Juan Pablo Forner
Juan Pablo Forner y Segarra Escritor ilustradoespañol (Mérida, 17 de febrero de 1756 + Madrid, 16 de marzo de 1797) Siendo estudiante en Salamanca compuso la Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana,
que fue premiada por la Real Academia (1782). Fue fiscal de la
Audiencia de Sevilla y enemigo acérrimo de Iriarte, contra quien publicó
la sátira El asno erudito. Enemigo de casi todo el Madrid
literario, fue, en cambio, amigo de Moratín y de Iglesias. Además de
libelos polémicos y de una Oración apologética por la España y su mérito literario (1786), escribió comedias y tragedias. Su obra maestra es Exequias de la lengua castellana (1782).
El escritor español Juan Pablo Forner fue la
figura más representativa de la literatura satírica durante la segunda
mitad del siglo XVIII. El propio Forner se retrató a sí mismo como “un
joven adusto, flaco, alto, cejijunto, de condición insufrible, y de
carácter… mordaz”. Sus ideas tendían más a la xenofobia que al
nacionalismo y, a pesar de su inclinación hacia lo neoclásico, mostró
inequívocamente su rechazo de las ideas ilustradas. Ante la invasión de
ideas empiristas y liberales mantuvo una estricta postura conservadora
que le llevó a denigrar por sistema todos los avances del siglo.
Ensayista violento y panfletario, pero dotado de
una amplia erudición, defendió de forma vehemente el mérito de la
cultura española y sostuvo duras polémicas. Por contra, mantuvo una
buena amistad con Leandro Fernández de Moratín, a quien apoyó en el artículo Contra la crítica de la comedia de Moratín "El viejo y la niña", obra de Fulgencio de Soto (1790), y con José Iglesias, y fue alabado por Pedro Estala, Martín Fernández de Navarrete, Gaspar Melchor de Jovellanos y el conde de Campomanes, entre otros.
Tras estudiar leyes en Salamanca, Forner ejerció
como fiscal en la Audiencia de Sevilla (1790) y en el Consejo de
Castilla (1796). Su considerable cultura humanística y su conocimiento
de la tradición literaria española lo llevaron a polemizar ásperamente
con los escritores de su época. En numerosos libelos fustigó, entre
otros, a Tomás de Iriarte,
aunque muchos de estos ataques se debieron a cuestiones personales y
políticas más que a desacuerdos literarios. La Real Academia Española lo
premió en 1782 por su Sátira contra los vicios introducidos en la poesía castellana.
Debido a sus extraordinarias dotes de polemista,
el ministro Floridablanca le encargó responder a los ataques de Masson
de Morvilliere, que en la Enciclopédie Méthodique (1782) negaba la contribución de España al desarrollo de la cultura europea. El resultado fue la Oración apologética por la España y su mérito literario
(1786), apasionada defensa de la orientación cristiana de la cultura
española y feroz ataque contra el racionalismo materialista de los
enciclopedistas. La parte segunda de este texto, prolijamente anotada,
es un canto al humanismo español y una exposición de los principales
autores que florecieron en el cultivo de las ciencias y las letras, con
una visión de conjunto acerca del papel de España en la ciencia europea.
La misma línea siguió su obra Discursos filosóficos sobre el hombre
(1787), donde frente al cientifismo ilustrado (representado por autores
como Voltaire, "gran maestro de sofistería y malignidad"), Juan Pablo
Forner se sitúa entre los partidarios del tradicionalismo español,
reivindicando a figuras del siglo XVI como Juan Luis Vives, Francisco de
Vitoria y Francisco Suárez.
Su faceta erudita se manifiesta en dos obras publicadas póstumamente, el Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la Historia de España, que es un auténtico tratado de historiografía ilustrada, y las Exequias de la lengua castellana,
considerada uno de los textos de crítica más sobresalientes del siglo
XVIII, tanto por la visión de conjunto que ofrece de las letras
españolas como por sus juicios acerca de los autores clásicos. La obra
tiene como motivo argumental las honras fúnebres que van a celebrarse en
el Parnaso por la Lengua castellana, viciada y muerta por una multitud
malvada de escritores recientes; en el último momento, sin embargo, la
Lengua aparece todavía en pie, cansada pero viva, y los malos escritores
son convertidos en ranas.
Mezclados con composiciones en su mayoría
burlonas y satíricas, la obra contiene fragmentos verdaderamente
brillantes por su inspiración e imágenes curiosas, pero de tarde en
tarde se pierde en elencos y disquisiciones, quedando el motivo del
relato en pretexto para escribir una historia literaria. Las Exequias de la lengua castellana
deben entenderse fundamentalmente como una condena de los autores
contemporáneos hecha en algunos casos capciosamente, especialmente
cuando se refiere a los inspirados en los enciclopedistas franceses, y
también como una revalorización aguda y sonriente de la propia
literatura en cuanto heredera del gran clasicismo latino.