El Ratoncito Pérez y el Rey Alfonso III, un cuento con mucho calado





Corría el año 1894, cuando a Alfonso XIII se le cayó un diente. De Palacio encargaron al Padre Luis Coloma un cuento con tal motivo,  que el jesuita dedicó al rey Buby, como así lo llamaba su madre, la reina María Cristina.


Don Luis redactó un cuento que ha quedado en la memoria colectiva de varias generaciones de niños de habla española. El relato no destaca por su originalidad, sino por su transcendencia. Existen paralelismos entre El Ratoncito Pérez, el italiano Topolino y La Petite Souris en Francia.


El cuento del Ratoncito Pérez es un mensaje cargado de contenido que escribe el sacerdote jesuita al pequeño rey, en la confianza de que, alcanzada la edad adulta, comprenda todo su calado.



La acción transcurre en un sueño en que el ratón guía al rey en un viaje por un Madrid desprovisto de toda censura ni filtro, donde descubre las penurias de la población.

El final de la historia es que mientras que al niño que pasa hambre el ratoncito le deja dinero, el rey Buby encuentra bajo su almohada al despertar de su sueño la insignia del Toisón de Oro.


Como sabemos, la orden del Toisón de Oro, de la que es Gran Maestre el rey de España, fue fundada en 1429 por Felipe III, duque de Borgoña y conde de Flandes. El objeto de esta orden de caballería estaba vinculado a la recuperación de los Santos Lugares y a la lucha contra el Islam, en aquellos tiempos personificado en el Imperio Otomano.


Como símbolo se había escogido el toisón o vellocino de oro que Jasón debería de conquistar si quería ser rey. El mito ha llegado hasta nosotros gracias a la Medea de Eurípides, del siglo V a. C. y el poema Argonáutica, del III, a. C. El vellocino era la piel de oro de un carnero que estaba colgada de un árbol, guardado por una serpiente, en una zona del Cáucaso, la Cólquida, que se corresponde aproximadamente con la actual Georgia. Dato significativo es que el monte donde se encontraba el Vellocino de Oro estaba dedicado a Ares, dios de la guerra.


Otro detalle a tener en cuenta es la circunstancia del motivo de la narración que el niño monarca ha de leer: la pérdida del diente a los ocho años simboliza el final de la primera infancia y la entrada del niño en el uso de razón, etapa en la ya que distinguirá el bien del mal. De todo lo cual el cura escritor era plenamente consciente.


En el relato hay dos personajes premiados: un niño de una familia indigente recibe una moneda de oro, mientras que el niño rey recibe el Toisón de Oro. Para las gentes, la riqueza, el dinero mediante el que satisfacer sus necesidades y llevar una vida digna. Para el rey, una insignia mítica que obliga a una lucha contra el dragón o serpiente que ataca a cuantos intentan alcanzar el Toisón Dorado, depositado en el monte del Dios de la Guerra.


El padre Coloma escribe un cuento que remite a otro cuento, sirva la expresión. Alfonso XIII debió de tener dos lecturas. La primera, la infantil, y la segunda ya de adulto, donde debería de haber recordado el mensaje profundo que como una profecía le anticipó el jesuita cuando sólo tenía 8 años.


La historia ya la conocemos. Alfonso XIII no llegó a luchar contra la serpiente, sino que, cuando sintió su presencia, huyó.

Podríamos preguntarnos quién ascendió el Monte del Dios de la Guerra, quién mató la serpiente y quién conquistó la victoria simbolizada en el Vellocino de Oro. Está claro: el pueblo español.

Benito Ramírez