Poeta de la llamada Generación de los 80, Alejandro Fonseca (Holguín, 1954) destaca como uno de los escritores más interesantes de la literatura cubana actual, algo que va mucho más allá de un marco generacional. Su obra poética comprende los libros Bajo un cielo tan amplio (Premio de la Ciudad, Holguín, 1986),Testigo de los días (Premio Adelaida del Mármol, 1988),Juegos preferidos (Premio de la Ciudad, Holguín, 1992),Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas(Madrid, 1998), Anotaciones para un archivo (La Habana, 1999), Ínsula del cosmos (Miami, 2006) y La nausea en el espejo (Miami, 2009). Ha sido antologado en numerosas ocasiones y en Miami donde reside actualmente, ha desarrollado una valiosa labor cultural.
Luis de la Paz—Formas parte de lo se ha denominado en la literatura cubana como la Generación de los 80. ¿Qué define y que denominadores tienen los escritores de ese grupo?
Alejandro Fonseca—En los años noventa llegó a mis manos una antología de poesía publicada en Cuba por Ediciones UNEAC, cuyos compiladores eran el poeta Norberto Codina y el narrador y crítico Arturo Arango. Su título: Los ríos de la mañana. En el compendio aparecían cuatro textos míos. A partir de ese momento me hicieron miembro, me encasillaron en un grupo que llamaron “Poetas del 80″. Pero sería justo agregar que antes de Los ríos… salieron a la luz algunas publicaciones con autores jóvenes (casi todos de La Habana), que ya comenzaban a anunciar el surgimiento de una nueva hornada de poetas que traían una forma y un mensaje diferentes a la generación que le antecedía, la que fue denominada como los “Caimaneros”. Arango, al que me suscribo en sus afirmaciones, nos dice que desde Yoel Mesa (1945) a Damaris Calderón (1967), se abre un espacio poético donde se retoma el uso de la tropología, el tono íntimo, rechazando así el énfasis declamatorio y el llamado panfleto político. Es evidente que los autores de ese intervalo de la poesía cubana, regresaran a ciertas voces de los 50 y a los poetas de Orígenes. A mi juicio, también se pudieran añadir dos figuras de la lírica isleña nacidas en los 40, que con sus temáticas un tanto apartadas de los cánones oficialistas que se nucleaban alrededor del Caimán Barbudo suministraron una influencia decisiva en los Poetas de los 80. Me estoy refiriendo a Delfín Prats y Lina de Feria. A partir de la poesía recogida en Los ríos de la mañana (que sólo es una parte de un gran movimiento), es notable un cambio significativo dentro de la literatura cubana.
LP—Holguín y sus poblados aledaños han dado muchos escritores (significativamente más que otras provincias con similares características), incluso, algunos muy notables. ¿A qué se le puede atribuir ese interesante hecho?
AF—Realmente no sé a qué se debe ese don misterioso de Holguín en producir escritores, y artistas en general. Y como bien tú dices, los asentamientos étnicos de esta región son similares a muchas ciudades cubanas. Pero sí puedo afirmar que a principio de los sesenta Holguín contaba con algunas instituciones culturales importantes como bibliotecas públicas, museos, seis cines, librerías, un teatro lírico y un teatro guiñol, grupos dramáticos aficionados, muchas orquestas y la más vieja de Cuba (Los hermanos Avilés, que su fundación se remonta a la época de los mambises). Y entre otras novedades culturales, existía un círculo literario, antes de los llamados “talleres”. En los sesenta y setenta, se agrupaban personas en las puertas de las librerías para comprar nuevos títulos. Recuerdo la avidez de esa época por el buen cine, por estudiar otros idiomas, todo a pesar de las consabidas prohibiciones que aún lastran a la nación cubana en el ámbito cultural. Ya para la década de los ochenta, Holguín contaba con uno de los grupos más importantes de escritores en comparación a otras ciudades de la Isla. Las producciones literarias se daban a conocer a través de revistas y tabloides y de premios literarios que la ciudad había ido instaurando. Puedo mencionar que algunos de sus eventos serían de carácter nacional. Tal vez este bagaje, que venía procesándose a través de un tiempo fundacional, pusiera a la “ciudad de los parques” en un lugar privilegiado dentro del contexto de la nación. Y para resaltar ciertas curiosidades de los lugares aledaños a Holguín, te señalaré sólo cuatro sitios donde han nacido escritores importantes: en Gibara, Guillermo C. Infante, en Perronales, Reinaldo Arenas, en La Cuaba, Delfín Prats, y en Banes, Gastón Baquero.
LP—Recientemente participaste en la Feria del Libro de Santo Domingo, República Dominicana. Háblanos de esa experiencia.
AF—He participado en tres emisiones de La Feria del libro de Santo Domingo: (2007, 2009 y 2010) con tres libros de mi autoría. He mantenido un vínculo durante estos años con la Dirección General de este evento. Ellos me han dado la posibilidad anual de proponerle autores de aquí de Miami, y de Cuba, para que sean invitados a presentar sus obras e impartir talleres y conferencias. Durante tres Ferias, han viajado conmigo varios escritores de esta ciudad a presentar sus libros y sus editoriales. Mi experiencia personal en la Feria durante estos años está asociada a un sentimiento de solidaridad cultural que le brinda a los cubanos que vivimos dentro y fuera de la Isla. En este evento dominicano del libro se comprueba que existe un público con una avidez inocente hacia la cultura y el arte. Es un país que, a pesar de sus problemas económicos, dedica parte de su esfuerzo a poner en alto su cultura y la de Latinoamérica mediante ese objeto imperecedero que es un libro.
LP—Te has referido a ti mismo como un poeta impresionista. ¿Cuáles son los elementos que habitan en tu poesía, que te hacen sentir de esa manera?
AF—Desde mis primeros poemas, publicados en la revista holguinera “Jigüe”, en 1970, mi poesía se fue perfilando con un tono crítico hacia la realidad y a sus entornos. He nombrado las cosas como yo he querido. No me he dejado guiar por otros gustos. Sólo escribo lo que me impresiona. Y en cuanto a mis apreciaciones literarias, prefiero a los artistas que buscan, escarban, sufren en las noches tratando de arrancar del sueño lo insondable. Creo que toda creación tiene que evolucionar y ser consecuente con lo desconocido. Adentrarse en las oscuras praderas. Es decir, no acomodarse a lo manido, a la vanidad de falsos reconocimientos tan usuales en espacios mediocres y faltos de rigor. Yo siempre recuerdo a Girolamo Savonarola cuando le espetó a la Inquisición: “Si me torturan grito.”
LP—Entre tus dos libros publicados en el exilio, Ínsulas del cosmos y La náusea en el espejo, median tres años, dinos cómo ha evolucionado tu poesía en este tiempo fuera de la isla y en qué proyectos trabajas en la actualidad.
AF—Hace diez años que llegué a Miami procedente de Cuba. En la Isla dejaba publicado varios poemarios. Vine con un grupo de poemas y con otros textos escritos acá, armé lo que sería Ínsula del Cosmos. A esta publicación siguió un conjunto te trabajos que, sin proponérmelo, le daban un giro a mi poesía anterior. Este último poemario (ilustrado con dibujos del excelente pintor holguinero Néstor Arenas) salió con el título La náusea en el espejo. Actualmente estoy enfrascado en un nuevo libro. En este quizás he ido un poco más lejos con el lenguaje que el anterior, porque en muchas ocasiones la palabra se combina con el flujo constante del pensamiento, lo que pudiera complicar la lectura lógica de un lógico lector. De este libro en ciernes han aparecido algunos textos publicados. Me gusta ir tanteando. Mis primeros tiempos en Miami fueron de reacomodo. Me encontré en esta parte de Estados Unidos con un grupo reducido de cubanos (que siempre será así) interesados en la poesía, con los que he ido pasando el aguacero. Viviendo fuera de Cuba pude constatar que Gastón Baquero estaba en lo cierto cuando nos dijo que la nostalgia era sólo falta de imaginación.
Luis de la Paz