La huella de España en EE.UU.: Una historia de amor en la California española


A comienzos del siglo XIX, San Francisco fue testigo de la relación entre Conchita Argüello y Nikolai Rezanov, que inspiró hasta una ópera rusa de gran éxito

Una historia de amor que no deja indiferente a nadie. Historia que ha inspirado a varios escritores y dio pie a una ópera rock enormemente popular en Rusia, Yunona y Avós, estrenada en Moscú en 1978 y que hasta ahora sigue en cartelera.

A propósito de la presencia de España en el Norte de América


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Como se sabe, Rusia también tuvo sus ambiciones colonizadoras en América. En 1803 el conde Nicolái Rezánov es nombrado por el emperador Alejandro I para realizar la primera expedición rusa alrededor del mundo desde la base naval de Kronshtadt. Rezánov era cofundador de la Compañía Ruso-Americana y principal impulsor del proyecto que llevó a la Rusia zarista a instalarse en las costas de California en el siglo XIX.Por lo que se dice era un hombre de vasta cultura, miembro de la Academia de Ciencias, hablaba cinco idiomas, poseía una gran bibliotecay tocaba el violín.

Hacia 1806, por la costa de la Alta California, Nueva España llegaba a San Francisco y a las misiones de San Rafael y Sonoma. Uno de los objetivos del conde Rezánov en el viaje era inspeccionar la América rusa, o sea, las colonias rusas en las costas de Alaska. El objetivo era retornar a San Petersburgo con un plan diseñado por él, tras haber evaluado in situ el volumen de la ayuda necesaria.

El conde regresa en abril de 1805 a Kamchatka, a Petropávlovsk. Allí toma la decisión de ir a Alaska y llega felizmente a la principal colonia rusa en aquellas costas, Novoarjángelsk, situada en la isla de Sitka.

Ante su sorpresa, los colonos rusos se encontraban en una situación desastrosa y precaria. El conde compró productos alimenticios y otras mercancías a uno de los comerciantes americanos, y además, el barco Yuno que para los rusos se convirtió en Yunona. Pero esto no era suficiente, por lo que Rezánov decide viajar a bordo de la fragata Yunona a California, con la esperanza de comprar sobre todo grano, imposible de producir en las duras condiciones climáticas de Alaska.

Sin embargo, aunque fue recibido con gran amabilidad por los californianos, no resultó tan fácil realizar compras en California, rápidamente se le hizo saber que las leyes de España prohibían a las colonias comerciar con potencias extranjeras y que el gobernador de California era incorruptible, cosa que, por otra parte, en nuestros días suena algo extraña.

Aun así, en seis semanas de su estadía en California, Rezánov establece buenas relaciones con el gobernador José Arillaga y llega a ser invitado asiduo en la casa del alcaide del real presidio de San Francisco, José Darío Argüello.

Este últmo es el que lograría persuadir a las autoridades coloniales españolas de hacer una excepción que supondría un negocio mutuamente ventajoso. En las bodegas del barco ruso se cargó trigo, cebada y leguminosas; y a los españoles, a cambio, se les vendieron útiles para la agricultura y herramientas de trabajo y todos quedaron la mar de contentos. La primera experiencia comercial con California fue acertada.

Rezánov aspiraba a consolidar en el futuro los intercambios comerciales entre la América rusa y California.Y entre una gestión y otra, entre esperanzas y ambiciones, surgió súbitamente el amor entre él y la hija del alcaide del presidio, María de la Concepción Marcela Argüello. La relación fue tan intensa como breve y durante las seis semanas que el ruso permaneció en San Francisco, no se separaron apenas ni un minuto.

El conde, viudo hacía tiempo parecía que hubiese revivido con este sincero amor correspondido. Los padres de la joven quedaron perplejos cuando el invitado les pidió la mano de su hija y más aún al saber que ni a su hija ni a su enamorado les suponía un problema la diferencia de religiones de ambos. Se hicieron los trámites para solicitar la autorización del Vaticano para contraer matrimonio entre una católica y un ortodoxo.

Pero el destino se encaprichó en ser cruel con estos amantes. Rezánov esperaba retornar en dos años y Concepción prometió esperarle. Y ya se sabe, ese tipo de treguas no suelen acabar bien. Así fue, ella cumplió su promesa y como era de esperar, nunca más volverían a verse.

Nikolái Rezánov partió de California hacia Alaska en la fragata Yunona, cargada con provisiones para los colonos rusos. Después regresó a las costas patrias, desembarcó en el puerto de Ojotsk y decidió seguir por tierra su camino a San Petersburgo atravesando todo el país, sin saber lo que el destino le deparaba, embarcado en la difícil aventura de un largo viaje a través de la “tierna” Siberia.

El conde Rezánov regresaba con planes de ampliación de la América rusa que aspiraba incluso a anexionarse toda California, aprovechando la debilidad que España tenía en la zona. Durante la travesía siberiana, enfermó tres veces de neumonía y la tercera coincidió con una aparatosa caída del caballo cuando trataba de llegar a San Petersburgo. Falleció en Krasnoyarsk, en marzo de 1807.

Concepción, horrorizada, fuera de sí y desconsolada, se mostró escéptica a las noticias que le llegaron a California de la muerte de su amado y durante muchos años siguió esperándolo cual Penélope a Odiseo. Y al igual que el personaje de la Odisea, rechazaba uno tras otro a los pretendientes más envidiables de California. El sueño de la brillante vida en sociedad que le esperaba en San Petersburgo con su amado conde se redujo al refugio en la casa paterna en compañía de sus sufrimientos.

Así las cosas, la singular ermitaña se dedicó a servir a los pobres y a atender a los enfermos desvalidos.No faltaron los que afirmaban que había sido vilmente engañada por el conde. Y solo en 1842 supo a ciencia cierta la verdad de la tragedia y que su amor por ella fue real, fecha en la que decidió tomar los hábitos definitivamente. Ingresó en el convento de Santa Clara y murió con 67 años.

Y en cuanto a los proyectos colonizadores se refiere, tras la derrota mexicana en la guerra con Estados Unidos y la firma del tratado de Guadalupe Hidalgo, California y todo el norte de México, pasaron a manos estadounidenses, Rusia cedió el fuerte conocido como Fort Ross a los nuevos dominadores y México perdía así la mitad del territorio de lo que fue el virreinato de Nueva España.

El aventurero conde, por su parte, nombró con el apellido de su amada una minúscula isla cerca las costas de Alaska, pero nunca se supo si la noticia llegó a oídos de ella, ni falta que le hacía.

En su sepulcro en el panteón de la Orden de Santo Domingo en California se erige una estatua de mármol blanco rodeada de flores. En el de Nikolái Rezánov, en el cementerio de Santa Trinidad en Krasnoyarsk, en una cruz grande de mármol blanco, se leen unas líneas de la ópera rock, Yunona y Avós. De un lado del monumento está escrito: “Nikolái Petróvich Rézanov. 1764-1807. Nunca te olvidaré”, del otro reza: “María Concepción de Argüello. 1791-1857. Nunca te veré”, aunque en realidad, podría ser al revés...

En el 2000, cuando se colocó el monumento en Krasnoyarsk, asistió el sheriff de Monterrey que dispersó un puñado de tierra de la tumba de la abnegada enamorada sobre la de Nikolái Rezánov, llevándose de regreso el puñado de tierra de la sepultura del conde, para dispersarla sobre el lugar del último refugio de Concepción.

Y si bien es comprensible ese enamoramiento temprano y esa pasión surgida por el hechizo de la personalidad de aquel conde ruso, lo que permanecerá siempre en el misterio y no dejará de sorprender cómo pudo aquella mujer tan joven, mantener esa pasión tan viva, a lo largo de tantos años...


Rossiyskaia Gazeta


Borja Cardelús