La bella y la bestia
La Bella y la Bestia es un cuento de hadas
tradicional europeo. Explicado en múltiples variantes cuyo origen podría
ser una historia de Apuleyo, incluida en su libro El Asno de Oro
(también conocido como Metamorfosis), titulada Cupido y Psique. La
primera versión publicada fue obra de la escritora francesa
Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque otras fuentes
atribuyen a Giovanni Francesco Straparola la recreación de la historia
original, en 1550. La versión escrita más conocida fue una revisión muy
abreviada de la obra original de Villeneuve, publicada en 1756 por
Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La primera traducción se hizo al
inglés, en 1757. Existen muchas variantes de la historia en toda Europa.
La versión de Beaumont es la que goza de mayor fama, siendo ésta la
base de casi todas las versiones o adaptaciones posteriores.
Origen
La
historia de La Bella y la Bestia ha circulado durante siglos por toda
Europa, tanto en forma oral como escrita, y, mucho más recientemente, en
adaptaciones cinematográficas. Muchos expertos han señalado similitudes
entre este cuento e historias clásicas de la Grecia antigua, como
Cupido y Psique, Edipo o El Asno de Oro de Apuleyo, hacia el siglo
segundo de nuestra era.
Una primera versión escrita de La bella y la bestia se atribuye a Giovanni Francesco Straparola, aparecida en su libro de cuentos Le piacevoli notti, en 1550. Una temprana versión francesa presentaba al padre como un rey, y a la Bestia como una serpiente. Charles Perrault popularizó este cuento en su recopilación Contes de ma mere l’oye (Cuentos de mamá ganso), en 1697. Otros autores como Madame d'Aulnoy, con su cuento Le Mouton (La oveja) o Giambattista Basile, en el Pentamerone, también escribieron variaciones de la misma historia.
La primera versión escrita que ya desarrolla el cuento tal como lo conocemos hoy fue publicada en 1740 por la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en La jeune américaine, et les contes marins. Era una serie de relatos explicados por una anciana durante un largo viaje por el mar. Villeneuve escribía cuentos de hadas basados en el folclore europeo, para distracción de sus amigos y conocidos en bailes y salones.
La aristócrata francesa Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont (1711 - 1780) había emigrado a Inglaterra en 1745, donde empezó a trabajar como profesora y escritora de libros sobre educación y moral. Habiendo leído la novela de Villeneuve, la abrevió en gran medida y la publicó en 1756 como parte de la colección Magasin des enfants, ou dialogues entre une sage gouvernante et plusieurs de ses élèves. Tomando los elementos clave de la historia original, Beaumont omitió muchas escenas de los orígenes o las familias de los protagonistas y modificó la escena de la transformación de la Bestia, que en el original de Villeneuve acontece tras la noche de bodas. Escrito como complemento educativo para sus alumnos, muchos de los detalles escabrosos o subversivos del original fueron suprimidos.
La versión de Beaumont se consideró ya entonces la más característica, hasta el punto de que, solo un año después, en 1757, ya fue traducida al inglés, como The Young Misses Magazine, Containing Dialogues between a Governess and Several Young Ladies of Quality, Her Scholars.
La tradición francesa de esta época consistía en elaborar historias cotidianas, con una tendencia a desarrollarlas sobre un trasfondo de emociones humanas en lugar de azares o designios mágicos. Eliminaban todo lo que era sangriento o cruel; escribían de forma directa y concisa, con un estilo sobrio y sin adornos. Los cuentistas franceses adaptaron sus historias a su propio gusto clásico, lógico y hasta racional. Perrault inició una tendencia que se apartaba de esta forma tradicional de narrar cuentos, y las mujeres que le siguieron, Lhéritier, Madame d'Aulnoy y Beaumont, fueron aún más lejos. El más humilde de los hombres, en sus cuentos, era un caballero; los pastores eran príncipes disfrazados y la mayoría de los protagonistas siempre son reyes o reinas.
Estas influencias en la historia explican las diferencias existentes entre la versión actual de La bella y la bestia, a través de estos escritores franceses, y las versiones más tradicionales.
Una primera versión escrita de La bella y la bestia se atribuye a Giovanni Francesco Straparola, aparecida en su libro de cuentos Le piacevoli notti, en 1550. Una temprana versión francesa presentaba al padre como un rey, y a la Bestia como una serpiente. Charles Perrault popularizó este cuento en su recopilación Contes de ma mere l’oye (Cuentos de mamá ganso), en 1697. Otros autores como Madame d'Aulnoy, con su cuento Le Mouton (La oveja) o Giambattista Basile, en el Pentamerone, también escribieron variaciones de la misma historia.
La primera versión escrita que ya desarrolla el cuento tal como lo conocemos hoy fue publicada en 1740 por la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en La jeune américaine, et les contes marins. Era una serie de relatos explicados por una anciana durante un largo viaje por el mar. Villeneuve escribía cuentos de hadas basados en el folclore europeo, para distracción de sus amigos y conocidos en bailes y salones.
La aristócrata francesa Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont (1711 - 1780) había emigrado a Inglaterra en 1745, donde empezó a trabajar como profesora y escritora de libros sobre educación y moral. Habiendo leído la novela de Villeneuve, la abrevió en gran medida y la publicó en 1756 como parte de la colección Magasin des enfants, ou dialogues entre une sage gouvernante et plusieurs de ses élèves. Tomando los elementos clave de la historia original, Beaumont omitió muchas escenas de los orígenes o las familias de los protagonistas y modificó la escena de la transformación de la Bestia, que en el original de Villeneuve acontece tras la noche de bodas. Escrito como complemento educativo para sus alumnos, muchos de los detalles escabrosos o subversivos del original fueron suprimidos.
La versión de Beaumont se consideró ya entonces la más característica, hasta el punto de que, solo un año después, en 1757, ya fue traducida al inglés, como The Young Misses Magazine, Containing Dialogues between a Governess and Several Young Ladies of Quality, Her Scholars.
La tradición francesa de esta época consistía en elaborar historias cotidianas, con una tendencia a desarrollarlas sobre un trasfondo de emociones humanas en lugar de azares o designios mágicos. Eliminaban todo lo que era sangriento o cruel; escribían de forma directa y concisa, con un estilo sobrio y sin adornos. Los cuentistas franceses adaptaron sus historias a su propio gusto clásico, lógico y hasta racional. Perrault inició una tendencia que se apartaba de esta forma tradicional de narrar cuentos, y las mujeres que le siguieron, Lhéritier, Madame d'Aulnoy y Beaumont, fueron aún más lejos. El más humilde de los hombres, en sus cuentos, era un caballero; los pastores eran príncipes disfrazados y la mayoría de los protagonistas siempre son reyes o reinas.
Estas influencias en la historia explican las diferencias existentes entre la versión actual de La bella y la bestia, a través de estos escritores franceses, y las versiones más tradicionales.
Interpretación
De entrada, el cuento simboliza la animalidad integrada en la condición humana, pues en muchísimos mitos y cuentos populares se habla de un príncipe convertido, por arte de hechicería, en un animal salvaje o en un monstruo, que es redimido por el beso y el amor de una doncella.
La bella y la bestia se puede interpretar como la llegada de una niña a su mayoría de edad y a su sexualidad. Concebido el amor de su padre, que la adoraba por encima del resto de sus hermanas, como un amor puro, la niña percibe la sexualidad como algo perverso, y todo hombre que sienta un deseo sexual hacia ella es una bestia. Solo a partir del momento en que Bella es capaz de asimilar las relaciones sexuales como humana y adulta, puede alcanzar la felicidad.6 Pero otra variante de este concepto sería que el sentimiento de la Bestia es primitivo y brutal, pero el amor de la mujer lo transforma en algo humano y comedido, que en el cuento vendría simbolizado por la transformación física de Bestia a Príncipe.
El cuento también se ha interpretado como crítica a los matrimonios por conveniencia. Las primeras versiones del cuento provenían de personas de clase alta del ancien regime francés, donde tales uniones eran habituales. La unión de una chica, especialmente joven, con un hombre mucho mayor que ella, sin su consentimiento, se observa como metáfora en la narración. El cuento critica estas prácticas, pero al mismo tiempo reivindica que, si las mujeres buscan en el interior de sus ancianos maridos, pueden encontrar al ser bondadoso que se esconde tras la apariencia de Bestia. O que ellas mismas consigan esa transformación por medio de su amor.8
La historia de La bella y la bestia aparece en otras muchas culturas en diversas formas. Aarne-Thompson enumera 179 cuentos de diferentes países con un tema similar. Generalmente son tres hermanas. La más joven, Bella, es pura y bondadosa, mientras que las otras dos muestran algunos de los peores rasgos humanos: avaricia, envidia, soberbia. Bella no recibe ningún nombre, simplemente es la más joven de las hermanas, y recibe su apodo por su belleza, y por ser la preferida de su padre. Nunca aparece la figura materna, obviando así los conflictos que supondría que tal figura se opusiera a que la niña se fuera a vivir con un monstruo. Al mismo tiempo, se permite que la relación con el padre, normalmente rico, sea mucho más estrecha, y posibilite el desarrollo de la narración. Aunque la Bestia pueda adquirir muchas formas (serpiente, lobo e incluso un cerdo), el motivo es siempre el mismo: es rico y poderoso, pero nunca bello o atractivo. En un momento determinado, Bella se separa de la Bestia, que cae, por alguna extraña razón (amor, traición, designios mágicos de su maldición), terriblemente enferma y yace moribunda. Los remordimientos de Bella, ya sean en forma de una simple lágrima vertida o un viaje hasta el fin del mundo por volver con su amado, salvan a la Bestia, y ésta se transforma en un hermoso príncipe. La belleza implícita de la Bestia resurge cuando Bella es capaz de atisbarla bajo la desagradable apariencia exterior.
El cuento también se puede situar en un contexto psicológico. Los hombres suelen ser pasivos; las ancianas poco o nada comprensivas; Bella, la más joven, siempre es pura y virginal, y su mayor deseo es una rosa. Para griegos y romanos, la rosa era el símbolo del placer, asociado al lujo y a la extravagancia. Representaba la flor del amor y el romance. Resalta el amor de Bella hacia su padre, al pedirle que le traiga una rosa. Cuando el padre cae enfermo y moribundo, se puede interpretar en un sentido literal o en sentido figurado, ya que el amor de Bella ya no es hacia su progenitor, sino hacia la Bestia.
Según el sistema de clasificación Aarne-Thompson, La bella y la bestia estaría catalogada en la categoría 425A: Animal o Monstruo como novio o amante.
De entrada, el cuento simboliza la animalidad integrada en la condición humana, pues en muchísimos mitos y cuentos populares se habla de un príncipe convertido, por arte de hechicería, en un animal salvaje o en un monstruo, que es redimido por el beso y el amor de una doncella.
La bella y la bestia se puede interpretar como la llegada de una niña a su mayoría de edad y a su sexualidad. Concebido el amor de su padre, que la adoraba por encima del resto de sus hermanas, como un amor puro, la niña percibe la sexualidad como algo perverso, y todo hombre que sienta un deseo sexual hacia ella es una bestia. Solo a partir del momento en que Bella es capaz de asimilar las relaciones sexuales como humana y adulta, puede alcanzar la felicidad.6 Pero otra variante de este concepto sería que el sentimiento de la Bestia es primitivo y brutal, pero el amor de la mujer lo transforma en algo humano y comedido, que en el cuento vendría simbolizado por la transformación física de Bestia a Príncipe.
El cuento también se ha interpretado como crítica a los matrimonios por conveniencia. Las primeras versiones del cuento provenían de personas de clase alta del ancien regime francés, donde tales uniones eran habituales. La unión de una chica, especialmente joven, con un hombre mucho mayor que ella, sin su consentimiento, se observa como metáfora en la narración. El cuento critica estas prácticas, pero al mismo tiempo reivindica que, si las mujeres buscan en el interior de sus ancianos maridos, pueden encontrar al ser bondadoso que se esconde tras la apariencia de Bestia. O que ellas mismas consigan esa transformación por medio de su amor.8
La historia de La bella y la bestia aparece en otras muchas culturas en diversas formas. Aarne-Thompson enumera 179 cuentos de diferentes países con un tema similar. Generalmente son tres hermanas. La más joven, Bella, es pura y bondadosa, mientras que las otras dos muestran algunos de los peores rasgos humanos: avaricia, envidia, soberbia. Bella no recibe ningún nombre, simplemente es la más joven de las hermanas, y recibe su apodo por su belleza, y por ser la preferida de su padre. Nunca aparece la figura materna, obviando así los conflictos que supondría que tal figura se opusiera a que la niña se fuera a vivir con un monstruo. Al mismo tiempo, se permite que la relación con el padre, normalmente rico, sea mucho más estrecha, y posibilite el desarrollo de la narración. Aunque la Bestia pueda adquirir muchas formas (serpiente, lobo e incluso un cerdo), el motivo es siempre el mismo: es rico y poderoso, pero nunca bello o atractivo. En un momento determinado, Bella se separa de la Bestia, que cae, por alguna extraña razón (amor, traición, designios mágicos de su maldición), terriblemente enferma y yace moribunda. Los remordimientos de Bella, ya sean en forma de una simple lágrima vertida o un viaje hasta el fin del mundo por volver con su amado, salvan a la Bestia, y ésta se transforma en un hermoso príncipe. La belleza implícita de la Bestia resurge cuando Bella es capaz de atisbarla bajo la desagradable apariencia exterior.
El cuento también se puede situar en un contexto psicológico. Los hombres suelen ser pasivos; las ancianas poco o nada comprensivas; Bella, la más joven, siempre es pura y virginal, y su mayor deseo es una rosa. Para griegos y romanos, la rosa era el símbolo del placer, asociado al lujo y a la extravagancia. Representaba la flor del amor y el romance. Resalta el amor de Bella hacia su padre, al pedirle que le traiga una rosa. Cuando el padre cae enfermo y moribundo, se puede interpretar en un sentido literal o en sentido figurado, ya que el amor de Bella ya no es hacia su progenitor, sino hacia la Bestia.
Según el sistema de clasificación Aarne-Thompson, La bella y la bestia estaría catalogada en la categoría 425A: Animal o Monstruo como novio o amante.
Texto sinóptico
Érase una vez un mercader que, antes de
partir para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para
preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La
primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la
tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre:
“Me bastará una rosa cortada con tus manos”. El mercader partió y, una
vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le
pilló desprevenido.
El viento soplaba gélido y su caballo
avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de
improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se
acercaba a ella, se dio cuenta de que estaba llegando a un castillo
iluminado. “Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad”, dijo para sí,
esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la
puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a
recibirlo. Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había
una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares
dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato,
decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve
tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso
superior. A uno y otro lado de un pasillo larguísimo, asomaban salones y
habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones
chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que
invitaba al descanso.
Era tarde y el mercader se dejó tentar;
se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por la
mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de
plata con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, después
de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente
lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a
nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al
jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando
un hermoso rosal atrajo su atención.
Se acordó entonces de la promesa hecha a
Bella, e inclinándose cortó una rosa. Inesperadamente, de entre la
espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un
bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible lo amenazó:
—¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad,
has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de
agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu
falta de consideración!
El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera:
—¡Perdóname!¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!
La bestia retiró su garra del desventurado.
—Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija.
El mercader, asustado, prometió
obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a su casa
llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles
contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo:
—Padre mío, haré cualquier cosa por ti.
No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida!
¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!
El padre abrazó a su hija:
—Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después…
De esta manera, Bella llegó al castillo y
la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con
ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la
Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo
transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más
bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca
del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio
durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles
palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada
vez le gustaba más su conversación. Los días pasaban y sus confidencias
iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que
fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder.
Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no
podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la
vida de su padre.
—¡No puedo aceptar! —empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa— , si tanto lo deseas…
—Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa.
La vida siguió como de costumbre y este
incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le
regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder.
Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo:
—De esta manera tu soledad no será tan penosa.
Bella se pasaba horas mirando a sus
familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia
la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico.
—¿Qué sucede? —quiso saber el monstruo.
—¡Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!
—¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo! —gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella:
—Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre.
—¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota —le agradeció Bella, feliz.
El padre, que estaba enfermo más que nada
por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su
lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco
se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente
se levantó de la cama curado.
Bella era feliz y se olvidó por completo
de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se
despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia
muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola:
—¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!
Fuese por mantener la promesa que había
hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el
monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente.
—¡Corre, corre caballito! —decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo.
Al llegar al castillo subió la escalera y
llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al
jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia
estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta.
Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo:
—¡No te mueras! ¡No te mueras! ¡Me casaré contigo!
Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven.
—¡Cuánto he esperado este momento! Una
bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven
que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi
apariencia normal.
Se celebró la boda y el joven príncipe
quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo
rosas en el jardín. He aquí por qué todavía hoy aquel castillo se llama
“El Castillo de la Rosa”.