Narrador, periodista y conferenciante estadounidense, nacido
en la pequeña localidad de Florida (en el estado de Missouri) el 30 de
noviembre de 1835 y fallecido en Redding (Connecticut) en 1910. Aunque
su verdadero nombre era el de Samuel Langhorne Clemens, es
universalmente conocido por su pseudónimo literario de Mark Twain,
nombre que adoptó a finales de los años cincuenta a raíz de sus
experiencias como aprendiz de piloto fluvial en el río Mississippi.
Considerado, en principio, como un simple humorista dotado de gran
capacidad para llegar a los lectores merced a su espléndido uso del
habla coloquial como lenguaje literario, mostró después tal habilidad
para captar los arquetipos míticos de la América de su juventud y crear
algunos de los personajes más memorables de la narrativa norteamericana,
que a la postre ha pasado a la historia de la Literatura universal como
el escritor más popular de su país y el padre de la prosa coloquial
estadounidense.
Vida y obra
Nacido
en el seno de una familia típica de la clase media rural norteamericana,
desde los cuatro años de edad residió en el pequeño pueblo de Hannibal,
en donde vivió una infancia feliz en contacto permanente con el río
Mississippi que lo regaba y con los barcos fluviales que lo visitaban
constantemente. Con el paso de los años, las experiencias acumuladas
durante este período infantil y juvenil junto al gran río (entre 1839 y
1853) habrían de dejar una huella indeleble en la obra literaria de Mark
Twain, quien contribuyó poderosamente a forjar la dimensión mítica y
aventurera del Mississippi en la imaginación colectiva de sus
compatriotas.
Cuando el joven Samuel Langhorne Clemens contaba
doce años de edad (1847), el repentino fallecimiento de su padre sumió a
la familia en una delicada situación económica que obligó al futuro
escritor a abandonar sus estudios para comenzar a ganarse la vida con el
fruto de su trabajo. Alentado, ya desde aquella temprana edad, por una
firme vocación literaria, orientó su andadura laboral hacia el lugar que
mejor podía permitirle el desarrollo de esta afición (una imprenta),
donde comenzó a trabajar como aprendiz de tipógrafo; poco tiempo
después, inició su fecunda carrera periodística por medio de la
publicación de algunos artículos en el rotativo local que dirigía su
hermano, y, ya con el grado de oficial impresor, entre 1853 y 1857
escribió su primera obra literaria, The Snodgrass Letters, una serie de cartas costumbristas que fueron apareciendo en el periódico Keokuk Post entre 1856 y 1857, firmadas por un tal Thomas Jefferson Snodgrass (primer pseudónimo literario del joven Samuel L. Clemens).
Sin
embargo, la poderosa atracción que el río seguía ejerciendo sobre el
novel escritor impulsó a éste a abandonar momentáneamente sus
ocupaciones periodísticas y literarias para enrolarse en el buque Alex Scott
en calidad de aprendiz de piloto fluvial, oficio que ejerció desde 1857
hasta que, a comienzos de los años sesenta, el estallido de la Guerra
de Secesión le forzó a formalizar su alistamiento en el bando
confederado (1861). Durante esos cuatro años a bordo del barco de vapor,
Samuel L. Clemens no sólo experimentó numerosas vivencias que pronto
habrían de suministrarle abundante material para sus obras de creación
literaria, sino que aprendió y asimiló el lenguaje de las gentes del río
hasta el extremo de adoptar como pseudónimo, poco tiempo después, una
de las expresiones más habituales de los navegantes que lo surcaban (mark twain,
que puede traducirse por algo así como 'par de marcas', era una
acuñación jergal que los pilotos fluviales usaban al verificar sus
sondeos, con la que venían a indicar que la profundidad del lugar
explorado era de dos brazas).
Al igual que el de impresor, Mark
Twain obtuvo también el título de piloto fluvial, pero el estallido de
la guerra civil norteamericana le apartó bruscamente del río. Sin
embargo, su intervención en la contienda bélica fue bastante fugaz, ya
que en 1862 emprendió, en compañía de su hermano Orion, el primero de
una larga serie de viajes por todo el territorio norteamericano, en el
transcurso de los cuales el joven autor de Missouri se convirtió en uno
de los conferenciantes más requeridos y aplaudidos de su tiempo.
Comenzó, empero, por instalarse en Nevada en compañía de su citado
hermano, con el que se enroló en diferentes aventuras mineras de las que
ambos obtuvieron escaso provecho (si se exceptúa el hecho de que el
escritor pudo añadir a su ya variopinto currículum profesional la
actividad de buscador de oro).
En vista de su fracaso como minero y
aventurero, el escritor decidió recuperar su anterior oficio
periodístico. Así, a partir de 1862 comenzó a publicar frecuentemente
sus colaboraciones en el rotativo Virginia City Territorial Enterprise,
periódico emblemático de una de las ciudades mineras más prósperas de
Nevada (Virginia City, actualmente reducida a la categoría de "ciudad
fantasma"), en el que, al año siguiente, hizo definitivamente célebre su
recién adoptado pseudónimo de Mark Twain. Dada la brillantez de
sus artículos -que, sirviéndose por lo general del humor y la ironía,
reflejaban a la perfección el carácter y la mentalidad de sus
conciudadanos-, el escritor de Missouri pronto se vio inmerso en una
vertiginosa carrera periodística que le condujo durante el resto de su
vida, sin solución de continuidad, de un diario a otro, y que le
permitió al mismo tiempo conocer casi todos los rincones de su país y,
en su condición de corresponsal, buena parte del mundo (anduvo destinado
en Polinesia, en las islas Sandwich, en Italia, en Alemania y en otros
muchos puntos de Europa).
Su verdadero asentamiento como
periodista tuvo lugar en 1864, año en el que Mark Twain se afincó en la
ciudad californiana de San Francisco para colaborar en varios rotativos y
revistas locales. Un año después, una de sus primeras narraciones
breves, el relato humorístico titulado The celebrated jumping frog of Calaveras County (La famosa rana saltarina del condado de las Calaveras,
1865), fue recogida por la prensa neoyorquina, circunstancia que le
proporcionó un merecido reconocimiento literario en todo el país. A
partir de entonces, la fama de Mark Twain experimentó una trayectoria
ascendente que pronto le situó a la cabeza de los autores más conocidos
de su tiempo, en buena parte debido a su constante presencia en los
principales diarios norteamericanos.
En efecto, en 1866 viajó
hasta Hawai para enviar desde allí varias colaboraciones epistolares a
diferentes rotativos y revistas del país, y poco después hizo lo propio,
en calidad de corresponsal ambulante, desde los territorios de la Alta
California. Su extraordinario ingenio y su gran facilidad de palabra le
permitieron compaginar por aquellos años estas ocupaciones periodísticas
con una incesante actividad como orador, y pronto fue celebrado en
todos los foros en que disertaba como uno de los caricaturistas más
certeros y sutiles de su época. A la consolidación de esta imagen de
Mark Twain como un implacable humorista capaz de reflejar, con unos
pocos trazos de gran eficacia expresiva, todos los tópicos de la
sociedad norteamericana de su tiempo (la confianza ciega en el futuro,
el optimismo ingenuo y pueril, la gazmoña inocencia puritana y el afán
de riquezas como único objetivo vital), contribuyeron también, al lado
de sus artículos y conferencias, sus grandes obras literarias, en las
que, desde sus comienzos como escritor, hizo uso de un agudo instinto
natural para reflejar la lengua coloquial de sus compatriotas.
Su
fama como humorista recibió el espaldarazo definitivo a finales de los
años sesenta, cuando salió de la imprenta el libro titulado The Innocents Abroad (Los inocentes en el extranjero,
1869), obra en la que Mark Twain recopiló sus cartas escritas durante
el viaje que, dos años antes, había realizado a Tierra Santa. Ante la
buena acogida deparada a esta obra por parte de la crítica y los
lectores, en 1870 Mark Twain decidió abandonar el periodismo profesional
para centrarse en el cultivo de la creación literaria y en su feraz
recorrido como conferenciante (ocupación la que se mantuvo en activo
hasta 1906, cuando ya había rebasado los setenta años de edad). Aquel
mismo año de 1870, el escritor de Missouri contrajo nupcias con Olivia
Langdon y se afincó en Hartford (Connecticut), en donde, entre ciclo y
ciclo de conferencias, apenas tuvo tiempo de residir durante varios
meses seguidos. A pesar de ello, su esposa -a la que Mark Twain hace
referencia en algunos de sus escritos por medio del apelativo afectivo
de "Livy"- desempeñó en todo momento un papel destacado en la vida y la
obra del escritor, al que censuró sus frecuentes transgresiones verbales
hasta lograr que, sin salir de ese registro coloquial que tan bien
dominaba, puliera los defectos gramaticales de su estilo. Twain mostró
siempre un profundo amor hacia su adorada "Livy", con la que vivió
durante treinta y cuatro años.
A comienzos de los años setenta, el autor de Missouri reflejó sus experiencias en el Lejano Oeste en una novela titulada Roughing it
(1872), ambientada en Nevada y California. Por aquel tiempo, una vez
asumida su decisión de consagrarse de lleno a la literatura, Mark Twain
había comenzado a frecuentar el trato con algunas figuras relevantes del
panorama literario e intelectual norteamericano, como el poeta,
narrador, periodista y dramaturgo neoyorquino Francis Bret Harte,
a quien la crítica especializada en el estudio y análisis de la obra de
Twain atribuye el influjo decisivo para que el entonces autor novel
escribiera el ya mencionado relato humorístico La famosa rana saltarina del condado de las Calaveras (Harte, que también había contratado a Mark Twain para que publicara un artículo semanal en el periódico The Overland Monthly,
del que era director, acabaría luego enemistándose seriamente con su
antiguo protegido). Otro de los autores que influyó notablemente en
estos primeros pasos de la carrera literaria de Mark Twain fue el
novelista de Ohio William Dean Howells, cuya influencia se hizo sobre todo patente en The Gilded Age (La edad dorada,
1873), una novela en la que el narrador de Missouri contó con la
colaboración de C. D. Warner para reflejar las intrigas y corrupciones
que dominaban la vida cotidiana de la capital del país, a través de las
turbias especulaciones de un militar insensato e imprudente.
La
madurez literaria de Mark Twain, presente ya en la narración citada en
el parágrafo anterior, comenzó a arrojar sus mejores frutos a mediados
de aquella década de los años setenta, cuando el autor publicó una de
sus novelas más famosas, The Adventures of Tom Sawyer (Las aventuras de Tom Sawyer, 1876), a la que, tras la aparición de Life on the Mississippi (Vida en el Mississippi,
1883), se sumó luego la que estaba llamada a convertirse no sólo en su
obra maestra, sino en la gran novela estadounidense del siglo XIX: The Adventures of Huckleberry Finn (Las aventuras de Huckleberry Finn, 1884). Tanto en estas tres narraciones como en la novela posterior Pudd'n head Wilson (Wilson el cabezón,
1894), Mark Twain recuperó gran parte de sus recuerdos infantiles y
juveniles relacionados con el pueblo de Hannibal y sus navegaciones
fluviales, para sumergirse en una deslumbrante estética realista (el "realismo twainiano") que le permitió retratar a la perfección el espíritu y las costumbres de su época.
En
los años que transcurrieron entre la publicación de estas cuatro
novelas salieron de los tórculos otras espléndidas narraciones de Mark
Twain, algunas tan celebradas por críticos y lectores (y tan
homenajeadas, muchos años después, por el Séptimo Arte) como The Prince and the Pauper (Príncipe y mendigo, 1882) y, sobre todo, A Connecticut Yankee in King's Arthur Court (Un yanqui en la corte del rey Arturo,
1889), un relato histórico y humorístico en el que el escritor de
Missouri retrocedió hasta el pasado medieval para reflejar un mundo que,
pese a sus problemas y contradicciones, conservaba unos valores éticos
que parecían haberse esfumado en la América de finales del siglo XIX.
Entre tantas obras de ficción, también tuvo ocasión de publicar una
nueva recopilación de sus anécdotas y recuerdos viajeros (A Tramp Abroad, 1880).
Las
grandes ventas alcanzadas por casi todas las novelas citadas en los dos
últimos párrafos no impidieron que Mark Twain, por culpa del excesivo
tren de vida que llevaba por aquellos años y de sus pésimas inversiones
financieras, incurriera en una grave depresión económica que le condujo
incluso hasta la bancarrota. Acosado por las deudas, a duras penas
consiguió salir de tantas estrecheces merced a un largo y fatigoso ciclo
de conferencias que se vio obligado a impartir por todo el mundo cuando
andaba alrededor de los sesenta años de edad, circunstancia que le
sumió en el agotamiento físico y mental, al tiempo que acentuaba en su
carácter ese poso pesimista que, desde la aparición de Life of Mississippi
(1883), había ido apoderándose del autor de Missouri hasta estallar,
definitivamente, en 1896, cuando sufrió la desgracia de perder una hija.
Con la publicación de Personal Recollections of Joan of Arc (Recuerdos personales de Juana de Arco, 1896), Following the Equator (Siguiendo el Ecuador 1897) y The man that corrupted Hadleyburg (El hombre que corrompió Hadleyburg,
1900), Mark Twain obtuvo beneficios suficientes para saldar sus
numerosas deudas, pero no logró superar su hondo pesimismo, que en 1904
se vio bruscamente incrementado con el fallecimiento de su amada "Livy".
Viudo,
pobre y desolado, aún tuvo ánimos para pronunciar algunas conferencias y
abordar la continuación de la que sería su obra postrera, una novela
que, concebida bajo el título de The mysterious stranger (El misterioso extranjero,
1916) y comenzada a redactar en 1898, dejó inconclusa en el momento de
su muerte. En esta obra póstuma, el hondo malestar en que se movían los
personajes de Mark Twain desde la publicación de The Adventures of Huckleberry Finn
alcanza cotas de intensa amargura, con lo que la novela se convierte en
el mejor exponente del pensamiento agnóstico y pesimista que amargó sus
últimos años de existencia.
Dos obra maestras
En
líneas generales, toda la producción literaria de Mark Twain revela la
personalidad lúcida y crítica de un autor que tomó como punto de partida
los modelos realistas (y, entre ellos, su instrumento más verosímil: el
slang o la lengua coloquial americana) para ofrecer una
brillante disección de la sociedad, las costumbres y los valores morales
de su tiempo. Desde sus orígenes de escritor eminentemente humorístico,
el narrador de Missouri supo, además, cifrar en la comicidad de muchos
de sus personajes y situaciones los rasgos más característicos de
aquella sociedad a la que pretendía describir, aunque en sus últimos
años de vida la tristeza y amargura de su propia existencia dejó un
notable reflejo en su obra literaria tardía. En cualquier caso, no son
estas piezas postreras las que mejor caracterizan la creación artística
de Mark Twain, sino las dos novelas ambientadas en el mundo rural y
fluvial que el escritor había conocido en su infancia y juventud, y
centradas en las peripecias picarescas de dos muchachos que pronto se
convirtieron en dos de los personajes más célebres de la literatura
universal: Tom Sawyer y Huckleberry Finn. En ambas narraciones, los
protagonistas se enfrentan a una serie de pruebas, problemas y
vicisitudes que, dentro de una amplia casuística que va desde la
diversión al dramatismo, configuran el universo de los jóvenes de su
edad. Pero, en el fondo, más allá de las peripecias personales de Sawyer
y Finn, en estas dos novelas de Mark Twain palpitan las inquietudes y
aspiraciones de una joven nación en permanente conflicto, todavía
convulsa por los efectos devastadores de los problemas raciales, las
diferencias sociales y la feroz e inútil guerra civil.
Las aventuras de Tom Sawyer.
La novela, publicada en 1876 bajo el título de The Adventures of Tom Sawyer,
narra las peripecias de un puñado de muchachos sureños centrándose en
la figura de Tom Sawyer, chaval alegre y despierto que siempre se
muestra entusiasmado ante la posibilidad de protagonizar cualquier
aventura. Tom, que vive en la pequeña y apacible ciudad de San
Petersburgo (Missouri) en compañía de su bondadosa tía Polly y su tímido
y retraído hermano Sid, tiene por compañero inseparable a otro muchacho
de su edad, el audaz, enérgico y divertido Huckleberry Finn, quien
resulta ser el complemento ideal para las ansias de aventura de su
amigo.
En una de sus correrías, ambos muchachos son testigos del
crimen cometido por el indio Injun Joe, quien apuñala al médico del
lugar hasta causarle la muerte, y luego culpa del asesinato a Muff
Potter, un pobre borracho muy conocido en la localidad. En el transcurso
del juicio, la nobleza y el valor de Tom Sawyer le animarán a superar
sus temores para conseguir que el acusado sea declarado inocente. El
verdadero asesino, desenmascarado por el muchacho, logra evadirse.
Poco
después, Tom Sawyer, su "novia" Becky Thatcher y Huckleberry Finn, que
habían tomado parte en una excursión escolar, se alejan del grupo de
alumnos hasta extraviarse en un paraje desconocido para ellos. Durante
tres días, los chavales permanecen refugiados en una cueva, desde donde
descubren el escondrijo de Injun Joe y espían al indio fugitivo. Al ser
rescatados, Tom y Huck revelan su descubrimiento, por lo que son
recompensados con el tesoro que había almacenado el indio, quien ha
aparecido muerto en el lugar descrito por los chicos.
Uno de los
personajes más destacados de esta obra, el inquieto y urdidor
Huckleberry Finn, cobró tal entidad en el desarrollo de la trama que, al
cabo de ocho años de la aparición de esta novela, volvió a ocupar los
escaparates de las librerías, ahora convertido en el protagonista de sus
propias aventuras (o, cuando menos, en la figura humana central de esta
nueva novela de Mark Twain, ya que conviene subrayar que el auténtico
protagonista de ella es el río Mississippi).
Las aventuras de Huckleberry Finn.
La aparición, en 1884, de The Adventures of Huckleberry Finn
(1884) supuso un hito inusitado en la historia de la literatura
norteamericana, hasta el punto de que, en la actualidad, cuando ha
transcurrido más de un siglo desde el año de su publicación, sigue
siendo considerada en los manuales escolares de los Estados Unidos de
América como la gran novela nacional. Concebida, en un principio, por
Mark Twain como una mera continuación de Las aventuras de Tom Sawyer,
a medida que progresa su acción va adquiriendo una entidad propia y un
vigor argumental y expresivo que la convierten en una obra maestra
completa y autónoma, que puede ser leída y comprendida con total
satisfacción por quienes no conocen la novela en la que se originó.
Huck,
acosado por la viuda Douglas (que se ha propuesto convertirle en un ser
civilizado y, por ende, domesticado y sumiso), no encuentra apoyo
alguno en la figura de su padre, un alcohólico despreocupado que sólo
muestra algún interés hacia su hijo cuando intenta apropiarse de la
parte del tesoro del indio Joe que ha ido a parar a las manos de Huck.
El joven se escapa de su casa y, en compañía de otro fugitivo que huye
de las condiciones sociales que le rodean, el negro Jim, emprende una
navegación en balsa a lo largo del río Mississippi. En sus aguas y
orillas, ambos personajes van a vivir una especie de reconciliación del
ser humano con la Naturaleza, en medio de una paz interior que se ve
frecuentemente turbada por los distintos episodios de que son
protagonistas o testigos en las diferentes poblaciones que van hallando
en su navegación.
Entre los sujetos que salen a su encuentro están
"Duque" y "Delfín", dos farsantes crueles e impostores que, por medio
de engaños, capturan al negro Jim y se lo venden a una mujer que,
casualmente, resulta ser una tía de Tom Sawyer. Huck, que pensaba que
Tom estaba muerto, se reencuentra con su viejo compañero de correrías y
urde un plan para liberar a Jim; pero la intentona fracasa y Tom, que ha
resultado herido, se decide a revelar un secreto que mantenía oculto a
su amigo sólo por su afán de vivir aventuras: la señora Watson, la nueva
propietaria de Jim y tía del propio Tom Sawyer, no sólo ha muerto, sino
que ha dejado dispuesto en su testamento que el negro Jim sea puesto en
libertad. Por su parte, Huck averigua que también ha muerto su padre,
por lo que sabe que a partir de ahora podrá vivir tranquilo con el
dinero que éste pretendía escamotearle; no obstante, su decisión de
volver a su localidad de origen e integrarse en la sociedad se ve
turbada por un vigoroso deseo de emprender una nueva fuga hacia otros
"territorios libres" como los que ha conocido en el río, es decir, hacia
otros lugares que aún estén a salvo de los atropellos del mundo
civilizado.
Los episodios referidos y los personajes trazados en Las aventuras de Huckleberry Finn
rebasan ampliamente los modelos picarescos que siguió Mark Twain en su
planteamiento original para acabar configurando, en el conjunto de la
novela, una gran obra de iniciación en la que la presencia constante y
totémica del río Mississippi se alza en todo momento contra los peligros
que trae el afán desmedido de civilización. Para Huck, hombre libre
que, en su amor hacia la naturaleza, muestra su rechazo hacia esa
sociedad injusta y atormentada que le rodea, "educación" es sinónimo de
"domesticación", y huir equivale a liberarse de los traumas, conflictos y
complejos que atribulan a todos sus vecinos; de ahí que incluso su
lenguaje, plagado de constantes transgresiones verbales, sea un reflejo
del distanciamiento que quiere imponer entre él y la sociedad que le
rodea. De hecho, la amplia gama de registros lingüísticos utilizados por
Mark Twain en la redacción de esta novela -desde el habla dialectal y
colorista del negro Jim, hasta el lenguaje propio de los impostores que
lo engañan-, configura una magnífica muestra de la nueva lengua
literaria americana propuesta por el escritor de Missouri, quien
despliega un amplio abanico de niveles léxicos y gramaticales que, en el
fondo, no son sino el reflejo de las distintas edades, mentalidades y
clases sociales de una joven América que aún no ha encontrado sus
propias formas de expresión.
Por lo demás, la principal diferencia que separa Las aventuras de Tom Sawyer de Las aventuras de Huckleberry Finn
estriba en la misma distancia que separa las personalidades de sus
respectivos protagonistas. Así, mientras que Tom es un soñador inmerso
en un mundo de aventuras que se ha forjado a raíz de sus lecturas de las
obras maestras de la literatura universal (como el Quijote y El Conde de Montecristo),
Huck es un hombre de acción que, sin necesidad de avivar una y otra vez
esa imaginación exaltada que incita a buscar aventuras a su amigo, vive
plenamente sumergido en ellas. No busca la aventura persiguiendo
experiencias excitantes, sino que la encuentra diariamente a cada paso,
en cada lance de su propia vida, concebida siempre en independencia y
libertad.