El Quijote de aniversario: a 400 años de su edición final

En 1615 el español Miguel de Cervantes publicó la segunda parte de El Quijote. No era su intención realizar una secuela, pero la aparición del Quijote falso de Avellaneda le impulsó a crear la que para muchos es la mejor continuación de la historia.


Estaba al acecho. Habían pasado nueve años desde la publicación, en 1605, del primer tomo de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y su autor, Miguel de Cervantes, sufría un golpe bajo. Un tal Alonso Fernández de Avellaneda publicó el Segundo tomo de El Quijote (1614) llevándose todos los aplausos de la tribuna. El primer tomo del ejemplar, protagonizado por un caballero andante y su fiel escudero, Sancho Panza, había logrado popularidad.

Algo andaba mal. Sin embargo, Cervantes, quien ya había empezado a escribir sobre la tercera salida de don Alonso Quijano por los límites de El Toboso a Argamasilla, publicó en 1615, la verdadera segunda parte de El Quijote. Por lejos, para mucho lectores ilustrados, mejor que la primera. Este año, aquella segunda parte cumple 400 años desde su publicación. Se cerraba así un libro histórico que inauguró la novela moderna. 

“Por todas partes tiene mezquindad intelectual, rijosidad equívoca y mala leche”, dice Francisco Rico, filólogo y miembro de la Real Academia Española (RAE), sobre El Quijote, de Avellaneda, conocido también como El Quijote apócrifo. En el volumen su autor reniega de Dulcinea y convierte al dueño de Rocinante en un “Caballero desamorado”. Pero en el Siglo de Oro español era costumbre coger una obra ajena para continuarla: una literatura basada en la imitación.

Por fuerza mayor o no, Cervantes no soportó que otro hablara de su personaje que había enloquecido leyendo libros de caballería. Y en su segunda parte profundizó en la precariedad de la condición del ser humano, terminando un ejemplar admirable y que este año sumará una serie de festejos. 

Hoy se inicia la exposición La pasión por el coleccionismo cervantino en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid. Esta incluye primeras ediciones de los libros de Cervantes, grabados, ilustraciones y dibujos originales de Picasso. Mientras, en Chile, en la biblioteca Patrimonial Recoleta Dominica, en Santiago, se exhibe la muestra Cervantes y la ruta del Quijote hasta el 30 de abril. En ella se pueden apreciar joyas como una rara impresión ilustrada de la segunda parte de El Quijote que data del siglo XVII. 

El volumen más clásico de Hispanoamérica ha tenido diferentes versiones desde su salida. Ha llegado al cómic, la televisión y ha sido mutilado en sus páginas. También ha sido lectura obligatoria en los colegios. El último encargo de la RAE para su adaptación fue al escritor Arturo Pérez-Reverte. Quitó tramas secundarias, podó de manera “prudente y calculada”, dijo, el original y cambió algunos términos, “sin modernizarlos, sólo adaptándolos”, señaló el autor de Las aventuras del capitán Alatriste. 


Son 400 años. El próximo año se cumplirán también cuatro siglos desde la muerte de Miguel de Cervantes (1547-1616). Una vida de misterios, quizá más resuelta que la dudosa procedencia del licenciado Avellaneda, pero un misterio al fin. Por estos días, un grupo de investigadores se afana por encontrar los restos de Cervantes bajo el suelo del Convento de las Trinitarias de Madrid. El famoso “Manco de Lepanto” estará de aniversario. El autor que inmortalizó, como pocos, el inicio de una obra: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”.

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Javier García