LA PEREGRINACIÓN A LA COMPOSTELA MEDIEVAL - EL CAMINO DE SANTIAGO DESDE IRLANDA


Por todos es bien sabido que una de las tres grandes peregrinaciones de la cristiandad es el Camino de Santiago, un viaje religioso y espiritual hacia el sepulcro del Apóstol Santiago el Mayor que, según la tradición, fue localizado en Galicia durante el reinado de Alfonso II de Asturias en el siglo IX. No menos conocido es que el denominado Camino Francés es la ruta hacia Santiago de Compostela que goza de mayor popularidad en la actualidad al destacar, entre otros tantos aspectos, por la riqueza de su patrimonio arquitectónico.



La Plena Edad Media fue sin duda el periodo de máximo esplendor jacobeo, aspecto que está íntimamente ligado con el avance de los reinos cristianos de la Península Ibérica hacia el sur, la difusión del mensaje de la Orden de Cluny, la concesión y confirmación del privilegio del año jubilar concedido por el Papa Alejandro III en 1181, la dificultad creciente de peregrinar a Jerusalén y la difusión por toda Europa de la devoción a Santiago, entre otros factores. Una peregrinación de gran valor cultural, religioso, espiritual y social que ha sido destacada como símbolo de europeización y reconocido por la UNESCO como Itinerario Cultural Europeo y Patrimonio de la Humanidad.

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Aunque los caminos a Santiago son innumerables, siempre se ha enfatizado la importancia de las rutas terrestres sobre las marítimas, pese a ser estas últimas un medio de peregrinación bastante a tener en cuenta para los peregrinos procedentes de lugares como los Países Bálticos, Escandinavia, Flandes, Gran Bretaña o Irlanda. Es precisamente esta última isla la que atrae nuestra atención por la gran tradición devota y peregrina de su pueblo, planteándonos las siguientes preguntas: ¿Qué razones impulsaron a los irlandeses a peregrinar a Compostela y qué itinerarios eligieron?, ¿de qué fuentes disponemos para su estudio? y, por último, ¿qué legado nos ha quedado de su devoción a Santiago?


Una de las razones por las que las rutas terrestres son más tenidas en cuenta por peregrinos e historiadores es que el propio Camino de Santiago podría considerarse en sí el destino de peregrinación en su conjunto, y no de forma aislada la ciudad de Compostela. El número de lugares de veneración (tumbas de santos, reliquias…) que podría visitar el peregrino durante el camino terrestre era inmenso, por lo que el número de gracias e indulgencias a obtener aumentaba considerablemente.

Además, no hay que olvidar que la navegación implicaba una serie de peligros de diferente índole que ponían en peligro la seguridad de los peregrinos. Aun llegando a buen puerto, no dejaba de ser esta peregrinación un viaje accidentado, tal y como refleja un poema escrito por un peregrino anónimo inglés del siglo XV titulado The Pilgrims Sea-Voyage and Sea-sickness:

«¡Pasajeros, olvidaos de toda diversión!,» pues muchos de los que van a Santiago empiezan a sentirse mal, nada más comenzar a navegar. Tan pronto se hacen a la mar, ya sea desde Sandwiche o desde Wynchylsee, desde Bristol o desde dondequiera que sea, empiezan a desfallecer››
Pese a las dificultades, peligros y alto precio del viaje en barco, la velocidad, las mejoras en la navegación y la turbulenta situación político-militar aumentaron el número de peregrinos que optaron por este medio en la Baja Edad Media. La peregrinación marítima se veía aún más reforzada en los casos de Gran Bretaña e Irlanda por la tradición de sus gentes de realizar peregrinaciones cortas en sus territorios.

Pero el auge de este tipo de peregrinación a Santiago no se puede entender sin las relaciones comerciales marítimas preexistentes, ya que su desarrollo crece al amparo de estas. La apertura de la fachada cantábrica en las rutas de navegación atlántica entre los siglos XII y XV propició un aumento de los contactos entre las islas de Irlanda y Gran Bretaña y el norte peninsular. Transportar a peregrinos a estas costas suponía un negocio bastante lucrativo, por lo que los mercaderes y dueños de embarcaciones comenzaron a solicitar licencias para transportar peregrinos a partir de los siglos XIII y XIV. La mayoría de veces aprovechaban el transporte de mercancías, existiendo una gran relación entre el comercio del vino y el transporte de peregrinos en la ruta que conectaba los puertos de Inglaterra e Irlanda con A Coruña, o transportaban exclusivamente peregrinos en fechas señaladas como años jubilares. La dependencia del comercio y de la rentabilidad del viaje determinaban la ruta de peregrinación y la velocidad del mismo.

Aunque existe una gran diversidad de rutas que adoptaban los peregrinos de estas islas, destacaban principalmente tres: desde puertos del sur irlandés y del suroeste inglés, como Bristol, Plymouth o Darthmouth, las embarcaciones se dirigían hasta el cabo Land’s End en Cornualles y desde ahí se bordeaba Bretaña y se tomaba el rumbo al Cabo Ortegal en Galicia; desde los mismos puertos de origen se hacía escala en los puertos de la Santoigne francesa o Burdeos y proseguían su peregrinación a pie por la vía turonense o hasta puertos del País Vasco y Cantabria y seguían el Camino del Norte a pie; y desde los puertos del sureste inglés como Dover se cruzaba el Canal de la Mancha hacia Calais y seguían a pie por la vía turonense.

Aunque existen testimonios de peregrinaciones partiendo de puertos ingleses desde el siglo XI, será a partir del XII cuando se intensifique, en cierto modo, la llegada por mar, siendo las dos primeras rutas antes descritas las más empleadas por los peregrinos de Irlanda y Gran Bretaña, sobre todo entre el siglo XIV y la primera mitad del siglo XV. Siguiendo uno de estos dos itinerarios un peregrino irlandés podría peregrinar a Compostela y volver a Irlanda en unos diez o veinte días, lo que a pie le supondría emplear entre una o dos estaciones en su caminar.

Aunque el punto de llegada a Galicia dependía en muchas ocasiones del estado del mar, Ferrol, Ribadeo, Padrón, Viveiro, Pontevedra, Baiona, Muros y Noia eran algunos de los puertos a tener en cuenta. Sin embargo, si hubo un puerto que destacó en este sentido fue A Coruña. El mayor número de licencias de barcos ingleses en este puerto respecto a Ferrol se puede deber a estar situado 30 km más cerca de Compostela, a su mayor importancia como puerto mercantil y a los abusos perpetrados por la familia Andrade en la zona ferrolana. Mientras que en el denominado Camino Inglés habían albergues abiertos por la orden franciscana y la orden hospitalaria del Sancti Spiritus, se tiene constancia de la existencia de dos hospitales para peregrinos en A Coruña en la Baja Edad Media, Os Anxos y San Andrés da Pescadería. Una buena idea de lo que se cocía en el siglo XV, en el puerto de esta ciudad gallega que albergaba la Torre de Hércules, nos la podemos hacer a través del testimonio del inglés William Wey que tardó cinco días de navegación entre Plymouth y el puerto coruñés:
«En el puerto de la Coruña había gente de Inglaterra, de Gales, de Irlanda, de Normandía, de Francia, de Bretaña y de otros lugares, ochenta naves con castillos y cuatro sin castillos; el número de naves inglesas era de treinta y siete››

Estas relaciones marítimas se hacen visibles en que, además de San Nicolás de Bari (patrón de los marineros, pescadores y gentes de mar), Santiago también era un santo con atributos marítimos, sobre todo en los puertos de la Península Ibérica y de la fachada atlántica. El propio Codex Calixtinus recoge leyendas y testimonios sobre la protección que ofrece Santiago a los peregrinos ante un naufragio:

«Pues muchos dan también testimonio de haber sentido su protección en los angustiosos peligros de los mares y cautiverios, y hasta de haberlo visto liberándolos en hermosa figura corporal. Porque ayuda a los atribulados en los peligros, alivia a los oprimidos en la tierra, reanima a los náufragos en el mar y en los profundos abismos››

Mientras que en Irlanda esta tradición se ve mermada por el santo local San Brendan y su famoso periplo marítimo, numerosos puertos ingleses durante la Baja Edad Media tenían barcos dedicados a Santiago, destacando el puerto de Dartmouth, y existía en alguno de sus puertos la tradición de inaugurar una embarcación transportando peregrinos a Santiago.

Centrándonos en Irlanda hay que decir que sus gentes tenían una gran tradición en la revitalización religiosa que se hacía visible en los gyrovagi o monjes itinerantes, que propagaban la palabra de Dios y fundaban monasterios a través de toda Europa, y en los peregrinos que realizaban caminos religiosos de tipo local desde el periodo medieval temprano. Entre ellas destacan peregrinaciones marítimas, como la tradicional peregrinación desde la costa atlántica a Mount Brandon en la península de Dingle (The Saint’s Road), en las que algunos autores ven los primeros precedentes de la peregrinación a Compostela.

Más allá de las conexiones entre Irlanda y Galicia señaladas por Orosio en su Opera Omnia en el siglo V y de las legendarias narraciones sobre Breogán, Mil e Ith en el Lebor Gabála Érenn del siglo XII, existen referencias materiales de las conexiones entre estos dos puntos desde la Prehistoria Reciente. El clérigo galés Giraldus Cambrensis decía ya en 1183 que se podía navegar del sur de Irlanda a Galicia en tan solo tres días. La peregrinación marítima desde Irlanda a Compostela estaba bien establecida desde comienzos del siglo XIII, tal y como queda atestiguado en la documentación escrita de los puertos sureños de Cork, Waterford y Wexford. Otros puertos de los que se tiene constancia de esta conexión son Drogheda, New Ross, Youghal, Kinsale, Dingle, Limerick y Galway.
En algunas de las principales ciudades portuarias de Irlanda disponemos de una serie de indicadores que nos demuestran la conexión marítima con Santiago de Compostela o un culto al santo, siendo posiblemente la conquista anglonormanda del siglo XII un punto determinante en la expansión de este culto. Mientras que en la costa atlántica se ha considerado que la St. James’ Church de Dingle puede ser un punto de partida de la peregrinación a Santiago desde la costa atlántica, en Drogheda, una ciudad portuaria del mar de Irlanda, encontramos localizaciones como St. James’ Gate o St. James Street.

Pero será en Dublín donde encontraremos un mayor volumen de información. En 1216 el Arzobispo de la ciudad fundó un hospicio de peregrinos en la zona portuaria, y a finales del siglo XII se fundaba una parroquia al oeste de la ciudad llamada St. James’ Church. En sus inmediaciones se sitúa la denominada St. James’s Gate, antigua puerta de entrada a la ciudad y la ubicación de una de las actuales puertas de la St. James’s Gate Brewery, la fábrica de la famosa cerveza irlandesa Guinness. Son precisamente esta puerta e iglesia situadas al oeste de la ciudad, el tradicional punto de partida de los irlandeses a Compostela, manteniéndose esta tradición por la Irish Society of Friends of Saint James sellando credenciales desde 1992.

Las fuentes escritas recogen grandes movilizaciones, como las de 1445, 1462 y 1473, desgracias sucedidas en los viajes y las peregrinaciones en grupo dirigidas por altos dignatarios. El peregrino irlandés del que más información disponemos es James Rice. Nacido en el seno de una familia acomodada de la ciudad de Waterford del siglo XV, acabó ocupando el puesto de alcalde de su ciudad hasta en once ocasiones. Realizó dos peregrinaciones a Santiago en 1473 y 1483, estando documentados los permisos para poder realizar la speregrinaciones y los alguaciles que le acompañaron. Además, James Rice encargó construir una capilla dedicada a Santiago y Santa Catalina conectada a la Christ Church Cathedral de Waterford, destruida por desgracia en el siglo XVIII. Sin embargo, su cuerpo fue enterrado en dicha capilla, conservándose actualmente su sepulcro donde aparecen representados una vieira y el propio apóstol, siendo todo un símbolo del arte medieval irlandés.

Otros testimonios de estas peregrinaciones y sus desdichas son muy numerosos a partir del siglo XIV: Edward Butler, Earl de Carrick, peregrinó en 1321; una peregrinación dirigida por Hugh Maguire, el hijo del rey local de la zona de Fermanagh, acabó con la muerte de este el día después de llegar a Kinsale desde España en 1428; un nutrido grupo de irlandeses peregrinaron dirigidos por Tomaltach MacDiarmada, rey de Moylurg, teniéndose noticia de los que murieron en la peregrinación y en qué circunstancias en 1445; la galera Mary Layborne estuvo anclada unos días en Kinsale para poder reparar su mástil y partir a Santiago en 1467; John Fowling, alcalde de Drogheda, solicitó el permiso para peregrinar en 1472; Eiderscoil Mór y su hijo murieron en su casa al volver de Compostela ese mismo año; el barco mercader londinense Mary London que transportaba peregrinos fue capturado de vuelta a Irlanda por un grupo de piratas de Waterford, por disputas previas con el mercader, siendo liberados en el puerto de Youghal en 1473; familias de comerciantes de Galway peregrinaron en el 1500; unos peregrinos que iniciaron su viaje a bordo del Barry Roe en Cork en 1507 de los que nunca más se supo; entre otros tantos.

Pese a que el mayor número de información de peregrinos irlandeses se encuentra en fuentes escritas como los anales de los centros monásticos locales y los documentos municipales, esta se restringe principalmente a los siglos XIV y XV. En cambio, el registro arqueológico nos ha aportado información de peregrinos anteriores a estos siglos y sobre otros que quizá ocuparon estamentos más bajos de la sociedad irlandesa y que no aparecen reflejados en la documentación escrita. Pero las aportaciones más interesantes no provienen de la numismática o cerámica, sino de un curioso “fósil director” en cuanto a la peregrinación a Compostela se refiere, las vieiras.

El Liber Sancti Jacobi del siglo XII, el quinto libro del Codex Calixtinus que es una especie de guía para el peregrino medieval, recoge que en Compostela habían ya en aquellos tiempos puntos de venta de vieiras en las proximidades de la catedral para que los peregrinos las comprasen a modo de souvenir. La difusión de estas realias o insignias identificadoras eran reflejo del peso y de la difusión del culto al santo, convirtiéndose la vieira en todo un símbolo de la peregrinación a Compostela. Estas conchas de moluscos marinos, dado su escaso valor económico, pasaron a ser elementos amortizados, por lo que han sido localizadas en numerosos enterramientos de toda Europa, bien apareciendo a la altura de la cadera o del tórax según se haya colocado con la indumentaria o colgado del cuello del difunto respectivamente.

Entre las diferentes vieiras localizadas en Irlanda cabrían destacar: las de bronce documentadas en 1996 en los niveles de la primera mitad del siglo XII del castillo de Trim (Co. Meath); una perforada localizada a la altura del cuello de un individuo enterrado en un cementerio anglonormando de Ardreigh (Co. Kildare); las dos localizadas en dos de los treinta enterramientos de los siglos XIII y XIV documentados en Mullingar (Co. Westmeath), estando una de ellas asociada a una reliquia de hueso; una localizada en la cadera de un hombre del siglo XIV documentado en 1986 en la St. Mary’s Cathedral de Tuam (Co. Galway); una de peltre con una pequeña figura de bronce de Santiago y un broche, localizada en la Ardfert Cathedral (Co. Kerry), similares a unas del siglo XV localizadas en el río Támesis junto al Puente de la Torre de Londres; entre otros casos.

También el arte medieval da fe de estas peregrinaciones marítimas y la devoción al santo, tal y como son los casos de las donaciones realizadas al apóstol, como el retablo portátil de alabastro de la vida de Santiago o la cruz de perlas donadas por el clérigo John Goodyear y el rey Jacobo IV de Escocia respectivamente en el siglo XV. Otro aspecto a tener en cuenta es que en las peregrinaciones se producía una circulación de modelos iconográficos y arquitectónicos del arte medieval, aunque en el caso de la peregrinación marítima desde Irlanda la exportación de los modelos parece ser inferior, ya que los viajes eran más cortos y el movimiento de artesanos y de objetos era menor. Pese a una influencia predominante de Inglaterra y Francia, algunos autores consideran que el románico gallego pudo influir al arte hiberno-románico en obras como la puerta de Killaloe (co. Clare). Cabe destacar que Santiago aparece representado en una veintena de tumbas en Irlanda, en algunas como apóstol en otras como peregrino, destacando en este último caso la tumba del siglo XV de un rey local en Kilconnell (co. Galway). Además, cabría destacar las siguientes obras en las que aparece el apóstol representado como en la portada de un book shrine del siglo XIV denominado Domnach Airghid, en una cruz de término del siglo XV en Keenoge (co. Meath) y en una fuente del siglo XV en Dunsany (co. Meath), que se cree inspirada en un azabache traído desde Galicia.

Por último cabría resaltar que dentro de la tradición de los monjes irlandeses de fundar monasterios en el extranjero, destaca la construcción de la iglesia peregrina bajo la advocación de Santiago en Regensburg, convirtiéndose en un santuario de peregrinación local del sur de Alemania desde el siglo XI. También cabe destacar de esta zona que el primer obispo de Würzburg era irlandés y la abadía benedictina dedicada a Santiago de esta ciudad poseía una reliquia de Santiago, siendo una muestra más de la difusión del culto a Santiago por irlandeses.

Existen aún numerosas incógnitas sobre los miles de irlandeses que peregrinaron a Compostela en la Edad Media, pero el estudio interdisciplinar de las fuentes escritas, arqueológicas y artísticas muestra que la conexión entre Irlanda y el norte de la Península Ibérica estuvo fuertemente auspiciada por las mejoras realizadas en la navegación y las conexiones marítimas en esta época. El tráfico comercial, la peregrinación marítima, la devoción a Santiago y el contacto cultural se vieron beneficiados por estas conexiones, las cuales parecen ser más comunes de lo que se había venido considerando. Quizás a partir de la Plena Edad Media, la Brigantia de Breogán y la Irlanda milesiana estuvieron más cerca que nunca.

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Fuente:temporamagazine.com