Assia Djebar, (Cherchell, Argelia, 30 de junio de 1936 - París, 7 de febrero de 2015) seudónimo de Fatima-Zohra Imalhayène (Assia:
consolación; Djebar: intransigencia)
Tenía 78 años. La escritora y también cineasta nació en Cherchell (la antigua Mauritania Cesariense), a unos 90 kilómetros al oeste de Argel.
Tenía 78 años. La escritora y también cineasta nació en Cherchell (la antigua Mauritania Cesariense), a unos 90 kilómetros al oeste de Argel.
Gracias al regalo de amor de su padre (profesor de francés de niños
llamados indígenas), la pequeña Fátima entra en la cultura, mientras se
aleja de un futuro “oscuro”, destinado al encierro de las niñas púberes
en la Argelia de aquella época: “Chiquilla árabe que va por primera vez a
la escuela, una mañana de otoño, de la mano de su padre”. Esos fueron
sus primeros pasos hacia la lengua francesa y la frase luminosa,
límpida, como Assia Djebar narra, hermosamente, en la obertura y el
final de El amor, la fantasía (Ediciones del Oriente y del
Mediterráneo, 1990). Así, cuando preguntan a la madre por qué su hija no
se pone velo, la madre responde: “Hiya taqra” (“Ella lee”. Es
decir: “estudia”).
Luego, aprobado el Bachillerato, Assia se marcha a París, donde obtiene la licenciatura en Historia y Geografía. En 1955 es la primera mujer argelina admitida en la Escuela Normal Superior de París. Luego, profesora en las Universidades de Rabat, Argel, Baton Rouge (Luisiana, EE UU) y en New York.
Luego, aprobado el Bachillerato, Assia se marcha a París, donde obtiene la licenciatura en Historia y Geografía. En 1955 es la primera mujer argelina admitida en la Escuela Normal Superior de París. Luego, profesora en las Universidades de Rabat, Argel, Baton Rouge (Luisiana, EE UU) y en New York.
A lo largo de su obra —traducida a una veintena de lenguas— recibe un
impresionante número de premios literarios. Miembro de la Academia
Francesa, se convierte en la primera escritora árabe —no hay ningún
escritor árabe entre sus miembros— que forma parte de esa institución
desde que en 1635 la creara el cardenal Richelieu.
Las obras de Assia Djebar están sólidamente estructuradas, en varios
estratos que se yuxtaponen o funcionan en paralelo, se rozan, se
transforman en una unidad, puesto que existe siempre un hilo de Ariadna
que enlaza los capítulos: investigaciones históricas y literarias, la
vida y el imaginario de la narradora.
Posee el arte mágico de contar y el encanto de una escritura
evocadora de sensaciones sutiles, no solo en lo que se refiere a la
sonoridad de la palabra escogida, sino también a nivel del intelecto,
tan ricas son sus novelas en evocaciones históricas, con referencias
sociales y expresiones psicológicas, mientras se abandona al flujo de la
memoria intimista, entre el vaivén del tiempo y del espacio,
esculpiendo palabras, expresando el deseo vehemente de ir a investigar
más lejos aún, en la historia, en la música, el arte, la filosofía, la
arqueología, el griego antiguo, el latín, la lengua líbico-bereber y la
memoria colectiva. Siempre, con emoción, sensible lucidez y pudor
exquisito, ahondando en la huella de una historia individual cuya sombra
proyectada no es otra que la de su pueblo argelino y sus orígenes.
Escriba de la historia de su pueblo que endosa el sufrimiento de los
argelinos —la esperanza también— y lo integra en su propia historia.
Narradora “escuchante”, mientras se olvida de sí misma, permaneciendo en
un plano secundario, enormemente receptiva, generosa, humilde. Es
decir, el arte de la arquitectura de su escritura intertextual basada en
la redacción y la escucha, puesto que fue una de las escritoras que
mejor supo “ver” el mundo “mudo” de aquellas mujeres argelinas. Escogió
dejar resonar el clamor de esas voces amortajadas, hasta sentirse llena,
labrada con ellas, con “el deseo salvaje de no olvidar”.
Une faceta que no se puede acallar, en el recorrido intelectual de
esta gran escritora, es su actividad teatral y cinematográfica pionera,
con el que Djebar ilumina, de repente, innumerables presencias de
mujeres. Las imágenes son, ante todo, la aprehensión del silencio con el
fin de hacer perceptible lo que está más allá de la evidencia.
Cuando la ficción se respalda con la historia contemporánea, cierta
claridad ilumina nuestro mundo. Desde hace mucho tiempo tuve el honor de
tratar a Djebar; la presenté en el salón del Palacio de Carlos V,
emplazado en la Alhambra. Jamás olvidaré sus confidencias, su relato
sobre su último libro, Sin habitación propia (Lumen, 2009), la
última de sus obras publicada en España. Ni su mirada clavada al
atardecer embelesada, ante Al qal’at al-Hamra, La Fortaleza Roja,
dominando la ciudad de centelleantes luces.
Leonor Merino es doctora por la Universidad Autónoma, traductora y
autora de Encrucijada de Literaturas Magrebíes y La mujer y el lenguaje
de su cuerpo. Voces literarias del Magreb.