Pável Aleksándrovich Florenski
Pável Aleksándrovich Florenski ;
nació en Yevlaj -Imperio ruso, hoy en Azerbaiyán- el 9 de
enero de 1882 y fue fusilado en algún lugar próximo a Leningrado el 8 de diciembre de 1937.
Fue un filósofo, historiador del arte, matemático y religioso ruso. Su
compleja figura intelectual y sus aportaciones a la literatura, la
teología y la filosofía contemporáneas (especialmente a la filosofía de
la ciencia) se han difundido sobre todo a partir de 1991, tras la
apertura de los archivos de la KGB. Murió ejecutado por el régimen
soviético, tras haber sufrido numerosos arrestos y haber pasado varios
años en un gulag. Fue padre del geólogo y astrónomo Kiril Florenski, a
quien escribió estas palabras en una carta de 1935 que resumen la
actitud vital de Florenski:
FLORENSKIJ Y LOS PENSAMIENTOS SILENCIOSOS
Lo veo caminar con la
cabeza inclinada, meditando, pensando sobre Dios, sobre el espacio y el
tiempo y sobre el Gólgota de su pueblo que él mismo protagonizó. Con su
túnica
blanca, avanzando por los senderos entre las iglesias del Monasterio Trinidad San Sergio. O luego por los campos de trabajo soviéticos, –a las que preceden largos meses de estancia en los calabozos de la KGB–. Avanza lentamente y en silencio, con la humildad que siempre acompaña a la sabiduría que no necesita justificarse. Pero además, al padre Pavel Florenskij le acompaña la fe. Una fe que tampoco es de un simple religioso.
“Existe la Trinidad de Rubliev, existe Dios”, repite seguramente en sus adentros, recordando
el sagrado icono que para él era símbolo de la fe más que cualquier explicación dogmática. Esto le da fuerza cuando recluido en Solovki pasa noches enteras entre las paredes de la fábrica vacía que en su momento levantaron gracias a sus descubrimientos con el yodo que salvarían la vida de muchos soldados rusos años después.
Intenta comprender que su condena, sus años transcurridos en los campos soviéticos, afirman la necesidad del sacrificio humano que exige la historia. ¿La historia divina también lo reclama? Ensimismado, pero no triste, el padre Pavel recupera la esperanza cuando vuelve a la ciencia y al trabajo inventivo. Sus verdugos –muchos medio analfabetos– se dan cuenta de su genio científico y en 1934 Florenskij vuelve a auto realizarse a través de la investigación científica. Lejos de casa, en el campo de las islas Solovki, intenta recordar las fisonomías de sus cinco hijos y piensa cómo van creciendo. Le acompañan siempre los ojos de su esposa. “Si buscan sus manuscritos, están allá, en las estanterías” diría su mujer, con la misma humildad y grandeza, a los agentes de la policía secreta que irrumpieron en la casa de la familia Florenskij y destruirían su biblioteca. Al enterrarse del asunto, Pavel sí se desespera: “No sólo he dedicado todo mi tiempo y mis fuerzas a servir a la humanidad, sino también una gran parte de mi menguado sueldo a comprar libros; es mucho peor que la muerte física”.
Fue el invierno de 1937 cuando Pavel Alexándrovich Florenskij fue fusilado, aunque la fecha sólo fue comunicada oficialmente el año 1943. La última carta que envía desde el extremo norte de Siberia, está llena de fatídicos presentimientos. No obstante, más que su rehabilitación en 1958 o la canonización de su figura a propuesta de la Iglesia ortodoxa rusa, nos habla la obra que dejó atrás y que se va editando también más allá de las fronteras eslavas. Sobre las líneas divisorias del pensamiento, El número como forma, La perspectiva invertida, Filosofía del culto, Dialéctricos... y otros títulos de este “Leonardo Da Vinci ruso” que también dejó escrito: “El destino de la grandeza es el sufrimiento”.