Biografía de André Breton

León Trotsky, Diego Rivera y André Breton

(Tinchebray, 19 de febrero de 1896 - París, 28 de septiembre de 1966)  A veces nacen grandes hombres. No siempre sobreviven. Pocas veces pueden crecer, menos aún crear, en el mundo en el que nos toca vivir. Pero cuando lo hacen, se convierten en magos de la palabra y de la acción, se destacan entre muchos, y -como difícilmente suceda de otra forma- se encuentran.


André Breton, el poeta del amor loco y el azar objetivo, el león del movimiento surrealista, un movimiento no sólo artístico sino también político, fue uno de esos hombres. Fue un artista en busca permanente de la libertad, y fue un hombre de su época, que supo poner la mirada en lo más avanzado de su tiempo, lo que lo acerca no sólo al marxismo, sino también al psicoanálisis, de donde el movimiento toma muchas de sus ideas. La búsqueda de “lo humano”, la belleza plasmada en las palabras, venía de la mano de la experiencia que le tocó hacer como médico en la Primera Guerra Mundial, y esta experiencia fue determinante en el desprecio al sistema capitalista que la engendró, en el que le tocó primero, nacer, luego sobrevivir y crecer, y finalmente poder crear. Como pocos.


El movimiento surrealista encabezado por Breton junto con Paul Eluard, Benjamin Peret, Pierre Naville, Louis Aragón, Luis Buñuel, Max Ernst y Salvador Dalí entre otros, nació del dadaísmo atravesado por la masacre que significó la primer guerra imperialista, pero también por la bocanada de aire puro para la humanidad en general y para el movimiento artístico en particular, que dio la revolución rusa, y va a acercar al movimiento al marxismo. Los caminos de los surrealistas y los revolucionarios se cruzaron desde el comienzo: desde los encuentros más bien “casuales” de Lenin con los Dadaístas en Zurich durante su exilio, hasta el concertado encuentro entre André Breton y León Trotsky en 1938 en México, de dónde sale el famoso Manifiesto por un arte revolucionario independiente, escrito por ambos y firmado por razones políticas por Breton y Diego Rivera.


Aunque al movimiento surrealista le tomó unos años proclamar su apoyo incondicional a la revolución rusa (“pertenecemos en cuerpo y alma a la revolución”, gritan en su manifiesto), cuando lo hicieron lo hicieron con lo mejor que ésta había dado: ante los primeros vestigios del realismo socialista y del arte proletario proclamado por la burocracia, se alinean instintivamente primero -y concientemente después- con su ala izquierda, dirigida por León Trotsky.


¿Azar objetivo?


Desde el primer encuentro fugaz de Breton con Trotsky, cuando vagaba por las calles de París buscando su último libro el mismo día que se cruza con Nadja, la musa que inspiraría y nombraría una de sus obras, y el encuentro similar de Trotsky con el surrealismo al compartir el viaje en barco con Arthur Cravan, el peculiar poeta-boxeador que se relacionó con el movimiento, fueron muchos los puntos de contacto que propiciaron su acercamiento concreto diez años después.


Por un lado la lectura por parte de Breton de Literatura y revolución de Trotsky, en la que el revolucionario ruso se explaya sobre la relación entre arte y sociedad, entre vanguardias artísticas y vanguardia política, y sobre la política del estado obrero ruso hacia los movimientos artísticos. El poeta va a tomar de esta obra muchas definiciones que luego quedarían volcadas en el segundo manifiesto surrealista, de 1930, entre ellas la de entender al arte como resultado de una relación entre la subjetividad del artista y la realidad concreta a la que se enfrenta, que implica que el arte no sea ni martillo ni espejo: no moldea la realidad a su gusto pero tampoco la copia, puede explicarse desde desde los fenómenos sociales de los que forma parte, pero no se agota en ellos. Para Trotsky, que compartía el amor por la libertad de los surrealistas, el arte se arruina si se le indica “por qué surcos debe ser arado”.


La otra obra del dirigente de la oposición de izquierda que conmovería al poeta sería su Biografía de Lenin, de la que Breton haría una reseña en La revolución surrealista (publicación del movimiento que luego cambiaría su nombre a El surrealismo en defensa de la revolución) en 1925, con una visión madura de la revolución, que ve como aún incompleta (lo que anticipa su distancia con la burocracia) y una reivindicación de Lenin y Trotsky que aunque poco conciente todavía, es una toma de posición en medio de la disputa entre la burocracia y la oposición que ya tomaba cuerpo en la URSS, por el futuro de la revolución y los ataque que comenzaban a extenderse contra la figura de Trotsky.


El acercamiento orgánico del poeta al Partido Comunista Francés data de un poco más adelante, y duraría sólo tres años: la mayoría de los surrealistas romperán con el Partido Comunista, al convertirse el realismo socialista y la proletkult en parte de la doctrina oficial.


El movimiento surrealista también publicaría una proclama en apoyo a Trotsky luego de su expulsión de Francia, Planeta sin visado (como el mismo nombre del capítulo de Mi vida, de Trotsky). Ya más cercano al encuentro en México, Breton, muy golpeado ante los Juicios de Moscú en el ’36 declara que Trotsky es acusado injustamente y lo defiende como “guía moral e intelectual”, denunciando más profundamente al régimen de la URSS como restaurador de la religión, la patria y la familia y como un régimen burocrático.


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Por otro, van a producirse varios acercamientos primero entre las posiciones políticas del ala izquierda de la II Internacional encabezada por Lenin y Trotsky que luego daría lugar a la III Internacional, al proclamar los surrealistas su rechazo tanto a la guerra como al patriotismo imperialista francés, ubicándose a la izquierda de la propia socialdemocracia alemana, que presa del patriotismo vota los créditos de guerra en apoyo a su propia burguesía; y luego a partir del posicionamiento político explícito de los surrealistas a favor de la insurrección marroquí (y Siria) contra el colonialismo francés y español. Van a precisar que están “en contra de la guerra cuando la hacen los de arriba y a favor de la guerra cuando la hacen los de abajo contra sus opresores” en un banquete diplomático, y a separarse así de toda la intelectualidad progresista francesa. Esta posición se va a transformar en una versión más madura -encuentro con Trotsky mediante- ante la Segunda Guerra Mundial: “ni con vuestra guerra ni con vuestra paz”, proclaman los surrealistas.


Además de la revolución rusa reivindicaban el movimiento de los jacobinos franceses de 1793 y la Comuna de París de 1871 y van a confluir con la oposición de izquierda más adelante en su política de frente único contra el fascismo. El propio Breton le manifiesta a Benjamin Péret el deseo de ir a combatir a España durante la guerra civil, cuestión que le impide el nacimiento y problema de salud de su hija, Aube. Ya durante esta época van a apoyar a la sección francesa de la IV Internacional.


Como señala Michael Löwy, el proyecto revolucionario de Breton de fusión entre amor loco, poesía de lo maravilloso, y revolución no puede más que seguir vigente, porque resulta justamente inadmisible en esta sociedad capitalista. Más bien parece justamente opuesto a ella, un intento de re-encantar el mundo desencantado por la guerra, por el patriotismo imperialista, por el nazismo, por el stalinismo, lo que explica de alguna manera el encuentro entre el poeta y el revolucionario ruso. 

Letizia Valeiras
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