Tempestades de Acero, de Ernst Jünger

Ernst Jünger, Tempestades de Acero

De vez en cuando aparece un libro que te marca de una manera especial, que se sale de la norma y te engancha hasta la médula: Tempestades de Acero es el último caso sufrido en mi pellejo. Un relato en primera persona, escrito por un soldado alemán, que narra sus 4 años en las trincheras de Europa durante la I Guerra Mundial.

Este libro tiene algo que lo hace distinto a otros que puedan tratar el mismo tema, y es que está escrito por un superviviente de uno de los mayores experimentos militares de todos los tiempos como fue para mí la IGM. 

Parece algo lógico: un superviviente. Siempre hay supervivientes. Pero la verdad es que en la IGM hubo muy pocos de los que estuvieron en el frente que regresaran. 

Sin ir más allá, Ernst Jünger cuenta al final del libro que sufrió múltiples heridas de balas y metralla durante los 4 años de combate con el nada despreciable resultado de 14 orificios en su cuerpo. 

Ahí es nada. Como me comentaba un amigo que ya había leído el libro, y es totalmente cierto, cuando acabas de leerlo te encuentras completamente salpicado de barro y sangre de los pies a la cabeza. 

Y es que el autor no intenta en ningún momento endulzar el relato ni camuflar con palabras lo que allí se estaba viviendo. Esto es, barro y sangre. 

 Pero lo que realmente me ha chocado y posiblemente es lo que haya hecho que el libro se me haya quedado muy marcado, es que una vez te vas metiendo en la narración, comienzas a moverte en paralelo al autor y notas perfectamente la evolución de sentimientos que debió padecer, pasando de un estado de tensión y nervios al comienzo de la guerra, para terminar en un estado completamente opuesto de relajación casi místico. 

 Los bombardeos continuos de las trincheras (de ahí que el título sea perfecto, Tempestades de Acero) y las más desagradables muertes que estos causaban van impactando sin remedio en la cabeza del soldado. 

Así el comienzo es un continuo batallar de trinchera en trinchera, a base de balloneta, granadas y garrotes. Una salvajada demencial en la que el autor se centra casi exclusivamente en las misiones nocturnas, los asaltos y los ataques gaseosos. 

 Pero poco a poco, toda esa violencia se va convirtiendo en el día a día, en una rutina casi anodina, que va dejando paso a otro tipo de pensamientos. De esta manera el autor comienza a reflexionar sobre otros temas como el vínculo que une a un escuadrón de aviadores, lo agradable de tomar el sol tumbado en un campo de flores y cosas por el estilo. 

Acaba el libro que parece un relato sobre la vida cotidiana de principios de siglo, con sus paseos a caballo, sus charlas entre hombres pipa en mano o sus partidas de cartas alrededor de una botella de licor. 

 Y eso es lo que deja una sensación extraña: ver como algo tan desgarrador y salvaje como tuvo que ser la guerra de trincheras se transforma en algo realmente banal y cotidiano. Aunque claro, te pongas como te pongas, tarde o temprano todo el mundo tiene que morir, ¿no? O eso debían pensar aquellos soldados.