Biografía de Erasmo de Roterdam

Erasmo de Roterdam

Poeta, tratadista, filólogo, filósofo, teólogo y humanista holandés, nacido en Rotterdam el 27 o el 28 de octubre de 1469 (o de 1466, según algunos de sus numerosos biógrafos) y fallecido en Basilea (Suiza) el 12 de julio de 1536. Aunque su verdadero nombre era el de Gert Geertsz, es universalmente conocido por el pseudónimo latino que adoptó, Desiderius Erasmus Roteradamus, castellanizado en España desde el siglo XVI como "Erasmo de Rotterdam". Erudito fecundo y polifacético, atendió en su brillante producción impresa las materias más diversas del saber humanístico (desde la política hasta la religión, pasando por la educación, la literatura y los estudios latinos y helenísticos), e influyó poderosamente en todas las corrientes intelectuales y espirituales de su tiempo, hasta el extremo de pasar a la historia como uno de los grandes paradigmas del talante reformador del hombre renacentista europeo. Su aportación más audaz, original y deslumbrante -y, sin duda alguna, la que más adhesiones y rechazos generó entre la intelectualidad de su tiempo- fue su propuesta de reforma de la Iglesia, basada en los ejemplos de modestia y humildad brindados por los primeros cristianos, así como en los modelos de comportamiento humano ofrecidos por algunas de las figuras más destacadas de la antigüedad clásica grecolatina.

Vidas

Las incertidumbres e inexactitudes que rodean su fecha de nacimiento fueron alimentadas por el propio humanista holandés, quien nunca se mostró interesado en desvelar los misterios que envolvieron su oscura llegada al mundo. Nació, en efecto, fruto de los amores sacrílegos entre un sacerdote y una joven burguesa, y, aunque en su madurez aceptó una visión romántica de esta relación (según la cual, su padre fue obligado por sus familiares a marchar a Roma después de haber dejado embarazada a una joven, y en la Ciudad Eterna recibió la falsa noticia de la muerte de la muchacha, por lo que se ordenó sacerdote), lo cierto es que la erudición posterior ha demostrado que el progenitor de Erasmo ya había recibido las órdenes sacerdotales cuando lo engendró.

En 1474, cuando contaba cinco años de edad, comenzó a asistir a la escuela elemental de Gouda en compañía de su hermano Pedro, y un año después ingresó en la escuela de los Hermanos de la Vida Común, en Deventer, regentada por frailes agustinos. Allí recibió sus primeros rudimentos de latín, y comenzó a dar muestras de una firme vocación humanística alimentada por algunos maestros de la talla de Rodolfhus Agrícola (1444-1485), autor de varios tratados tan celebrados en su tiempo como De inventione dialectica. Entre 1477 y 1478 residió durante varios meses en Utrecht, en cuya catedral fue miembro del coro.

La muerte de su madre, sobrevenida en 1484, precipitó su abandono de la escuela de Deventer y su regreso inmediato, en compañía de su hermano, a Gouda, donde la educación de ambos muchachos quedó en manos de tres preceptores religiosos que orientaron sus pasos hacia la vida monástica. Un año después, el futuro humanista se trasladó a la escuela de Bois-le-Duc, en la que permaneció durante un breve período de tiempo, ya que la veloz propagación de una epidemia de peste aconsejó su retorno a Gouda, ciudad en la que cayó gravemente enfermo, aquejado de altos y frecuentes accesos de fiebre. En el transcurso de aquel mismo año de 1485, su hermano Pedro ingresó en el convento de Sion (cerca de Delft), perteneciente a la orden de los canónigos regulares de san Agustín.
Repuesto de sus dolencias, continuó estudiando con tesón y preparándose para la vida religiosa, y en 1487 ingresó en el convento de los agustinos de Steyn, donde realizó sus primeros votos al año siguiente. De aquel tiempo data su primera obra, un tratado espiritual titulado Alabanza de la vida monástica (1488), que dejaba patente su sincera vocación religiosa. Arrastrado, entonces, por su incontenible pasión literaria, leyó y estudió con fruición las obras de los principales clásicos latinos -como Terencio (ca. 190-ca. 159 a.C.), Cicerón (106 a.C.-43 a.C), Virgilio (70-19 a.C.), Horacio (66-8 a.C.), Ovidio (43 a.C.-18 d.C.), Quintiliano (ca. 35-ca. 100), Marcial (ca. 40-ca. 104), Juvenal (50-140), etc.-, así como otros textos contemporáneos que despertaron su admiración, como las Elegantiae linguae latinae (1444) del humanista romano Lorenzo Valla (1407-1457). Estas fructíferas lecturas le animaron a componer numerosos poemas en latín, lengua que, por aquellos años, dominaba ya a la perfección.

En 1492 recibió, finalmente, las órdenes sacerdotales de manos de David de Borgoña, obispo de Utrecht, y un año después entró al servicio de Enrique de Bergen, obispo de Cambrai. Siempre entregado al afanoso estudio, en 1493 concluyó Antibarbari, una brillante apología de las letras profanas que había comenzado a redactar durante su reclusión monacal junto a los agustinos de Steyn; y al cabo de dos años se afincó en París, en el Colegio de Montaigu, para cursar estudios superiores de Teología en la Universidad de la Sorbona, donde se especializó en el análisis de los textos bíblicos. Entabló amistad, en la capital gala, con el escritor, teólogo y religioso trinitario Robert Gaguin (1440-1501 ó 1502), una de las cabezas visibles de la intelectualidad francesa del momento, bajo cuyo amparo fue aceptado en los principales foros y cenáculos humanistas de París; y a tal extremo llegó la amistad y complicidad entre ambos eruditos, que Gaguin incluyó en su célebre obra De Origine e Gestis Francorum Compendium (1495) un extenso panegírico redactado por Erasmo, quien, por aquel entonces, ya había dejado bien patente en sus escritos su aversión a la escolástica.

En 1496 se puso de manifiesto también su interés por la pedagogía, a raíz de las lecciones particulares que comenzó a impartir para ganarse la vida en París, después de haber pasado un breve período de descanso en Cambrai, convaleciente de otra seria dolencia. Compaginaba por aquel entonces esta dedicación a la docencia con su innata vocación literaria, plasmada en los poemas latinos de un libro que dio a la imprenta aquel mismo año; pero en la primavera de dicho año, aquejado por otra grave enfermedad, interrumpió dicha actividad laboral en París y buscó reposo en Bergen, al lado de aquel obispo que había sido uno de sus primeros protectores. Una vez repuesto de este mal, emprendió un breve recorrido por tierras holandesas hasta recalar nuevamente en la capital gala, donde entabló relaciones con otros intelectuales -como el poeta latino Faustus Andrelinus (ca. 1440-1519)- y buscó con ahínco el amparo de algún mecenas que pudiera seguir financiando sus numerosos proyectos literarios y filosóficos. Presa de una febril actividad creativa, escribió entonces para la familia Northoff su Familiarium Colloquiorum Formulae (1496) -esbozo de lo que después habría de convertirse en sus famosos Colloquia (Coloquios)-, emprendió la redacción de De Conscribendis Epistolis (1496) -un ensayo sobre la técnica de escribir cartas en lengua latina-, concluyó una esclarecedora paráfrasis de las ya citadas Elegantiae de Lorenzo Valla, y se explayó en otras disertaciones de diversa índole, como De Copia Verborum ac rerum (1496) -un manual de latín destinado a incrementar la riqueza léxica de los estudiantes- y De Ratione studii (1496) -una guía pedagógica sobre la organización de los estudios.

En 1498, Erasmo de Rotterdam regresó a Holanda al lado del obispo su protector, pero pronto añoró la intensidad de la vida cultural parisina y retornó de nuevo a la capital francesa, donde continuó impartiendo clases particulares a varios alumnos de elevado rango social, entre los que figuraba el inglés William Blount, más conocido por su título aristocrático de lord Mountjoy. Al año siguiente visitó en el castillo de Tournehem (emplazado entre Calais y Saint Omer) a su amigo Battus, que había sido contratado por Ana van Borselen (señora de Veere y propietaria de la heredad) para que educara a su hijo; siempre necesitado de un mecenas -su situación económica era muy inestable en una gran urbe como París-, buscó la ayuda de dicha dama, quien de inmediato se convirtió en su nueva protectora. Poco después, viajó a Londres acompañando a lord Mountjoy y tuvo ocasión de conocer a varias figuras cimeras de la cultura inglesa contemporánea, como el filósofo y político Tomás Moro (1478-1535) y el teólogo John Colet (1466-1519), con el que intimó enseguida merced a sus ideas afines a propósito de los abusos cometidos por el clero. En otoño de aquel año de 1499 se llegó hasta Oxford para alojarse en el St. Mary College, donde, fruto de las conversaciones religiosas mantenidas con los susodichos, reflexionó sobre las inquietudes, los miedos y la tristeza del Nazareno, y escribió una breve controversia al respecto, titulada Disputatincula de tedio, pavore tristitia Jesu (1499).

A comienzos del año siguiente, Erasmo de Rotterdam estaba otra vez en París, ciudad en la que dio a la imprenta sus Adagiorum collectanea (1500), una recopilación de cerca de ochocientas máximas proverbiales espigadas entre las obras de los grandes clásicos latinos, y comentadas para provecho de quienes quisieran servirse de ellas con la intención de mejorar su expresión literaria en la lengua de Cicerón. Su acuciante carencia de recursos monetarios -acentuada por las tasas que hubo de pagar en la aduana a su regreso de Inglaterra, donde a duras penas había logrado ahorrar veinte libras que se quedaron, casi íntegramente, en poder de los voraces aduaneros británicos- le había impulsado a escribir y publicar con urgencia esta obrita, con la que obtuvo un modesto beneficio que le permitió subsistir durante algún tiempo. Invitado luego por el humanista Agustín Caminade, se trasladó a la villa que éste habitaba en Orleáns, donde pasó casi todo el año de 1500. A su regreso a París, una mortífera epidemia de peste le obligó a abandonar a toda prisa la ciudad del Sena para refugiarse en Holanda, en donde residió -sucesivamente- en Steyn, Haarlem y el castillo de Tournehem, al lado de su amigo Battus. Pero la repentina desaparición de éste, sobrevenida en 1502, le impulsó a abandonar la residencia de Ana de Veere para trasladarse primero a Saint-Omer (en donde entabló amistad con el teólogo franciscano Jean Vitrier, que había sido sancionado por la Sorbona debido a sus denuncias de la relajación en la vida monástica) y, poco después, a Lovaina, ciudad en la que se afincó en busca de algún socorro inmediato. Lejos de ello, la muerte de su protector Enrique de Bergen y la retirada del mecenazgo con que, intermitentemente, le venía socorriendo Ana de Veere provocaron el agravamiento de sus penurias económicas, a pesar de lo cual se negó a aceptar la cátedra que le ofrecía, fruto de sus gestiones personales, Adriano de Utrecht (1459-1523), años más tarde elevado al solio pontificio bajo el nombre de Adriano VI.

Su prestigio intelectual se incrementó notablemente a raíz de la aparición en Amberes de su obra titulada Enchiridion militis christiani (1504), una especie de guía espiritual para orientar al soldado cristiano hacia su salvación. Volcado, a partir de entonces, al estudio en profundidad de los Evangelios -en buena medida, después de haber leído las Anotaciones del ya doblemente mencionado Lorenzo Valla-, viajó de nuevo hasta Inglaterra en 1505 y se relacionó allí intensamente con algunos destacados príncipes de la Iglesia como Richard Foxe (obispo de Winchester), John Fisher (que ocupaba, a la sazón, la sede episcopal de Rochester) y William Warham (arzobispo de Canterbury). Volvió, entonces, a visitar a su amigo Tomás Moro y trabajó con él en la traducción del griego al latín de los Diálogos de Luciano de Samosata (ca. 120-180), ocupación que le permitió entablar amistad con un protegido del futuro santo, el poeta italiano Andreas Ammonius de Lucca (1477-1517).

Su siempre inestable situación económica comenzó a mejorar en enero de 1506, cuando el papa Julio II (1443-1513) le permitió aceptar un beneficio eclesiástico inglés. El prestigio de que gozaba ya como humanista aconsejó a Giovanni Battista Boerio, médico personal del rey Enrique VII (1457-1509) contratar a Erasmo de Rotterdam como preceptor de sus hijos, por lo que éste se desplazó para desempeñar este oficio hasta Turín, ciudad en cuya universidad obtuvo el título de doctor en Teología en septiembre de aquel año de 1506. Siguió, entretanto, compaginando sus estudios y sus labores docentes con su infatigable actividad literaria, y dio a la imprenta en un breve período de tiempo sus traducciones de Eurípides (485-406 a.C.) y de Luciano de Samosata, su obra Epigrammata (1506), una nueva edición de los Adagia -obra en cuya ampliación siguió trabajando durante mucho tiempo-, y su célebre poema Carmen alpestre.

Sin ahorrar esfuerzos, durante su estancia en Italia Erasmo de Rotterdam siguió ampliando sus conocimientos de griego y comenzó a estudiar hebreo y arameo. Su fama llegó a oídos del prestigioso impresor veneciano Aldo Manuzio el Viejo (1449-1515), quien le hizo desplazarse hasta Venecia para publicar allí sus Adagia (1508) y sus traducciones de diferentes textos de Platón (427-327 a.C.), Terencio (ca. 190-ca. 159 a.C.) y Séneca (4 a.C.-65 d.C). En el transcurso de aquel mismo año de 1508, el humanista holandés aceptó el puesto de preceptor particular del hijo del rey escocés Jacobo IV (1473-1513), Alejandro Estuardo, quien, estudiante a la sazón en Padua, era ya, a pesar de su corta edad, arzobispo de St. Andrews.

Los conflictos bélicos declarados en el norte de Italia le aconsejaron, en 1509, abandonar dichas tierras para dirigirse directamente a Roma, cuya clase intelectual le recibió ya como el renombrado erudito que era. Tras haber tenido ocasión de entrevistarse con el florentino Juan de Médicis (1475-1521) -el futuro papa León X-, volvió a Londres y se instaló en la casa habitada por Tomás Moro en Blucklersbury, donde, a lo largo de un par de años, escribió una de las obras mayores del pensamiento universal, Moriae Encomium seu laus stultitiae (Elogio de la locura, 1511). Al año siguiente de la aparición de esta pieza maestra de su bibliografía, fue elevado a la dignidad de rector de Aldington (en el condado de Kent) por el arzobispo de Canterbury, William Warham, cargo que no le impidió seguir desarrollando una feraz labor humanística que arrojó por fruto, un año más tarde, la fábula Julius exclusus e Coeli (1513), un alegato contra la guerra escrito tras la reciente muerte del papa Julio II, cuyo ardor bélico había caracterizado todo su pontificado.

Trabajaba, al mismo tiempo, arduamente en sus investigaciones sobre la obra de San Jerónimo y el Nuevo Testamento, así como en un nuevo adagio, Dulce bellum inexpertis, que incorporó a la edición de los Adagia realizada por Froben en 1515. Dicho impresor sacó a la luz, al año siguiente, San Jerónimo (1516) y Novum Instrumentum (1516), una edición bilingüe -esta última- del Nuevo Testamento que divulgó la fama de Erasmo por todos los rincones de la Cristiandad. Poco después, el político castellano de origen Borgoñón Jean Sauvage (¿-1518), convertido en su nuevo protector, le consiguió el título de consejero de un joven de dieciséis años de edad que pronto habría de ser conocido en todo el mundo como el emperador Carlos I de España y V de Alemania V (1500-1558). Y, en medio de aquella agitación, no cesaba de escribir y de viajar: tras haber concluido la redacción de Institutio principis christiani (1516), recorrió nuevamente los Países Bajos para alojarse durante algún tiempo en casa del erudito y naturalista francés Pierre Gilles (1490-1555), de donde partió para dirigirse otra vez a Inglaterra.

En 1517 comenzaron a resolverse los problemas de Erasmo de Rotterdam con las altas autoridades de la Iglesia. El papa León X le perdonó las infracciones que había cometido contra la ley eclesiástica, le eximió de la obligación de vestir el hábito de su orden, le autorizó a seguir llevando una vida secular y le permitió, pese a todo ello, conservar los beneficios eclesiásticos; pero la disposición del Sumo Pontífice más favorable al humanista holandés fue la anulación de todos los impedimentos que sobre él recaían por sus obscuros orígenes. Durante el estío de dicho año, Erasmo volvió a afincarse en Lovaina, donde hizo célebre su polémica sostenida contra el teólogo parisino -precursor de la Reforma- Jacques Lefèvre d'Étaples (o Jacobus Faber Stapulensis), a propósito de unos comentarios de éste acerca de las Epístolas de San Pablo (Epístola a los Hebreos, 2, 7). Reclamado, por aquel entonces, en los principales foros académicos de todo el mundo, recibió el encargo de escribir, por deseo expreso de Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, una serie de hagiografías que Erasmo rehusó redactar, con el argumento de que ya había intentado, "mal que bien, arrojar alguna luz sobre el príncipe de los santos en persona" (es decir, sobre Cristo), y de que "no hay que tolerar a la Iglesia nada que no sea totalmente puro e inmaculado" (en alusión directa a los turbios episodios protagonizados en vida por algunas personas elevadas luego por la Iglesia a la santidad).

Sostuvo, en aquel mismo período de tiempo (1518), una agria polémica con el joven inglés Edward Lee, estudiante de griego en Lovaina, a quien el humanista holandés ridiculizó en toda Europa después de que su temerario oponente hubiera resumido en diez conclusiones una serie de objeciones críticas contrarias a su revisión del Nuevo Testamento. Viajó, a finales del verano de dicho año, hasta Basilea, donde contrajo una grave enfermedad que le obligó a regresar a Lovaina e instalarse en casa del impresor Thierry Maertens; pero no perdió por ello sus ímpetus polemistas, que salieron nuevamente a relucir en 1519, cuando terció en las disputas sobre la creación del College Trilingue y volvió a arremeter contra el puntilloso Lee. El 28 de marzo de aquel año, el propio Lutero (1483-1546) -que había promulgado sus noventa y cinco tesis cismáticas el 31 de octubre de 1517, en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenberg- se dirigió, por vía epistolar, a Erasmo con la esperanza de ganar para su causa el favor de tan reconocido maestro intelectual y espiritual ("Por eso, Erasmo mío, hombre amable, reconoced si os parece bien a este pequeño hermano en Jesucristo, que os admira y os ama realmente y que, por lo demás, no merecería otra cosa en razón de su ignorancia que ser enterrado anónimamente en cualquier rinconcito"); pero la respuesta personal de Erasmo, fechada dos meses después (30 de mayo de 1518), no dejaba lugar para la duda acerca de las posiciones del humanista holandés, totalmente contrarias a la reforma luterana: "He declarado que me sois totalmente desconocido, que no he leído aún vuestros libros y que, por tanto, no estaba de acuerdo ni en desacuerdo con nada" [...]. "Yo me reservo totalmente, si es posible, para ser útil a los estudios renacentistas. Me parece que una modestia cortés es más eficaz que la impetuosidad. Así fue como Cristo conquistó el mundo". En medio de aquella enrarecida atmósfera que envolvía a la Cristiandad, en el verano de aquel mismo año Erasmo se vio obligado a dirigir una carta al papa León X para solicitar que le protegiera contra los numerosos enemigos que le atacaban desde el seno de la Iglesia; pese a esta demanda de amparo, sus rivales siguieron aumentando y, un par de meses después, utilizaron en su contra una carta enviada por el erudito holandés a Alberto de Maguncia.

En 1520, año en el que sostuvo otra fuerte polémica con Nicolás de Egmond, llovieron muchas críticas más contra el pensamiento de Erasmo, quien el día 5 de noviembre se reunió en Colonia con el príncipe elector Federico III de Sajonia (1463-1525), para conversar acerca de los postulados de Lutero. Fruto de esta entrevista fue el texto de Erasmo titulado 22 axiomas para la causa de Martín Lutero, que fue publicado en contra de su voluntad por los partidarios de la Reforma, lo que precipitó la ruptura definitiva entre el humanista holandés y el teólogo alemán. Un año después, ante el feroz acoso de Nicolás de Egmond y Vicent Dick van Haarlem, Erasmo se vio forzado a abandonar Lovaina para afincarse en Basilea, en donde volvió a caer gravemente enfermo.

Continuó, empero, escribiendo intensamente, y en el transcurso de 1522 dio a los tórculos su San Arnobo, una tercera edición del Nuevo Testamento y una reedición de sus Colloquia; entretanto, trabajaba en la redacción de un tratado titulado De Interdictu esu carnium, así como en la biografía San Hilario, que vio la luz al año siguiente. También en 1523 sostuvo una encendida polémica, esta vez con el escritor alemán Ulrich von Hutten (1488-1523), quien falleció pocos meses después. En 1524, después de la salida a la calle de una nueva edición de su San Jerónimo, redactó De Libero arbitrio diatribe, obra en la que atacaba la Reforma protestante y se ensañaba con Lutero.

A pesar de que se sentía ya viejo y enfermo, Erasmo de Rotterdam no rehuyó ningún compromiso intelectual, como el que le llevó a una nueva polémica en 1525, esta vez contra Alberto Pío, príncipe de Capri. Un año después salieron de la imprenta su hagiografía San Ireneo (1526) y su edición definitiva de los Colloquia, publicada bajo el título de Familiorum Colloquiorum Opus (1526), así como su tratado Hyperaspistes (1526). Al año siguiente, tras haber publicado una nueva biografía bajo el título de San Ambrosio (1527), se decidió a hacer testamento con el objetivo fundamental de detallar numerosas instrucciones para la edición de sus obras completas que se estaba preparando en la imprenta de Froben (cuyo propietario y fundador falleció, por cierto, aquel mismo año). En 1528, año en el que apareció su diálogo Ciceronianus, la decantación de Basilea en favor de la Reforma luterana obligó a Erasmo a trasladarse a Friburgo, ciudad en la que se instaló el 13 de abril de 1529.

Poco a poco, los acontecimiento políticos, culturales y religiosos que se sucedían vertiginosamente en el Viejo Continente comenzaron a superar su hasta entonces briosa capacidad de reacción. Tras la guerra entre los cantones católicos y evangélicos en Suiza, y la llegada de los turcos hasta las mismas puertas de Viena (1529), escribió Consultatio de bello turcino (1529), y empezó a preparar una magna obra que pretendía dejar como legado impreso de sus ideas morales y teológicas; se trata del Ecclesiastés (1533), un tratado acerca de la predicación, que vino a subrayar la enorme valoración que siempre había conferido a los sermones, a los que consideraba como el vehículo más adecuado para la difusión de las ideas de los teólogos.

Tras esta especie de legado teológico, filológico y literario, aún tuvo fuerzas para regresar a Basilea con la intención de seguir trabajando en la imprenta de Froben, y para escribir un último tratado, publicado bajo el título de De la pureza de la Iglesia cristiana (1535). A comienzos de 1536 se sintió gravemente enfermo, por lo que en el mes de febrero dictó sus últimas disposiciones testamentarias. Llegado el mes de julio, su salud había empeorado tanto que hubo de renunciar, incluso, a la lectura. El día doce de dicho mes, los amigos que rodeaban su lecho de moribundo le oyeron exclamar: "O Jesu, misericordia! Domine, libera me! Domine miserere mei!" ("¡Oh Jesús, misericordia! ¡Señor, sálvame! ¡Señor, apiádate de mí!"); acto seguido se encomendó a Dios en su lengua materna holandesa, y abandonó definitivamente este mundo.

Obra

Resulta imposible abordar, en una breve reseña bio-bibliográfica como ésta, toda la vasta y variadísima producción impresa de Erasmo de Rotterdam, cuya obra aportó innovaciones capitales en las principales materias humanísticas (y, de forma muy destacada, en los campos de la religión, la filología y la filosofía). Es necesario, pues, reducir el análisis de sus textos a un somero repaso argumental de los que mayor incidencia tuvieron entre los escritores, religiosos e intelectuales de su tiempo, empezando por Enchiridion militis christiani (1502), obra que, en palabras del historiador y ensayista holandés Johan Huizinga (1872-1945) -vid., infra, "Bibliografía"- "es un manual destinado a suscitar en el soldado ignorante una digna conciencia cristiana mostrándole con el dedo, por así decirlo, el camino más corto que lleva a Cristo". Con la publicación de este libro, Erasmo se convirtió en la cabeza visible de esa corriente renovadora de la Iglesia que denunciaba los abusos y la relajación del clero, y propugnaba la supremacía de ciertos valores cívicos como la tolerancia y el mantenimiento, a toda costa, de la paz.

La publicación de los Adagia, iniciada en Venecia por Aldo Manuzio en 1507, situó al humanista holandés a la cabeza de los intelectuales renacentistas empecinados en rescatar el legado de los grandes autores clásicos grecolatinos y ponerlo al alcance no ya de los destacados eruditos del momento, sino del lector medio europeo. Según el recién mencionado Huizinga, tanto entusiasmo despertó en Erasmo la invitación de Aldo Manuzio que, "en medio del ruido de la imprenta [...], sentado, escribía, para sorpresa de su editor, la mayoría de las veces de memoria, y tan absorto, que no tenía tiempo -según dijo muy expresivamente- ni para rascarse las orejas. Era dueño y señor de la imprenta. Se puso un corrector particular a su disposición; hasta la última prueba hizo correcciones en el texto".

Moriae Encomium seu laus stultitiae (Elogio de la locura, 1511), la obra maestra de Erasmo de Rotterdam, es una sátira amable e ingeniosa en la que se presenta la Locura como el auténtico motor que impulsa al mundo, el elemento imprescindible para el funcionamiento de la sociedad y, en último término, la conservación de la vida. A esta demencia que padece el mundo, ávido de bienes materiales y efímeros, Erasmo contrapone esa locura infinitamente superior que es, para él, la fe cristiana, un insania capaz de empujar al hombre a disparates tan dulces como regalar sus bienes y perdonar a sus enemigos. Al socaire de este argumento, la Locura en persona se convierte en la autorizada portadora de algunas de las ideas claves en el pensamiento de Erasmo, y censura los mismos vicios y defectos contra los que venía luchando desde hacía ya mucho tiempo el humanista de Rotterdam, como la existencia de las indulgencias, la fe necia que acepta sin cuestionarse nada los milagros más increíbles, el culto interesado a los santos, etc.

Institutio principis christiani (1516) se presenta como una especie de manual sobre el arte de gobernar al estilo de Il principe (El príncipe, 1513) de Maquiavelo (1469-1527); pero, a diferencia del humanista italiano, Erasmo propone aquí que la moral cristiana se imponga a los intereses meramente políticos. Por otra parte, su edición en griego del Nuevo Testamento, acompañada de una traducción al latín, causó un colosal escándalo entre los teólogos de comienzos del siglo XVI, pues suprimía -en dicha versión latina- algunos versículos consagrados reiteradamente por la tradición, pero ausentes en los manuscritos cotejados por Erasmo. En la actualidad -y desde un punto de vista estrictamente filológico- este trabajo de Erasmo de Rotterdam (que fue, tal vez, el que más renombre le otorgó en vida) carece de validez; sin embargo, la actitud crítica y científica del humanista holandés tuvo la enorme importancia de abrir numerosos senderos por los que luego transitó, con mayor éxito, la crítica neotestamentaria moderna; y demostró que el texto fijado por la Vulgata -es decir, por la traducción latina de la Biblia realizada en su mayor parte por San Jerónimo (347-420) a finales del siglo IV- no era del todo fiable.

La edición filológica de las Epístolas de San Jerónimo (1516-1520) y las Paráfrasis (1524) -un afortunadísimo acercamiento del Nuevo Testamento a la cultura popular- son otras dos obras que ponen de relieve el trabajo lingüístico de Erasmo y su deseo de arrojar nuevas luces sobre los textos capitales de la Cristiandad, siempre con el objetivo de divulgar su predicación sobre la paz y la tolerancia. Por su parte, De libero arbitrio (1524) mostró inequívocamente -y de una vez por todas- el alejamiento de Erasmo respecto a las propuesta de Lutero, en un momento en que la causa del protestantismo adoptaba posturas radicales e iconoclastas a su alrededor (ya se ha mencionado, más arriba, la conversión de Basilea al dogma luterano). La aparición, en fin, de la versión definitiva de los Colloquia -publicada bajo el título de Familiorum Colloquiorum Opus (1526)-, puso de manifiesto el incuestionable posicionamiento de Erasmo de Rotterdam frente a la escolástica medieval y los abusos morales e intelectuales cometidos por el clero monástico.

Cabe mencionar, por último, el extraordinario valor testimonial del Epistolario del humanista holandés, compuesto por más de tres mil cartas, muchas de ellas dirigidas a las figuras más destacadas de las Letras, el pensamiento, la política y la religión de su tiempo. Al margen de mostrar el desmesurado interés de Erasmo por la pedagogía (se adelantó a su tiempo al considerar que cualquier intento de reforma había de partir, forzosamente, de una adecuada educación), estas epístolas son una prueba fehaciente del vigoroso estilo literario de su autor, de su cultura y clarividencia, así como de su perfecto conocimiento de las circunstancias políticas, históricas, sociales y culturales que le rodearon.

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Autor: José Ramón Fernández de Cano

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