El Archipiélago Gulag es uno de esos libros que hacen Historia por el sólo hecho de atreverse a narrarla.
Antes de su publicación, los simpatizantes del comunismo y los intelectuales marxistas en general podían
hasta cierto punto rechazar las críticas al sistema soviético calificándolas de "propaganda capitalista".
Después, hasta los más recalcitrantes tuvieron que terminar admitiendo que el régimen impuesto por la
Revolución Bolchevique se apoyó en el terror y en el horror. Y, aún así, — o quizás precisamente también
por eso — terminó colapsando y derrumbándose en 1989.
Esta obra de Solyenitzin trata sobre el sistema de campos de concentración y trabajos forzados diseminados
por toda Rusia. GULAG es el acrónimo en ruso por "Administración Central de Campos Correccionales de
Trabajo" El título original del libro en ruso es: "Arkhipelag GULag" con dos palabras que riman no por
casualidad.
La narrativa, compuesta en parte por el testimonio personal de Solyenitzin y en parte por el de 227 testigos
que aportaron sus vivencias, sigue el devenir del sistema soviético de campos de concentración y de trabajos
forzados desde sus inicios en 1918 hasta, aproximadamente, 1956. Incluye el tratamiento de los decretos
originales emitidos por Lenin muy poco después de la Revolución Bolchevique, las diferentes purgas y
oleadas o "riadas" que alimentaron la población de los campos y llega hasta el año en que Krushev
pronunció su famoso "discurso secreto" (que ya no es secreto) ante el XX Congreso del Partido de 1956 en
el cual denunció el "culto a la personalidad" instituido por Stalin.
Hasta la publicación de El Archipiélago Gulag eran muchos los que afirmaban que todo el sistema de
campos de concentración soviético no constituía más que una "desviación" del comunismo. Desviación ésta
íntegramente imputable al Stalin quien gobernó a Rusia entre 1928 y 1953. Y precisamente, uno de los
grandes méritos de Solyenitzin es el haber destruído este mito ya que su obra rastrea la estructura material y
jurídica del sistema represor soviético hasta el propio Lenin. De hecho, queda demostrado que esta
estructura, en sus características esenciales, no sólo fue instaurada en tiempos de Lenin sino diseñada e
implantada directamente por Lenin mismo. A esta conclusión se arriba de una manera forzada considerando
las leyes aprobadas y hasta redactadas en borrador por Lenin; con lo cual Stalin emerge, no como el hombre
que se apartó del camino trazado por el padre del comunismo soviético, sino como un realizador práctico de
procedimientos y objetivos preexistentes a los cuales, indudablemente, les impuso su terrible y siniestra
impronta personal.
Ello, demás está decirlo, pone en duda toda la validez moral del comunismo soviético. No se trata, pues, de
una bella utopía leninista que degeneró por culpa del stalinismo. De lo que se trata es de una utopía que
nació envenenada de odios, rencores, arbitrariedades y crueldades desde sus mismos inicios y que terminó
derrumbándose por su propia inviabilidad intrínseca.
Raúl del Pozo, del Prólogo a El Archipiélago Gulag http://www.pucsp.br/