Mircea Eliade
No deja de llamarnos la atención cómo los
mundos académico y literario, salvo raras excepciones, han ignorado
este primer centenario del nacimiento de Mircea Eliade.
Y, sin embargo, no es casual que haya
sido aquí, en Argentina, como ocurriera con René Guénon, donde por
primera vez en Hispanoamérica surgiera el impulso de reconocimiento de
este autor, lo que se haría a inicios de los años 50 a través de la
publicación de dos de sus obras más significativas: “Maitreyi (La noche
bengalí)” y “El mito del eterno retorno”.
Pareciera que la fecha no tuviera
importancia para la mayoría de los círculos llamados intelectuales, como
si el autor que hoy nos convoca no tuviera nada qué decir a los
occidentales. Hay en Eliade aspectos que nosotros sí queremos rememorar,
pues creemos que allí existen claves que podrán ayudarnos a comprender
el devenir moderno de la mano de uno de los hombres más lúcidos del
siglo XX.
Desarrollaremos esta exposición
centrándonos en dos momentos de la experiencia eliadiana: Rumania
(ontología telúrica) y la Literatura (fuego secreto).
1.- Rumania (ontología telúrica)
Querer comprender a Eliade sin el lugar y el tiempo en que nació, es francamente imposible.
Los hombres son influidos por las
condiciones geográficas y temporales en donde aquellos se desarrollan,
especialmente en su primera edad y juventud.
Situémonos en la Rumania de inicios del
s. XX. Es este un país eminentemente agrícola. Un país cristiano, pero
lleno de mitos y leyendas que provienen de un pasado más remoto aun.
Acerca del cristianismo del pueblo rumano, a Eliade le impresionará
mucho la pervivencia del paganismo en aquél. Hay aquí una síntesis con
mucha armonía. Zalmoxis, la vieja deidad, se resiste a morir. Y en
verdad no le es difícil, pues las semejanzas de este dios con la visión
cristiana de Jesús no son pocas. Esta supervivencia de lo ancestral en
Rumania, Eliade la llamará “cristianismo cósmico”, es decir una visión
cristiana más hermética, si se nos permite la expresión, que integra los
mitos anteriores y lo numinoso del paisaje rumano.
Y ya que mencionamos mitos, Eliade no los
puede obviar y los lleva a sus textos, tanto fantásticos, realistas o
de investigación en el campo de la historia de las religiones. ¿Cómo
olvidar la leyenda del Maestro Manole (2)
(que al representar el sacrificio, caracteriza según el mismo Eliade,
al pueblo rumano) o a los otros trabajos que ha incorporado en “De
Zalmoxis a Gengis-Kahn”? ¿O las strigoi, que con el tiempo en el
imaginario popular rumano se hicieron sinónimas de brujas? Mircea Eliade
incluso dedicará un texto a su Patria, llamado “Los Rumanos. Latinos de
Oriente”, y que se publicará en Lisboa el año 1943. Rumania, y
especialmente Bucarest, serán objeto de sus novelas y relatos. Ejemplos
de ellos son su novela “La noche de San Juan”, “Los jóvenes bárbaros”,
etc.
La ciudad va aumentando en cuanto a
cantidad de habitantes y desarrollo tecnológico; pero también en cuanto a
miseria y desilusión. Este cambio de una sociedad agrícola a una
sedentaria marcará la vida de Rumania en el s.XX.
Otros rasgos del pueblo rumano, además
del “cristianismo cósmico”, serán el heroísmo y el sacrificio. No
olvidemos que este pueblo se ha enfrentado contra romanos, húngaros,
turcos, austriacos, etc. Algunos rumanos participaron activamente en la
guerra civil española; recuérdese el caso de Ion Mota y Vasile Marin,
quienes se alistaron como voluntarios contra el comunismo. Y no solo
ello sino que además una gran delegación de rumanos nacionalistas
participará en el frente ruso, durante la II G.M., teniendo también un
trágico final: la mayoría serán muertos en el campo de batalla o en los
campos de concentración rusos.
En aquellos tiempos, la monarquía
dominante en Rumania no es signo de moralidad, y en la juventud de
Eliade el Rey Carol II, influido en gran parte por su amante,
representará el orden antiguo que los jóvenes desean remecer.
El idealismo que vendrá a las ciudades
desde el campo y las montañas, se plasmará políticamente en un
movimiento nacionalista llamado “Legión de San Miguel Arcángel”,
conocido posteriormente como “Guardia de Hierro Rumana”, liderada por un
enérgico hombre: Corneliu Codreanu. Lo fundamental de este grupo, que
como intuyó Julius Evola, tenía aspectos de una Orden medieval, es el
deseo de una nueva Rumania, heroica y libre de la corruptela de los
viejos políticos. Esta nueva Rumania necesariamente requería de lo mejor
de la cultura rumana. Y así, la espiritualidad ortodoxa, el heroísmo,
el folklore, el amor a los bosques y la naturaleza, serían elementos que
darían vida a esta nueva Patria.
Eliade no estará ajeno a estos ideales, y
se vinculará con quien siempre considerará como su maestro intelectual:
el filósofo Nae Ionescu, cuyo pensamiento se irá radicalizando en el
tiempo, desde el conservadurismo hasta tomar posiciones fascistas.
Lamentablemente entre los ideales de la
Guardia de Hierro y ciertos hechos que tuvieron su sello hay mucha
diferencia. La historia de la Guardia de Hierro es bastante ominosa, y
se verá envuelta en terribles hechos de sangre (suele “olvidarse” que en
éstos no solo los enemigos de la Guardia fueron violentados, sino los
nacionalistas rumanos. De hecho, el mismo Codreanu será estrangulado y
asesinado junto a varios de sus camaradas).
La cercanía de Eliade a la Guardia de
Hierro lo hará sospechoso, no solo para el régimen comunista de
post-guerra, sino para algunos judíos, quienes no le perdonarán haberse
relacionado con un grupo violentamente antihebreo (3).
Lo anterior y la llegada del régimen comunista a Rumania le impedirán a nuestro autor volver a su patria (4).
Prácticamente exilado, y no obstante tener siempre a Rumania en el
corazón, se transformará en el hombre universal que siempre soñó ser.
En relación al destino de su Patria como
al de sí mismo, dirá: “Los pequeños terminan siempre por ser aplastados.
Entonces elegí el modelo de los profetas. Políticamente no había
solución alguna, al menos por el momento. Quizá la hubiera más tarde.
Para mí y para los demás emigrados rumanos, lo importante era hallar el
modo de salvar nuestra herencia cultural, ver la manera de seguir
creando en medio de aquella crisis histórica. El pueblo rumano
sobrevivirá, por supuesto, pero, ¿qué se puede hacer desde el extranjero
para ayudarle a sobrevivir? Siempre he creído que hay una posibilidad
de sobrevivir a través de la cultura. La cultura no es una
«superestructura», como creen los marxistas, sino que es la condición
específica del hombre. No es posible ser hombre sin ser al mismo tiempo
un ser cultural. Entonces me dije: es necesario continuar, hay que
salvaguardar aquellos valores rumanos que corren el riesgo de ser
ahogados en el país” (5) .
“Para todo exiliado, la patria es la
lengua materna que sigue hablando. Felizmente, mi mujer es rumana, y
ella juega el papel de la patria, puesto que entre nosotros hablamos en
rumano. La patria es para mí, por consiguiente, la lengua que hablo con
ella y con mis amigos, pero sobre todo con ella; la lengua en que sueño y
escribo mi diario. No se trata, por tanto, de una patria únicamente
interior, onírica. Pero no hay contradicción alguna, ni tan siquiera
tensión, entre el mundo y la patria. En cualquier parte hay un centro
del mundo. Una vez situado en el centro, el hombre se encuentra en su
sitio, auténticamente en el verdadero yo y en centro del cosmos. El
exilio ayuda a comprender que el mundo jamás nos es extraño desde el
momento en que en él tenemos un centro. Ese «simbolismo del centro», no
sólo lo entiendo, sino que además lo vivo” (6).
La actitud vivencial de Eliade puede
comprenderse si se entiende primero lo que significa la palabra rumana
dor. Es el mismo historiador de las religiones quien fijó su atención en
ella al indicar en un interesante artículo (7)
publicado en 1943 que la palabra portuguesa y gallega saudade
encontraba su sinónimo más próximo en dor. Saudade y dor no son soledad,
como suelen interpretar algunos, sino más que todo se refiere a un tipo
de nostalgia en el cual convergen pasado, presente y futuro. Se une en
ella alegría y dolor. Es interesante saber que este vocablo tan difícil
de traducir correctamente, es altamente significativo para el pueblo
portugués, gallego y rumano. La poesía, la música y el folklore en
general de estos pueblos suelen expresar cierto estado anímico a través
de las palabras gallego-portuguesa saudade y la rumana dor. Hay en ellas
una especie de coincidentia oppositorum, expresión tan cara a Eliade.
En dicho artículo Eliade dice: “Aun
siendo una palabra rica en valores metafísicos –sentimiento de soledad
cósmica, deseo ardiente de cualquier cosa real o irreal, &c.,– dor
no pierde el contacto con lo real, está enraizada con lo concreto” (8).
El dor, según nuestro autor, es un término popular, no exclusivo a una
clase. Todo rumano lo entiende, y lo emplea un campesino como un
abogado.
Barbara Fratecelli señalará: “Eliade pone
cierto énfasis en lo que son los elementos más típicamente rumanos de
la obra de Eminescu: cierto sentimiento de soledad metafísica y una
inefable nostalgia rumana (que, casualmente, se parece a la saudade
portuguesa). El pesimismo de Eminescu tiene su origen en una visión
trágica de la existencia, pero guarda más relación con la calma
resignación de los dacios que con el pesimismo de los románticos de su
época” (9).
Las palabras del poeta Eminescu en su poema “El extranjero”, pueden ser ilustrativas de este sufrimiento y nostalgia en Eliade:
“Si todos se alegran, pues todo es encanto,
Serenos son sus días y viven con placer,
Un alma sólo llora, su patria extrañando,
Los dulces prados suyos, sus campos de ayer.
Serenos son sus días y viven con placer,
Un alma sólo llora, su patria extrañando,
Los dulces prados suyos, sus campos de ayer.
Y el corazón aquello, cantando abatido,
Y aquella triste alma gimiendo con dolor
Es mi corazón triste, penoso, dolorido.
Mi alma ardiendo de un infinito dor” (10)
Y aquella triste alma gimiendo con dolor
Es mi corazón triste, penoso, dolorido.
Mi alma ardiendo de un infinito dor” (10)
2.- ELIADE: UN EMINESCU DEL S. XX
Si tuviéramos que hallar en Eliade un
arquetipo que lo representara, no dudaríamos en mencionar a su
compatriota, Mihai Eminescu (1850-1889). Este hombre que unirá muy bien
lo particular con lo general, lo nacional con lo universal, tradición y
actualidad, la preocupación por el mejoramiento de la polis con el arte,
será sin lugar a dudas la más fiel manifestación de lo que podríamos
llamar “genio rumano”.
“Este hombre, que traducía a Kant y leía
los Upanishads, fue un profeta nacionalista, un verdadero creador del
nacionalismo poético rumano” (11)
Como puede verse, en esta frase de Eliade
hallamos los mismos intereses del estudioso de las religiones con el
poeta Eminescu. En efecto, tanto Eminescu como Eliade amaban las
ciencias. Una de ellas la química, la cual nos recuerda el interés de
Eliade por la alquimia, la cual sabemos no es una simple prequímica,
pero que sin lugar a dudas utiliza medios y elementos que los químicos
posteriormente tomarán, ignorando el sentido metafísico del Arte Real.
Otros campos de atención serán el saber proveniente de la India, el
nacionalismo y la poesía.
Acerca del amor por la Patria experimentado por el poeta, aquél se expresa en diversas ocasiones, como la siguiente:
“Nosotros sostenemos que el pueblo rumano no se podrá desarrollar como pueblo rumanos sino guarda como bases para su desarrollo sus tradiciones históricas, así como las mismas se han establecido en el curso del tiempo; quien fuera de otra opinión que se lo diga al país”. (12)
Eliade por su parte señalará:
“Si no me sintiera tan rumano, tal vez
podría mantenerme indiferente sin dificultad e incluso aplicarme a los
trabajos que me imponen las circunstancias. Pero Corneliu Codreanu hizo
de mí un fanático rumano. Siempre que me enfrento con la historia y no
con lo absoluto, no puedo pensar en nada sin tener presente a mi
pueblo”. (13)
Pero además hay otra característica que hallamos en estos dos notables escritores rumanos: el deseo inmenso e imperioso de volver a la Unidad, reintegrarse en el Uno. A diferencia de quienes han logrado la realización espiritual, Eliade y Eminescu están de alguna manera embriagados por la belleza del Sumo Bien y no han trascendido la barrera sujeto-Realidad Última. Como en el célebre relato oriental, son como Majnun tras Layla. Están extasiados por la armonía y belleza de Layla; pero no saben aun que ella es solo una sombra (layla en árabe es noche). El verdadero conocimiento es solar; la luna es solo su reflejo, que algo muestra del esplendor divino, pero no integra totalmente al hombre con Dios.
Las crisis existenciales y por cierto
espirituales de Eminescu y Eliade son clara prueba de ello. No olvidemos
el fin de Eminescu. Eminescu como Holderlin y Nietzsche será cegado por
el rayo divino. Morirá en la locura en un sanatorio de Bucarest.
El interés eliadiano por Eminescu se
expresa en un sentido vocacional, que cubrió letras y espíritu. Y así
publicará en el órgano rumano Vremea un artículo en que compara a dos
genios literarios nacionales: Camões de Portugal y Eminescu de Rumania. (14)
En relación a la enseñanza tradicional de
la historia de Parsifal, Mircea Eliade expresará algo que también le
concierne y que permite entender muy bien su preocupación espiritual:
“Este episodio explica admirablemente lo siguiente: incluso antes de que
se haya obtenido una respuesta satisfactoria, una pregunta
correctamente hecha regenera y fertiliza, y no solamente al ser humano
sino al Cosmos entero” . (15)
“Interpretando este episodio de Parsifal,
podríamos decir que toda la naturaleza padece la indiferencia del
hombre debido a esta pregunta central. La solidaridad sobrepasaría todo
el conjunto de la comunidad humana de la que formamos parte, para
extenderse a la vida cósmica que nos circunda, sea animada o
aparentemente inanimada. (16)
En 1953, el autor de “Mito y realidad” se interrogaba: “¿Por qué estoy obligado a actuar así? Porque siento que tengo todavía muchas cosas que decir antes de poder decir lo esencial” (17)
Sin dudas, esto es aplicable a Eliade. Su
búsqueda fue incesante. Su pregunta no es sobre vanalidades, sino
intenta alcanzar la Verdad Última; en términos islámicos, la Haqiqa. Al
querer preguntar correctamente Eliade presentía que podía modificar el
universo. Como en la interpretación de sus queridos tratados alquímicos,
para acceder a la comprensión de lo Verdadero hay una llave, una clave
que permite penetrar el sentido profundo de nuestro devenir y lo que lo
sobrepasa.
Eliade lo sabía, y por tanto buscaba el
secreto que permitiría abrir las puertas del palacio cerrado del Rey. Si
lo logró o extravió en su camino, es algo que cada cual podrá juzgar.
Pero hubo sinceridad en su búsqueda y eso es algo que nadie podrá
desmentir.
Tal vez la respuesta se halle en las palabras del mismo Eliade quien el 5 septiembre de 1942 habría dicho:
“En realidad, la tragedia de mi vida
puede reducirse a la siguiente fórmula: soy un pagano, un perfecto
pagano clásico que intenta cristianizarse. Para mí, los ritmos cósmicos,
los símbolos, los signos, la magia y el erotismo existen más y de forma
más inmediata que el problema de la redención. Pero he dedicado lo
mejor de mí a este problema sin poder dar un solo paso adelante”. (18)
Como Eminescu, Eliade buscaba algo que no
halló en la simple fe. Posiblemente por ello el erudito de las
religiones tenía la certeza que tras lo que él llamaba el “fin de la
civilización occidental”, vendría una nueva época. El poeta Eminescu la
cantó de tal forma que solo podemos suscribirnos a su anhelo profundo.
Es más, sabemos que ella se hará realidad. Las tradiciones son unánimes
al respecto:
“Entonces, las edades doradas y finitas,
Que hablan de los mitos azules volverán” (19)
Que hablan de los mitos azules volverán” (19)
NOTAS:
(1) Charla dictada el 28 Agosto de 2007 en la Biblioteca del Congreso de Buenos Aires, con motivo de la “Semana Guenoniana de Buenos Aires 2007”, la cual tuvo como motivo central además de la obra de René Guénon, el primer centenario del nacimiento de Mircea Eliade
.
(2) Hay quien descree del final trágico de la clásica
leyenda de Manole. Véase : “Eídos popular y abstracción académica” de
Vasilica Cotofleac, en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/vasilica48.pdf
(3) ¿Fue Eliade antijudio? El tema en verdad es oscuro.
Al parecer Eliade, quien incluso sabía hebreo y tuvo una buena relación
con el estudioso en Kabbalah, Gershom Scholem, no lo habría sido; y no
obstante haber muchas sombras aun sobre esta amistad, Eliade dirá cosas
muy bellas cuando muere Mihail Sebastián: ““Me he enterado por Radio
Rumania de que Mihail Sebastian murió ayer a las 12:30 a consecuencia de
un accidente de circulación. La noticia me trastorna por lo absurdo de
ella… Me viene a la mente nuestra amistad. En mis sueños era una de las
dos o tres personas que me habrían hecho soportable Bucarest. Incluso
durante mi climax legionario lo sentí cerca de mí. Su amistad significó
muchisimo para mí. Contaba con esa amistad para volver a la vida y a la
cultura rumanas… Con él también se va una buena parte, y muy hermosa, de
mi juventud. Me siento también más solo. La mayoría de la gente a la
que he querido está ahora más allá…¡Adiós, Mihail!.” (Fragmentos de un
Diario. Mircea Eliade. Espasa Calpe S.A., Madrid, 1979, p.132).
(4) Habrían existido intentos de hacer volver a Eliade a
Rumania, incluso en el régimen comunista; pero Eliade desconfió de
tales invitaciones.
(5) La prueba del laberinto. Conversaciones de Mircea Eliade con Claude-Henri Rocquet. Ediciones Cristiandad S.L., Madrid, 1980. p.64.
(6)“La prueba del laberinto. Conversaciones de Mircea Eliade con Claude-Henri Rocquet. Op. cit., p.81.
(7) El artículo “«Dor» Nostalgia rumana” de Mircea Eliade, fue publicado en “El español”, año II, nº 27, 1 de mayo de 1943, Madrid.
(9) “Mircea Eliade en Portugal y sus escritos: Eminescu y Camões”. Barbara Fraticelli. En: Revista de Filología Románica, Madrid, 2003, núm. 20, p.175.
(11) De Parsifal a Eminescu. Mircea Eliade. Editorial Bajo los Hielos, Santiago de Chile, 2005, p.20. (12) Citado en Poemas. Eminescu, Op.cit, p.XIX.
Autor: Sergio Fritz