Será el padre Brown, con su mente avispada quien ayude a captura al famoso ladrón.
Este es el primer relato de esta serie de doce que, parece ser, fue con la que dio a conocer al mundo a su personaje Gilbert K. Chesterton.
A partir de aquí, el resto de los cuentos son una continuación en el tiempo de las andanzas de nuestro cura, del delincuente Flambeau y del jefe de la policía de París, conocido como “el gran Valentín”.
Lo más interesante no son los relatos en sí, sino ver el comportamiento del padre Brown, como se interesa por denunciar en crimen, pero salvar al criminal, como cobran importancia los pequeños detalles, a los que nadie presta atención a excepción del pequeño cura.
De hecho, el personaje es un ser sin importancia, insignificante, con pinta de cura pueblerino y pudiera parecer que algo ignorante. Pero nada más lejos de la verdad. Quizá el escritor pretende darnos a entender que no podemos menospreciar nada, ni a las personas que puedan parecernos insignificantes, ni los detalles más nimios.
También evolucionan el delincuente y el policía, de tal manera que, a fuerza de convivir unos con otros, la línea que marca la diferencia entre el bien y el mal, no está demasiado definida. El delincuente puede llegar a redimirse y ser el mejor aliado de la justicia y el detective de policía, puede llegar a confundir el sentido de la justicia y aplicarla de manera arbitraria.
Son relatos sencillos, que se leen bien y pueden resultar entretenidos. No están mal, pero no son para tirar cohetes ni grandes alharacas. Desde luego yo no consideraría a Chesterton a la altura de los grandes escritores de novelas policíacas como Christie o Conan Doyle. Me parece casi una blasfemia sugerirlo, pero parece que la historia le da un valor muy parecido.
Como es una edición destinada a jóvenes estudiantes, al final del libro encontramos un apéndice que nos explica la época en que vivió el autor, una pequeña reseña biográfica y una valoración de la obra de Chesterton y en particular de este personaje.
Mi valoración es bastante pobre, no pasa de un aprobado raspadito (dos y medio) que ya sabéis que tengo que redondear.
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