Libro y nicho: Turner apuesta por el papel y su vigente gran mercado


La Editorial Turner juega al respaldo de calidad, según Santiago Fernández de Caleya, director para México de ese sello, ante un lector que tiene posibilidades económicas de comprar un libro caro, pero bien impreso, bien diseñado y de cómoda tipografía.


La historia podría caer en la cursilería. Bernardo Fernández es un sin casa que teje las noches en las calles de Madrid, cerca de la librería Machado, una de las prestigiadas de la capital española. Por una razón que habita en el misterio, es el único personaje al que la policía deja dormir en la plazoleta. Es amigable -según quien narra este relato- al grado que la gente acostumbra regalarle libros como caridades. De vez en vez, él mismo entra a la tienda y compra algún título específico; ensayos, casi siempre. La realidad salva este apunte de las entrañas de los ejemplos de la superación personal o de Og Mandino. El hombre no se convirtió en el vendedor más grande del mundo; tampoco en un empresario exitoso. No. Sigue siendo el sin casa de las calles de Madrid. Es, eso sí, el mejor lector de una de las editoriales más caras y de mayor prosapia del español, Turner.


Santiago Fernández de Caleya, director para México de ese sello, se apoya en el recuerdo de Bernardo para demostrar, contra lo que parece, lo difícil que es para la industria del libro encontrar el perfil de mercado entre tanto sobrerruedas de tomos. Las señas de ventas, sin embargo, arrojan pistas del cliente: hombre maduro, con preparación y con muchas ganas de reflexionar sobre los temas de relevancia internacional. Ameno, puede decirse hasta cordial, Fernández sostiene que las editoriales no generan fidelidad; los autores sí. Entonces, la percha, el garbo. Esa es la puesta ante la competencia.



Turner juega al respaldo de calidad, según 
Fernández, ante un lector que tiene posibilidades económicas de comprar un libro caro, pero bien impreso, bien diseñado y de cómoda tipografía. Para la empresa, el futuro del libro no es preocupante; habrá lectores por muchos años. La clave está en convencerlos de la utilidad de poseerlos físicamente, como a Bernardo Fernández, el vagabundo de Madrid.