Literatura estonia: Un breve recorrido

Estonia

La poesía


Los comienzos de la literatura estonia, como tal, no son anteriores al siglo XIX o, dicho de otro modo, al Romanticismo. Es cierto que Estonia cuenta con un riquísimo acervo de canciones tradicionales, compuestas con toda probabilidad a finales de la Edad Media. Se pueden observar ciertos paralelismos entre los romances españoles medievales y las canciones tradicionales estonias: ambas composiciones usan básicamente el verso octosilábico. Tampoco es infrecuente encontrar rimas basadas en asonancias, típicas del romance español, en esas canciones que, por otra parte, hacen un gran uso de las aliteraciones como recurso poético. El verso tradicional estonio, al igual que el finlandés, se asemeja al romance también en el sentido de que ambos versos evitan la monotonía rítmica. En otras palabras: el verso es, interiormente, flexible, polirrítmico.


El verso tradicional fue usado por Friedrich Reinhold Kreutzwald, considerado el fundador de la literatura estonia, en su epopeya Kalevipoeg (1861). Algunos poetas recurrían todavía a este verso a principios del siglo XX, pero el cuerpo principal de la poesía estonia escrita en formas regulares a lo largo del siglo XX se basa en el yambo o el troqueo más o menos monótonos, usados también por la poesía de los alemanes y los rusos, los dos pueblos que han dominado, históricamente, las tierras de la actual Estonia. El Kalevipoeg de Kreutzwald es una epopeya mucho más tardía que el Cantar de Mío Cid, pero ha cumplido un papel histórico semejante. Paradójicamente, ambas obras no están tan distanciadas entre sí como podría suponerse... El Cantar de Mío Cid fue uno de los grandes hallazgos que debemos al Romanticismo, y se publicó por primera vez en 1779; sólo a partir de entonces empezó a ser reconocido su valor tanto en la sociedad española como en el extranjero. Esta gran obra de Kreutzwald tendría que evaluarse dentro del cánon de las epopeyas creadas a lo largo de la cultura histórica europea por autores individuales, y no como una obra folklórica. Hasta ahora ha sido equiparada casi exclusivamente al Kalevala finlandés, y en cuanto a la tarea de acumular y sintetizar folklore auténtico, la epopeya finlandesa de Lönnrot (quien, a propósito, visitó Estonia y llegó a conocer a Kreutzwald), por supuesto, es más rica. Ello, sin embargo, no empequeñece en absoluto el valor del Kalevipoeg como una de las grandes creaciones europeas en la épica individual.

No hay que olvidar a otro poeta esencial en el desarrollo de la poesía estonia: se trata de Kristian Jaak Peterson (1801-1822), muerto prematuramente, el primero que dejó versos de cierto valor estético en la lengua nacional. Fue uno de los primeros estonios autóctonos entre los estudiantes de la Universidad de Tartu, el principal centro académico del país, fundada a principios del siglo XVII por el rey sueco Gustavo Adolfo II. Influido por la poesía alemana y las formas clásicas de la poética griega, este joven poeta cantaba la belleza de la lengua estonia y los ideales del amor y de la amistad.

Años más tarde, coincidiendo con la publicación del Kalevipoeg, se inició el desarrollo de la conciencia nacional autóctona y el llamado “despertar nacional”, que fue paralelo, por ejemplo, al movimiento catalán de la Renaixença, en la segunda mitad del siglo XIX. Supuso la primera fase de la liberación nacional, dirigida sobre todo contra la dominación alemana. En aquella época destacó Lydia Koidula (1843-1886), con sus apasionados y estremecedores versos patrióticos. Algunos poemas suyos como, sobre todo, “Mi patria es mi amor”, eran cantados por conjuntos corales en los festivales de la canción que se celebraban cada año y, después de la segunda guerra mundial, se convirtieron en un símbolo de la resistencia contra la dominación ruso-soviética en Estonia.

El máximo poeta anterior a la primera República, y uno de los líricos más destacados que ha tenido Estonia, es Juhan Liiv (1864-1913). Sus poemas, de expresión concisa y minimalista, dedicados a su patria y la naturaleza, están impregnados de una sensibilidad extraordinaria, ajena a todo manierismo simbolista.

Durante la primera República de Estonia (1918-1939), que se estableció tras el derrumbamiento del Imperio zarista ruso, se produjo un desarrollo muy rápido de la cultura nacional en todos los campos y se absorbieron todas las influencias de la cultura moderna procedientes de la Europa occidental. Con todo, el estilo dominante en la lirica estonia de aquellos años fue simbolista-romántico, mientras que en el terreno de la prosa continuaba prevaleciendo el realismo. Los poetas más importantes de aquel período fueron Marie Under (1883-1980), Gustav Suits (1883-1956), Heiti Talvik (1904-1947) y Betti Alver (1906-1989). La continuidad de su obra en Estonia fue interrumpida bruscamente por la segunda guerra mundial. Under y Suits terminaron sus vidas en el exilio, en Suecia. Talvik fue deportado por los soviéticos a Siberia, de donde no volvió.

La narrativa

En la última década del siglo XIX empieza también la historia de la novela en Estonia. La máxima figura en este género, dominado por aquel entonces por el realismo y el naturalismo, fue Eduard Vilde (1865-1933), un auténtico Pérez Galdós estonio, en el sentido de que cultivaba paralelamente novelas históricas y contemporáneas; también escribió algunas comedias, que aún se representan con éxito en los teatros de Estonia. Es interesante observar cómo dentro del cánon realista y naturalista, se produjo una asimilación muy rápida de la novela europea y occidental: las naciones culturalmente más jóvenes alcanzaron con gran rapidez el nivel estético de la creación literaria de los pueblos de larga tradición histórica en el género novelístico, como los franceses, los ingleses o los españoles. Tampoco hay que olvidar que el siglo XIX fue una época en la que empezaron a destacar las culturas nórdicas y orientales de Europa, en general.

Antes del establecimiento de la primera República independiente de Estonia (1918), el escritor Oskar Luts (1886-1953) alcanzó una gran popularidad entre el público lector del país con Kevade (La primavera, 1912-1913), una novela que alterna humor y melancolía y que tiene como protagonistas a un grupo de escolares; con esta obra Luts logró sintetizar un retrato del estonio arquetípico, con sus rasgos más característicos. Es una de las novelas más queridas y conocidas de la literatura estonia. Para hallar algún paralelismo europeo, podríamos decir que refleja algunos ecos de la novela Cuore (Corazón, 1886), del novelista italiano Edmondo De Amicis, la cual trata también la temática juvenil. Luego Luts hizo que sus jóvenes personajes de Kevade “crecieran” y los presentó con otras edades en novelas como Suvi (El verano, 1918-1919) y Sügis (El otoño, 1938). A partir de esta serie de novelas se ha rodado uno de los grandes éxitos del cine estonio (1969-1991), que imita la novela el el sentido de que los personajes que lo protagonizan son siempre los mismos actores, desde su temprana juventud hasta su madurez.

Durante los últimos años de la primera independencia (1918-1939) llegó a considerarse como un gran clásico de la prosa Anton Hansen Tammsaare (1878-1940), que en sus novelas y dramas intentaba sintetizar la formación del hombre y de la sociedad estonios a partir de finales del siglo XIX. La primera parte de su novela más destacada y conocida, Tõde ja õigus (La verdad y la justicia, 1926), refleja la difícil y dramática lucha con la tierra del campesino estonio, y al igual que Oskar Luts –pero ya no en clave humorística– sintetiza los distintos rasgos diferenciales del psicocarácter estonio.

Un gran maestro de la narrativa breve, y uno de los intelectuales más influyentes en el panorama literario del país, antes de la guerra, fue Friedebert Tuglas (1886-1971). En 1913, siendo todavía bastante joven, viajó a España y a partir de sus impresiones publicó un libro de ensayo, Teekond Hispaania (Un viaje a España, 1918), que obtuvo un gran éxito.

La literatura estonia durante la época soviética y tras la recuperación de la independencia (1991)
Después de la segunda guerra mundial se estableció en Estonia el regimen comunista soviético. La cultura estonia quedó dividida por el llamado “telón de acero”: muchos intelectuales estonios continuaron su actividad en el exilio, sobre todo en Suecia, Canadá y los Estados Unidos; en el interior del país la cultura estaba rígidamente controlada por la censura comunista y sometida a tabúes ideológicos.

A grandes rasgos, la narrativa estonia de los años soviéticos corría paralela a la literatura que se hacía en ruso. Predominaba la manera realista, más bien conservadora, de narrar. Cuando a finales de la década de 1950 Jaan Kross y algunos otros poetas empezaron a emplear el verso libre en sus poemas, suscitaron más de una polémica. Luego, sin embargo, la situación se recompuso y ya en la década de los sesenta en la obra de los poetas más jóvenes, como Jaan Kaplinski, Paul-Eerik Rummo, Andres Ehin y otros, prevalecía el verso libre. En cuanto a la narrativa, Jaan Kross fue el primero que introdujo monólogos interiores. Éste es uno de los rasgos más importantes de su novela histórica. En el campo de los artes visuales, por ejemplo, nuestros artistas no se identificaron con la poética del llamado realismo socialista. Éste fue más bien un fenómeno de la pintura rusa y, salvo excepciones, nunca llegó a aplicarse en los Países Bálticos, más abiertos a las búsquedas de la vanguardia occidental.

En cuanto al contenido, hay que decir que en la mejor literatura estonia de la época soviética –como mínimo a partir de los años sesenta– siempre se vislumbraba algún tipo de resistencia a la sociedad oficialmente impuesta. Pero era una forma de resistencia más bien oculta, que aparecía sobre todo en símbolos e imágenes poéticas. Una resistencia abierta habría sido imposible. Baste decir que hasta enero de 1988 nadie se atrevía a hablar en público, ni a escribir, por supuesto, sobre la independencia de Estonia.

Una liberalización relativa, sin embargo, se produjo a partir de la década de 1960; fue entonces cuando iniciaron su obra quienes ahora son considerados los veteranos de la narrativa contemporánea estonia. Es el caso del mencionado Jaan Kross (n. en 1920), nuestro novelista internacionalente más reconocido, que en los ultimos años se ha convertido en un “candidato permanente” al premio Nobel. Dos novelas de Kross, El loco del zar y La partida del profesor Martens, han sido publicadas en traducción castellana por la editorial barcelonesa Anagrama. Kross es un gran maestro de la novela histórica que siempre evoca asociaciones con la problematica de la contemporaneidad.

Entre los poetas y ensayistas actuales, el que más renombre tiene fuera de Estonia es Jaan Kaplinski (n. en 1941). Empezó su obra a mediados de la década de 1960, recién licenciado por la Universidad de Tartu. En colaboración con Ain Kaalep (n. en 1926), un destacado intelectual, poeta y traductor, en sus años más jóvenes Kaplinski llegó a traducir del español partes del Cantar de Mío Cid (que se publicaron en una antología de la literatura medieval europea). Numerosos libros de poemas y ensayos de Kaplinski se han traducido a otros idiomas. Su actitud de disidencia con respecto a la sociedad oficial ha sido permanente.

Entre los escritores más jovenes, ya después del restablecimiento de la independencia de Estonia (1991) ha destacado sobre todo Tõnu Õnnepalu, del se ha publicado traducida al castellano (firmada con el seudónimo de Emil Tode), su primera novela Piiririik (Estado fronterizo; Tusquets, Barcelona, 1998). También se han publicado en España otras obras de la literatura estonia de nuestros días: en 2002 vio la luz en Santiago de Compostela una buena antología de la poesía contemporánea en lengua gallega (Vello ceo nórdico, en el Boletín Galego de Literatura), y el mismo año se editaba en Valencia una antología bilingüe (estonio y castellano) de poemas de Jüri Talvet: Elegía estonia y otros poemas. Además, se pueden encontrar traducciones de obras Kross –como hemos dicho–, Kaplinski y Viivi Luik (la editorial Seix Barral publicó hace unos años su novela La séptima primavera de la paz, y más recientemente se ha traducido al catalán La belleza de la Historia, de la misma autora, publicada por Editorial Barcanova). Por otra parte, está en marcha el proyecto de una buena y extensa antología de la poesía estonia en castellano, y se trabaja en otro para dar a conocer la narrativa breve de las últimas generaciones de escritores estonios. Sin embargo, lograr que una cultura minoritaria tenga una repercusión importante en el gran mundo, nunca ha sido una tarea sencilla...

En los últimos años, en la Estonia nuevamente libre y abierta tanto al mundo entero como a los procesos de la globalización, se ha producido un cambio de paradigma. O algo por el estilo. Evidente u oculto, el anhelo de libertad de los estonios ha sido el rasgo más importante de su cultura autóctona durante todos los períodos de dominación u ocupación extranjeras. En cambio, ya durante la primera República y, sobre todo, en la última fase de ésta, se podían detectar divergencias entre los intelectuales, incluidos los escritores. Es lo mismo que ocurrió, por supuesto, en toda Europa, y la gran tragedia de la guerra civil española fue una consecuencia más del mismo conflicto continental, del gran choque de las ideologías extremistas o, si se quiere, de las grandes narrativas de aquella época.

La generación más joven, llamémosla poscomunista, ya no cree en esas narrativas o ideologías que llevaron a Europa y a Occidente a la catástrofe. Así, el exponente más “europeo” de la joven narrativa estonia, el ya citado Tõnu Õnnepalu, rechaza en sus novelas tanto la ideología comunista, o la patriótico-nacionalista, como la de la globalización, impulsada por los mecanismos comerciales occidentales.

Sin embargo, la sensibilidad existencialista no ha desaparecido del todo de la literatura que se produce ahora mismo en Estonia. Los intelectuales estonios están en unas condiciones marcadamente diferentes de las de aquellos que proceden de culturas y sociedades más grandes. Éstos hablan de la desaparición de la sensibilidad nacional; pero sin duda las cosas no son tan sencillas. Cada región cultural, históricamente condicionada, tiene sus propios rasgos y su idiosincrasia. Para los estonios, la supervivencia siempre va a quedar como un problema existencial. En este sentido, es muy difícil que desaparezcan la preocupación y la responsabilidad. En Estonia, el índice de natalidad es uno de los más bajos del mundo; en ningún otro país la población se ha reducido últimamente con tanta rapidez (¡entre 5000 y 6000 personas cada año, para una población autóctona que apenas alcanza el millón!).

Algunas de las mejores novelas publicadas en los últimos años, como Ahasveeruse uni (El sueño de Ahasverus) de Ene Mihkelson –también una destacada poeta–, y Lastekodu (Orfanato), de Rein Veidemann, que ha sido catedrático de literatura estonia de la Universidad de Tartu, confirman la perseverancia de la sensibilidad existencialista.


Algunas de las primeras muestras de la poesía estonia

Los siguientes poemas, pertenecientes a los primeros representantes destacados de la literatura estonia, han sido vertidos al castellano, en colaboración, por Jüri Talvet y Albert Lázaro-Tinaut.


Kristian Jaak Peterson (1801-1822)


La luna

(Kuu)


La fuente de mi canto
En el gélido viento del norte

¿Depositará acaso su rocío
En el alma de mi pueblo?
Aquí, en las nieves del norte,
Si el mirto perfumado
No florece entre las rocas
De los valles umbríos,
La lengua de nuestro pueblo
Que como riachuelo plácido
Cruza sosegado las praderas
Bajo el cielo dorado,
Ignaro de su belleza,
Sin estridencia en su voz,
Sin conocer su fuerza,
Es como el trueno en el cielo,
Como el rugido del mar,
La lengua de nuestro pueblo
¿No podría en el viento del canto
Elevándose hasta el cielo
Buscar en él la eternidad?
Así podría yo iniciar mi canto
Desde los astros del azul, diáfano cielo
Mientras contemplo con excelso gozo
Estando en esta tierra la otra patria;
A ti elevo, pues, este mi canto,
Oh luna, que reinas en la noche,
Que surges del alma de las nubes
Como una flor de su capullo,
Luces bajo la bóveda del cielo
Y ante ti los astros encendidos
Caen como el espíritu del hombre
Entre la ciega neblina tenebrosa,
Flotas en esas brumas
Si tu alma va en pos de Dios
Debajo de las estrellas.


(1818)



El cantor

(Laulja)


Como las aguas fragorosas
y espumantes de un río

que se arrojan al valle
de lo alto de las rocas;
como el rayo que restalla
con estruendo en el cielo
bajo las plúmbeas nubes,
así fluye el hermoso arroyo
ardiente del canto.

Como una fuente de luz
anda el cantor
por entre sus hermanos.
Restalla el rayo
y se callan los bosques:
eleva el cantor su voz
y de sus labios fluye
el rocío de sus cantos.
En torno a él, silentes
como arrecifes en el mar,
los pueblos escuchan.


(1819)


Friedrich Reinhold Kreutzwald (1803-1882)



A la libertad

(Priiusele)


Lo que temprano pulsó ya en mi seno
al despertar mi juvenil sentido,

lo que jovial exclamaba en mi sueño
cuando dormía en nocturno sigilo,
y resonaba con su voz al alba
y, despierto, prendía como fuego
para arreciar mi corazón y mi alma,
¿sería acaso algo más que un anhelo?

Lo que escuché de aquel tiempo pasado
sobre la tierra y el pueblo estonianos,
y que más tarde en el cielo estrellado
me reveló la luz de lo creado;
las cadenas que ataban al esclavo
y los tormentos de mi pueblo amado
ya lo intuyó mi espíritu aciago:
el feliz día aún no había llegado.

¡Oh, quieta noche, oh cítara amada,
que conocéis mis secretos pesares!:
confiemos a esta hora sosegada
la repetida queja de mis males:
ojos, oídos, sufrimiento y dicha
mi corazón henchieron de esperanza.
¡Libertad, a quien tanto había cantado,
que en mi lírico afán siempre he loado!

El sol exhausto aún no se ha ocultado
y Libertad bate el yugo del siervo;
no le llegó el gran día al estoniano,
y ya cubre la niebla el negro cielo.
¡Oh, Libertad!, ¿viniste hasta nosotros,
para alejar la niebla de estos ojos?
¡Espera, y que tu vuelo gavilano
libre también al espíritu estonio!


(1865)



A Lydia J.* 

(Lydia J-le)


Denn an den Dornen merkst du,
dass du die Rose hast...**


Cuando aún era joven
y andaba por los bosques

recolectando flores,
jamás estuve atento
para que descubrieran
mis ojos si crecían
espinas en los tallos
de las esbeltas rosas.

Más tarde, cierto día
una gota de sangre
mostró herido mi dedo.
Con esa punzadura
corrí a casa, contento:
¡Quiera Dios que cada espina
de una flamante rosa
me arranque amor y sangre!

Así, en cuanto se enfríen
mi corazón y el mundo,
al amor de la lumbre podré
templar sus frescos recuerdos
y evocar la primavera,
cuando en su plena lozanía
todas las flores suspiraban:
¡Oh amor, amor, amor!


(1868)

............


* Kreutzwald dedica secretamente este poema a la máxima exponente de la lírica romántica estonia, Lydia Koidula (seudónimo de Lydia Jannsen, 1843-1886), de la cual se enamoró (platónicamente) en su madurez.
** En alemán: “Pues por las espinas notas / que se trata de una rosa...”.



Lydia Koidula (1843-1886)


El hogar
(Kodu)


¡Oh, cómo nos gustaba, de pequeños,
jugar en el patio de mi casa!

Sentir mientras corríamos la caricia
de la hierba cubierta por la escarcha.

Jugando agotábamos el día,
rodeados de flores y de plantas,
hasta que el abuelo iba a buscarme
y me llevaba de la mano a casa.

¡Y cuántas veces me tentó mirar,
como él, por encima de los muros.
“Sé paciente, pequeña”, me decía,
“ya tendrás tiempo para ver el mundo”.

Pasó el tiempo. En la tierra y en los mares
se saciaron mis ojos de admirar;
¡mas nada de lo que ellos descubrieron
valía lo que el patio de mi hogar!


(1865)



El corazón materno

(Emasüda) 

Existe un pequeño lugar en este mundo

donde dicha, amor y lealtad hallan refugio;
todo lo que en el orbe es tan escaso
encuentra allí serenidad y espacio.

¿No conoces, acaso, el corazón materno?
¡Es seguro, abnegado, sincero y tierno!
Se alegra cada vez que tú te regocijas
y se hace cómplice de todas tus cuitas.

Cuando te hiere el alma la mezquindad
de aquellos que te ofrecen su falsa amistad,
si el desprecio y el odio se ceban en ti,
si la fe te abandona, si te hacen sufrir,

¡el corazón materno al punto se rebela! 
Y es un solo lugar el que te queda 
para volcar tu congoja y tu dolor:
el pecho maternal, vaso de amor.

Perdí otros corazones queridos en mi vida,
lloré por ellos, desdichada y perdida;
y muchos más pasaron por mi espíritu enfermo,
¡pero ninguno fue como el corazón materno!



(1865)



Mi patria es mi amor 

(Mu isamaa on minu arm!)


Mi patria es mi amor.
Por entero le doy mi corazón

y para ella es el canto de mi dicha,
¡mi Estonia en flor!
Tu dolor es el dolor de mi alma,
tu alegría es el gozo que me calma,
¡oh patria mía!

Mi patria es mi amor.
¡No la abandonaré
aunque mil veces por ella
si se hace necesario moriré!
Nada importan las celosas patrañas.
Vivirás para siempre en mis entrañas,
¡oh patria mía!

Mi patria es mi amor.
Quisiera hallar descanso
echándome a dormir en tu regazo,
¡oh suelo venerado!
Que canten para mí tus ruiseñores,
de mis cenizas que nazcan tus flores,
¡oh patria mía!


(1867)



Hasta mi último aliento 

(Sind surmani!)


Hasta mi último aliento
te ofreceré mi amor,

hermosa senda en flor,
¡mi balsámica patria!
¡Oh arroyos y praderas,
oh lengua maternal:
hasta mi último aliento
os he de ser leal!

Tiernamente, terruño,
a tus retoños mimas,
los nutres, los abrigas
y en ti guardas sus cuerpos.
Prefiero tus abrazos,
¡oh Tierra de María!,
que ser dichosa en patrias
que jamás serán mías.

¡Qué dulces son tus hijos,
qué intrépidos que crecen!
¡Y tus hijas florecen
como hermosos acianos!
¡Bajo el sol, con los vientos,
te mantienes en flor,
y las alas del águila
son techo protector!

Pero, ¿por qué en tus ojos
las lágrimas rielan?
¡Oh, mi Estonia, ya llegan
los cambios que anhelamos!
Un futuro más digno
te henchirá de esperanza;
el tiempo hará justicia:
¡mantén la confianza!


(1867)


Juhan Liiv (1864-1913)


El bosque susurraba...

(Mets kohas...)

El bosque susurraba, genuino,

oscuro... Ansioso lo escuchaba.

Ya desde mi cuna su susurro
sobre mi ser las alas desplegaba.

De su susurro oscuro me impregné;
constante, su sonido cala en mí.
Por él yo llevo luto permanente:
nunca más seré feliz.


1887 [1891]


Vuela hacia la colmena

(Ta lendab mesipuu poole)

Revolotea de flor en flor,
vuela hacia la colmena;

se yergue como nube de tormenta
y vuela hacia la colmena.
Son miles las que caen en el camino
y miles las que alcanzan su destino.
Llevan consigo el cuidado y la pena
y vuelan hacia la colmena.

Así tú, alma mía, en horas tan severas,
¡cómo ansías tu patria!;
sea aquí o en tierras extranjeras:
¡cómo ansías tu patria!
Y aunque desde ella sople un viento letal
y te amenace una bala fatal,
no te amedranta el temor de la muerte
¡te elevas hacia ella al albur de tu suerte!


(1905)



Una boca

(Üks suu)

Una boca, tan vieja
como una triza de mi terruño;

y un rostro pensativo,
de dulce cuño.

Y el rostro pensativo,
de tanto aprecio;
tan quedo, doloroso,
en su silencio.

Tan preciado, tan quedo
y tan quebrado,
tan claro y bondadoso,
y tan dorado.

Así es mi madre,
mi trocito de arcilla;
así es mi madre,
¡pavesa de oro que tanto brilla!


1908 [1910]



Un paro invernal 

(Talvine tihane)


Un paro se posa ante mi ventana,
blanco bajo el cuello, la pechera gualda;

pica, picotea, fisguea en mi casa,
como es de suyo labor avezada,
¡blanco bajo el cuello, la pechera gualda!

Afila su pico, corre la mirada
¡la pobre avecilla invernal, solitaria!
Y apenas ojeo, que ya en la ventana
otra como ella, junto a la baranda,
¡agita sus alas!

Y me miran ambas, con sutil audacia,
fisgan, otean y huyen de la balaustrada.
Me quedo siguiéndolas con la mirada.
Y pienso: así vino aleando una a mi ventana,
¡Y luego llegó otra agitando sus alas!



(1909)



¡Ven, tiniebla de la noche…!

(Tule, öö pimedus...!)


¡Ven, tiniebla de la noche,
cobíjame en tu regazo!
Mi sol no me reconoce,
contigo solo he quedado.
No luce ni un solo astro,
¡estoy atemorizado!
Ampárame tú en tu sombra.



[1926]


Jüri Talvet y Teresa González

(Ensayo y poemas publicados en la revista Turia, Teruel, núm. 80. Noviembre 2006 – Febrero 2007, pp. 117-133.)
http://www.casadeleste.org/