Isaac Babel: Los desastres de la guerra, la Caballería Roja

Isaac Babel

Babel nació en 1894 en Odessa. Quiso ser comerciante, como su padre, pero la vocación literaria lo ganó: a los quince años, ya comenzaba a enviar sus primeros cuentos a los periódicos rusos, y estudiaba francés y memorizaba los cuentos de Maupassant, que influirían tanto en su obra. Se graduó en derecho y en 1916 se mudó a San Petersburgo, donde conocería a su admirado Gorki, que publicaría los primeros cuentos de Babel en la revista literaria que dirigía. Debido a su origen judío y algunos textos satíricos contra el régimen zarista, la policía lo puso en su lista de indeseados y le hizo la vida imposible. Por recomendación de Gorki, Babel dejó de escribir un tiempo y se dedicó a otras cosas. Entre 1917 y 1923, militó en el ejército comunista Rojo, siendo su experiencia en la guerra de 1920 contra Polonia la que inspiraría su clásico Caballería roja (1926). Ese libro lo llevó a tener problemas con las autoridades estalinistas (estaba destinado a ser un escritor incómodo para el poder, fuera éste zarista o soviético). En 1934, los "realistas socialistas" que dominaban el Congreso de Escritores de la Unión Soviética, rechazaron la obra de Babel. Vinieron años de acoso estalinista, hasta que en 1939 fue arrestado y condenado falsamente por participar en una organización terrorista. En enero del 1940, fue ejecutado en la prisión de Butyrka. Tuvo que esperarse hasta la muerte de Stalin en 1953 para que se iniciara su rehabilitación.  


Hay coincidencias en las biografías de Schulz y Babel, pero sus obras son muy diferentes. Si Schulz tiene algo surrealista, Babel es siempre un realista; si Schulz está constantemente utilizando la fantasía para evadirse de la opresión de la cotidianeidad, Babel lo que muestra son pesadillas. Los cuentos de Caballería roja le ocasionaron problemas porque mostraba una visión descarnada de la guerra en la que su bando, el soviético oficialista, no era idealizado. En un cuento, "Mi primer ganso", el narrador, un soldado judío en un regimiento de cosacos, recibe la burla de sus compañeros por ser un "niño bonito" con gafas. Para mostrar que es digno de pertenecer al regimiento, el narrador aplasta a un ganso con sus botas, "hasta que el blanco cuello quedó extendido sobre el estiércol". El precio a pagar por esa muestra obligada de valor es que las consecuencias de la guerra se cuelan en el inconsciente del narrador: esa noche, ya aceptado por sus compañeros, sueña con mujeres, pero su corazón, "manchado por el asesinato, crujía y sangraba".

Los efectos de la guerra aparecen en casi todos los cuentos: un soldado pierde la cordura al serle arrebatado su hermoso caballo blanco ("Historia de un caballo"); otro mata por la espalda a una mujer que contrabandea sal ("La sal"); las poblaciones judías de Polonia son saqueadas sin misericordia ("Guedali"). El narrador, alter ego de Babel, sabe que todo es inútil: "Con un tiro -lo declaro-sólo conseguimos librarnos de una persona: un tiro es una gracia para él y una asquerosa facilidad para nosotros. Con un tiro no se llega al alma, ni al lugar que ésta ocupa ni a la forma de manifestarse". Lo protegen, no del todo, su ironía y la escritura.

Terminada la guerra, la escritura será para Babel como el pharmakon de Platón: su salvación y su condena. Ya sabemos cómo terminó todo: triunfó Stalin por un tiempo, pero a la larga ganó Babel.

Edmundo Paz Soldán