Herder
Herder nace en 1744 dentro de una familia pietista en Mohrungen, Prusia Oriental. La familia era de origen y condiciones humildes. Estudió en la facultad de Teología de Könisberg, después de formarse anteriormente de manera autodidacta. Muere en 1803, dos años antes había sido nombrado presidente del consistorio de la iglesia Luterana y se le había concedido un título de nobleza.
De carácter provocador, huraño, rudo, amigo de Hamann,
Goethe y Schiller, el primero en hablar del Volksgeist (espíritu del pueblo) y del
Volkseele (alma del pueblo), de donde se extrae su importancia para la
Psicología Comunitaria y Social, así como para la Antropología, Sociología e
Historia (Laberinto, 3, Bolivar Espinoza y Cuellar Saavedra).
Se le reconoce padre del populismo y del nacionalismo europeo, alentador
del pluralismo moderno.
Admirado por muchos y denostado por otros, no
deja de llamar la atención, su ánimo innovador en la base de sus
planteamientos. Crítico agreste de la Ilustración, un ejemplo son sus grandes
diferencias con Kant y con la filosofía clásica griega como parámetros de la
civilización occidental en lo referente a la filosofía, ciencia, política.
Defensor
del lo local–europeo y de las tradiciones expresivas propias de los pueblos:
poesía, pintura, danza, mitos, leyendas, y todo eso que otorga identidad.
Herder se desmarca de la tradicional idea del philosophe, y entiende que las
razones del pensar deben de ir juntas con las razones del actuar, advierte el
peligro desde hace más de dos siglos de la dominación de los pueblos.
Cree
fervientemente en la libertad de manifestación de las tradiciones locales y de
las potencias propias de la naturaleza para formar Naciones y no Estados
como el mismo lo dice.
Es en esta época de globalización y de dominación por la fuerza militar y por
la fuerza del pensar de un modo adecuado, donde por ejemplo, en la
psicología existe una dominación de los modelos biomédicos y asistencialistas, donde se sigue creyendo en el malestar individual y no social,
la hasta ahora irrefutable idea, que tiene la mayoría de los psicólogos de
blame the victim (culpar a la victima), de que cada quien tiene lo que se
merece.
En consecuencia, las propuestas de lo comunitario y lo social
terminaron por ser «garrafalmente desdeñadas» (Navalles, J. 2006: p. 62) en y
por la Psicología y los Psicólogos.
Un filósofo sin el merecido reconocimiento, un marginal del quehacer del
pensar, es sin duda el mejor ejemplo de cómo se puede modificar las falsas
concepciones en una ciencia cargada de dogmas y de explicaciones ad
hoc, como la psicología.
Entonces, hay que dedicarnos a la búsqueda de
fundamentos sólidos para la transformación y el enriquecimiento de las
técnicas, modelos, métodos de intervención social y comunitaria.
Es Herder
uno de esos filósofos que van contracorriente y que al mismo tiempo se
afianzan en la Historia de la Filosofía, de las Ciencias Sociales y en general de
la civilización para la construcción de un mundo mejor y más justo para
todos.
Habría que mencionar por ejemplo, que el pensamiento de Herder le da un
gran impulso a la aplicación, uso y recreación de técnicas y métodos de
corte cualitativo como la etnografía, la investigación–acción, el método
biográfico y de historia de vida.
A pesar de que, como muchos de su época,
se encontraba obnubilado por los grandes logros de las ciencias naturales de
esos años; aquí se hace ineludible un reconocimiento hacia él y hacia la
utilidad de ese pensamiento y su aplicabilidad en esta época. Se enfatizan
sus recomendaciones visionarias acerca de los riesgos de la intolerancia y la
marginación, de la univocidad y unidireccionalidad de las ciencias sociales,
en nuestro caso: la Psicología.
Trato especial merecen los trabajos de Isaiah Berlin con relación al
reflorecimiento y revitalización de la obra de Johann Gottfried Herder, y de su
maestro Johann Georg Hamann (El Mago del Norte), por ser prácticamente os únicos. Asimismo se fortalece el pensamiento alternativo en las ciencias
sociales en particular y en la filosofía en general. Dentro de nuestra disciplina
sigue predominando esta visión enclenque, miope, unidireccional del
individualismo por una parte, y por la otra, la del espíritu puro de la ciencia,
que termina por ser una gran ficción y una esperanza vacua para las
Ciencias Sociales.
Es evidente que muchas de las cosas que se van a decir, no serán nada
originales; en realidad esa no es la intención, es más bien lograr ejemplificar
con la estridencia merecida y mesurada dónde y cómo se acerca el
pensamiento herderiano a la intervención comunitaria, y cómo ayuda a
diseñar y clarificar un nuevo rol del Psicólogo en la sociedad. Se tienen
nuevas propuestas para llevar a cabo, que permitan además actuar y reiterar
el compromiso con los que menos tienen. Lo más probable es que
adquiramos una enseñanza, enseñanza que luego podamos portar a las
universidades, con la finalidad de que nos ayuden a estructurar nuevos y
mejores programas deontológicos y con pertinencia social.
Para muchos Psicólogos hay una diversidad más o menos ordenada en la
intervención psicosocial y comunitaria. Existen algunos lineamientos muy
generales, pero bien establecidos en lo referente al utillaje de y en las
intervenciones comunitarias. Hay también diferentes grandes temas o
problemas en la intervención comunitaria: empoderamiento, resolución de
conflictos, desarrollo comunitario, participación social, organización
comunitaria, etcétera. De lo que se carece es de un corpus teórico y
filosófico sólido y coherente, que a la vez permanezca un tiempo más o
menos prolongado en la aceptación general de aquellos que realizan
intervención comunitaria.
La filosofía de Herder y la intervención comunitaria
En la definición más tradicional de intervención encontramos desde el
principio un problema para clarificar, explicitar y definir la intervención
comunitaria. Intervenir significa bloquear, obstruir, modificar. Esta última
acepción es la que pudiese ser la más adecuada para nosotros, aquí cabe
la pregunta ¿modificar qué y cómo?, ¿quién o quiénes nos legitiman para
esa modificación?, ¿quiénes son los indicados para llevarla a cabo?
Se realiza un enorme esfuerzo en el afán de entender y hacer entender que
intervenir en un grupo humano o comunidad es un quehacer muy
beneficioso, alentador, positivo, participativo e inclusivo. A partir de lo anterior
se intentan comprender diversos problemas: quejas, oportunidades,
participaciones, entretenimiento, de los integrantes de ese grupo humano,
que se supone va a recibir la intervención de una persona de origen
universitario, burocrático, regulado. ¿Cómo es posible entonces que esto se
pueda llamar Intervención Comunitaria?
a) Entender la intervención comunitaria como una forma de solucionar
problemas.
b) Mostrando un respeto a las comunidades de recepción, propio no del
quehacer científico–interventivo, sino porque se trabaja y se trata con
humanos y a lo que se debe respetar en última instancia es al humano y a la
humanität.
c) Siempre se debe entender a la intervención comunitaria como una
oportunidad de mejora para todos: interventores e intervenidos.
Es primordial señalar el orden de las cosas en el presente artículo. Para ello
me basaré en ejemplos de la obra de Herder y de Berlin, específicamente en
señalamientos particulares de la intervención comunitaria hechos arriba, que
pertenecen a la psicología comunitaria en particular y en general a las
actividades y disciplinas de intervención social y comunitaria.
Desde hace más de dos siglos, Herder pugnaba por la renuncia a aceptar los
contenidos de las filosofías que nos llevan a reconocer en los humanos sólo una materia prima para nuestros fines. No nos damos cuenta, o no queremos
darnos cuenta, que con cualquier contacto que involucre a diferentes
culturas se corre el riesgo de que una termine por dominar o conquistar a la
otra, imponiendo valores, creencias, cosmovisiones particulares de una
cultura. Yuxtaponiéndose además a las creencias, ritos, mitos y lenguaje de la
otra, que la mayoría de las veces, acepta tal imposición para no hacer la
conquista más dramática o dolorosa. Esto último a consecuencia de la falsa
representación de superioridad y la idea de que se va a conseguir una mayor
felicidad viviendo bajo los cánones de la cultura que consideran más
prestigiosa, la dominante.
Otro elemento importante es la renuncia al prestigio y al reconocimiento (Del
Campo Gómez, 1989) por parte del interventor. Deshacernos de estas
actitudes y comportamientos pseudoacadémicos y pseudohumanitarios,
emanciparnos para emancipar. Para ello señala Berlin:
Comenzaremos reconociendo las deudas de Herder con otros filósofos.
La tesis de Herder de que la materia propia de las ciencias históricas es la
vida de las comunidades y no las proezas de los individuos —hombres de
Estado, militares, reyes, dinastías, aventureros y otros hombres famosos—
ha sido defendida por Voltaire, Hume, Montesquieu, por Schlözer y
Gatterer… por Vico (Berlin, I. p. 193)
Habría que no poner atención en su espíritu positivista, influido por las Ciencias
Naturales y sus grandes logros, sobre todo en esa época, y quizá habría que
extenderle una indulgencia bien ganada por ello. Ahora bien, caractericemos
el perfil de Herder según Berlin con respecto a las grandes aportaciones de
Herder al pensamiento contemporáneo político, estético y filosófico:
1. El populismo. La creencia en el valor de la pertenencia a un grupo o a
una cultura, que para Herder al menos, no es de carácter político, sino
que más bien podríamos decir que es, hasta cierto punto antipolítico, es
una creencia diferente al nacionalismo, e incluso opuesta a ella.
2. El expresionismo. La doctrina de que la actividad humana en general,
y el arte en particular, expresan la completa personalidad de un individuo
o grupo, y son inteligibles en tanto que expresión de una personalidad
[…] afirma que son voces hablando.
3. El pluralismo. La creencia no meramente en la multiplicidad, sino en la
inconmensurabilidad de los valores de las diferentes culturas y
sociedades; y, por añadidura la creencia en la incompatibilidad de
ideales igualmente válidos, junto con el corolario implícito de que las
teorías clásicas de un hombre ideal y de una sociedad ideal son
intrínsecamente incoherentes y erróneas. (Ibid, pp. 199–200).
Debe resaltarse la gran actualidad e impronta del pensamiento herderiano,
por ejemplo, James Kelly señala (Kelly, J. G, 1989, Gómez del Campo, J. y
Hernández Vargas, J. editores) que una de las actitudes del interventor
comunitario debe de ser la renuncia al prestigio y al reconocimiento, a la
búsqueda de la igualdad entre intervenidos e interventores, de estar siempre
dispuesto a sacrificios para que esto fortalezca la personalidad del interventor:
paciencia, respeto por los otros, tolerancia. Esta renuncia al prestigio
académico va a la par del pensamiento de Herder, no hay nada que Herder
deteste más que la conquista y la dominación de un pueblo por otro, sólo
con la finalidad de imponer sus formas y modos de forjar cultura, eliminando
los caracteres particulares de un grupo: valores, creencias, arte, ciencia,
tradiciones. El imperialismo que tanto denostó Herder, para el caso aquí
tratado, se ha convertido en un imperialismo cultural y académico. La
direccionalidad, el dirigismo, el desarrollismo, el paternalismo, se han
convertido en algunas de las grandes barreras que el interventor comunitario
tiene que salvar, señala Berlin (2000: 205–206).
La actitud de Herder es claramente la actitud normal de un ilustrado de
su época; la cuestión es que, sin embargo, él nunca abandonó esa
actitud. Creyó en el parentesco y en la solidaridad social, Volkstum, en el
carácter de una nación. Pero al final de su vida detestó y denunció
cualquier forma de centralismo, coerción y conquista; actitudes que expresó y simbolizó al igual que su maestro Hamann bajo el epígrafe del
«maldito Estado». La naturaleza crea naciones, no estados. El estado es
un medio para felicidad de un grupo, no para la felicidad de los
hombres como tales. No hay nada contra lo que Herder no dirija su
artillería de manera más elocuente que contra el imperialismo. El
aplastamiento de una cultura por otra, la eliminación de culturas locales
pisoteadas bajo la bota de algún conquistador […] No tenía ninguna
simpatía por la virtú en el sentido renacentista del término. Alejandro
Magno, Julio Cesar, Carlomagno, etc., no eran desde su punto de vista
héroes. La base del Estado es la conquista, la historia de los Estados es la
historia de la violencia, una historia de agresión manchada por sangre…
¿Por qué centenares de personas sufren hambre y frío con el objeto de
satisfacer a un loco coronado, o para satisfacer los sueños producto de
la fantasía de un philosophe?
Es conveniente mencionar que esta idea de Herder tiene pertinencia con una
previsión técnica y metodológica de la intervención comunitaria, la del
desarrollismo y la idea de las aplicaciones de programas gubernamentales
que roban la identidad local, por no decir que la desaparecen; la mayor
parte de estos programas de desarrollo comunitario son diseñados y
aplicados por los philosophes de los gobiernos, desde arriba hacia abajo, de
manera vertical, dice Sarmiento Vega (2000: p. 16).
El enfoque tradicional en el área de desarrollo de la comunidad —
calificado como desarrollismo— tiene una práctica con esa ideología
que enajena a su «población objetivo» con invasiones culturales o de
clase, con acciones exclusivamente asistencialistas […] se apropian y
privatizan las comunidades populares. El desarrollismo es también
ahistórico porque no considera la dimensión histórica de los problemas
sociales y psicológicos que pretende resolver ni de las comunidades y
sujetos con los que trabaja.
Herder sentencia: «El centralismo y el dirigisme son los enemigos» (Berlin, I. p.
228). En este enfoque se encuentra un trasfondo de conquista del salvaje, del sucio, del primitivo, del que se aferra a quedarse atrás en la historia y el
progreso. Se trata, en última instancia, de que a través de programas bien
establecidos por los órganos e instituciones de gobierno, se implemente
(prescripción) una idea de comunidad que pertenezca a la gente que
integra la élite política de una región o de un país, caracterizado por las falsas
bondades y misericordias de esas élites. Este modelo es altamente
cuestionado por su intención explícita e implícita de generar clientelismo
político, perpetuar el corporativismo y la pasividad en el grueso de la
población, la omnipresencia del opresor (Freire, 1970: 37).
En la misma dirección del modelo estatal va lo que en intervención
comunitaria se denomina el modelo universitario; sin embargo, debemos
conservar esa crítica herderiana del philosophe. El saber y el conocimiento, a
partir de esto, deben ser reconocidos en cualquier ámbito y circunstancia.
Señala Salvador Sarmiento Vega: «Respecto de ese modelo, el
cuestionamiento común es que se usa a la comunidad como laboratorio de
aprendizaje y de experimentación; son pocas las facultades universitarias o
centros de investigación que logran un desarrollo sostenido, autogestionario y
con un compromiso político hacia esos grupos comunitarios y su causa
popular» (2000: p. 18):
En términos generales es el leiv motiv de conquista, lo que mueve a estos
grupos de poder, que financian, colocan, imponen, programas de desarrollo
comunitario a discreción. Es una práctica de intervencionismo colonizador,
que no es lo mismo que una intervención comunitaria real, planificada,
estructurada y, sobre todo, respetuosa de las condiciones y formas de vida
de las diferentes culturas. Al intervencionismo se llega cuando «hay una
invasión de clase o de cultura en el sentido freiriano: un grupo social
dominante impone de manera vertical y antidialógica sus pautas, propósitos,
decisiones, valores, tecnología o ideología a otro grupo social de clase
subordinada, explotada o colonizada» (Sarmiento Vega, S. 2000: p. 20)
Además de ser una expresión de la misericordia capitalista o burguesa (Freire,
p, 1970; 54).
Se presenta pues, una falta de entendimiento de los procesos sociales y
culturales de una comunidad, una falta de comprensión de su historia y de su
carácter muy particular, es decir, de su identidad cultural y social. Este tipo
de precauciones al analizar la cultura y la civilización ya las había previsto
Herder, al oponerse férreamente a la guerra, a las conquistas de un pueblo
sobre otro, llamando a la tolerancia y el respeto de las diferentes formas
culturales de la civilización, y previniendo el riesgo que corre el conquistador
de ser conquistado con sus mismas armas. Tal ánimo de conquista, advierte
Herder, puede volverse contra los que conquistan, esta advertencia la realizó
hace más de dos siglos.
Decidme, ¿todavía no has perdido el hábito de intentar convertir a
vuestra fe a gentes que despojasteis de sus bienes, asesinasteis, privasteis
de su tierra, y de su estado, a quien vuestras costumbres parecían
asquerosas? En el supuesto de que uno de ellos fuera a vuestro país y con
aire insolente declarara absurdo todo lo que resulta más sagrado para
vosotros —vuestras leyes, vuestra religión, vuestra sabiduría, vuestras
instituciones, y cosas por el estilo— ¿Qué haríais con ese hombre? «¡Oh,
pero ese es un asunto bastante diferente!», replicó el europeo, «nosotros
tenemos poder, barcos, dinero, códigos, cultura» […] Herder está tan
convencido como Marx de que quienes oprimen y explotan a otros, y les
imponen sus propias instituciones, están cavando su propia tumba; algún
día sus víctimas se levantarán contra ellos y utilizarán sus reclamos, sus
métodos y sus ideales para aplastarlos. (Berlin, I. 2000: 209).
Es menester en las actividades interventivas comunitarias, incluida la
medicina, la más profunda y sólida sensibilidad hacia las tradiciones,
costumbres y cosmovisión de las comunidades de recepción. No es una
defensa y, entiéndase, del buen salvaje, es una opinión firme, que se
encamina a hacer comprender a los profesionales de la psicología en general, que las disertaciones finas, limpias, puras, son una cualidad de la
falta de compromiso con la sociedad en pleno y hacia aquellos que ocupan
un lugar menos privilegiado en la sociedad. La supuesta pureza del científico
social, lo único que hace es promover un alejamiento de las comunidades
de base, en el aspecto material; y una falta de sensibilidad hacia la gente
integrante de esas comunidades, esto en el aspecto simbólico
principalmente y de manera secundaria en el aspecto material.
De igual modo, Herder posee su propia concepción para la univocidad de
los criterios estéticos, científicos, culturales. Estos criterios únicos e invariables,
podría decirse, que llevan consigo el mismo riesgo de la dominación y la
conquista: a) matar culturas, b) exterminar las expresiones artísticas y de
conocimiento de esas culturas, y c) la vuelta contra los pueblos dominantes.
Es una advertencia a la tan llevada y traída cosificación, una advertencia
más de que estos criterios unidireccionales llevan consigo una carga de
actitudes y conductas marginalistas, discriminatorias y que validan una vez
más los criterios de cultura y de lo culto, como aquello que le pertenece al
hombre educado, limpio, al philosophe. Lo anterior no sería adecuado a las
demás culturas y subculturas: culturas populares, barriales, vecinales, por
ende: comunitarias. «El salvaje que se ama a sí mismo, a su mujer y a sus
hijos […] y trabaja por el bien de la tribu tanto como para el suyo propio […]
es, en mi opinión, más genuino que esas imágenes cultivadas, del
ciudadano del mundo quien encendido por todas esas imágenes ama una
quimera» (Berlin, I. op. cit.) debemos entender lo culto, lo cultural y la cultura
como todo aquello que produce el espíritu humano, no como
manifestaciones privadas y privativas, excluyentes y, de nuevo marginalistas.
Es en las comunidades
donde están los recursos y la posibilidad de formar más recursos que
solidifiquen las potencias futuras de las comunidades y sus integrantes. Es la
gente la que tiene la historia, la que tiene el conocimiento, la que en realidad
siente y sufre las consecuencias de políticas desacertadas o acertadas de los
philosophes. Es la gente la que canta sus poemas, es su pensamiento
médico el que los ha curado durante siglos, es su pensamiento matemático
e ingenieril lo que les ha permitido construir y edificar sus edificios, casas, su
cultura y su historia.
Extracto
Juan Martell Muñoz
Unidad Académica de Psicología
Universidad Autónoma de Zacatecas
México
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