Alejandro Dumas padre
Narrador y dramaturgo francés, nacido en Villers-Cotterêts (en Aisne,
a unos cuarenta kilómetros al norte de París) el 24 de julio de 1802, y
fallecido en Puys (cerca de Dieppe) el 5 de diciembre de 1870. Se le
conoce como "Dumas Padre" para distinguirle de su hijo, el también
escritor Alexandre Dumas (1824-18955) -o "Dumas Hijo"-, autor de la exitosa novela La Dama de las Camelias
(1848). Poseedor de un estilo fluido y ameno que progresa con idéntica
soltura por los subgéneros narrativos más variados (novela histórica,
gótica, costumbrista, picaresca, etc.), "Dumas Padre" está considerado
como uno de los escritores más populares y difundidos de las Letras
francesas de todos los tiempos.
Vida
Nacido en el seno de una familia acomodada (era nieto del
marqués Antoine-Alexandre Davy de la Pailleterie, e hijo del afamado
general de división Thomas-Alexandre Dumas-Davy de la Pailleterie),
heredó su condición de mulato y el apellido Dumas de su abuela
Marie-Césette Dumas, una esclava negra de las Islas del Oeste de Santo
Domingo con la que había contraído matrimonio su abuelo el marqués.
Muerta Marie-Césette, el marqués y su hijo regresaron a París, donde el
joven decidió alistarse en el ejército pese a la oposición paterna. Para
burlar la vigilancia del marqués, el padre del escritor entró en filas
con el apellido de su difunta madre, y a partir de entonces todos sus
descendientes antepusieron el Dumas al Davy de la Pailleterie.
Una
vez integrado en el ejército francés, Thomas-Alexandre Dumas desarrolló
una brillante trayectoria militar que le permitió alcanzar el grado de
general bajó las órdenes del propio Napoleón Bonaparte
(1769-1821). Fruto de su enlace matrimonial con Marie-Louise Labouret
(natural de Villers-Cotterêts) fue el futuro escritor, quien pasó una
infancia bastante áspera debido a la menesterosa situación en que quedó
su madre tras el fallecimiento de su esposo, acaecido cuando el pequeño
Alexandre sólo contaba cuatro años de edad. A pesar de los méritos
militares acumulados por el general Thomas-Alexandre Dumas, su viuda
recibió del estado francés una pensión tan exigua que no le permitió
brindar a su hijo la formación escolar que para él habría deseado; aún
así, logró que en 1811 -es decir, cuando Alexandre Dumas contaba ya
nueve años de edad- ingresara en una escuela regentada por el Abad
Gregorie, en la que permaneció por espacio de dos años. Pero la viva
inteligencia natural y el espíritu ambicioso del muchacho le impulsaron a
completar de forma autodidacta la pobre instrucción académica que había
recibido; y así, en 1816 estaba ya en condiciones de prestar sus
servicios en el despacho de un notario de su lugar de origen, en calidad
de pasante.
Decidió, entonces, emprender estudios de Leyes; pero
otras inquietudes juveniles -como su desmedida afición a la caza y su
incipiente interés por la creación literaria- pronto le desviaron de
esta carrera. A la edad de diecisiete años (1819), Dumas conoció a otro
joven interesado por las Letras, Adolphe de Leuven, con el que comenzó a
colaborar en la redacción de sus primeros escritos literarios; y, tras
su primer viaje a París, realizado en 1822, decidió que sólo en la
capital gala le iba a ser posible el desarrollo de sus aficiones
artísticas e intelectuales, por lo que recurrió a algunas viejas
amistades de su padre para conseguir unas cartas de presentación que le
permitieron comparecer en París ante algunos ilustres ciudadanos afectos
a los Borbones. Uno de ellos, el general Foy
(1765-1825), vio con agrado el carácter bondadoso del joven Alexandre y
valoró en extremo su pulcra y esmerada caligrafía, merced a la cual le
consiguió una plaza de escribiente en la secretaría del duque de
Orleans, puesto remunerado con unos honorarios que ascendían a mil
doscientos francos anuales. Gracias al desempeño de estas funciones de
escribiente, Alexandre Dumas pudo mantenerse en París sin recurrir al
sustento de su madre, y con dinero suficiente para emprender el estudio
de algunas disciplinas cuyo conocimiento se le antojaba harto
provechoso. Se interesó, por aquel entonces, por algunas materias
científicas como la física, la química y la fisiología, cuyo estudió
alternó con sus labores de secretario y con la lectura nocturna de los
grandes clásicos de la literatura francesa; y, simultáneamente, comenzó a
asistir a algunos cursos de idiomas, en medio de una febril actividad
que no le restó tiempo para protagonizar sus primeros escarceos
sentimentales. Fruto de sus relaciones amorosas con Laure Labay, una
humilde modistilla parisina, fue el nacimiento, el 24 de julio de 1824,
de quien habría de pasar a la posteridad con el nombre de "Dumas Hijo".
Seguía,
entretanto, inmerso en una febril actividad que, incrementada ahora por
las muchas horas que dedicaba al estudio de la Historia -otra de sus
grandes pasiones intelectuales-, aún le dejaba algún rato libre para
asistir a las representaciones teatrales de algunos clásicos de la
literatura universal. Una noche, tras haber presenciado en un viejo
teatro parisino una puesta en escena del Hamlet de Shakespeare
(1564-1616), se resolvió a probar fortuna como autor dramático, y
comenzó a redactar una serie de piezas teatrales que en un principio,
por temor a la rígida censura, no dio a conocer. Pero, alentado por su
entusiasta vocación literaria -manifiesta también, por aquel entonces,
en su dedicación al cultivo de la poesía y la narrativa breve-, se
atrevió a presentar sus obras dramáticas ante numerosos empresarios
teatrales que, sistemáticamente, fueron rechazándolas, sin dejar de
recomendarle que siguiera perseverando en la escritura teatral, pues
parecía evidente que poseía un gran talento capaz de hacerle triunfar en
tan complejo género literario.
Gracias a estos elogios
agridulces, Dumas no se desanimó y continuó desplegando una intensa
actividad creativa que recibió un impulso inesperado a raíz de un
luctuoso episodio: el fallecimiento, en 1825, de su amigo y protector el
general Foy, tan llorado por el pueblo parisino que convocó, en sus
honras fúnebres, a más de cien mil ciudadanos (de hecho, se erigió en su
memoria un monumento en el Cementerio del Este, y se abrió una
suscripción para el sostenimiento de sus hijos que recaudó, en todo el
territorio nacional, cerca de un millón de francos). Desolado por esta
pérdida, "Dumas Padre" publicó en la prensa de la capital francesa una
sentida elegía que fue muy alabada por la crítica y los lectores, lo que
le granjeó un cierto prestigio literario que pronto incrementó con la
publicación de algunas narraciones breves en las que demostró su
singular habilidad para convertir en materia novelesca algunos hechos
cruciales de ese pasado histórico que tan bien había llegado a conocer.
Resuelto
a no desaprovechar este éxito circunstancial, en el transcurso de aquel
mismo año de 1825 logró estrenar en un escenario parisino su vodevil La Chase et l'amour,
escrito en colaboración con el susodicho Adolphe de Lueve, obra que
cosechó un clamoroso triunfo entre la crítica y el público, y propició
el estreno ininterrumpido de otras muchas piezas teatrales de Alexandre
Dumas, ya convertido por aquel entonces en una de las grandes
revelaciones de la literatura francesa del momento. Se aplicó, pues, con
ahínco a la escritura y reelaboración de numerosos textos dramáticos
que le reportaron una envidiable estabilidad económica, objetivo que se
había propuesto alcanzar con el fin de poder consagrarse plenamente a la
creación literaria; e, instalado en un modesto cuarto de alquiler de la
rue de Saint-Denis (en el que había acogido a su madre), se dedicó a
partir de entonces a la redacción de sus obras dramáticas y narrativas,
que pronto le situaron entre los autores predilectos de sus
contemporáneos.
Aún no había cumplido los treinta años de edad cuando, tras el memorable estreno de su obra teatral Henri III et sa cour (Enrique III y su corte) -verificado el 10 de febrero de 1829-, quedó integrado en la pléyade de los dramaturgos que alimentaban el repertorio de la Comédie Française, convulsionada a la sazón por la irrupción de algunos jóvenes autores que, como el propio Dumas o el genial Víctor Hugo
(1802-1885), venían a revolucionar, con su espíritu romántico, el
tradicional clasicismo de esta prestigiosa institución teatral. A partir
de entonces, situado a la vanguardia estética e ideológica del
Romanticismo, Alexandre Dumas adquirió una notable relevancia no sólo en
la vida cultural de su país, sino también en los foros políticos y
sociales. Tras el estreno de su aplaudido drama Christine en el
Teatro Odeon (30 de marzo de 1830), tomó parte activa en la revolución
burguesa de 1830, que acabó por elevar al trono de Francia a Luis Felipe de Orleáns
(1773-1849). Al año siguiente, fruto de sus relaciones con Belle
Kreilssammer, vino al mundo su hija Marie-Alexandrine (nacida el 5 de
marzo de 1831), cuya aparición en la vida de Alexandre Dumas coincidió
con el estreno de su drama Anthony, otra pieza emblemática del
movimiento romántico; puede afirmarse que, a partir de este estreno y
durante todo el período de vigencia de los gustos románticos, no se
concebía una pieza teatral que no recurriera a ese desbordamiento de las
pasiones puesto en escena por Dumas.
A comienzos de los años
treinta, el escritor de Villers-Cotterêts empezó a realizar frecuentes
viajes al extranjero que le permitieron conocer la realidad política,
social y cultural de otras naciones europeas como Suiza (a la que viajó
en 1832), Italia (1835) y Bélgica y Alemania (1938), y tomar numerosas
anotaciones que quedaron reflejadas en diferentes diarios de viaje. Pero
la publicación de éstos, aunque bien recibida por su ya crecida legión
de seguidores, no le proporcionó mayor fama que sus estrenos teatrales,
entre los que resulta obligado destacar, por estas fechas, el de la
pieza titulada Kean o Desorden y genio (1836), que no sólo
mereció el beneplácito de la crítica y el público francés, sino también
los elogios de otros grandes autores europeos de la época, como el gran
poeta alemán Heinrich Heine (1797-1856), a la sazón afincado en París.
Su
definitivo asentamiento social, avalado por ese bienestar económico que
venía anhelando desde su juventud para poder dedicarse de lleno a la
creación literaria, tuvo lugar en la década de los cuarenta, cuando,
tras haberse casado con la actriz Ida Ferrer (1840), logró que el duque
de Orleáns -uno de los más fieles seguidores del teatro de Dumas- le
nombrara bibliotecario mayor de su palacio, cargo que llevaba aparejados
unos elevados emolumentos. Continuó escribiendo numerosos poemas
adscritos a la estética romántica, y otras obras dramáticas que
confirmaron su ubicación privilegiada entre la pléyade de autores
teatrales; pero empezó a sobresalir, principalmente, por sus magníficas
narraciones históricas, publicadas por entregas en la prensa parisina,
que dieron un impulso decisivo al luego denominado roman feuilleton ("novela folletinesca"). Así, a mediados de dicha década alcanzó gran celebridad por la difusión de Le comte de Montecristo (El conde de Montecristo, 1844-1845), narración basada en un trágico acontecimiento real; y empezó a hacerse mundialmente famoso por la publicación de Les trois mousquetaires (Los tres mosqueteros, 1844), una espléndida novela de espadachines e intrigas palaciegas ambientada en el siglo XVII, y luego continuada en Vingt ans après (Veinte años después, 1845) y Le vicomte de Bragelonne (El vizconde de Bragelonne, 1848-1850).
Consagrado,
en fin, como el mayor novelista de las Letras francesas de su tiempo
(con amplia repercusión en otros países europeos, en los que su obra
comenzó a circular con fluidez), dio a la imprenta otras muchas
narraciones de gran aceptación dentro de los cánones estéticos de
mediados del siglo XIX, como las tituladas La reine Margot (La reina Margot, 1845), Mémoires d'un médicin: Joseph Balsamo (Recuerdos de un médico: José Bálsamo, 1846-1848) -centrada en la figura histórica del aventurero siciliano Alessandro Cagliostro (1743-1795)-, La dame de Montsoreau (La dama de Montsoreau, 1846), Le chevalier de Maison-Rouge (El caballero de la Casa-Roja, 1847) y Le collier de la reine (El collar de la reina,
1848-1850). Fruto del prestigio social alcanzado con todas estas
publicaciones fue su presencia activa en algunos de los actos culturales
más relevantes de la Francia del momento, como la inauguración del
Teatro Histórico -verificada en febrero de 1847, con Dumas como
protagonista-, la apertura de la Mansión Montecristo en Porty-Marly
(julio de 1847), o el acto en el que fue solemnemente condecorado con
los galones de Comandante de la Guardia Nacional (celebrado en
Saint-Germain-en-Laye en el transcurso de aquel mismo año). Pero la
relevancia adquirida por el escritor de Villers-Cotterêts no se redujo a
los foros intelectuales y artísticos de la Francia de mediados del
siglo XIX, ya que, alentado por su inmensa popularidad, saltó a las
arenas políticas y se involucró de lleno en la Revolución de 1848), de
tal guisa que, cuando ésta fracasó (1851), se vio obligado a alejarse
durante algún tiempo de los círculos políticos y sociales parisinos, por
lo que huyó a Bélgica, en donde halló refugio y seguridad frente al
celo vengador de los contrarrevolucionarios.
En Bruselas, donde compartió exilio con otras figuras señeras de la intelectualidad francesa contrarias a la política de Napoleón III
(1808-1873) -entre ellas, el ya citado Víctor Hugo-, "Dumas Padre" se
enfrascó en la redacción de sus extensos recuerdos, publicados en
veintidós volúmenes bajo el título de Mes mémoires (Mis memorias,
1852-1855). Entretanto, su fortuna personal y su prestigio literario
corrían suertes bien distintas: por un lado, su Teatro Histórico había
ido a la ruina en 1850, después de sólo tres años de funcionamiento; por
otro lado, habían seguido saliendo a la calle nuevas narraciones suyas
que, como El Tulipán Negro (1850) y Ángel Pitou (1853), le
rendían suculentos beneficios, si bien no llegaban para cubrir los
astronómicos gastos originados por el desenfrenado tren de vida que
había comenzado a llevar tan pronto como se supo enriquecido (es fama
que dilapidó toda su fortuna en disparatados viajes, orgiásticas
francachelas, vinos selectos y otras costosas aficiones, como la de
adquirir constantemente las flores más caras y exóticas; pero también es
cierto que contribuyeron notablemente a su ruina sus fracasos
empresariales, entre los que destaca la bancarrota del mencionado Teatro
Histórico).
Vivía, pues, al día con el fruto de sus novedades
editoriales, muy ufano de su gloria literaria y del inesperado prestigio
alcanzado también por su hijo, quien deslumbró al París cultural y
artístico de mediados de siglo con Le Dame aux Camélies (La Dama de las Camelias,
1848). Y seguía interesándose vivamente por las cuestiones políticas
más candentes, lo que, sumado a un nuevo recorrido por Italia en 1859,
impulsó a su espíritu romántico y aventurero a prestar su apoyo directo a
la causa patriótica de Garibaldi (1807-1882),
a quien llegó a conocer personalmente en 1860. Tras haberse puesto a su
servicio en Sicilia y haberle acompañado hasta Marsella para adquirir
allí parte del armamento de sus tropas, siguió a su lado hasta que, tras
la clamorosa victoria de los mil "Camisas Rojas", fue nombrado por el
propio Garibaldi Jefe de Exploraciones y Museos en Nápoles, ciudad en la
que "Dumas Padre" residió hasta 1864. Fruto de su intensa colaboración
con la expedición de Garibaldi fue su volumen testimonial titulado Les garibaldiens (Los garibaldinos, 1861).
En
1865 recorrió buena parte de Francia y algunos lugares de Europa
pronunciando conferencias, y, clausurado ya el largo paréntesis de
consagración a la unificación italiana, reanudó su fecunda labor
creativa, ya por medio de las escritura de nuevas obras literarias, ya
por medio de la fundación de algunas destacadas publicaciones periódicas
de carácter cultural, en las que colaboró asiduamente hasta el día de
su muerte. Su condición de autor polifacético le llevó a redactar, a
partir de 1868, un voluminoso tratado culinario que, publicado bajo el
título de Grand dictionnaire de cuisine (Gran diccionario de cocina, 1873), no vio la luz hasta después de su muerte.
A
comienzos de 1870, Alexandre Dumas, prácticamente en la ruina después
de haber despifarrado una cuantiosa fortuna, se vio en la necesidad de
retirarse a la casa rural que su afamado hijo había adquirido en Puys.
De poco le servían, ya próximo a cumplir los setenta años de edad, los
pingües beneficios obtenidos tiempo atrás por los doscientos cincuenta y
siete volúmenes de novelas, relatos y memorias que había publicado en
vida, y por los veinticinco tomos en los que había ido recogiendo sus
piezas teatrales. Mantenido por su hijo, vivió en sosiego cerca de un
año junto al Canal de la Mancha, hasta que la muerte le sorprendió el
día 5 de diciembre de 1870. En 2002, cuando se cumplía el bicentenario
de su nacimiento, sus restos mortales fueron trasladados al Panteón de
París.
Autor prolijo y polifacético, "Dumas Padre" fue uno de los
pioneros de la más tarde denominada "literatura de consumo". La amplitud
y variedad de su obra, difundida en buena medida a través de los medios
de comunicación, cautivó a millares de lectores que aguardaban,
ansiosos, la entrega periódica del capítulo correspondiente, lo que en
muchas ocasiones forzó al autor a contratar a una serie de redactores
auxiliares que, sujetos a la claridad y sencillez características de su
estilo, le ayudaban a proseguir sus novelas folletinescas de acuerdo con
los derroteros argumentales que él se encargaba de trazar. Esta notable
capacidad de producción dio por fruto una elevado número de obras que,
ciertamente, no sobresalían por su calidad literaria; pero es innegable
que la fuerza y habilidad de Dumas para plantear enrevesadas intrigas,
generar rocambolescas aventuras, construir personajes pintorescos y
concebir situaciones de gran suspense dotaba a sus novelas de un interés
y un dinamismo que colmaban las aspiraciones de numerosos lectores
populares, quienes además seguían con facilidad los argumentos del autor
de Villers-Cotterêts merced a la sencillez y pulcritud de su prosa.
En
efecto, muchas de las novelas que le otorgaron un merecido prestigio
literario vieron la luz entre las páginas de algunos rotativos parisinos
(entre ellos, Le Siècle), en los que Dumas fue desarrollando una
singular habilidad para interrumpir el curso de la narración en el
punto más tenso de la intriga, con lo que forzaba a su amplia legión de
seguidores a aguardar, con verdadera impaciencia, la publicación de la
entrega siguiente. Respecto a su talento a la hora de construir sus
narraciones, cabe señalar que, aunque podía ser prolijo y reiterativo en
la presentación de ciertos personajes y determinadas situaciones, lo
cierto es que, sin ser un escritor genial, gozaba de una poderosa
inventiva que dosificaba con bastante acierto, y que sabía ordenar con
naturalidad los materiales narrativos hasta logra unas obras que
cautivaban férreamente al lector popular. Cabe añadir, al respecto, que
si bien poseía un estilo claro y ameno, adecuado al nivel cultural de
ese gran público al que iban dirigidas sus novelas, al mismo tiempo
alcanzaba, sin abandonar esa línea estilística de gran transparencia y
sencillez, notables logros expresivos.
Dada la vastedad de la obra
literaria de Alexandre Dumas, a continuación se ofrece un listado -lo
más exhaustivo posible, dentro de una reseña de esta naturaleza- de su
producción impresa, enumerada por orden cronológico:
"Elégie sur la mort du géneral Foy" ("Elegía por la muerte del general Foy", 1825); Henri III et sa cour (Enrique III y su corte, 1829); Christine (1830); Napoleón Bonaparte (1831); Anthony (1831); La Torre de Nesle (1832); Un bal masqué (Un baile de máscaras, 1833); Catherine Howard (1834); Kean o Desorden y genio (1838); El alquimista (1939); Le mâitre d'armes (El maestro de armas, 1840); Aventures de John Davis (Las aventuras de John Davis, 1840); Lorenzino (1840); Ascanio (1843); Le chevalier d'Harmental (El caballero de Harmental, 1843); Une fille du Regent (Una hija del regente, 1844); Les frères corses (Los hermanos corsos, 1844); Les trois mousquetaires (Los tres mosqueteros, 1844); Vingt ans après (Veinte años después, 1845); Le comte de Montecristo (El conde de Montecristo, 1845); Le guerre des femmes (La guerra de las mujeres, 1845); La reine Margot (La reina Margot, 1845); Le chevalier de la Maison-Rouge (El caballero de la Casa Roja, 1846); La dame de Montsoreau (La dama de Montsoreau, 1846); Les deux Diannes (Las dos Dianas, 1846); Mémoires d'un médicin: Joseph Balsamo (Recuerdos de un médico: José Bálsamo, 1846); Les quarante-cinq (Los cuarenta y cinco, 1847); Le vicomte de Bragellone (El vizconde de Bragelonne, 1848); Le collier de la reine (El collar de la reina, 1849); Le vingt-quatre février (El veinticuatro de febrero, 1850); Le Tulipe Noire (El Tulipán Negro, 1850); Le Trou de l'enfer (La boca del infierno, 1850); Un Gil Blass en Californie (Un Gil Blas en California, 1851); Angel Pitou (1853); La comtesse de Charny (La condesa de Charny, 1853); Le page du duc de Savoie: Emmanuel Philibert (El paje del duque de Saboya: Emmanuel Philibert, 1855); Les compagnons de Jehu (Los comapñeros de Jehu, 1857); L'horoscope (El horóscopo, 1858); Les louves de Machecoul (Las lobas de Machecoul, 1859); Une aventure d'amour (Una aventura de amor, 1860); Mémories de Garibaldi (Memorias de Garibaldi, 1860); y Grand dictionarie de cuisine (Gran diccionario de cocina, 1873).
Otras obras suyas de menor importancia son las piezas teatrales tituladas Calígula, Carlos VII, Richard Darlington, Don Juan, Madmoiselle de Belle-Isle, Una boda bajo Luis XV y Las muchachas de Saint-Cyr; las novelas costubristas y picarescas Los bandoleros de Osuna, De París a Cádiz, El Padre Hiraux y El Capitán Pánfilo; las narraciones góticas Los mil y un fantasmas, La mujer del collar de terciopelo y Paulina de Meulien; y las novelas históricas Olimpo de Clèves (1852), Los mohicanos de París (1854-1855) y Los blancos y los azules (1867-1868).
El conde de Montecristo (1844-1845)
Acusado injustamente de militar en las filas del bonapartismo,
el joven capitán de navío Edmond Dantès -que ha tenido ocasión de
acreditar su valor y su nobleza en cuantas acciones se lo han permitido-
es arrestado en Marsella el mismo día de su boda y reducido a prisión
en el castillo de If. Allí conoce a otro preso, el abate Faria, quien le
revela la existencia de un riquísimo tesoro que permanece bien oculto
en una cueva de la isla de Montecristo. Catorce años después del ingreso
de Dantès en su celda, la muerte del abate va a dar lugar a su fuga:
tras haber suplantado su cadáver, es arrojado al mar, donde a duras
penas consigue mantenerse a flote hasta que se ve socorrido por un
navío. Consigue luego llegar hasta la isla de Montecristo, en la que
halla el fabuloso tesoro del que le hablara su desdichado compañero de
presidio. Avalado por esta inmensa fortuna, decide cambiar de
personalidad y, haciéndose llamar "conde de Montecristo", regresa a
Francia, donde a partir de entonces su vida va a tener una única
finalidad: vengarse fría y minuciosamente de todos los que han provocado
su desgracia. Tras haber averiguado que sus delatores fueron Fernand y
Danglars -dos rivales en sus escarceos amorosos, a los que movían
exclusivamente el despecho y los celos-, descubre también que su innoble
acusación no hubiera logrado nunca el fin deseado por ellos de no haber
contado con la complicidad de Villeford, un joven magistrado carente de
escrúpulos cuya ambición le llevó a condenar a Dantès con la única
esperanza de ascender en su carrera política. En medio de numerosos
avatares que mantienen constantemente la intriga novelesca, el conde de
Montecristo va llevando a cabo su lenta, meticulosa e implacable
venganza, que culmina con el esclarecimiento del turbio proceso judicial
que llevó a la cárcel al joven capitán Dantès. Restituido su honor y
castigados los responsables de su injusto encarcelamiento, el conde de
Montecristo, en compañía de la bella Haydée, se hace a la mar rumbo a
Oriente.
Los tres mosqueteros (1844)
En su camino hacia París, en donde espera acrecentar su menguada
fortuna, el joven gascón d'Artagnan se topa con Athos, Porthos y
Aramis, tres mosqueteros del rey que, después de hacerse amigos y, en
cierto modo, protectores del joven, le ayudan en su propósito de
convertirse también él en mosquetero. Ya al servicio del rey, d'Artagnan
y sus tres camaradas se verán envueltos en las taimadas intrigas
desplegadas constantemente por el cardenal Richelieu, a quien asiste en
sus pérfidos planes una malvada agente secreta, Milady de Winter. Una de
las misiones más delicadas que tendrán que llevar a cabo los
mosqueteros será la de salvaguardar el honor de la reina, quien, en
prueba de su amor, había regalado a su amante, el duque de Buckingham,
unas joyas que a su vez le había regalado a ella su esposo, el rey Luis
XIII. Con la orden de recuperar los doce herretes de diamantes antes de
que el monarca averigüe que no obran en poder de su esposa (lo que
advertirá fácilmente si ella no los lleva en una fiesta en la que su
marido le ha pedido expresamente que los luzca), los mosqueteros
emprenden una delicada misión secreta que culmina con la ejecución de la
pérfida Milady, quien con su falta de escrúpulos morales ha dado muerte
al duque de Buckingham y a una azafata de la reina de la que estaba
enamorado d'Artagnan. Richelieu, cuya astucia política le ha permitido
mantenerse a la sombra en toda esta intriga, acaba por reconocer los
méritos de d'Artagnan y le asciende al grado de lugarteniente; pero sus
viejos camaradas, desilusionados de las asechanzas políticas y la
falsedad de la vida palaciega, deciden no seguir a su lado: Athos se
retira al sosiego de la vida rural, Porthos contrae matrimonio y Aramis,
tan espiritual como siempre, toma los hábitos de abad en un monasterio.
Veinte años después (1845)
Han transcurrido cuatro lustros desde la separación de los
mosqueteros, y d'Artagnan, ya con el grado de teniente y al servicio del
cardenal Mazarino, intenta por todos lo medios recuperar a sus tres
antiguos compañeros. Porthos se muestra ilusionado por este regreso a la
acción, ya que alberga la esperanza de reunir, por medio de sus
servicios al rey, los méritos necesarios para recibir ese título de
barón que tanto anhela; pero Athos y Aramis no comparten su entusiasmo,
ya que se muestran más inclinados hacia la Fronda, un movimiento
político contrario a Mazarino y a la monarquía absolutista. Por caminos
distintos, los cuatro antiguos compañeros se reencuentran en Inglaterra,
en donde se ven acosados por el furor aniquilador de Mordaunt, un hijo
de Milady empecinado en vengar a su madre. Sabedor de la intervención
directa de Athos, Porthos, Aramis y d'Artagnan en la eliminación de su
madre, Mordaunt ha planeado volar la embarcación en la que los cuatro
regresan a Francia; pero los mosqueteros consiguen abandonar el navío
poco antes de que se produzca la explosión. Mordaunt ha salido malparado
en la ejecución del atentado que él mismo planeara; pero aún así, su
odio vengativo le permite reunir sus últimas fuerzas para intentar
arrastrar a las profundidades a Athos, quien consigue salvarse después
de haber dado muerte a su implacable enemigo.
El vizconde de Bragelonne (1848)
Al cabo de diez años desde las últimas peripecias narradas en la
segunda entrega de la serie, d'Artagnan, ya con el grado de capitán de
los mosqueteros, se pone de nuevo en busca de sus tres camaradas para
implicarles en una delicada misión: auxiliar a Carlos II de Inglaterra
en su propósito de recuperar el trono que le había sido arrebatado a su
difunto padre. Otra vez va a ser Porthos quien, impulsado por sus deseos
de ascender en la escala social, acepte sin condiciones la propuesta de
d'Artagnan. Pero los otros dos mosqueteros tienen otras preocupaciones:
Athos no ve con buenos ojos la relación amorosa entablada entre su hijo
Raúl, vizconde de Bragelonne, y la ambiciosa joven Luisa La Valliere,
quien está secretamente dispuesta a ofrecer sus encantos al rey Luis
XIV; y Aramis, recientemente elevado a la esfera más alta de la
jerarquía jesuítica, ha descubierto desde su privilegiado cargo un
terrible secreto que mantiene oculto la monarquía francesa: Luis XIV
tiene un hermano gemelo que fue separado de la corte nada más nacer,
ante el temor de que un día pudiera plantear problemas en la línea
sucesoria. Felipe -que así se llama el hermano secreto del rey- ha
crecido en el campo alejado de la familia real, e ignorando en todo
momento sus derechos sucesorios. Cuando Aramis descubre su existencia,
se propone suplantar a Luis XIV -que se ha convertido en un auténtico
tirano- por su hermano gemelo, con la esperanza de que éste gobierne con
justicia y racionalidad. Para llevar a cabo su arriesgado plan, Aramis
reclama la colaboración de sus antiguos camaradas, pero choca en su
intento con Athos y d'Artagnan, quienes se muestran fieles a Luis XIV;
Porthos, por su parte, va a colaborar con Aramis, creyendo ingenuamente
que sirve al legítimo monarca. A la postre, uno de los dos gemelos
reales acabará siendo conocido como "el hombre de la máscara de hierro",
en alusión a esa forja que cubre permanentemente su rostro para que no
se advierta su asombroso parecido con la faz de quien ocupa el trono de
Francia.
-
JIMÉNEZ PLAZA, Dolores y REAL RAMOS, Elena [eds. lits.]. Alexandre Dumas père: una façon d'être soi (Valencia: Universidad de Valencia, Servicio de Publicaciones, 1997).
www.mcnbiografias.com