Una de las notas comunes a la larga decadencia española es la renuncia a investigar hasta las últimas consecuencias los magnicidios.
Que el del general Prim había sido fruto de un crimen ritual masónico lo hemos sabido hace poco gracias a la investigación concienzuda de un particular, el doctor Francisco Pérez Abellán.
El libro, pasadas las primeras semanas en que se comentó la noticia de su edición, ha sido sepultado por el telón mediático. Poner en evidencia a los Hijos de la Viuda sigue siendo tabú en esta España que presume de liberal (¿o será precisamente por ello?)
Del asesinato del almirante y presidente del gobierno Carrero Blanco, telón sobre el asunto y absoluta inhibición de levantar la alfombra, pese a la fundada sospecha de que los servicios secretos de Estados Unidos siguieron los largos preparativos del atentado.
Parece ser que nuestros 'aliados' americanos siempre han tenido especial predilección por meter la cuchara en la olla de la política española. Y también aquí España demuestra una vez más su posición genuflexa a los intereses extranjeros, cuando, habiendo pasado más de cien años, sigue sepultado por una intencionada penumbra el magnicidio de Cánovas del Castillo.
Su desaparición permitió que la más granada incompetencia de la clase política fuese a la guerra infame declarada por Estados Unidos un año después con todas las garantías de perderla y del modo más humillante.
B.R.