Es arquitecto, viñetista y uno de los mayores expertos en románico español del mundo. Ahora publica su primera novela: 'Esperando al rey'
--Como no había financiación, cambió Las claves del románico en TVE por la novela. ¿Le costó adaptarse al género?
--Hay que ser respetuoso, pero uno escribe para que lo lean. Igual que en televisión hablas para que te oigan. No vas a enredar al tío.
-- Esperando al rey es la historia de nuestros antepasados, de quienes vivieron hace 800 años. ¿Cómo eran?
--Como nosotros. Un poco más bajos, un poco más astutos porque tenían que sobrevivir, y un poco más pícaros.
--Una fábula en el siglo XII. Castilla dividida. Conspiraciones entre reyes y nobles. ¿Ningún político le ha sobornado para cambiar la historia?
--Ni siquiera lo han intentado, porque, como a los bufones, a los humoristas se les da una limosna y les hacen sonar los cascabeles.
--Conoce sus monasterios, ha restaurado algunos. Dirige la Enciclopedia del Románico de la Península Ibérica ¿Qué le detuvo para no escribir la novela antes?
--Precisamente estaba haciendo la Enciclopedia, trabajaba de arquitecto, hacía tiras cómicas para El País , tenía una familia, presidía una fundación y eran demasiadas cuerdas para un violín.
--Esperando al rey también es una novela de amor. Todos tenían su amado y su amada.
--Si podían. Unos tenían dos o tres y a otros no les tocaba nada.
--La esperanza de vida se situaba entre los 35 y 40 años. Vamos, que no había jubilados.
--No, no. Los jubilaba la guerra. Los jubilaba el hambre. Los jubilaba el veneno. Y los reyes vivían un poco más. Había que darles una preferencia. Alguna ventaja tenían que tener los pobres.
--Las novelas y las series pintan una sociedad excesivamente violenta. Pero el arte románico refleja una sociedad alegre.
--Esa es la paradoja. Que nos hemos quedado con la caricatura de la Edad Media porque eran tiempos de guerra, era una sociedad de guerreros. Pero, amigo, les gustaba la marcha como a nosotros, y venían los juglares y los peregrinos contando fábulas, y se lo pasaban de miedo. Luego se morían los pobres, pero también nos morimos nosotros. Solo que nosotros nos morimos deprimidos y ellos se morían rabiosos.
--En la serie Isabel se reserva un papel de cardenal italiano. Se ve que conocía el papel de la Iglesia en el momento.
--Lo conocía perfectamente porque mi madre
se empeñó en que fuera al seminario. Yo prefería vestir la camiseta del Real Madrid, que no la llegué a vestir, que la sotana negra.
--Dice usted: "Y entonces inventaban el purgatorio para que el infierno fuera más llevadero". Ahora que la Iglesia lo niega, ¿qué será de nosotros?
--Pues lo tiene mal la Iglesia porque el purgatorio era un seguro de vida eterna, el mayor invento en una sociedad. ¿Quién puede reclamar a la Iglesia por todas las misas que se han dicho por unos difuntos que iban allí?
--Escribiendo esta novela ha llorado a moco pelado. ¿Y se propone, pese a todo, escribir otra?
--Voy a escribir otra porque es que llorar me hace bien. Me río tanto que, de vez en cuando, necesitamos escribir una novela para llorar un poco.