoire de Tourgueniev”). En este mismo año cayó enfermo de asma y el 23 de septiembre a las 23 horas, Prosper Mérimée falleció en Cannes. Cinco días más tarde cumpliría 67 años. Desde entonces, sus restos descansan en el Cimetière du Grand Jas de Cannes. El novelista y crítico de arte Louis Edmond Duranty, discípulo de Champfleury y que fue retratado por Degas, era su hijo natural. La muerte de Mérimée había sido declarada ya en 1869 por toda la capital,  mientras que todavía no había fallecido. El rumor fue finalmente desmentido por “Lel Figaro”. Fue autor de relatos cortos, libros de historia, obras de teatro y novelas, siendo un claro exponente del periodo romántico. Se ha dicho de él que fue un romántico muy especial y atípico y que por sus ideas pertenecía a otra época. Menéndez y Pelayo dijo de él: «Un pesimismo tranquilo que en la práctica tenía consecuencias más epicúreas que estoicas, parecía haber sido su única filosofía». Perteneció a una categoría de artistas refinados, enemigos de toda prodigalidad ostentosa y de toda exuberancia desmedida. Su estilo, en lo artístico, es sobrio, preciso y apretado. Y su construcción es firme y de desarrollo lógico. Amó el misticismo, la Historia y lo inhabitual. Fue influenciado por la ficción histórica popularizada por Walter  Scott.
El 23 de mayo de 1871 su apartamento de París, en la rue de Lille 52, donde vivió con su madre, se incendió por los actos de La Comuna, y sus libros y sus papeles fueron destruidos por las llamas. En 1874 se publicó la recopilación póstuma de las cartas de Mérimée a Jenny Dacquin y a la familia Delessert “Cartas a una desconocida” (“Lettres à une inconnue”) y en 1875  las “Cartas a una nueva desconocida” (“Lettres à une nouvelle inconnue”).Su “Correspondencia” se editó en 1941-46.  La Base Mérimée, creada en 1978, le rindió homenaje por sus trabajos de clasificación de monumentos
XAVIER RIUS XIRGU